Capítulo 4 La Encrucijada Del Escorpión

-Bueno, señor Wilde, aprovechando su descuido voy a la delantera. ¿Qué lo tiene tan distraído?

-El hecho de enfrentarme a usted. -Sonrió y lo miró desafiante, con los años, los ojos de Joel también se sesgaron incitantes. Lanzó entonces su carta, un golpe de suerte.

-Buena jugada, Wilde -River se rio un poco al ver la movida de su colega. Sin embargo, el misterioso hombre que parecía haber robado su máscara al fantasma de la ópera, mostró su mano, y ya no había más que hacer.

-¡¿CÓMO?! -preguntó Joel muy alterado

-Creo señor Wilde, que he ganado.

Ese había sido el duelo en el que más rápido había perdido. La verdad, no estaba concentrado en otra cosa que no fuera ese enigmático hombre, y por eso perdió, ahora ya no tendría ese 10% de más en los fletes y tendría que resignarse a eso. Suspiró con una sonrisa entristecida y de igual manera miró a su contrincante. River recogía con paciencia las cartas de la mesa y miró a Joel con una sonrisa un tanto perversa.

-Bueno, señor, usted ha ganado y por supuesto que ya no pelearé por mi porcentaje. Ahora, firmaré la última de las estipulaciones...

-Espere un segundo, Wilde, yo no deseo cosas acerca del contrato -Joel lo vio intrigado. -Yo deseo que usted se quite la ropa por completo.

Joel enmudeció y solo veía la sonrisa de su acompañante, si entender cómo fue que sus deseos más profundos en ese momento se volcaron en su contra. Siguió buscando con la mirada en el vacío lugar a alguien que le dijera cómo salir de aquella broma, o buscar la cámara escondida. El hombre terminó de recoger las cartas, las acomodó en una lujosa y tallada caja hecha a mediad y sonrió haciéndole saber que esperaba verlo en desnudez. Parecía que su sueño sucio se lo había transmitido a River y estaba por cumplirse.

Joel le vio unos segundos y despertó su instinto dormido cuando se inclinó lo suficiente sobre el cómodo sillón y empezó a desabrochar su cinturón, sintiéndose excitado al ver como el otro dirigía su vista a ese lugar. El rubio comenzaba a transpirar y tuvo la necesidad de quitarse su camisa y dejar su pecho descubierto que ahora estaba perfectamente demarcado y cuidado con el constante ejercicio. Pero sabía que su anfitrión no estaría contento con eso, por eso, despacio y sin importarle el glamour que pudiera faltarle en ese instante, se quitó prenda por prenda. Por fin y en medio de pequeños jadeos, Joel quedó desnudo y con una muy clara erección.

-Por favor, señor Wilde, ahora quiero que se acueste en la mesa -El rubio hizo ojos sorprendidos, definitivamente River leía la mente. Joel no supo que hacer, se cubrió de forma pudorosa, ojeando de vez en cuando al señor River. No iba ni por un momento a hacerle caso, por mucho que estuviera deslumbrado por ese hombre. No obstante, el CEO, le recordó que habían hecho un trato, que él esta entusiasta a cumplir. Joel pensó entonces que aquel hombre no era más que un pervertido, pero él tenía palabra, y si las cosas se ponían más peligrosas aún, tendría que defenderse, o al menos eso esperaba lograr. Se acostó en la mesa y solo hasta ese momento el otro hombre se puso en pie y fue hasta donde Joel tenía la cabeza, se inclinó un poco y con su nariz empezó a acariciar la oreja de aquel de cabello como el trigo -señor Wilde por que está usted tan excitado si aún no hace nada...

-Porque usted me excita, señor River -respondió agitado y en un susurro, traicionándose de la manera más descarada.

-¿Cuántos amantes ha tenido usted?

-Uno -respondió con los ojos cerrados, el rubio.

-¿Y qué hacía usted con él?

