No Juzgues La Portada
img img No Juzgues La Portada img Capítulo 7 ¿SOMOS MÁS CANSANCIO QUE HORMONAS
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Capítulo 8 NO QUIERO QUE DESPUÉS ME ACUSES DE SECUESTRO. img
Capítulo 9 ¿TE GUSTA LO QUE VISTE img
Capítulo 10 ¿DEBO COMENZAR A LLAMARTE AMELIA CONSTRUCTORA img
Capítulo 11 ODIO COMO LUCES img
Capítulo 12 HAY SOLO DOS TIPOS DE PERSONAS, LOS QUE SE TATÚAN Y LOS QUE NO img
Capítulo 13 . TENGO CLAVOS Y MUCHA VOLUNTAD img
Capítulo 14 YO NO SOY MARY, POR MÁS COMPLEJO QUE TÚ TENGAS DE LIMPIA CHIMENEAS img
Capítulo 15 MI DIABLILLA INTERNA, ES REALMENTE MACABRA img
Capítulo 16 . YO TE REPARARÉ img
Capítulo 17 . EN ESTA CASA SOLO SE ACEPTA UN FRANCÉS PEDANTE img
Capítulo 18 . MUY RÁPIDO Y FURIOSA img
Capítulo 19 . PACITA LAS ALABÓ, GABRIEL LAS CRITICÓ, YO LAS AMÉ. img
Capítulo 20 CUANDO ESTOY ASÍ DE FRUSTRADO SUELO TOMAR UN BAÑO img
Capítulo 21 . YO SI VOY POR LOS DETALLES img
Capítulo 22 . CONOCIENDO LOS LÍMITES img
Capítulo 23 UN POCO DE CONFIANZA img
Capítulo 24 A CONFESIÓN DE PARTE... img
Capítulo 25 . DANIEL img
Capítulo 26 ESA ES LA MARAVILLA DE MI PLAN img
Capítulo 27 MI REFLEJO Y YO img
Capítulo 28 SERÁ MEJOR QUE ME BESES img
Capítulo 29 . MARCADA img
Capítulo 30 . SI YO SUFRO, TÚ TAMBIÉN LO HARÁS BOMBÓN. img
Capítulo 31 . ¡QUE RESPONDA, QUE RESPONDA! img
Capítulo 32 . ¡Qué pasó ayer img
Capítulo 33 . SOMETIDO A TU CONSIDERACIÓN. img
Capítulo 34 ESTO SERÁ RÁPIDO img
Capítulo 35 . TE DIRÉ TODO img
Capítulo 36 .NO QUIERES QUE TE RECUERDE POR QUÉ ME LLAMAS MELOCOTONCITO img
Capítulo 37 LA VENGANZA DEL BESO img
Capítulo 38 El Reencuentro img
Capítulo 39 DIFERENCIAS IRRECONCILIABLES img
Capítulo 40 GATEADA EQUIVOCADA. img
Capítulo 41 MI CASA, TU CASA. img
Capítulo 42 . TERCER STRIKE img
Capítulo 43 LOS HERMANOS PONY img
Capítulo 44 NO TENEMOS UN NOVIAZGO NORMAL img
Capítulo 45 SUGERENCIA O'PHERER img
Capítulo 46 NO QUIERO SABER NUNCA MÁS DE TI img
Capítulo 47 Friendzone o Gayzone img
Capítulo 48 . CUANDO LA VIDA TE DA LIMONES... img
Capítulo 49 GANÓ MI PARTE ESTÚPIDA img
Capítulo 50 POCO COLABORADORA img
Capítulo 51 I'M A KHALEESI img
Capítulo 52 LO QUE ME ENSEÑÓ LA FAMILIA O'PHERER img
Capítulo 53 TENEMOS UN 10-17 img
Capítulo 54 NO ME JUZGUES... img
Capítulo 55 NO HAY NADIE MÁS CALIFICADO QUE YO img
Capítulo 56 DEPOIS DE PUXAR img
Capítulo 57 SOBREPROTECTORES Y ASFIXIANTES GUARDAESPALDAS img
Capítulo 58 NO PUEDO NEGARLE NADA img
Capítulo 59 ESTANCADOS CON USTED. img
Capítulo 60 ¿POR QUÉ HAYDEN SE LE DECLARA A AMELIA img
Capítulo 61 ¡ESTO ERA EL COLMO! img
Capítulo 62 ELLA ME PUEDE AGARRAR POR DONDE QUIERA. img
Capítulo 63 62 Parte 2 img
Capítulo 64 ¡SOY LA PUTA DUEÑA DEL MUNDO!. img
Capítulo 65 EL ÚLTIMO AMANECER JUNTOS img
Capítulo 66 ERES MI ACOSADOR Y YO SOY TU ACOSADA. img
Capítulo 67 66 Parte 2 img
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Capítulo 7 ¿SOMOS MÁS CANSANCIO QUE HORMONAS

