Capítulo 2 La Encrucijada Del Escorpión

Pasaban los días con lentitud, y para Joel era aún increíble comprobar que no había tenido un sueño y que, en verdad, era Samuel Raine con el que compartía habitación. Por su parte, Samuel, hacía cada vez más enemigos con su actitud arrogante y su mirada altanera. Al final todos decidieron mejor ignorarlo y así él fue feliz por un tiempo.

Wilde le hablaba de vez en cuando, intrigado en saber la verdad de su estadía en aquel "resort", pero no logró sacarle ni una palabra al odioso Samuel. A su vez, el joven de ojos de cielo, se sentía un tanto a gusto que Joel le tratara como lo hacía, aunque siempre le ignorara al final. Y una noche como tantas, la verdad llegó a sus oídos desde el exterior.

En las noticias de la televisión, anunciaron la llegada del nuevo heredero de la Corporación Raine. supieron entonces que ya la empresa no le pertenecía más al hombre que estaba ahí conviviendo con ellos, y que Samuel se convirtió en una persona demasiado normal y corriente, ya no tenía millones, ni razones para ser tan odioso y altivo. Solo Joel entendió que su altanería era por naturaleza, que ni a punto de morir su aire arrogante desaparecería. Y lo compadeció pues él sabía que la vida de Samuel no había sido un jardín de rosas, que su infancia la vivió en un orfanato, luego saltó a una mansión donde lo obligaron a aprender a odiar y que luego de eso, cuando ya la lección estaba aprendida, de nuevo lo despojaban de todo. Pensó que su vida y la de Samuel no eran tan diferentes y por primera vez en todo el tiempo que llevaba de conocerlo, quiso acercársele, quiso hablarle, quiso escuchar más el envolvente tono de su voz.

Ellos habían cursado parte de la primaria y la secundaria juntos, a diferencia de lo que muchos creían, Samuel fue enviado a una escuela pública, por deseo de sus padres adoptivos, sobretodo del hombre, que no lo vio como un hijo jamás. Solo lo recogió de ese sitio de niños abandonados, porque su esposa no pudo darle un heredero. No obstante, no se esperaba que ese niño al que creyó que le hacía un favor, terminara salvando sus empresas, convirtiéndose en uno de los CEO más jóvenes de la historia. Su increíble manera de analizar las cosas, les trajo más riqueza, de las que ahora, era una ironía no le tocara nada a él. Era un prodigio y a los 15 años, hizo su primer gran negocio, que no pudo firmar por sí mismo al ser menor de edad, y de eso se valió el horrible padre, para no dejar que viera ni un centavo de herencia.

Sin embargo, el señor Raine, no le atribuía ningún don, aunque supiera que su inteligencia era superior. Lo odiaba, porque su esposa amó mucho a ese niño, y lo culpaba por la muerte de esta, en un accidente, en el que en realidad nadie tuvo la culpa. El muchacho quedó con una cicatriz en la espalda, recordatorio eterno, del perder una madre postiza.

Pero el señor Peter Raine, había dejado un hijo, uno del que solo se supo de su existencia, cuando el rumor de su enfermedad incurable se hizo inocultable. Sabía que iba a morir y su poder quedaría en manos de Samuel, así que prefería que todos perdieran, antes que ver a su hijo adoptivo en la cabeza de la Corporación. Parecía entonces, que el afecto le estaba prohibido a Samuel Raine. Su apellido no le pudo ser legalmente retirado, pero sí, todos sus sueños a futuro.

-Vaya, así que se quedó pobre, pero ¿no crees que es raro que terminara en un lugar como este? Digo, es verdad que aún es menor, pero yo creo que muchas empresas querrían tenerlo, es un prodigio -comentó un joven amigo de Joel, quien también veía el noticiario.

-Creo que tienes razón, no lo había visto así, pareciera que al tenerlo aquí lo escondieran. Por cierto ¿sabes donde está? -preguntó el joven Wilde a su amigo.

