El sol brillaba con fuerza esa mañana, filtrándose a través de las cortinas de la habitación de Defne. Ella se despertó con una sonrisa en el rostro, recordando la noche mágica que había pasado con Max. Se sentía más viva que nunca, y el amor que compartían parecía fluir como una melodía constante en su corazón.
Cuando salió de la cama, el aroma del café recién hecho se coló en sus sentidos, guiándola hacia la cocina. Allí encontró a Max, de pie frente a la estufa, con una camisa de algodón que acentuaba su figura delgada. Tenía el cabello despeinado y una sonrisa despreocupada que hizo que su corazón latiera más rápido.
"Buenos días, hermosa," la saludó Max, girándose para enfrentarla. "Espero que tengas hambre, porque he preparado algo especial."
Defne se acercó, sintiendo la calidez de su presencia. "¿Qué es? ¿Huevos revueltos? ¿Tostadas?" preguntó, bromeando mientras se servía una taza de café.
"Algo mejor," dijo él, con un guiño. "¡Panqueques con jarabe de arce y frutas frescas!"
Defne soltó una risa, sintiéndose afortunada. "Eres un verdadero chef," lo alabó, tomando asiento en la mesa, disfrutando de la vista de Max mientras se movía con confianza por la cocina.
Mientras desayunaban, la conversación fluyó con naturalidad. Hablaron de sus sueños, de la música que amaban, de las historias que querían contar a través de sus canciones. Max le contó sobre las nuevas melodías que había estado componiendo y cómo sentía que la inspiración se había intensificado desde que estaban juntos.
"Es como si cada nota que escribo tuviera un pedazo de ti," dijo Max, mirándola a los ojos. "Eres mi musa, Defne."
Defne sintió que sus mejillas se sonrojaban, pero su corazón se llenó de alegría. "Y tú eres mi inspiración. Nunca pensé que podría sentirme tan completa con alguien," respondió, su voz suave y sincera.
La mañana se deslizó entre risas y dulces momentos, creando recuerdos que Defne sabía que atesoraría por siempre. Pero en medio de esa felicidad, una noticia inesperada comenzó a rondar en su mente.
Mientras estaban sentados en el sofá, revisando algunas de las letras que Max había escrito, el teléfono de Defne vibró en la mesa. Era un mensaje de su profesor de diseño de videojuegos, invitándola a una reunión para discutir una propuesta emocionante.
"¿Qué dice?" preguntó Max, curioso.
"Es de mi profesor. Parece que hay una oportunidad de estudiar en el extranjero," respondió Defne, con un nudo en el estómago. "Quieren que participe en un programa de intercambio en una universidad en París."
Max frunció el ceño, su sonrisa desvaneciéndose por un momento. "¿París? Eso suena increíble, pero... ¿significa que tendrías que irte?"
Defne sintió que su corazón se encogía ante la posibilidad. "Sí, sería por un año. No sé qué hacer," murmuró, sus ojos llenos de incertidumbre.
Max tomó su mano, envolviéndola con la suya. "Defne, esto es una gran oportunidad. Deberías considerarlo. Tu carrera es importante, y París... ¡Es la ciudad del amor! Además, podrías hacer un montón de contactos en la industria," dijo, tratando de ser optimista.
"Lo sé, pero..." Defne titubeó, sin saber cómo expresar lo que sentía. "¿Y nosotros? No quiero que esto afecte nuestra relación. Apenas estamos comenzando a construir algo hermoso."
Max se inclinó hacia adelante, mirándola con intensidad. "No quiero que sientas que necesitas elegir entre tus sueños y nuestra relación. Lo que tenemos es real, Defne. Te apoyaré en cualquier decisión que tomes," aseguró, su voz suave pero firme.
Las palabras de Max resonaron en el corazón de Defne, llenándola de calidez. Sabía que él tenía razón, pero la idea de estar lejos de él la llenaba de miedo. "No quiero que te alejes de mí, Max. Te necesito a mi lado," dijo, su voz temblorosa.