Me costó calmarme, pero al final lo logré.

Tomé varias respiraciones profundas, aun con el agua hasta las rodillas y cuando estuve segura de que no volvería a llorar como demente, a gritar como psicópata o a salir huyendo por tercera vez en menos de veinticuatro horas, me decidí a buscar a Rámses. Se merecía una explicación y mis sinceras disculpas. Aun no me sentía lista para explicarle todo lo que ocurría en mi vida, pero lamentaba profundamente haberlo tratado de esa forma. Esperaba que no se hubiese marchado, pero si resultaba que se había largado, dejándome aquí botada, me lo merecía.

Sin embargo cuando me giré para salir de la playa me sorprendió verlo sentado en la orilla, con su vista fija en mí. Tenía las rodillas flexionadas y sus brazos apoyados sobre ella. Su cabello se mecía libre con el viento, haciendo que varios mechones se cruzaran sobre su rostro y él tuviese que abanicar su cara para apartarlo.

Mientras más me acercaba notaba que se encontraba molesto. Sus manos estaban cerradas en fuertes puños, su mandíbula apretada con fuerza. Masticaba un chiclet con tanta violencia que temí por sus dientes. Su porte una vez más me intimidaba. Recorrí los últimos pasos que me separaban de él como una niña a punto de recibir una regañina bien merecida. Con un gesto de su cabeza y apenas moviendo uno de sus puños, me indicó que me sentara a su lado, y eso hice.

-Lamento haberte gritado-solté antes de que empezara a hablar, tratando de escrutar su rostro.

Tenía rasgos angulosos y una nariz perfilada que le hacía un juego de sombras en la oscuridad de la noche. Los piercings, esos que no sabía que usaba sino hasta esta noche lo hacía lucir peligroso y muy varonil, pero también sexy.

-Sé que no sé toda la historia. Me quedó bastante claro por la forma como reaccionaste. Y sé que no te encuentras lista para contarlo, por lo que asumo que fue algo que te causó demasiado dolor. Pero solo quiero que me respondas una pregunta, una sola, y te prometo esperar a que te encuentres preparada para contarme. ¿Tu padrastro...-su cara se contrajo con dolor y de ira- te golpeó?

-No-respondí de inmediato y vi sus músculos relajarse de alivio.

-Lamento haber pensado eso, pero la forma como te pusiste...

-Está bien-lo interrumpí-, no me molestó tu pregunta. Tienes razón en lo que dijiste, aun no sabes toda la historia y prometo contante en cuanto me sienta preparada, si es que eso pasa algún día, porque como dijiste, fue algo que me causó demasiado dolor, y no sé cómo manejarlo. Nunca he sentido tanta rabia, frustración y odio... no sé qué hacer para....que pare de doler

Sus brazos tibios rodearon los míos inundándome con su fragancia, aún tenía su sudadera puesta, pero el olor de su perfume vino desde él, de su cercanía. Sentí como me ruborizaba y agradecí que la noche me permitiera ocultar mi vergüenza.