-Hacíamos el amor -respondió Joel, apenas respirando

-Es usted muy honesto señor Wilde, y eso me gusta. -River tomó por ambas manos a Joel y pegó su frente con la de él -¿Aún puede sentir la humanidad de ese hombre sobre la suya señor Wilde?, dígame, aún siente cómo cada poro del cuerpo de ese hombre llora por usted, ¿lo siente señor Wilde? -Joel apenas si respiraba. -Siente como su saliva lo quema en cada centímetro de su piel hasta que usted suplica por más, por que le abra orificios de dolor y placer cada vez que lo lame como si probara un exquisito pedazo de cielo, ¿lo siente señor Wilde?... ¿Siente cómo esas manos atrapan su cabello hasta casi arrancárselo?, Mírese señor Wilde, vea como vuela su mente con ese único amante que ha tenido. ¡Ah! Como lo envidio. -Levantó un tanto a Joel recostándolo en su pecho para que viera como crecía su deseo al ritmo de sus palabras. -Es usted hermoso, y empieza a crecer, como si fuera su amante el que lo tocara...

La mano del hombre misterioso, de voz muy gruesa y tacto incitante, se empezó a deslizar por el pecho descubierto del Joel, que vibraba ante cada caricia. Tenía los ojos cerrados y era claro que el movimiento de su cuerpo era producto del deseo que lo estaba carcomiendo. En ese instante, no pensaba en que todo estaba muy fuera de lugar, que River no podía gustarle tanto solo con haberlo visto. Que estaba ahí para discutir un negocio y no para dormir con ese hombre. Pero su lujuria, castrada por tanto tiempo, empezaba a retoñar de nuevo.

-Por favor no me torture más y tómeme... -suplicó el descontrolado rubio. Ahí entonces perdía la poca dignidad que le quedaba ante el aroma a gloria de ese de la máscara. Ahí quedaban las promesas de amor con ese que llevaba día y noche en el pensamiento. Ahí solo estaba un hombre muy harto de su vida, de su camino, un hombre cansado de amar a un fantasma.

-No voy a hacer eso, yo no tomo nada que sea de alguien más. No obstante, no me está prohibido mirar. Y usted, señor Wilde, es una preciosa obra de arte que observaría por horas y haría mío sin parar. Por favor, ya puede vestirse.

Poco a poco, Joel se recuperó. El otro se sentó a ver como el rubio se tranquilizaba, e igual que al inicio, no se acercó un centímetro mientras se ponía la ropa. Joel no dejaba de verlo ni un instante sonriendo, suplicándole con los ojos que lo tomara. Cuando estuvo ya a medio vestir. Joel se acercó a él lo suficiente y sus intenciones quedaron claras: deseaba besarlo. Lo tomó por el rostro y sintió por fin en una de sus manos el frío metal de su máscara pero cuando estaba tan cerca como para poder sentir su aliento sobre su boca, fue detenido.

-Será mejor que no lo haga, señor Wilde, si me besa quedará corroído por mi veneno y será mío para siempre....

Joel se separó un tanto de River y le vio a su ojo descubierto. Solo hasta ese momento, Raine vino a su mente. Ese era el hombre al que iba a estar unido y al que le iba a jurar fidelidad y respeto. Pero lamentablemente para Joel y lo más probable, para Raine también, el veneno de River se esparció por el aire y ya lo había atrapado. El tenebroso señor se alejó de Joel, y se dispuso a irse no sin antes firmar los papeles, donde ya todo quedaba resuelto y a favor de ese de cabellos claros.

-¿Para siempre, sería tuyo? -preguntó Joel tratándolo de tú, por primera vez desde que lo vio, deteniendo el paso del otro hombre.

-Solo serías libre hasta que yo muriera, Joel.

Y dejó que se fuera el hombre enigmático que le dio uno de los mejores y excitantes momentos de su vida. «Para siempre» era mucho tiempo, y él ya estaba atado a Raine. Se terminó de vestir y salió de allí, confundido y algo triste.

En su auto no podía apartar ni un segundo de su cabeza la imagen de River, y casi por impulso tomó su celular y marcó a la empresa del hombre.

