Mi Fanática Favorita: El Ritmo del Destino
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Capítulo 2 Sueños y Realidades

Defne caminaba por las calles de la ciudad, sintiendo el peso de la noche anterior aún sobre sus hombros. La emoción del encuentro con Max se mezclaba con el eco de la música que había llenado el café, resonando en su mente como una melodía que no podía olvidar. Por un lado, sentía una emoción intensa, casi surrealista, como si sus pies flotaran en el aire. Por otro, el peso de su realidad la arrastraba de vuelta al suelo, recordándole que los sueños rara vez se hacen realidad.

Recordó la forma en que Max la había mirado, sus palabras llenas de un afecto inesperado. Cuando él le entregó el cuaderno diciendo: "Tú eres mi fanática favorita", Defne sintió que algo en su interior cambiaba. Esas palabras, tan simples y directas, habían hecho que su corazón latiera más rápido. ¿Cómo era posible que alguien como Max, tan talentoso y lleno de vida, pudiera verla de esa manera?

La brisa fría de la noche acariciaba su piel, despejando su mente mientras sus pensamientos seguían enredados en la confusión. No sabía si debía sentirse afortunada o asustada. Después de todo, había pasado tanto tiempo sin sentirse verdaderamente vista, atrapada en una vida donde todo parecía limitarla. Su padre, con su autoridad implacable, siempre le había dicho que los sueños no eran más que una distracción, que la vida real consistía en sobrevivir, no en soñar.

Al llegar a su casa, su madre la recibió con una mirada de preocupación. "¿Dónde estabas?", preguntó, pero su tono no era de juicio, sino de auténtica inquietud.

"Solo necesitaba salir a caminar, despejarme un poco", respondió Defne, intentando sonar casual, aunque en su interior su mente seguía agitada por todo lo que había ocurrido.

Subió a su habitación, cerrando la puerta detrás de ella, y dejó el cuaderno que Max le había dado sobre su escritorio. Lo miró por unos instantes, como si se tratara de un objeto sagrado. Finalmente, lo abrió con manos temblorosas. Las primeras páginas estaban llenas de garabatos y frases que parecían inconexas, pero poco a poco, los trazos de Max cobraban sentido. Eran letras de canciones, sus canciones. Algunas hablaban de la vida, de la lucha por alcanzar los sueños, pero una en particular atrapó su atención:

"Tiemblan las estrellas en el cielo, pero tus ojos son más brillantes,

Sueño con tocar tu mundo, aunque solo sea en mis canciones,

Porque tú eres mi fanática favorita,

La única que puede ver a través de mis notas calladas."

El corazón de Defne dio un vuelco. ¿Era posible que esa canción hablara de ella? Las palabras parecían tan personales, tan íntimas. Cerró los ojos y dejó que el significado de cada verso la envolviera. Nunca antes se había sentido tan importante para alguien, y menos para alguien como Max, cuyo talento parecía destinado a llevarlo a lo más alto.

Pasaron los minutos mientras Defne se sumergía en el cuaderno, leyendo y releyendo las letras. Cada línea parecía revelar algo más sobre Max, sobre su forma de ver el mundo, sus sueños, sus miedos. Era como si el cuaderno fuera una ventana a su alma, y Defne no podía apartarse de ella.

Sin embargo, un pensamiento sombrío interrumpió sus reflexiones. ¿Qué significaría todo esto para ella? Sabía que su vida no podía seguir el mismo curso que el de Max. Su padre jamás aprobaría que ella persiguiera algo relacionado con el mundo de la música, ni siquiera que estuviera cerca de alguien como Max. Para él, todo lo que no estuviera relacionado con un futuro seguro, práctico y bien planeado era una pérdida de tiempo. Defne había vivido toda su vida bajo esa sombra, pero ahora, tras su encuentro con Max, algo había despertado dentro de ella. Algo que no estaba dispuesta a dejar morir tan fácilmente.

Horas más tarde, incapaz de seguir inmersa en sus pensamientos, decidió salir de nuevo. El aire fresco le despejó la cabeza y, sin darse cuenta, sus pasos la llevaron de vuelta al café donde había conocido a Max. Era como si ese lugar tuviera un imán para ella, un lugar que ahora asociaba con algo más que simples momentos cotidianos. Al entrar, el aroma a café recién hecho la recibió cálidamente, y las luces suaves del lugar la hicieron sentir en casa.