-A mí me ayudó hacerme un tatuaje-soltó-. Cuando mi mamá murió estaba tan molesto con el mundo, con la vida... con ella, que no sabía cómo canalizar ese dolor. Un día me corté, accidentalmente, y sentí alivio. Entendí porque algunas personas se cortan con intención. Pero yo no me atreví a hacerlo, le debía a mi madre el respeto por la vida, pero en cambio, decidí hacerme mi primer tatuaje. Fue cuando me hice la frase vit ou meurt a essayer.

-¿Dolió?-pregunté girando mi rostro para verlo. Él hizo lo mismo y quedamos a centímetros de distancia. Noté que no retrocedí ni el tampoco.

-¡Puedes apostarlo!-dijo sonriendo y me uní a sus risas- se me salían las lágrimas, pero por primera vez en mucho tiempo no era del dolor de haberla perdido. Sentí mi mente aclarada, como si hubiese estado caminando entre la neblina sin darme cuenta. Después de eso, no pude parar y por eso ya tengo 6 tatuajes y 5 piercings.

Recordé los tatuajes que había visto: la enredadera del brazo izquierdo, la frase en el derecho, la brújula en el centro de la espalda, un ave fénix en la pierna, la frase en las costillas y uno que había dicho que estaba en una zona intima. Y vi sus piercings: uno en la ceja derecha, el del labio superior también a la derecha... y él leyendo muy bien mi rostro se giró para que viese su oreja izquierda, donde lo que parecía ser un tunnel diminuto -pero estaba segura que no lo era pues lo había visto sin él- brillaba en la noche. Me volvió a mirar y abrió la boca y sacó la lengua lentamente, mostrándome un piercing que atravesaba su lengua, jugueteó con el en sus dientes, un gesto que me pareció muy sexy.

-El último también se encuentra en una zona privada, pero igual estoy dispuesto a enseñártelo

-¡No!-grité sintiendo como toda mi sangre se agolpaba en mis mejillas-, no hace falta ni que me lo digas.

Él se carcajeó con picardía y me haló contra él una vez más y así de cerca, con su brazo rodeándome, vimos llegar el amanecer.

-Los que quieran ir al paseo por la costa y que estén en condiciones de ir sin vomitar, vayan al puerto que zarparemos en unos minutos-gritó Kariannis mientras caminaba a lo largo de la playa.

-¿Quieres ir?-me preguntó y cuando acepté lució entusiasmado, una faceta que recién descubría en él.

Tal como lo habíamos predicho, a la luz del día varias de las parejas improvisadas de la noche anterior lucían avergonzadas e incómodas, algunas incluso ni siquiera recordaban lo ocurrido, lo que solo empeoraba la situación. Por suerte, todos estaban tan enfrascados en la resaca, en tratar de no vomitar, en recordar algo o en chismear sobre las otras parejas, que no notaron que Rámses me llevaba de la mano serpenteándolos hasta el bote donde haríamos el recorrido.

Con el sol comenzando a subir y calentando todo a su alrededor las sudaderas que llevábamos resultaban innecesarias, así que Rámses se ofreció a llevarlas al auto. Lo vi trotar con las sudaderas en el hombro hasta donde mi vista se lo permitió.

-Así que tienes una cita con Rámses. Chica tú estas de suerte porque él lo que está es buenísimo, para comérselo con las manos y papas fritas-Ana Maria habló con rapidez, colocándose a mi lado. Intenté negarlo, pero como siempre, ella no me dejó hablar-. No pensé que el fuese tú tipo, no te molestes, solo digo que él es muy reservado y ahora con todos esos piercings y tatuajes se ve tan distinto a ti. Yo te hacía con alguien más como Gabriel, y sin embargo en esa quínela tampoco tuve éxito, porque ya ves, está con Marypaz.

-Yo...-intenté explicarle que Rámses y yo no estábamos saliendo

-Si ya sé, lo quieren mantener en secreto. Yo también lo haría si fuese tú, la verdad es que hay muchas que se quieren tirar a los hermanos Oh'Dios, y si le enseñas que tienen competencia sacarán las garras. Y en esa pelea no me gustaría meterme.