-Pues a regañadientes hoy es su turno de sacar la basura y solo cuando un guardia lo obligó casi arrancándole el cuero cabelludo, él accedió. Será mejor que no se tarde he escuchado rumores por parte de la pandilla de Kyle...

-¿Qué tipo de rumores? -preguntó Joel algo asustado.

-Rumores como que tienen preparado algo muy grande para Samuel. Joel, tú sabes cómo son esos cerdos locos, será mejor que lo prevengas, ya que contigo es el único con el que parece congeniar.

Raine, en la penumbra de la noche, desocupaba cestos de basura, murmurando por lo alto y repartiendo maldiciones a más no poder. Odiaba a todos en ese lugar, pero sabía que debía permanecer paciente, no tenía a dónde más ir, y cualquier movimiento en falso haría que lo alejaran para siempre de su hermanito menor, por el que suplicó piedad. Con el pequeño de 12 años cumplieron y lo enviaron a un internado, y para que eso siguiera sucediendo, debía aguantar en esa inmundicia de sitio. No obstante, el rostro de Joel vino a su memoria. Ese infierno se hacía más llevadero al sentirlo cerca, al escuchar su voz. Verlo dormir en las noches no era tan malo, y las sensaciones en su estómago, variaban sin que él mismo lo entendiera. Pensó incluso, que de salir de ahí, podría darle un trabajo a Wilde, así fuera de guardia de seguridad. Qué alto volaba Raine con sus aspiraciones al salir, y eso estaba muy bien.

Era claro que ignoraba que muchas empresas querían su presencia, deseaban que fuera el CEO, que con sus idea innovadoras los pusiera en la cima del mundo. Pero el plan para su vida, era aún más cruel que solo encerrarlo en ese reformatorio. Tomó una más de las canecas para vaciarla cuando escuchó pasos. Volteó a ver hacia el final del callejón en el que se encontraba y una mala sensación le recorrió la espalda cuando vio varios hombres que le observaban con caras de pocos amigos.

-Así que ahora eres como nosotros, miren niños, una señorita más que fastidiar.

-No me digas, viniste por tu postre hasta este tiradero de basura, come cuanto gustes no vendrán por ella hasta mañana -replicó Samuel, ya bastante contrariado.

-¿Muy gracioso verdad?, ya sabrás tu la delicia que es probar un poco de nosotros.

Mientras que Joel corría por pasillos, asustado de lo que ahora sabía y buscándolo muy afanado, los hombres rodearon a Samuel, pero este parecía presto a defenderse de lo que parecía una pelea. Quería mantenerse lo más sordo y lo más ciego posible a lo que en verdad podrían esos hombres. Uno de ellos tomó una vara de acero y Samuel levantó su brazo que seguramente quedaría fracturado con el tremendo golpe que recibió. Los segundos que Samuel se tomó para coger su propio brazo fueron aprovechados por el jefe de vándalos para tomarlo por la cintura y estrellar su cara en una pared. El hombre entonces borracho de locura, empezó a olfatear la cara del adolorido muchacho .

-Vamos, ahora grita y pide ayuda, no habrá quién te escuche. -Pero al contrario de lo que ese cerdo quería, Samuel sí luchaba pero no gritaba. El brazo le dolía horrores y solo pensaba en que terminarían partiéndoselo. Sin embargo, tuvo que olvidar su brazo, cuando sintió que sus muñecas eran atadas con un cinturón y luego era recargado contra una de las canecas.

-Bueno, ya tus brazos de señorita están atados. Te devolveré la exquisita patada que me diste...

Samuel estaba asqueado con las palabras de ese hombre pero no pudo evitar lo que se vendría, lo poco de dignidad que le quedaba se le estaba acabando. Las patadas se hacían más intensas, las risas más locas, pero en ningún momento dejaría de luchar, y mucho menos dejaría que hicieran con su cuerpo lo que les diera la gana.

-¡Ya déjenlo! -gritó Joel en la entrada del callejón de basura, viendo cómo Samuel era violentado.

