-Creo que hice algo mal en mi trabajo y el señor River se molestó y estuvo a punto de despedirme. Agradezco mucho su intervención. -El joven hizo una pausa al ver que un auto se detenía.- ¡Ah! ya llegaron por mi, permítame, le presentaré a mi familia.
¿Familia?, Joel se paralizó por completo cuando el muchacho le presentó a su esposa y su nene de tan solo seis meses de vida. Iban a recogerlo para llevarlo a casa. Una sensación amarga le recorrió la garganta al saber la injusticia que estuvo a punto de cometer con el muchacho. Le dio la mano a su mujer y al bebé, que seguramente pasaría necesidades si su padre llegaba a perder el trabajo. Se despidieron todos muy alegres, pero Joel sentía que se moría. De inmediato llamó a Oliver, para reclamarle, quién sabe qué cosa.
-¿Por qué demonios no me dijiste que ese chico estaba casado? -reclamó el de cabellos claros por el móvil.
-¿Qué tiene que ver eso? -preguntó Oliver sin entender muy bien la situación.
-Yo creí que él y tú...
-¿Éramos amantes?, por favor Joel, es un chico que ama a su esposa y a su hijo más que a nadie. Además, yo no soy de los que se acuesta con un tipo por que me parece atractivo. Estoy contigo por que en verdad me gustas y te quiero a mi lado. Nunca preguntaste que era él en mi vida y te dejaste llevar por lo que querías creer. -Oliver no dejó de digitar en su computador ni un segundo, dejando a Joel esperando por más, sin embargo, el poderoso CEO, cambió por completo de tema. -Irás esta noche a mi casa o sabes lo que pasará.
Oliver le colgó y Joel salió de ahí, con la misma incertidumbre con la que muchos años atrás, llegó al internado. Sus pasos lo llevaron a la mansión donde debía enfrentar el otro monstruo que le consumía la poca vida que se daba el lujo de vivir. Pensó por un segundo dejar que Oliver cumpliera su promesa, pero quería creer que él podía hacer las cosas solo, tal como se propuso siempre. Mas sabía que una imprudencia como la que cometió con ese muchacho, podía hacer que perdiera mucho más que un empleo, y por supuesto que con la vida de otras personas no debía jugarse, por que la culpa era espantosa. Si hacía otra cosa, pensando solo en él mismo, no le alcanzaría el tiempo para lamentarlo. Y en el comedor de la mansión Raine, él le estaba esperando.
-Llegas tarde.
-Tuve mucho trabajo, Raine.
-¿Cuándo me llamarás de nuevo por mi nombre?...
-No lo sé.... -se sentó y dejó que su prometido hablara, mientras él no podía sacar de su mente el rostro del bebé de ese muchacho. Le veía mover la boca a ese hombre, pero no le escuchaba en lo más mínimo. Y decidió que debía arriesgarse de nuevo. Él ya era un hombre poderoso que podía hacer cualquier cosa por cualquier persona. Levantó su vista la dirigió a Raine y como pudo casi que poseído le habló. -No quiero casarme contigo.
Raine hizo una leve mueca de disgusto y luego se echó a reír. Era la quinta vez desde que se habían comprometido, que Joel le decía eso. Vendría entonces, la forma de hacer que el rubio recapacitara de su decisión.
-Joel ¿Por qué cuando tu día no es el que esperas tratas de vengarte conmigo? Eso no está bien y recuerda que hemos hablado de esto mucho tiempo... -dijo mientras se acercaba a su lugar en la mesa-, sabes que no me gusta hablar de un tema que ya está definido -y cerró la conversación del tema con un violento revés en el rostro de Joel, que lo sacó de la silla y lo lanzó lejos.
Joel estaba en el piso de rodillas, lo que aprovechó Raine para darle una patada en el estómago. El muchacho tendría que salir de allí sino la paliza esta vez sería mortal. Intentó ponerse en pie pero su agresor lo jaloneó por los cabellos y lo tumbó de nuevo al piso. Una patada más en su espalda para que no se le ocurriera escapar. Pobre niño de ojos de otoño, que creía que soportar todo de ese demente, le devolvería la alegría.
-¡Ahora, Joel, repite lo que dijiste!
-¡Por favor Raine, déjame ir, déjame ir! -gritaba en llanto el chico rubio. Ya no era placer lo que sentía su cuerpo sino tal vez un par de costillas rotas. Esa era la muy convincente forma de Raine de no permitir que Joel le abandonara.
-Lo siento mi amor, pero no puedo dejarte ir hasta que escuche de tu boca que lamentas eso de no querer casarte conmigo. Dirás que me amas, que sin mí no puedes vivir y que lo que más deseas es casarte conmigo. ¿No te importa el pobrecito chico?