-Comiencen a subir-ordenó un señor delgado, musculoso y con la piel tostada por el sol. Lo recordé de unas horas antes, cuando lo vi en la cocina jugando dominó con el resto de la familia de Kariannis.

Busqué a Rámses dentro del grupo de chicos que comenzaban a subir el bote, pero no alcanzaba a verlo por encima de las cabezas, y mi estatura promedio no ayudaba. La pequeña marea de jóvenes me fue llevando hasta el bote incluso contra mi voluntad. Frente a mí Ana María se dejó ayudar por uno de los otros compañeros de clases que estaba tomando a todas las chicas por la cintura para ayudarlas a subir. Me molestó su actitud aprovechada, estaba solo para manosear en vez de ayudar, como siempre era Edwin.

Cuando fue mi turno negué su ayuda

-Vamos Amelia, te puedes caer mi amor-su tono meloso me desagradó, lo hizo sonar más baboso de lo que era en circunstancias normales.

Aparté sus manos de un manotazo insistiendo en que podía hacerlo sola, pero sabiendo que terminaría en el piso de ese bote. Miré entre las caras de los que estaban ya sentados alguna que pudiese ayudarme y que no me diera tanta repulsión como él, pero cuando él intentó una vez tomarme, está vez fueron las manos de Rámses que lo apartaron. Con una agilidad admirable bajó al boté y se giró para ayudarme, no sin antes dedicarle una mirada asesina.

Quise agarrarme solo de su mano, pero en cuanto subí el pie a la orilla del bote, el balanceo natural de las olas golpeando contra el bote, me hizo marear. Rámses no tuvo otro remedio que sujetarme por la cintura y llevarme hasta sus brazos. Me había enganchado a su cuello en los pequeños segundos que sentí que caería por el movimiento. Lo miré un tanto apenada, pero su rostro seguía mirando con odio a Edwin.

-¿Siempre es así de baveux?- preguntó-. Baveux, como un caracol

-¡Baboso!-exclamé victoriosa de haber entendido sin que me tradujese-, sí, siempre, con cualquier cosa que tenga un hueco y él se crea con posibilidades de usarlo.

La potente carcajada que le arranqué a Rámses sorprendió a todos en el bote. Estaba claro que a pesar de que ellos pasaban más tiempo con él, no estaban acostumbrados a sus risas.

El paseo fue divertido y agradable, a pesar del grupito que terminó vomitando y que exiliamos hasta el final de la embarcación. La brisa marina y las gotas de agua de mar nos refrescaban del ardiente sol, incluso el vaivén del bote contra las olas resultaba divertido, aunque más de una vez estuve segura de que mis nalgas se lamentarían al día siguiente, porque no había nada acolchado en el banco donde estábamos sentados que amortiguara la caída. Me permití reír como lo hubiese hecho en el pasado, divirtiéndome ajena a todo lo que había pasado el día anterior y lo que me tocaría afrontar cuando este día se acabara. Sin embargo, era temprano en la mañana, y aún tendría muchas horas antes de volver a mi triste realidad, y esperaba que Rámses pudiera pasarlas conmigo.

Cuatro horas después nos bajábamos del bote, mareados y adoloridos por los brincos que habíamos dado, un poco afónicos por los gritos para poder comunicarnos y aun con las sonrisas en los rostros. Rámses se bajó de primero y me ofreció la mano para ayudarme a bajar. Eso fue mucho más sencillo que subirse. Nos despedimos a pesar de la insistencia de Kariannis de que nos quedáramos, aunque dejaba bien claro que solo estaba interesada en Rámses. Pero no pudo refutar nada cuando él le dijo que comenzaba a tener sueño y no podría manejar así.

Nos subimos al auto y la pesadez de mi estómago apareció. Pensé que contaba con más tiempo para asimilar tener que regresar a la casa, pero no podía insistirle a Rámses que se quedara conmigo cuando sabía que no había dormido nada y lucía bastante cansado. Yo misma lo estaba, pero no podría dormir sabiendo que Stuart insistiría en hablarme.

Quizás Rámses me deje dormir en su auto un poco.

