Cinco años habían pasado desde la partida de Defne, y París había sido su refugio, su escape del dolor que dejó atrás. Cuando llegó a la ciudad, era una joven rota, llena de cicatrices invisibles, buscando sanarse en un mundo nuevo. Ahora, regresaba a casa, no como la chica que huyó del pasado, sino como una mujer renovada, más fuerte y con una confianza que había desarrollado con cada paso que daba en la capital francesa. Cada uno de esos años había sido un peldaño hacia su nueva identidad, y aunque las heridas de Max y Melani aún estaban en su corazón, ahora estaba lista para enfrentarlas.
El avión aterrizó suavemente, y Defne observó por la ventanilla el paisaje que tanto había evitado durante todos esos años. Los edificios familiares se veían a lo lejos mientras sentía cómo una mezcla de emociones comenzaba a agolparse en su pecho. No era solo el regreso a un lugar físico; era el regreso a una parte de su vida que había tratado de dejar atrás. Pero la vida, pensaba, siempre te devuelve a donde perteneces.
Al salir del aeropuerto, el viento cálido y familiar acarició su piel. Respiró hondo, como si con ese simple acto pudiera absorber toda la fuerza que necesitaría para lo que venía. El sol brillaba alto, y aunque las calles eran las mismas que dejó hace años, algo en ella había cambiado por completo.
Esperando en la salida, estaba Nicolás, su hermano. Él había crecido también en esos cinco años, aunque para Defne, seguía siendo el mismo joven con el que compartió tantos momentos de su infancia. El reencuentro fue silencioso al principio, sin palabras, solo miradas cargadas de entendimiento y cariño. Pero finalmente, Nicolás rompió el hielo con una sonrisa cálida.
-Estás igual -dijo él, pero con un brillo en los ojos que delataba lo contrario. Sabía que su hermana había cambiado en muchos sentidos.
-Tú también -respondió Defne, con una sonrisa tímida-. Pero a la vez no.
Se abrazaron con fuerza. Para ambos, ese momento era más de lo que podrían haber expresado en palabras. Durante su ausencia, Nicolás había sido su mayor apoyo a la distancia, enviándole mensajes, asegurándose de que ella no se sintiera sola en su nueva vida. Ahora, por fin, estaban juntos otra vez.
Después de unos momentos en silencio, Nicolás se apartó ligeramente para mirarla a los ojos.
-Emma no puede esperar a verte -dijo con una sonrisa-. Ha estado preparando todo para tu regreso.
-¿Y papá? -preguntó Defne, con un ligero nudo en el estómago. Su relación con su padre siempre había sido tensa, y no sabía qué esperar de él ahora que había regresado.
-No ha cambiado mucho -respondió Nicolás con un suspiro-. Pero no te preocupes por él ahora. Esto es por ti, por tu regreso.
El camino a casa fue tranquilo, lleno de pequeñas conversaciones sobre la vida de ambos. Defne no había querido tocar el tema de Max, y Nicolás, en su infinita sabiduría, no lo mencionó. Sabía que tarde o temprano hablarían de él, pero no ahora. Defne merecía tener un momento de paz antes de enfrentarse a todo lo que dejó atrás.
Cuando llegaron a la casa de su tía Emma, Defne sintió una oleada de nostalgia. La casa no había cambiado en lo más mínimo, y al cruzar el umbral, su tía la abrazó con fuerza, emocionada de ver cómo su sobrina había crecido y florecido.
-Mírate, toda una mujer -dijo Emma, mientras le acariciaba el cabello-. Estoy tan orgullosa de ti, Defne.
-Gracias, tía. No podría haberlo hecho sin ti, sin todo lo que me apoyaste cuando más lo necesitaba -respondió Defne, sintiendo una inmensa gratitud.
Los primeros días tras su regreso fueron una mezcla de reencuentros y ajustes. Defne pasaba horas hablando con su tía y su hermano, poniéndose al día con todo lo que había sucedido en su ausencia. Nicolás, por su parte, le contaba sobre su carrera, cómo había logrado independizarse y comenzar una nueva vida lejos de la influencia de su padre. Emma, siempre atenta y cariñosa, preparaba las comidas favoritas de Defne, como si quisiera compensar todo el tiempo perdido.
Sin embargo, Defne sabía que no todo podía ser así de simple. Aunque disfrutaba esos momentos de tranquilidad, sentía en el fondo de su corazón que algo faltaba. Y ese algo era la inevitable confrontación con el pasado: Max.
A lo largo de esos cinco años, Defne había seguido adelante. Había estudiado, había viajado, y había vivido experiencias que le habían ayudado a crecer. Sin embargo, la sombra de Max siempre estaba presente. A veces lo veía en los recuerdos, otras veces en las canciones que escuchaba. Sabía que él había seguido con su vida, pero lo que no podía aceptar era que, de alguna manera, él también seguía aferrado a ella.
