/0/809/coverbig.jpg?v=d46c54fa16bd70cd3c37d1f3fc3074eb)
Tres días más tarde, Lola pasó por casa para comer. Llevaba el pelo rojo en una trenza que caía sobre su hombro derecho. Su piel era blanquísima y salpicada de pecas. Los ojos eran negros, y resaltaban por el delineador plateado. Lola, además de una gran persona, era muy buena en todo lo que tenía que ver con moda y la farándula. Todas las tendencias las tenía almacenadas en su cabeza, hecho por el cual quedaba poco espacio para lo demás, la escuela incluida. Había arrastrado ya dos semestres de Literatura Universal, aunque en filosofía era muy buena. Por eso era Alumna Ayudante.
El gran problema de Lola era que ser universitaria no le reportaba ninguna satisfacción. Tenía un canal de YouTube bastante exitoso que se llamaba "Trendy con Lola", donde subía tutoriales de maquillaje y reseñas de cosméticos que las propias marcas le enviaban a casa. Era una personalidad de Internet y, además, mi amiga.
Nos conocimos en tercero de primaria, cuando entró nueva en la clase y las chic del aula decidieron que molestarla sería el nuevo objetivo de sus vidas. Nunca me ha gustado la injusticia, y por aquella época Lola era bastante introvertida. Además, la líder de las chic me había roto una muñeca, mi muñeca preferida, y no había pedido disculpas, así que llevaba algunos meses cultivando lo que sería más tarde mi dulce venganza.
Estoy segura que a Dorys Capote no se le olvidó nunca el día que Lola y yo metimos su hermosa cara de Barbie en la taza de baño del servicio de varones de la escuela. Con el tiempo logré domarme y parecer una señorita delicada, pero aun queda en mí el vestigio de esa fuerza brutal que me desordena por dentro.
–Entonces, ¿estuviste en la cueva?
–Pasa y te cuento todo con un café –le dije a Lola cuando apareció en casa–. Y hay más. Tengo un enamorado.
Mi amiga dio palmaditas de alegría. Llevaba un vestido azul marino, y un bolso negro, a juego con un cinturón ancho y unas botas nuevas.
–Un regalo de Cosméticos Allyn. La CEO me contrató para el lanzamiento de su nueva línea.
¿Allyn? ¿Cosméticos? Eran demasiadas coincidencias. Caminamos en dirección a la cocina, donde tenía preparada la cafetera. La encendí mientras Lola se miraba en un espejito que sacara de su bolso.
–¿Cómo estás, Narcisa? –bromeé.
Cerró el espejo de golpe y me dijo:
–No me hables de griegos, que el Sr. Japadoupulous me anunció que soy candidata a suspender su asignatura este año.
–¿Griego? –pregunté y Lola asintió.
–Al menos el Griego no te gusta. Yo voy a suspender Escritura Creativa y es la asignatura que imaginé me daría la máxima calificación.
La cafetera comenzó a colar y el olor me recordaba al Sr. Fitz.
–...¿no crees? –dijo Lola.
Pestañeé desorientada por unos instantes para luego pedir que me repitiera la frase.
–¿Qué te sucede, Becca?
–Tengo la cabeza en otra parte, eso es todo –me disculpé y volteé para sonrojarme.
–Rebecca, te conozco como si fuera tu madre, ¿eh?
Lola se acercó por detrás de mí y me habló al oído. –Te gusta el Sr. Fitz –me susurró, disfrutando cada una de las sílabas, como si me inyectara veneno. La empujé con delicadeza. –No me gusta el Sr. Fitz, Lola. Solo me parece atractivo. –¿Atractivo? Lola se sentó a la mesa de la cocina mientras yo preparaba dos tazas de café bien cargado.
–Es sexy como la muerte, Becca. Pero el tipo está medio chiflado. –¿Qué quieres decir? –¿Sabes lo de su mujer? –¿Su mujer? ¿Bárbara Allyn? Lola sorbía el café mientras asentía. «Eso confirma que es casado»
–¿Mujer o ex mujer? –interrogo. –Mujer. Bueno, depende de cómo se mire. No están divorciados, pero tampoco están juntos. –¿Qué estás hablando, Lola? –El Sr. Fitz es viudo, Becca. Al principio, me tomó por sorpresa. El café que había acabado de llevar a mis labios se escapó de ellos y embarró mi blusa.
De pronto el desorden tenía un poco de explicación, así como el carácter agrio del Sr. Fitz. Era viudo. Probablemente Bárbara Allyn era el amor de su vida y se había ido de este mundo, anulando cualquier posibilidad de reencuentro. Supe que era de mala persona, pero sentí alivio de saber que su mujer estuviera muerta. No tenía que lidiar con ella, ni enfrentarla, ni vivir con el miedo de que volvieran juntos. «¿Qué estás pensando, Becca?» me reprendí. Estaba actuando como si el Sr. Fitz y yo tuviéramos una relación. –¿No lo sabías? –dijo Lola– Para estar enganchada con él, lo has investigado poco.
–Y tú, ¿por qué sabes tanto de él?
–Tuve un pequeño enamoramiento por él cuando empecé en la Facultad, cuando aún era un tipo salvaje.