Mientras más cerca estábamos de la ciudad y por ende de mi casa más incómoda me sentía. Tenía nuevamente la necesidad de salir corriendo. Estábamos en la intersección a escasas cuadras de mi casa cuando consideré seriamente la idea de abrir la puerta, bajarme y correr lejos antes de Rámses pudiese girar el volante, pero los seguros estaban puestos y la luz acababa de cambiar a verde; yo quería huir, no matarme en el proceso. Sin embargo, en vez de doblar a la derecha para adentrarse en mi urbanización, Rámses siguió de largo. Estaba confundida, pero no quise mirarlo y ponerlo sobre alerta; pensé que si se había equivocado no le diría nada sino hasta que fuese demasiado tarde.

-Asumiré que no quieres ir a tu casa aún, así que no vamos para allá-explicó y respiré aliviada.

Sé que una persona con cordura y sensatez hubiese preguntado a donde nos dirigíamos, pero yo solo quería alejarme lo suficiente, fugarme.

*Deberíamos fugarnos*-escribió Daniel. Era tarde en la noche y acababa de subir a mi cuarto después de un maratón de películas con mi mamá y mi padrastro. Sonreí por su ocurrencia y respondí

*¿Y a dónde iríamos?*

*¿En serio serias capaz de fugarte de tu casa conmigo?*

*Depende de a donde vayamos*-insistí

*¿Y si te digo que nos iríamos del país?*

*¿Europa? Siempre he querido conocer España*

*Todas quieren ir a Paris*- respondió

*Yo no soy como todas*-escribí con superioridad fingida

*Eso me queda claro, solo tú te fugarías conmigo, un perfecto desconocido*

*Yo te conozco lo suficiente, pero ¿es que se lo has pedido a muchas antes de mí?*-dije usando una carita de horror

*A ninguna, porque solo quiero estar contigo*

El corazón se me había inflado cuando leí ese mensaje y esperaba que llegase el otro que estaba escribiendo

*¿Qué importa a donde nos vayamos? Lo único que importa es que estemos juntos y lo suficientemente lejos*- escribió. Y como una tonta enamorada abracé mi teléfono como si pudiese estrechar en mis brazos a Daniel.

-Llegamos- anunció Rámses sacándome de mi recuerdo-. ¿Estás bien?

Asentí mientras me bajaba del auto y me secaba con rapidez la lágrima rebelde que logró escaparse.

-En la casa solo está Gabriel, y no le dije que venías conmigo. No estaba seguro si querías que lo supiera-explicó mientras abría la puerta que comunicaba el estacionamiento con la casa. Venía tan inmersa en mis pensamientos que ni siquiera sabía dónde estábamos. Me extrañaba más el hecho de que no sabía cómo lucía su casa por fuera, que me hubiese traído hasta ella.

La puerta del estacionamiento conducía hasta la cocina. Era grande y espaciosa, con una isla en el medio con un recipiente de cristal lleno de frutas. Rámses tomó algunas en sus manos y abrió el refrigerador para sacar algunos jugos y agua, y una bandeja que contenía queso y jamón. Después sacó de los gabinetes algunas galletas, pan y mantequilla. Por ultimo un par de platos y unos cuchillos. Me acerqué para ayudarlo con las cosas, cuando me di cuenta que no comeríamos allí, y lo agradecí en silencio, la verdad es que no quería encontrarme con Gabriel. Salimos de la cocina y me quedó muy claro que la vida es una mierda y que la ley de Murphy estaba a mi favor.

- Irmão, ¿onde você estava?- Hermano ¿en dónde estabas?-preguntó Gabriel.

Rámses me empujó contra una pequeña puerta. La situación era ridícula, no deberíamos estar escondidos como una pareja que busca privacidad, y sin embargo allí estábamos.

- J'étais à une fête sur la plage. ¿Qui était votre date?- Estaba en una fiesta en la playa. ¿Qué tal tu cita?

