El vuelo a París resultó ser tanto un alivio como un desafío emocional para Defne. Mientras el avión despegaba, sintió cómo una mezcla de emociones inundaba su pecho. Por un lado, estaba emocionada por el nuevo capítulo que estaba a punto de comenzar; por otro, el dolor de haber dejado atrás a su familia y, especialmente, a Nicolás, su hermano mayor, la perseguía.
Al llegar a París, el aire frío le dio la bienvenida, un contraste con el calor sofocante de sus pensamientos. Las luces de la ciudad brillaban con un resplandor que reflejaba su deseo de un nuevo comienzo. No era la primera vez que estaba en París, pero esta vez todo era diferente. Se trataba de una nueva vida, una oportunidad para empezar de cero, lejos del caos emocional que había dejado atrás.
Una vez instalada en su pequeña habitación en una residencia universitaria, Defne notó lo acogedor del espacio. Su compañera de cuarto, Camille, una joven francesa con ojos brillantes y una sonrisa cálida, la recibió con entusiasmo. Camille estudiaba artes plásticas y desde el primer momento, su energía optimista empezó a contagiar a Defne. "Aquí estarás bien. París es el lugar donde las personas encuentran sus sueños, o al menos eso dicen," bromeó Camille.
Defne dejó escapar una pequeña sonrisa mientras empezaba a desempacar. Entre las primeras cosas que sacó de su maleta estaba el cuaderno que Max le había regalado. Lo sostuvo entre sus manos, sus dedos recorriendo la tapa como si estuviera buscando respuestas. El dolor seguía ahí, intenso, pero decidió llevárselo. Quizás, algún día, tendría la fuerza para abrirlo y leer lo que una vez significó tanto para ella. Por ahora, lo colocó en el fondo de su escritorio.
Los días comenzaron a pasar rápidamente. La rutina de las clases en la universidad, las largas caminatas por las calles parisinas y las conversaciones con Camille hicieron que Defne se adaptara a su nuevo entorno con más facilidad de la que esperaba. A pesar de todo, en los momentos de soledad, sus pensamientos siempre regresaban a su familia, y especialmente a Max.
Mientras tanto, Max también vivía sus propios cambios. Tras la partida de Defne, su carrera musical había comenzado a despegar. Con la ayuda de su manager y el talento que siempre había tenido, logró firmar con una pequeña discográfica. Sus primeras presentaciones en bares locales empezaron a atraer la atención del público, y no pasó mucho tiempo antes de que comenzara a dar entrevistas y a realizar conciertos más grandes.
Aun así, había algo que no podía quitarse de la mente: Defne. La culpa lo atormentaba, aunque trataba de enterrarla en su música. En una de sus primeras entrevistas en una emisora de radio, el locutor le preguntó: "Max, parece que tus canciones tienen un aire de nostalgia, como si estuvieran dirigidas a alguien en particular. ¿Es así?" Max, con una sonrisa agridulce, respondió: "Sí, están dirigidas a una persona muy especial. Alguien a quien perdí, pero que siempre estará presente en cada nota que toco."
En esos momentos, Defne no estaba al tanto de lo bien que le iba a Max. Estaba demasiado ocupada con su propia vida. La oferta de la universidad para estudiar diseño de videojuegos le exigía dedicación, pero también le abría un mundo completamente nuevo. Junto con Camille, exploraban las galerías de arte, cafés escondidos y parques con vistas al Sena. Defne empezaba a sentir que tal vez podía sanar en esa ciudad, donde los recuerdos de Max parecían menos abrumadores.
Una tarde, mientras caminaba por los jardines de Luxemburgo, el teléfono de Defne sonó. Era una llamada de Nicolás. Su corazón se aceleró al escuchar la voz de su hermano. Aunque ambos habían acordado que él se quedaría con su tía Emma, las llamadas de Nicolás siempre traían un toque de nostalgia.
"¿Cómo estás, pequeña?" preguntó Nicolás, usando el apodo cariñoso que le había dado desde pequeños. "Te extraño mucho, Defne. La casa está muy tranquila sin ti."
Defne respiró hondo, conteniendo las lágrimas. "Yo también te extraño, Nico. Pero estar aquí me está haciendo bien. Estoy descubriendo cosas nuevas, y... bueno, estoy tratando de seguir adelante."