–Supongo que eso fue el mismo año que te fuiste de viaje, ¿no?
Lola llevó la taza vacía al fregadero.
–Así es –me confirmó–. En mi antigua Universidad el Sr. Fitz daba Literatura Universal. Suspendí ese curso y me tomé un año sabático. Fue la época de Trendy con Lola: World Tour I.
Se refería a una serie de vídeos en los que viajaba por Europa descubriendo algunas tendencias de maquillaje y trucos locales. El éxito fue tal, que se transmitió en la web de un importante canal de entretenimiento, y Lola obtuvo el dinero suficiente para matricular en una nueva escuela. Así trató de deshacerse de su calificación insuficiente, pero cuando empezó en mi Universidad volvió a suspender Literatura Universal y otras asignaturas. El problema era ella, aunque sus padres se empeñaban en que siguiera los estudios.
–Parece como si me persiguiera –continuó Lola–. Aunque a estas alturas lo tengo superado. Ya no es el Fitz de antes. Se contaba que era un dios en la cama.
Otra más con el aquello de que Fitz era un dios en la cama. ¿Sería basado en hechos reales o solo porque Bárbara Allyn lo había insinuado en su libro?
–¿Quién te contó eso?
–Él tuvo problemas de acoso con una chica mientras estaba en la Universidad. Por eso estuvo preso unos meses, hasta que decidieron que la chica no era confiable y retiraron los cargos. Además, se sospecha que la muerte de su esposa fue provocada por él.
Me quedé de piedra. Hacía menos de una semana que conocía al Sr. Fitz y ya era todo un misterio para mí. No solo se comentaba de sus increíbles habilidades amatorias, sino que había estado en prisión, llevó cargos de asesinato y tuvo un escándalo de acoso con una alumna. Era un tipo peligroso.
–¿Sabes que tengo un enamorado en la clase? –cambié el tema.
Lola se me quedó mirando con su cara de estoy-sorprendida-pero-me-lo-imaginé-zorra.
–Y después te quejas, Becca. Lo peor es que siempre atraes tipos buenos, no como yo. El último era un imbécil de marca mayor.
–¿Roberto? Parecía un buen tipo. Me agradaba bastante. Sabía bailar.
–Era demasiado celoso, Becca.
–¿No será que tú eras demasiado coqueta con los demás?
Lola sonrió, pícara.
–Puede ser. Pero mirar o tocar una escopeta no me convierte en francotirador.
–Es cierto, pero al menos demuestra que estás interesada en el arma.
Fui hasta el refrigerador y saqué un par de paquetes de pollo que había dejado para la visita de Lola. Los puse en el fregadero y abrí el envoltorio con un cuchillo.
–Bueno, cuéntame de ese chico nuevo.
Comencé a cortas las pechugas.
–Se llama Brandon.
–Lo conozco. Tiene un blog bastante popular. Se llama Irónicos Bastardos. Eso sí, de lindo no tiene nada. Al menos no a la vista.
–Lo sé, pero tiene un halo protector bastante atractivo.
–¿Ahora crees en el aura?
–Deja la bobería, Lola. Estoy hablando en serio.
–Bueno, Doña Flor, ¿por cuál de tus dos maridos te decides?
Era una buena pregunta, y la respuesta era bastante simple.
–Por ninguno. Al menos todavía. En primer lugar, no sé si el Sr. Fitz siente algo por mí, si le atraigo o no. Se portó bien conmigo, y es cierto que reconocí su nivel de flirteo como bastante alto; pero es viudo, y tiene antecedentes...
–Y una cara y un cuerpo que bien valen caer en prisión.
–Looola –la regañé y ella se dobló de la risa. Seguí preparando la cena y continué:
–Y Brandon tiene más que ver conmigo. O sea, estudiamos lo mismo, es bastante inteligente y me hace sentir bien. Fuimos a tomar helado a la cafetería y se portó súper cortés, además de que supo pedir mi sabor favorito sin yo decirle cuál era. Es como si siempre estuviera atento a mí, a mis cosas. Me contó hasta anécdotas de primer año que apenas yo recordaba. Es como si yo fuera la protagonista eterna de sus pensamientos.
–Becca, no te enfades, pero voy un momento a vomitar –bromeó Lola.
–Entonces, ¿qué te falta en Brandon? –preguntó mi amiga.
Puse las pechugas a cocinar y me senté a la mesa junto a Lola.
–La verdad... Todo –contesté–. Brandon es demasiado bueno. Siento que con él mi vida pasaría de negro a gris claro. Mejoraría, pero seguiría sin color. El sexo es como el iPad. Nunca te hizo falta, pero una vez que lo tienes no puedes vivir sin él.
–Materialista.
Las dos nos echamos a reír. El resto de la noche seguimos hablando mal de los demás, recordamos algunos amigos de la escuela primaria que ahora andaban en prisión, como jefes de carteles de la droga o de estrellas porno. Entonces me di cuenta de lo feliz que era y lo condenadamente genial que era tener a Lola como amiga.
Cuando nos despedimos recibí un SMS. Era del Sr. Fitz.