Las voces se hicieron confusas cuando Rámses cerró la puerta, dejándome encerrada en ese pequeño cuarto o eso pensé que era, hasta que noté a mi espalda una escalera. Dudaba mucho que la casa lujosa de un diplomático tuviese estas escaleras ocultas como principales, así que quizás eran las escaleras de escape o de la servidumbre, pero entonces recordé a Rámses diciéndome que no había nadie más en la casa que su hermano, y me animé a subir los escalones. Cuando llegué al descansillo la luz se encendió asustándome, pero debían ser luces por sensor porque no había nadie más conmigo. Llegaban hasta el primer piso y una segunda puerta bloqueaba mi salida. Abrí con cuidado y daba a un pasillo más largo con puertas a lado y lado. Debía estar cerca de las habitaciones, pero no quería arriesgarme a buscar la incorrecta. Solo esperaría a que Rámses me buscase.

Abrí una de las botellas de agua y me tomé su contenido casi de un solo trago. Estaba sedienta y más hambrienta de lo que imaginaba. Esta vez la puerta se abrió causándome un pequeño sobresalto.

-Ya puedes salir-dijo la voz de Rámses en un susurro.

Le di una sonrisa torpe; se me seguía antojando esta situación bastante ridícula, y sin embargo cuando pasé a su lado le susurré un «gracias». Me condujo hasta su habitación, cerrando la puerta con seguro en cuanto entramos. Su habitación era amplia, de color blanco y muebles de madera caoba. Su cama, era tamaño matrimonial, con sabanas en azul oscuro. No había mayor orden en el cuarto. Algunos libros y cuadernos estaban tirados en el piso al lado de la cama, otro tanto sobre el escritorio. La laptop, todavía encendida estaba sobre la cama, de seguro desde allí rastreó mi celular cuando lo saqué de su sueño.

-Siéntate donde quieras-me ofreció, mientras halaba para si la silla con ruedas de su escritorio. Sin mayor opción me acerqué hasta la cama, soltando con cuidado las cosas que llevaba en mi brazo.

En silencio lo vi preparar con rapidez unos sanduches y ofrecerme un jugo. Me dijo que comiera, pero preferí esperar a que se preparara los suyos. Comimos en igual silencio, aunque él pareciese no poder quedarse sentado un segundo. Tomó la laptop y colocó un poco de música.

-Están deliciosos-acoté comiendo con avidez

-Deja que pruebes la pasta que cocino-era un presumido nato.

-Yo no sé cocinar-confesé-, mi mamá siempre trató de enseñarme, pero entre que ella no lograba recordar una receta y yo que soy un desastre, siempre terminábamos comprando comida.

-¿Siempre comían en la calle?-preguntó

-Stuart era el que cocinaba- hablé bajando la cara, tratando de ocultar los recuerdos de todas las veces que me recibía con mi comida favorita cuando llegaba de clases, o los desayunos que me preparaba para animarme en las mañanas.

El silencio nos embargó una vez más, pero esta vez no se me hizo incómodo. Me permití recorrer su habitación detallándola, mientras me comía con despreocupación una pera, de las frutas que había traído. Había muchos libros en distintos idiomas, aunque reconocía a los autores. Un portarretrato con una mujer de cabello castaño rojizo, una amplia sonrisa que me recordaba a la de Gabriel, y los ojos a los de Rámses. Puse el portarretrato donde lo había conseguido con sumo cuidado, lo menos que quería ahora era tener uno de mis ataques de torpeza.

-¿Puedo?-dije señalando la puerta que conducía al baño. Él solo rodó los ojos. A veces se me olvidaba que era un pedante por naturaleza-.

-Si quieres darte una ducha, puedo darte algo de ropa-ofreció

-No creo que la ropa de alguna de tus citas me sirva-el desdén en mi voz nos sorprendió a ambos.

-Me refiero a que puedo prestarte algo de ropa limpia, mía-dijo haciendo énfasis- para que podamos dormir más cómodos.

¿Podamos dormir?... ¿Podamos?. Sabía que el tenía sueño y yo deseaba cerrar los ojos y descansar, pero jamás pensé en mi idiota cabeza que estando en su casa, en su cuarto y con una sola cama, tendríamos que dormir juntos. Tragué grueso de repente cuando la posibilidad de que él se hubiese estado refiriendo a otro tipo de "dormir".