"Siempre estaré contigo, sin importar la distancia," prometió Max, levantándose y caminando hacia la ventana. "Podemos hacer que funcione. El amor puede superar cualquier obstáculo."
Defne lo observó, sintiendo una mezcla de esperanza y tristeza. "No sé si puedo hacerlo sin ti. No quiero perder lo que tenemos."
"Lo que tenemos es fuerte. Y si llegamos a separarnos, eso solo hará que nuestros sentimientos sean más intensos cuando estemos juntos de nuevo," dijo Max, volviéndose para enfrentarla. "Toma tu tiempo para pensar. No quiero que te sientas presionada. Pero, si decides irte, yo estaré aquí, esperando."
Defne se sintió abrumada por la generosidad de Max. Su corazón latía con fuerza mientras asimilaba lo que estaba en juego. Podía sentir que se encontraba en una encrucijada: por un lado, estaba su amor por Max y, por otro, la oportunidad que había estado esperando durante tanto tiempo.
"¿Puedo tomarme un tiempo para pensar en ello?" preguntó, sintiendo que era lo correcto.
"Por supuesto," respondió Max, acercándose a ella y tomando su rostro entre sus manos. "No importa lo que decidas, siempre estaré a tu lado. Eres lo más importante para mí."
A medida que el día avanzaba, Defne se sumió en sus pensamientos. La idea de estudiar en París era emocionante y aterradora a la vez. Sabía que esa era una oportunidad única que podría cambiar su vida, pero la perspectiva de separarse de Max era igualmente desalentadora.
Decidió salir a caminar, tratando de despejar su mente. Mientras caminaba por el parque cercano, el aire fresco la envolvió, y se sintió agradecida por el hermoso día. La brisa acariciaba su piel y las hojas de los árboles susurraban secretos a su paso.
Mientras caminaba, sus pensamientos regresaron a Max. Recordó sus risas, los momentos compartidos, y cómo él siempre había estado allí para apoyarla. La conexión entre ellos era única, y sabía que era algo que debía valorar.
Al regresar a casa, encontró a Max en la cocina, trabajando en una nueva canción. El sonido de la guitarra llenaba el aire, y Defne se sintió atraída por la música que emanaba de él. Se acercó con cuidado, disfrutando del momento.
Max la miró y sonrió. "¿Te gustaría escuchar lo que he estado componiendo?" preguntó, ajustando las cuerdas de su guitarra.
Defne asintió, sentándose en el borde de la mesa mientras él comenzaba a tocar. La melodía era suave y melancólica, y las notas parecían contar una historia de amor y anhelo.
"Es hermosa," susurró Defne, sintiendo cómo la música la envolvía. "¿Sobre qué trata?"
Max se detuvo por un momento, pensativo. "La escribí pensando en ti. Habla sobre el amor que siente una persona cuando está lejos de la persona que ama," confesó, sus ojos encontrando los de ella.
Defne sintió que su corazón se apretaba. "¿Sabes? A veces me asusta la idea de perderte," dijo, su voz llena de vulnerabilidad.
"No te preocupes. Lo que tenemos es real, y siempre lo será," aseguró Max, su mirada profunda y sincera.
Mientras continuaban hablando y compartiendo sus sueños y miedos, Defne se dio cuenta de que, a pesar de la incertidumbre, había algo inquebrantable entre ellos. Su amor era un refugio donde podía ser auténtica, sin miedo a ser juzgada.
Al caer la noche, ambos se acomodaron en el sofá, disfrutando de la calidez de la compañía del otro. "Quizás deberías considerar tu viaje a París," sugirió Max suavemente. "Pero también debes saber que estaré aquí esperándote. Siempre estaré aquí."
"Gracias por ser tan comprensivo, Max," respondió Defne, sintiéndose afortunada de tenerlo en su vida. "Lo pensaré. No quiero que esto afecte lo que tenemos, pero también quiero seguir mis sueños."
"Haz lo que sientas que es correcto. Y recuerda, yo siempre estaré en la distancia, apoyándote en cada paso del camino," dijo Max, abrazándola con fuerza.