Joel Wilde de paralizó al escuchar aquello. No podía flaquear, debía hallar la manera de soportar lo suficiente a Raine, para poder cumplir las promesas que hizo. El enloquecido hombre traía en su mano un bastón que encontró junto a la chimenea y regresaba a su lado, seguro a partirlo en su espalda. Joel intentó levantarse para escapar de ahí, muerto no iba a servir de mucho. Por suerte el mayordomo de Raine se compadeció de la paliza que le estaban dando y llamó a unos hombres de seguridad para que apartaran a su amo del señor Wilde. Lentamente lo pusieron de pie, mientras el enloquecido presidente de Raine Corp. seguía lanzando golpes al aire. Si Joel necesitaba una razón para alejarse de él esa era la mejor, pero lamentablemente lo único que hizo esa golpiza fue dejarle muy claro lo que pasaría si lo dejaba.
-Señor Wilde llamé a su casa para que vinieran por usted, pero creo que es mejor que vaya a un hospital. -Joel ni le miró. Quien le hablaba era uno de los guardias de la mansión. Aún temblaba escuchando los gritos de su prometido. Su rostro estaba bañado en sangre, y su espalda y piernas no estaban mejor. Un rato después, llegó uno de sus automóviles, conducido por uno de sus empleados. El hombre también se aterró con el aspecto de su jefe y mientras le metía en el auto le decía que le iba a llevar a un hospital.
-No lo hagas.... -dijo débilmente Joel-. Llévame a mi casa por favor, por favor....
Lo cierto fue que Joel se mantuvo consiente todo lo que pudo y solo por que no quería que el hombre lo llevara al hospital. Cuando llegó a la casa hubo un revuelo enorme por parte de las criadas, que adoraban a su chico rubio. Con mantos y con lo poco que sabían de curar heridas, empezaron a atenderlo, asustadas más que otra cosa. Tenían miedo que si una costilla estaba rota afectara algún órgano. Sino mostraba mejoría, lo llevarían en contra de su voluntad a una clínica.
-¡Abre por Dios! -gritó una de las criadas al mayordomo al escuchar el timbre, tocarse sin cesar. -Puede ser un médico. -El hombre bajó volando por las escaleras y su sorpresa fue enorme al ver al ver a un hombre con una máscara en su rostro, tras la puerta.
-Buenas noches, soy Oliver River, vengo a ver al señor Wilde ¿se encuentra él?
-Señor River -respondió el mayordomo sorprendido por la apariencia de Oliver-. Con el debido respeto, debo decirle que en este momento no puede atenderlo.
-¿Se encuentra en compañía de su prometido? -preguntó exaltado y molesto Oliver.
-No, señor él está....-no tuvo que seguir hablando el mayordomo pues un grito de intenso dolor se escuchó por toda la mansión de Joel. Oliver empujó al hombre y subió las escaleras alertado por los quejidos y guiándose de estos para hallarlo. Por fin abrió la habitación y las mujeres gritaron asustadas por la intrusión y por su aspecto, no era nada común ver un hombre con una máscara en la mitad del rostro. Pero a Oliver no le importó para nada, y veía furioso como su hombre se retorcía de bruces en la cama mientras le ponían compresas en las heridas.
-¡¿Qué fue lo que pasó?! -preguntó Oliver haciendo que Joel se alterara mucho más. El hombre de máscara se sentó en la cama junto a Joel, esperando una explicación, horrorizado por lo inflamado que se veía su rostro.
-Lo lamento, Oliver. No pude ir a tu casa... te dije, que no sería.. fácil..-susurró Joel sintiendo como River le acicalaba los cabellos.
-Al menos Joel, ya no necesito esperar un mes para hacer lo que tengo que hacer -Le respondió temblando de ira dispuesto a ir tras Raine.
-¡No! -gritó Joel tomándolo por una mano impidiéndole que se fuera, cosa que lo retorció de dolor-. No hagas nada, por favor, te lo ruego. Si sé que algo le pasa a Raine, jamás te lo perdonaré, te lo juro.
-Por qué lo defiendes....
-No es por él... ya sabes, que yo también quiero estar...contigo...-no pudo soportar Joel y cayó inconsciente. Oliver respetando la decisión del joven de no ir a un hospital, mandó llamar un sinnúmero de enfermeras y doctores para que le atendieran en casa. No se desprendió esa noche ni un segundo de la cama de Joel, planeando una forma de cumplir y no cumplir la promesa de no dañar a Raine. Asomó su rostro en la ventana y el alba empezó a reflejarse en su máscara.