Nicolás rió suavemente. "Lo sé. Estoy orgulloso de ti. Sé que tomaste la mejor decisión, aunque me duela no verte todos los días. Pero recuerda lo que te prometí antes de que te fueras. Aunque siempre fuiste tú quien me cuidaba, cuando regreses, seré yo quien te cuide."
Defne cerró los ojos por un momento, sintiendo cómo esas palabras la envolvían en un cálido abrazo emocional. "Nunca dejaré de cuidarte, Nico. Eres mi hermano, y siempre estaré aquí para ti."
La conversación continuó durante varios minutos, entre risas y recuerdos de su infancia. A pesar de la distancia, ese vínculo entre ellos nunca se rompería. Tras colgar, Defne se sentó en un banco cercano, mirando las flores que adornaban el parque. Sentía que, a pesar del dolor, estaba construyendo algo nuevo, algo que no estaba definido por su pasado con Max.
El tiempo pasó rápido, y Defne pronto se encontró inmersa en su primer proyecto importante en la universidad. Sin embargo, su mente siempre encontraba momentos para divagar. A veces se preguntaba cómo estaría Max, si él también estaría avanzando o si, como ella, estaba atrapado en los recuerdos. Pero rápidamente apartaba esos pensamientos. Este era su tiempo, su oportunidad de ser libre y crecer como nunca antes.
El primer concierto de Max, en un escenario más grande, fue un éxito rotundo. El público coreaba sus canciones, y él sonreía, pero su mente siempre volvía a Defne. En más de una ocasión, durante los ensayos, había cometido errores en canciones que le recordaban a ella, y a veces se sorprendía mirando hacia el público como si esperara verla entre la multitud. Sin embargo, Defne no estaba allí, y probablemente no lo estaría por mucho tiempo.
París había empezado a mostrarle a Defne que podía haber vida después del dolor. Entre sus estudios, los paseos por la ciudad y las noches compartidas con Camille, empezó a sentir que la distancia era su mejor aliada. La ciudad del amor le ofrecía una tregua, un espacio donde podía redescubrirse sin las sombras del pasado. Pero al mismo tiempo, sabía que no podía huir para siempre de lo que sentía.
La decisión de marcharse había sido difícil, pero quizás, con el tiempo, Defne entendería que ese fue el primer paso hacia su libertad emocional, y que París, con todas sus luces y sombras, la ayudaría a encontrar el camino de vuelta a sí misma.
Los meses pasaron rápidamente para Defne. La rutina en París le había dado un respiro que tanto necesitaba, y la compañía de Camille, su compañera de cuarto, se había vuelto un apoyo invaluable. Ambas compartían no solo el pequeño apartamento universitario, sino también los sueños y proyectos que les llenaban el tiempo. Defne, inmersa en sus estudios de diseño de videojuegos, sentía que finalmente estaba empezando a encontrar su lugar en el mundo.
El clima frío de París se volvía más soportable gracias a las largas horas que pasaba trabajando con Camille en su proyecto final del semestre. Camille, siempre entusiasta y creativa, estudiaba artes plásticas, y juntas habían decidido hacer una colaboración que combinara el diseño digital con las expresiones más tradicionales del arte. La sinergia entre ambas resultaba natural, y el proyecto empezaba a tomar forma. Entre risas, pinceles y teclas, el tiempo volaba.
Una tarde, mientras estaban en medio de una sesión creativa particularmente productiva, Camille decidió prender la televisión para tener algo de ruido de fondo. Defne, concentrada en su pantalla, apenas prestó atención a lo que sucedía a su alrededor. La voz monótona del noticiero no lograba distraerla de su trabajo, pero eso cambiaría en cuestión de segundos.
"Y ahora, en noticias de entretenimiento, les presentamos a un nuevo artista que está causando sensación. Su primer álbum ha llegado al número uno en las listas de popularidad y ya está siendo considerado como una de las grandes promesas del año," anunció la presentadora.
De pronto, una voz familiar resonó desde la televisión. Defne, distraída por un instante, sintió un nudo en el estómago. Esa voz. Su corazón latió con fuerza mientras sus manos temblaron ligeramente. No podía ser. Lentamente, levantó la cabeza, reconociendo de inmediato aquel tono inconfundible, aquella voz que había intentado borrar de su mente durante meses. Era Max.
Al ver su imagen en la pantalla, un torbellino de emociones se desató dentro de ella. Estaba vestido con un traje negro elegante, su cabello perfectamente peinado, y esa sonrisa encantadora que había sido su perdición brillaba bajo las luces del estudio. Max estaba allí, en televisión, siendo entrevistado como la nueva revelación musical. No podía creerlo.