Mientras la noche avanzaba, Defne se acurrucó contra Max, sintiendo su amor envolviéndola como un cálido abrazo. Las dudas aún persistían en su mente, pero también había una creciente certeza de que, sin importar el camino que eligiera, su amor siempre sería su ancla.
Defne cerró los ojos, dejándose llevar por la tranquilidad de ese momento. Los recuerdos que compartían se mezclaban con las promesas de un futuro incierto, pero en su corazón sabía que juntos podían enfrentar cualquier desafío.
Al día siguiente, Defne se despertó con la mente aún revuelta por la conversación de la noche anterior. La propuesta de su profesor la había dejado pensativa, y sentía que debía aclarar todas sus dudas. Decidida, se vistió rápidamente y se dirigió a la universidad, donde el aire fresco de la mañana parecía alentar su determinación. Al llegar, se encontró con su profesor, un hombre mayor que siempre había mostrado interés en sus habilidades y que la había motivado a explorar su pasión por el diseño de videojuegos. Se saludaron y se sentaron en su oficina, donde las paredes estaban decoradas con carteles de juegos famosos y bocetos de proyectos anteriores. Defne expuso sus inquietudes sobre la oferta: las implicaciones de mudarse a París, el tiempo que tendría que estar lejos de Max, y cómo afectaría su relación. Su profesor, con paciencia, le explicó las ventajas del programa, el renombre de la universidad y las oportunidades de networking que podría aprovechar. "Esto no es solo una experiencia académica, Defne; es una inversión en tu futuro," dijo con entusiasmo, alentándola a ver el panorama más amplio. Las palabras resonaron en la mente de Defne mientras regresaba a casa, llenándola de esperanza pero también de ansiedad.
Al llegar a su hogar, una sensación inquietante la invadió. Las paredes del pequeño departamento parecían más opresivas que nunca. Cuando abrió la puerta, el sonido de gritos resonó en el aire, y su corazón se detuvo un instante. Corrió hacia la sala de estar y se encontró con una escena que la dejó paralizada: su padre estaba de pie, furioso, golpeando a su hermano Nicolás, que estaba en el suelo, intentando protegerse. La ira de su padre era una sombra aterradora, una fuerza destructiva que Defne había temido durante años. "¡Déjalo en paz!" gritó, sintiendo que la adrenalina corría por sus venas. Su padre, sorprendido por la interrupción, se volvió hacia ella, sus ojos llenos de rabia y desprecio. "¿Y tú qué sabes? ¡Eres una inútil!" le respondió, pero Defne no iba a retroceder. La imagen de su hermano sufriendo ante la brutalidad de su padre encendió una chispa de valentía en ella. "No tienes derecho a hacerle esto, papá. ¡Basta!" gritó, y se acercó a Nicolás, que apenas podía levantarse del suelo.
Nicolás, con el rostro ensangrentado y la mirada llena de dolor, le sonrió débilmente, como si su presencia fuera el alivio que tanto necesitaba. La tensión en la sala aumentó, y el enfrentamiento entre su padre y Defne se intensificó. "¡Eres una deshonra! ¿Qué crees que estás haciendo? ¡Estás interrumpiendo una lección de disciplina!" bramó su padre, su voz retumbando en las paredes. Defne sentía que su mundo se desmoronaba a su alrededor. Había crecido con el miedo y la impotencia de no poder hacer nada, pero esta vez estaba decidida a no dejar que la injusticia prevaleciera. "No estoy aquí para seguir tu camino. ¡Estoy cansada de esto! Nicolás no hizo nada para merecer esto. ¡Tú eres el verdadero problema!" la desafiaba, sintiendo cómo el coraje crecía dentro de ella. El silencio que siguió fue aterrador. El enfado de su padre se tornó en confusión, pero la determinación de Defne no vaciló. Ella sabía que debía proteger a su hermano, y, a pesar del miedo que la invadía, se plantó frente a él, dispuesta a enfrentar lo que viniera.