Una tarde, mientras paseaba por las calles del viejo barrio, Defne vio un cartel que anunciaba el próximo concierto de Max. No pudo evitar detenerse un momento, observando su rostro sonriente impreso en el cartel, rodeado de luces y promesas de éxito. Él había cumplido su sueño de convertirse en un músico famoso, y ahora parecía estar en la cima de su carrera.
El dolor regresó, aunque de una forma diferente. Ya no era la misma angustia que sintió cuando lo descubrió con Melani, pero seguía siendo doloroso. No había podido evitarlo, pero sus caminos se cruzarían inevitablemente. Sabía que tarde o temprano se encontrarían de nuevo, y ese pensamiento le inquietaba.
Aquella noche, Defne decidió compartir sus inquietudes con Nicolás. Estaban sentados en el porche de la casa de su tía, disfrutando de la calma del atardecer, cuando Defne finalmente habló.
-Vi un cartel hoy. Max va a dar un concierto aquí, en la ciudad -dijo, mirando hacia el horizonte.
Nicolás guardó silencio por un momento antes de responder.
-Sabía que este momento llegaría -dijo, suspirando-. No puedes evitarlo para siempre, Defne. Eventualmente, tendrás que enfrentarlo.
-No es solo eso -respondió Defne-. Es que... siento que no he cerrado ese capítulo de mi vida. He intentado seguir adelante, pero una parte de mí sigue atada a todo lo que pasó.
Nicolás la miró con una mezcla de preocupación y comprensión.
-¿Aún lo amas? -preguntó, aunque la respuesta parecía evidente.
Defne suspiró profundamente, sin saber exactamente cómo poner en palabras lo que sentía.
-No lo sé -dijo finalmente-. Tal vez no es amor lo que siento, sino la necesidad de entender por qué pasó todo. Por qué todo terminó así.
Nicolás asintió en silencio. Sabía que Defne necesitaba tiempo para procesar todo lo que sentía, y aunque quisiera protegerla de cualquier dolor, también entendía que algunas cosas debía enfrentarlas sola.
-Sea lo que sea, estaré aquí para ti -dijo finalmente, dándole un apretón en la mano-. No tienes que hacerlo sola.
Defne sonrió, agradecida por el apoyo incondicional de su hermano. Habían pasado por tanto juntos, y saber que siempre estaría a su lado le daba fuerzas para enfrentar lo que viniera.
Los días continuaron y Defne intentaba mantener su mente ocupada. Había comenzado a trabajar en algunos proyectos de diseño, y a menudo salía con su amiga Camille, que había viajado a la ciudad por unos días para visitarla. Sin embargo, la expectativa de reencontrarse con Max estaba siempre presente, como una sombra que no podía sacudirse.
Finalmente, llegó el día del concierto. Defne había decidido no asistir, pero sabía que su ausencia no cambiaría lo inevitable. Max estaba allí, en la misma ciudad que ella, y tarde o temprano, sus caminos volverían a cruzarse.
Y así, el regreso de Defne, lleno de promesas y de un nuevo comienzo, también traía consigo los ecos del pasado que aún debía enfrentar. Aunque estaba lista para seguir adelante, también sabía que, para poder hacerlo, debía cerrar esa puerta de una vez por todas. Y en algún lugar de su corazón, esperaba que ese encuentro, cuando ocurriera, no fuera tan doloroso como temía.
Defne y Camille habían soñado con crear algo juntas desde sus días como compañeras de cuarto en París. Lo que comenzó como pequeños proyectos de diseño, desarrollando ideas para videojuegos, había evolucionado en algo mucho más ambicioso: su propia empresa de videojuegos. Después de años de aprendizaje y crecimiento, ambas sentían que era el momento perfecto para dar el salto. Camille, con su visión de negocio, y Defne, con su talento en diseño, sabían que juntas podían crear algo innovador y exitoso. Así que, un día, mientras disfrutaban de un café, tomaron la decisión definitiva.
-Es ahora o nunca -dijo Camille, sonriendo con esa confianza característica suya-. Hemos esperado lo suficiente. Es hora de que llevemos nuestras ideas a la realidad.
Defne asintió, sintiendo un cosquilleo de emoción en su estómago. Este nuevo proyecto no solo era una oportunidad profesional; también representaba un nuevo comienzo para ambas. París había sido el lugar donde se habían encontrado, pero ahora era el momento de mudarse a la gran ciudad para lanzar su empresa.