Camille, ajena al desconcierto de Defne, seguía pintando, feliz de tener algo entretenido de fondo. Pero para Defne, el mundo entero se había detenido. Las palabras de Max resonaban en la habitación como si estuviera allí, frente a ella.
El entrevistador, con una sonrisa cómplice, felicitó a Max. "Tengo entendido que pronto serás padre. ¡Felicidades! Cuéntanos, ¿cómo va todo con tu esposa? ¿Están emocionados por la llegada del bebé?"
El aire en los pulmones de Defne se detuvo. ¿Padre? ¿Esposa? El pánico se apoderó de ella. Max, el hombre con el que había compartido momentos de amor y traición, iba a ser padre. El entrevistador hablaba con total naturalidad, como si se tratara de algo completamente normal, pero para Defne, esa noticia era como una daga atravesando su corazón.
Max tomó aire antes de responder, con una sonrisa algo forzada. "Melani solo es la madre de mi hija," comenzó, y Defne sintió cómo su cuerpo se tensaba al escuchar ese nombre. Melani. Claro, tenía sentido. Sabía que algo como esto podría pasar, pero no estaba preparada para enfrentarlo. "Lo nuestro solo fue cosa de una noche," continuó Max, su voz tranquila, pero con un dejo de tristeza. "Me haré responsable de mi hija, pero ella no es mi esposa."
La punzada en el pecho de Defne se hizo más fuerte. Todo lo que había intentado olvidar en esos meses volvió a ella con una claridad dolorosa. Melani, Max, aquella noche. Defne había intentado escapar de todo eso, empezar de nuevo, pero ahora todo volvía a su mente como una ola imparable.
Max hizo una pausa y miró directamente a la cámara, como si estuviera hablando con alguien más allá de la pantalla, alguien que no estaba allí. Su voz se suavizó, y las palabras que dijo a continuación hicieron que el estómago de Defne se revolviera. "El único amor de mi vida se fue, y desde ese momento solo espero su vuelta. Sé que algún día volverá... mi fanática favorita."
Eran esas palabras, las mismas que Max le había dicho tantas veces en el pasado, las que rompieron la frágil barrera que Defne había construido a su alrededor. "Mi fanática favorita." Una vez, esas palabras habían sido una dulce broma entre los dos, un gesto de cariño que Max utilizaba para expresar cuánto significaba ella para él. Ahora, escucharle decir eso en televisión, en un contexto tan diferente, solo la llenaba de confusión y dolor.
Defne se llevó una mano al pecho, tratando de calmar el latido desbocado de su corazón. Se obligó a respirar profundamente, a no perder el control. No podía derrumbarse, no ahora. No frente a Camille, quien seguía concentrada en su trabajo, completamente ajena a lo que sucedía en el interior de Defne.
Camille, sin apartar la vista de su lienzo, comentó con despreocupación: "Ese tipo parece interesante, ¿no? Apuesto a que se hará muy famoso. Me pregunto quién será esa chica de la que habla."
Defne sonrió con esfuerzo, forzando una apariencia de normalidad. "Sí, probablemente," dijo, tratando de sonar casual. No tenía la fuerza para explicarle a Camille lo que realmente sentía, lo que significaban esas palabras, y mucho menos quién era la "fanática favorita" de Max. Simplemente no podía. No ahora.
El silencio entre ellas fue palpable durante los minutos siguientes. Defne no pudo volver a concentrarse en el proyecto. Su mente estaba completamente enfocada en lo que acababa de escuchar. Max era padre, pero no estaba con Melani. ¿Por qué no se sentía aliviada? ¿Por qué, a pesar de todo, su corazón seguía doliendo?
Se levantó lentamente de su asiento, excusándose con Camille para ir a su cuarto un momento. Cerró la puerta detrás de ella y se dejó caer sobre la cama. La ciudad de París había sido su refugio, su escape, pero ahora, la realidad la había alcanzado. La imagen de Max, sus palabras, la revelación de que seguía pensando en ella, todo ello la había sacudido de una manera que no había anticipado.
Miró hacia su escritorio, donde el cuaderno que Max le había regalado meses atrás seguía guardado, intacto, como un recordatorio silencioso de lo que una vez fue. Defne sabía que no podía seguir huyendo de sus emociones para siempre, pero en ese momento, lo único que quería era encontrar la manera de enterrar el pasado de nuevo.