-Pareciera que estuviese por darte un infarto Amelia. Cálmate. Estoy tan agotado como de seguro lo estás tú, así que asumiré que quieres dormir tanto como yo. Si te incomoda que compartamos la cama, puedes perfectamente acurrucarte en el piso.

¿Qué?

-¿En el piso?-pregunté un tanto ofendida por muchos motivos. Él sin embargo estaba divirtiéndose mucho a mi costa, el brillo en sus ojos lo delataban.

Sin responderme se levantó y rebuscó en algunas de las gavetas de su cómoda. Me entregó una camiseta de algodón, y unos pantalones tipo pijama.

-Solo báñate ¿quieres?. Después nos encargaremos de incinerar tu ropa.

-¿Tan mal... huelo?-pregunté avergonzada causándole una sonrisa que fue imposible que no correspondiese.

Entré al baño, que era tan amplio como mi cuarto entero. El sueño de toda chica. Tenía una ducha inmensa, con puertas corredizas de vidrio, un aparador inmenso con un espejo que duplicaba su tamaño. Me desvestí con rapidez y abrí el agua caliente. Me encanta tomar baños de agua caliente, tan caliente como mi cuerpo pudiese soportar, y a pesar de estar en casa ajena, no pude evitar seguir con mi costumbre. Sentí como los músculos tensos de mi cuerpo desde la noche anterior comenzaban a aflojarse. Usé su gel de baño y su shampoo, y ese característico olor mentolado me inundó todos los sentidos, ruborizándome por completo. Después de algunos minutos decidí que era suficiente y salí. Tomé una de las suaves y mullidas toallas para secarme, tratando de eliminar toda el agua que pudiese de mi cabellera. Cuando me vi en el espejo me impresionó la apariencia que tenía, mis mejillas estaban enrojecidas por el sol que había llevado en la playa y me hacían lucir sana e incluso descansada, porque disimulaban muy bien mis largas ojeras.

Me puse la ropa que me había dado y con las mejillas encendidas de escarlata opté por no usar mi ropa interior, después de todo, también estaba sucia.

Salí con timidez del baño y lo conseguí con su cabello húmedo recostado de la cabecera de la cama con los ojos cerrados y sus piernas cruzadas cuan largo era. Pensé que dormía, así que me sobresaltó cuando habló.

-¿Entonces qué será? ¿Piso o cama?-preguntó sin abrir los ojos.

Sopesé la respuesta un momento. Su cama se veía lo suficientemente amplia para los dos, y el piso bastante duro para el cansancio que tenía.

-Cama-afirmé caminando hacia lo que sería mi lado.

-Me agrada que nos consideres lo suficiente maduros y controlados para compartir una cama sin que sea algo sexual-habían un pequeño toque de sarcasmo y diversión en su voz.

-Creo que estamos más cansados que otra cosa-repliqué, haciendo que el abriera los ojos sorprendido. Sin embargo contuve las ganas de reírme de mi propio descaro. Sentía que estaba jugando con fuego y esa pequeña nota de adrenalina en mi cuerpo me agradaba.

-Entonces ¿somos más cansancio que hormonas?-preguntó divertido

Nos deslizamos debajo de las sábanas

-Descansa Rámses-le dije evitando sonreír, y sin tener más respuesta que darle a su pregunta, porque su cercanía a pesar de mi cansancio me desequilibraba mi parte hormonal, aunque no quisiera reconocerlo.

- Bonne nuit mon amour-Buenas noches mi amor

Sonreí mientras mis mejillas se sentían más calientes, y espié a través de mis pestañas a Rámses, que tenía una pequeña sonrisa en su rostro. ¿Me acostumbraré alguna vez a sus bromas?. Caí dormida con mi mente en blanco y aún con la sonrisa en el rostro, me dormí quizás tan rápido como lo hizo él. Después de todo no habíamos dormido en más de 24 horas.

                         

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