-¿Hola?, me preguntaba si usted podría darme el número de teléfono de la casa del señor River, verá hoy tuve una cena con él y debo decirle algo urgente... ¿Yo? oh claro, soy Joel Wilde, presidente de... ¿Qué dice? ¿Que no lo sabe?, oh entiendo, ¿el de su secretaria?, claro que me serviría muchas gracias

Joel empezaba a ponerse frenético. Corría en su auto a más de 100 Km. por hora aprovechando la soledad de las calles. Marcó entonces a la casa de la secretaria de presidencia a preguntar por River, tenía que verlo una vez más y saber que era lo que en verdad deseaba...

-¿Hola? señorita, como está soy Joel Wilde y me preguntaba si usted me podía dar algún número del señor River... ¿No lo tiene?, ¿El de su asesor? Sí, me serviría...

Así entonces, Joel pasó por más de ocho llamadas para poder ubicar a River, y ninguna de ellas dio resultado. Sabía que lo más probable es que no le volviera a ver, por lo menos no tan pronto y eso lo estaba mortificando. Llegó a su casa casi a las 3 de la mañana, meditabundo y excitado. Deseaba al señor River, quería estar con él... ¿Pero y Raine? ¿Dónde lo iba a dejar? Estaba confundido.

Se quitó la camisa y se sirvió un trago para intentar pensar. Debía tener la cabeza muy fría para saber en qué se estaba metiendo. Solo lo había conocido unas horas y ya sentía que no podía vivir sin ese enigmático hombre, pero tampoco sabía si podía vivir sin Raine. Suspiró mucho tiempo y vio el contrato, su único vínculo con él. En aquella firma, no se podía distinguir mucho. Algo era muy curioso, no sabía cuál era su nombre pues todos los papeles estaban a nombre de su representante legal. Vio el reloj y eran ya casi las 4:30 de la madrugada, muy pronto llegaría su servidumbre para arreglar la casa y hacerle el desayuno. Escuchó como timbraron, luego un largo silencio. Seguramente su mayordomo había abierto. Escuchó entonces que golpearon al estudio donde se encontraba.

-Puedes pasar, ya mismo te indicaré que hacer el día de... -y se quedó con ojos y boca muy abierto al ver entrar a su señor River con la misma ropa con la que le había visto todo ese día.

-Joel, me han informado que me buscas con mucha urgencia, ¿sucede algo malo? -pero el hombre no podía responder, estaba privado en su asiento creyendo imposible que él estuviera ahí. Por fin después de segundos de observación y excitación se puso en pie y se acercó.

-Quiero que me beses, River, quiero que tu veneno me invada por completo

-¿Estás seguro?.... Serás mío única y exclusivamente, Wilde...

-No me importa... si lo que quieres es llevarme al infierno entonces te seguiré -y hasta ahí entonces llegó su pensamiento por su prometido, por su aparente vida feliz, y por la sensatez. Él era ya un hombre de 27 años que sabía perfectamente lo que estaba haciendo y en qué se estaba metiendo, ya tenía la suficiente edad para saber lo que estaba mal y lo que estaba bien, ya no podía pensar como el joven aventurero que fue alguna vez y que casi no recordaba.

Pero fue inútil, por que cuando River le tomó por atrás de la cabeza y rodeó su cintura, se perdió aún mas en el brillo de esa máscara, y todo concluyó cuando las bocas hambrientas se juntaron y enloquecieron.

Joel jamás había sentido un beso tan profundo una lengua tan exquisita. Cuando las manos del hombre de la máscara lo aprisionaron de tal manera que casi lo ahogaba, supo que el cielo y el averno, se parecían mucho.

River se separó un poco de él y lo viró de manera apasionada para así poder abrazarlo por la espalda. Parecía el fin de una primera cita muy productiva, en todos los aspectos.

-Serás mío para siempre, Joel. Ya parte de mi corre por tu cuerpo. Te veré más tarde. -Lo soltó y se dirigió hacia la puerta.

-¿Cuál es tu nombre? -preguntó Joel en voz casi infantil.

-Soy Oliver, Oliver River.

***

Fin capítulo 4

            
            

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