Se sentó en una esquina, desde donde podía ver a los transeúntes pasar a través de la ventana. El sonido suave de una canción instrumental llenaba el ambiente, creando una atmósfera tranquila. Defne se preguntaba si Max volvería a aparecer. Después de todo, era su lugar habitual de presentaciones. No había pasado ni media hora cuando, como si el destino hubiera estado jugando con ella, la puerta del café se abrió y Max entró, guitarra en mano.

El corazón de Defne dio un salto, pero trató de mantener la calma mientras Max la veía y sonreía al reconocerla. Se acercó a ella sin dudarlo, como si fuera lo más natural del mundo. "¿Qué haces aquí tan sola?", preguntó con esa voz que la hacía sentir como si estuviera en otro lugar, uno donde el tiempo y el espacio no importaban.

"Solo necesitaba pensar", respondió ella, con una sonrisa tímida. "Este lugar... tiene algo especial."

Max asintió, sentándose frente a ella. "¿Puedo acompañarte?"

Defne asintió sin decir palabra, sintiéndose de repente nerviosa, pero al mismo tiempo tranquila. Había algo en la presencia de Max que la calmaba, que hacía que todo lo demás desapareciera.

"¿En qué piensas?", preguntó él, apoyando su guitarra a un lado y observándola con interés genuino.

Defne dudó por un momento. "En los sueños... en lo que significa seguirlos."

Max sonrió, con una expresión reflexiva en su rostro. "Seguir los sueños no siempre es fácil. A veces duele, a veces te pierdes, pero si no lo haces, te quedas vacío. Yo no sé qué sería de mí sin la música. Es lo único que siempre ha estado allí, incluso cuando todo lo demás se sentía incierto."

"¿Y no tienes miedo?", preguntó Defne. "¿De que no funcione, de que al final no consigas lo que quieres?"

Max la miró a los ojos, con una intensidad que la dejó sin aliento. "Claro que tengo miedo. Todos lo tenemos. Pero prefiero fallar persiguiendo algo que amo, que quedarme con las dudas de lo que pudo haber sido."

Sus palabras resonaron profundamente en Defne. Ella también tenía sueños, aunque enterrados bajo capas de responsabilidades y expectativas familiares. Quería diseñar videojuegos, crear mundos donde la gente pudiera perderse, igual que ella se perdía en ellos cuando necesitaba escapar. Pero hasta ahora, ese sueño había parecido imposible, inalcanzable.

Max sacó su guitarra, y sin decir una palabra, comenzó a tocar una melodía suave. Defne lo observó, fascinada por la forma en que sus dedos se movían con facilidad sobre las cuerdas, creando algo tan hermoso. La música parecía llenar el aire entre ellos, conectándolos de una manera que las palabras no podían.

"Esta canción es para ti", dijo Max de repente, mirándola directamente a los ojos.

Defne sintió que el aire se volvía denso a su alrededor. Las notas de la guitarra comenzaron a fluir, y Max cantó con una suavidad que la hizo estremecer.

"En tus ojos veo estrellas,

en tu sonrisa encuentro mi lugar,

eres mi fanática favorita,

la razón por la que sigo cantando."

Las palabras la envolvieron, y por un momento, el mundo dejó de existir. Estaban solo ellos dos, compartiendo algo que iba más allá de lo tangible, algo que solo podía ser descrito como magia.

Cuando la canción terminó, Max sonrió. "Gracias por estar aquí, Defne. Eres mi inspiración."

Defne sintió sus mejillas arder, pero no pudo evitar sonreír. "Yo... gracias a ti. No sé qué decir."

"No tienes que decir nada", respondió él. "A veces, la música habla por sí sola."

Se quedaron allí, sentados en silencio, disfrutando de la compañía mutua, sabiendo que algo había cambiado entre ellos. Defne no sabía qué les deparaba el futuro, pero en ese momento, mientras las últimas notas de la guitarra de Max se desvanecían en el aire, sintió que estaba donde debía estar.

            
            

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