La luz del sol se filtraba a través de las cortinas de la habitación, iluminando suavemente el rostro de Defne mientras ella se despertaba. A su lado, en la cuna, el pequeño Max dormía plácidamente, con su rostro redondeado y una expresión de paz que hacía que su corazón se derritiera. Cada día que pasaba, Defne se sentía más enamorada de su hijo.
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