La mudanza fue emocionante, aunque caótica. Dejaron atrás sus pequeños departamentos en París y empezaron a buscar un lugar adecuado en la nueva ciudad. Querían un espacio que no solo sirviera como oficina, sino también como un hogar temporal mientras la empresa comenzaba a tomar forma. Tras varias semanas de búsqueda intensa, encontraron un edificio en el centro de la ciudad que parecía perfecto. Estaba ubicado cerca de otras startups tecnológicas, con un ambiente moderno y lleno de energía creativa. El espacio era amplio, con grandes ventanales que dejaban entrar luz natural, algo que ambas valoraban mucho. Además, el vecindario tenía todo lo que necesitaban: cafeterías, parques, y un ambiente vibrante que las inspiraría a seguir adelante con su nuevo proyecto.
El proceso de mudanza no fue sencillo. Las cajas de equipos, muebles, y todo tipo de materiales para su nuevo espacio de trabajo se acumulaban en el pequeño camión que habían alquilado. Defne y Camille trabajaron sin descanso, organizando cada rincón de su nuevo departamento y oficina. Cada objeto que acomodaban tenía un propósito, cada rincón estaba pensado para ser un lugar de creatividad y eficiencia. No era solo un lugar físico, era el inicio de su futuro juntas como socias.
-Esto es increíble -dijo Defne un día, mientras colocaba la última caja en su lugar-. Nunca imaginé que llegaríamos hasta aquí.
Camille sonrió, levantando una ceja-. Sabía que lo lograríamos. Solo era cuestión de tiempo.
Ambas se sentaron por un momento, admirando el trabajo que habían hecho. El espacio ya comenzaba a sentirse como su hogar y como la base de operaciones de su nueva empresa de videojuegos. Lo que no sabían, sin embargo, era que el destino tenía una sorpresa preparada para ellas.
Unos días después de instalarse, mientras regresaban de una reunión con un inversor potencial, notaron a un hombre conocido que entraba en el edificio. Defne se quedó paralizada, con el corazón en la garganta. No podía creer lo que veían sus ojos. Era Max, entrando al mismo edificio donde ahora vivían y trabajaban.
-No puede ser -murmuró Defne, sintiendo una mezcla de incredulidad y tensión recorrerle el cuerpo.
Camille, que no sabía toda la historia de Max y Defne, notó el cambio en su amiga y preguntó-: ¿Todo bien?
Defne respiró hondo, tratando de calmarse. No estaba lista para explicarle a Camille todo lo que significaba ese hombre para ella, no en ese momento.
-Sí... solo que vi a alguien que no esperaba ver -dijo Defne con una sonrisa tensa, tratando de disimular.
El encuentro la tomó completamente por sorpresa. No solo estaba Max en la misma ciudad, sino que ahora vivían en el mismo edificio. Aunque habían pasado cinco años desde la última vez que lo vio, el simple hecho de saber que estaban tan cerca la descolocó. No podía evitar que los recuerdos de lo que había pasado entre ellos volvieran a su mente. Sabía que algún día podría volver a cruzarse con él, pero jamás imaginó que ese momento llegaría tan pronto, y mucho menos que compartirían el mismo espacio.
Defne decidió no decir nada más al respecto por el momento. Su prioridad era su nuevo proyecto, y no quería que nada, ni siquiera Max, la distrajera de lo que había logrado hasta ahora. Sin embargo, en el fondo sabía que eventualmente tendría que enfrentar esa realidad, tarde o temprano.
Camille, por su parte, estaba emocionada con el progreso que habían hecho. Ya tenían algunas reuniones agendadas con posibles inversores, y sus primeros proyectos de videojuegos comenzaban a tomar forma. El esfuerzo de mudarse y empezar desde cero parecía estar dando frutos rápidamente, y ambas estaban ansiosas por ver a dónde las llevaría su empresa.
-Estoy segura de que vamos a romperla en esta ciudad -dijo Camille un día mientras tomaban un descanso en una de las cafeterías cercanas-. Este es solo el comienzo.
Defne sonrió, aunque en el fondo sentía una pequeña sombra sobre ella. Sabía que Max estaba cerca, y aunque intentaba mantenerse concentrada en su nueva vida, algo en su interior le decía que ese encuentro, inevitable, llegaría más temprano que tarde.
Así, mientras ambas se concentraban en sus planes y en hacer crecer su empresa, Defne no podía evitar mirar de reojo, preguntándose si algún día volvería a cruzarse con Max en uno de esos pasillos, y qué haría cuando ese momento llegara. Sin embargo, decidió dejar de lado esas preocupaciones por ahora. Su presente estaba lleno de oportunidades, y lo que más necesitaba era enfocarse en su futuro.
La vida en la gran ciudad apenas comenzaba para ellas, y aunque el destino parecía jugar sus propias cartas, Defne estaba lista para enfrentarlo.