-Ah, dejen que el mocoso también lo vea -gritó el grotesco líder. Tomaron a Joel por ambos brazos impidiendo que fuera en ayuda de Samuel. Entre tanto obligaron a Raine a ponerse de rodillas, era claro lo que se vendría. Mas Samuel, sacando fuerzas desde lo más hondo de su ser, logró soltarse del amarre, se levantó en un solo movimiento y lanzó una tremenda patada a la entrepierna del que parecía ser el líder de ese asco de grupo. Luego con la misma pierna enfurecida, pateó de nuevo otras entrepiernas, pero eran muchos, y ya no pudo con todos.

-¡Este maldito aprenderá a tenernos respeto! -gritó uno de los pandilleros, intentado salvar la dignidad de su líder que aún se retorcía de dolor. -¡Te va a doler siempre, estúpido!

Y los golpes iban y venían sobre el cuerpo inmaculado de Samuel, que no sabía ya, como protegerse. Lo único que pudo hacer con lo poco de conciencia que le quedaba, fue agarrarse su cabeza y encogerse todo lo que pudo. Veía y aún escuchaba a Joel suplicar y se preguntaba por qué. Siempre habían sido enemigos, al menos él lo era del chico rubio. Se sintió conmovido por su llanto, nadie había llorado por él, ni siquiera su madre falsa, a pesar de haberlo querido tanto. Y es que antes, no había motivos para que se derramara una lágrima por él.

-¡No por favor, déjenlo! -gritó Joel con todo lo que su voz le permitió, rogando con su ahogada voz, sollozando como un chiquillo. Samuel viró los ojos y lo vio llorando aún más fuerte por él. Joel lo miraba a los ojos con tristeza. Las gotitas de lluvia caían en su cuerpo, haciendo que se combinara con la sangre, y el hilillo de agua se mezclara con el carmesí que brotaba de casi todo su cuerpo, tomando camino directo a un desagüe, así como toda su vida.

-¡Por favor, ya fue suficiente, lo están matando, deténganse por Dios! -gritó aún más el jovencito rubio, que estiraba su manita como queriendo alcanzar la de Samuel -¡Ay, Samuel, Ay, Samuel! -se lamentaba por él. La lluvia comenzaba a arreciar, los hijos del demonio veían a Joel llorar y reían a carcajadas. El dolor que pudiera tener en ese momento Samuel se hizo tan profundo que hubo un momento en el que ya no sentía nada, solo un poco de compasión por Joel.

-¡Qué diablos está pasando ahí! -se escuchó que gritó uno de los guardias, mientras corría al encuentro de todos esos maleantes. Soltaron de golpe a Joel y salieron corriendo, como si de verdad pudieran escapar o esconderse en aquel sitio.

Joel cayó de rodillas, llorando a mares. Gateando, asustado, se acercó al muy roto muchacho, y no solo físicamente. Levantó su mano temblando y la posó sobre la cabeza de cabellos castaños, deseando limpiarle la lluvia cruel que le empapaba las heridas. No soportó verlo así y lo abrazó todo lo fuerte que pudo, intentando protegerlo. Samuel movió un poco sus ojos para ver a Joel, con la expresión de quienes ya no puede sentir. Los guardias que los habían dejado solos, con el propósito de atrapar a los miserables que gozaban del dolor ajeno, avisaron a la enfermería para que llevaran una camilla.

-No mereces esto, Samuel, lo siento por ser solo yo, por no poder protegerte... -y de nuevo, sin dejar de cubrirlo con su propio cuerpo, Joel se soltó en llanto.

-Llora, Wilde, llora mucho, hazlo por mí, llora por mí, ya que yo no puedo hacerlo -susurró apenas respirando el jovencito que un día lo tuvo todo, y ahora solo poseía huesos rotos. No obstante, ese abrazo cálido que lo estaba protegiendo de la lluvia, fue de las cosas más lindas que había sentido en su vida. Su mejilla golpeada rozaba con la de Joel y sentía sus lágrimas cálidas en su rostro. Era bello sentirse querido, amado, tal vez, antes de morir.

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Fin capítulo 2

            
            

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