Capítulo 4 ♱ Capítulo • 04 ♱

♱ •⋅ 1750 A.C. ⋅• ♱

Era fuerte, demasiado fuerte, y notaba cómo mi respiración se iba entrecortando a medida que se abalanzaba de nuevo sobre mí. Tendría una abertura, Elaine siempre dejaba una abertura cuando adoptaba una postura ofensiva; ese fue el punto que Calisto utilizó varias veces para tirarla al suelo, lo que nos valió a los lectores unos cuantos suspiros cuando casi se besaron.

Yo usaría esa apertura.

¿Calisto estaba mirando? ¿Me seguía prestando atención?

Mis pensamientos eran tontos, lo confieso, pero no puedo decir que me avergüence, porque aunque fuera un sueño, estaría bien ser la única fuente de su interés. El único al que miraría, aunque solo fuera en una pelea.

Aunque sea por interés propio.

Pero si eso era lo que quería, no podía entregarme, no podía caer y menos dejar que Elaine me derribara o golpeara.

- Ven a mí - murmuré casi inaudiblemente, y pude sentir mi cuerpo pesado y mi piel arder mientras las runas mágicas aparecían, cortando mi carne.

Era la marca de la familia de Asra, pero este sueño empezaba a parecerle demasiado fiel.

¿Debería doler?

- La magia no funciona conmigo -, dijo Elaine, pero cuando sonreí, su mirada vaciló y apareció la apertura que yo quería, la que no dejaría ninguna sombra de duda sobre mi victoria.

Ella vaciló con su postura abierta y con el uso de las runas aceleré mis movimientos, un destello y la imagen frente a mí era la espalda de Elaine, su cabello flotando mientras giraba lentamente su rostro.

Demasiado lento.

Sonreí con satisfacción y la espada que robé a Azrael, la espada maldita capaz de herir incluso a los arcángeles; la espada forjada por Gabriel - atravesó el vientre de Elaine y la ropa blanca quedó manchada por el carmesí de su sangre.

- ¿Co-cómo? - Ella me miró con incredulidad y entonces mi visión se volvió borrosa, la lanza en manos de Elaine se había hecho añicos, la vi desvanecerse en el aire y, sin embargo, ahora podía sentirla clavada en mi espalda.

Tosí y me llegó a la boca el sabor ferroso de la sangre.

Algo iba mal, en sueños no deberías hacerte daño físico.

Sentía los ojos pesados y ni siquiera la magia de la levitación podía mantenerlos. Las runas se desvanecieron de mi piel y pude oír un grito gutural de fondo mientras Elaine caía al suelo.

¿Gritaba Calisto por ella?

Estaba demasiado oscuro, nublado y costaba respirar. No podía decirlo, solo sabía que mi cuerpo ahora caía como el de Elaine.

Sentí que unos brazos fuertes me sujetaban antes de que el ruido sordo del frío suelo me golpeara y, sin saber siquiera quién había sido, intenté sonreír.

Tenía que acordarme de dar las gracias, pero era un sueño y cuando mueres en un sueño, te despiertas.

Al menos eso pensaba yo.

⋅• ♱ •⋅

Me dolía, parecía que me habían arrancado algo de la espalda con fuerza y podía oír la voz de un hombre que parecía muy enfadado.

- Si ella muere, te arrepentirás de tu propia existencia - decía y el sonido de pasos caminando de un lado a otro parecía cada vez más constante.

- Hacemos lo que podemos, señor... - intentó argumentar una voz joven.

- Pues superadlo -gruñó el hombre.

- Es difícil, señor, probablemente solo Lucifer podría ayudar - intervino una tercera voz - al final, fue herida con una lanza hecha de energía sagrada.

La energía sagrada era letal para los infernales.

- No me importa - gruñó de nuevo-, ¡sois sacerdotes de Samael, maldita sea! ¡Dame un puto respiro!

Parecía muy cabreado, pero el dolor hizo que mi conciencia, ya turbia, volviera a desvanecerse por completo.

- ¿Qué demonios esperas de mí? - Oí murmurar una voz femenina, aún me dolía la espalda como si me estuvieran metiendo hierro líquido en los huesos.

- Ayúdala -, dijo rotundamente la voz del hombre.

- ¿Sabes siquiera lo que me estás preguntando? - Sonaba incrédula, pero su voz era suave, agradable.

Quería ver a quién pertenecía esa voz.

¿Ha sido todo un sueño?

- La hirió una puta lanza de energía sagrada - , dijo, y en su voz casi se podía palpar lo apenado que estaba, lo melancólico.

- ¿Y qué coño tengo yo que ver?

- Lucifer -, parecía a punto de suplicar.

- No me pidas que lo haga -, murmuró.

- Por favor... - susurró, era una súplica clara, pero no tenía sentido.

Elaine nunca necesitaría la ayuda de Lucifer para curarse de una herida con energía sagrada, y Calisto nunca suplicaría nada si no fuera por la segunda mujer a la que amaba.

¿Estaba delirando?

¿Seguía soñando?

- Te odio -, murmuró la mujer, y unas manos heladas me tocaron la espalda y la mente.

Podía sentir sus dedos deslizándose por mi alma, curando cada mísera magulladura y volviendo a unir los nudos que la maldita lanza había cortado; podía sentir el dolor que sentía mientras lo hacía.

Era demasiado doloroso.

"Lo siento" susurré en su mente y por un momento -aunque no pude verle la cara- juré que había sonreído.

Una sonrisa llena de sorpresa, pero era una sorpresa que parecía calmarla, reconfortarla.

"Es la primera vez que te disculpas" me dijo con una dulzura que hizo que me doliera el corazón y que mi conciencia, de nuevo, me abandonara.

⋅• ♱ •⋅

Cuando abrí los ojos, no estaba en mi habitación.

Estaba en un lugar oscuro con una gran vidriera, la luna parecía extrañamente cerca, tan cerca que parecía 5 veces más grande de lo normal y las estrellas pintaban el cielo tan espléndidamente que ni siquiera parecía real.

Mis ojos se abrieron, pero no parecía haberme despertado.

- Allí - gemí sintiendo una punzada en la espalda y sólo entonces me di cuenta de que mi cuerpo estaba completamente dolorido.

- Te has despertado - me llegó la voz de Calisto y mis ojos se desviaron hacia su rostro en la oscuridad de la habitación.

Estaba quieto, sentado en un sillón en la esquina izquierda de la habitación.

Reconocí aquella habitación, el suelo oscuro, las paredes de piedra, la chimenea que nunca estaba encendida y la cama gigante con dosel, la que él nunca usaba. No desde la muerte de su única esposa.

- Mi amor -, murmuré, - ¿por qué estoy aquí?

Asra nunca había entrado en la habitación de Calisto, pero el pelo rojo que me caía por los hombros dejaba claro que seguía siendo Asra.

- ¿De verdad te pica la curiosidad? ¿Su mayor curiosidad?

Parecía enfadado.

- ¿Qué ha ocurrido?

Recordé la lanza de Elaine atravesándome la espalda y la recordé cayendo al suelo.

- ¿Murió la chica? - pregunté aunque sabía exactamente la respuesta.

Elaine no había muerto, no podían matarla.

- Que le den a la puta -, murmuró, - de verdad...

Se detuvo, sus ojos de cuarzo rosa parecían más vacíos al mirar por la ventana.

- Creí que ibas a morir - dijo con voz entrecortada, casi como si estuviera a punto de llorar.

¿Lloraría Calisto por Asra? ¿Qué demonios estaba pasando?

            
            

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