La confrontación fue intensa, y en un momento de desesperación, su padre desvió su ira hacia Defne, propinándole un golpe. El impacto la sorprendió, pero en lugar de dejarse vencer, se defendió con furia. Golpeó su brazo y, en una explosión de rabia y coraje, gritó: "¡No más! ¡No puedes seguir así!" Su padre, atónito ante su resistencia, retrocedió un paso, su expresión cambiando de rabia a confusión. Este pequeño triunfo llenó a Defne de determinación. Nicolás, aún en el suelo, la miraba con admiración y miedo. "Defne, no lo hagas..." murmuró, pero ella sabía que no podía retroceder.
El enfrentamiento llegó a su fin cuando el padre, incapaz de soportar la mirada desafiante de su hija, abandonó la habitación con un rugido de frustración. Defne se arrodilló junto a Nicolás, su corazón latiendo con fuerza mientras examinaba las heridas en su rostro. "¿Estás bien?" le preguntó, su voz temblando. Él asintió, aunque las lágrimas brotaron de sus ojos. "Esto no puede seguir así," dijo Nicolás, y en ese momento, ambos comprendieron que necesitaban escapar de esa situación.
Defne tomó la decisión de dejar la casa, aunque solo fuera por un tiempo. "Vamos a casa de tía Emma," le sugirió, su voz firme. Nicolás la miró, aún con miedo. "¿Crees que estará bien?" preguntó, pero Defne ya estaba segura de su decisión. "Es lo único que podemos hacer. Necesitamos un lugar seguro donde descansar y curar nuestras heridas." Sin perder más tiempo, recogió algunas cosas esenciales para ambos y, con Nicolás a su lado, salió de la casa. El aire frío de la calle les dio un alivio momentáneo, y mientras caminaban, Defne sintió que la presión en su pecho comenzaba a disminuir.
Al llegar a la casa de tía Emma, el hogar siempre acogedor y cálido les recibió con los brazos abiertos. La tía Emma, una mujer de gran corazón y sabiduría, notó inmediatamente que algo no estaba bien. "¿Qué pasó, queridos?" preguntó, su voz llena de preocupación mientras los miraba con detenimiento. Defne, con lágrimas en los ojos, explicó lo sucedido. "Papá..." comenzó, pero las palabras se le atragantaron en la garganta. "Estaba golpeando a Nicolás, y cuando traté de defenderlo..." Su tía, al escuchar, abrió los brazos y los abrazó con fuerza. "No estás sola, mis amores. Aquí siempre encontrarán refugio," dijo, acariciando sus cabezas mientras ellos se aferraban a ella, sintiendo el calor de su apoyo.
La tía Emma los llevó a la cocina, donde preparó una infusión caliente para tranquilizarlos. Mientras esperaban, Defne se sentó al lado de Nicolás, quien parecía más calmado pero aún herido. "No tienes que preocuparte, Nicolás," le dijo con suavidad, "tía Emma nos cuidará. Estaremos a salvo aquí." Ella sabía que debían tomarse el tiempo para sanar, tanto física como emocionalmente.
Después de un rato, la tía Emma les curó las heridas con un cuidado maternal que les devolvía un poco de paz. Mientras aplicaba un ungüento en la mejilla de Nicolás, Defne observó el gesto tierno de su tía. "Tío debe estar preocupado por ustedes," dijo tía Emma, sonriendo con amabilidad. "No quiero que se sientan culpables por estar aquí. Este hogar es tanto de ustedes como mío." Las palabras de su tía la conmovieron, y Defne se sintió agradecida por tener a alguien que los apoyara en esos momentos oscuros.
Mientras la tarde avanzaba, Defne no podía evitar pensar en Max. Se preguntó cómo estaba y si entendería su decisión de alejarse, aunque solo fuera temporalmente. En medio de su tristeza, una pequeña chispa de esperanza comenzó a crecer en su interior. Sabía que la situación en casa era insostenible, pero también que había oportunidades esperando por ella, y que la decisión de irse podría ser el primer paso para un futuro mejor.
Finalmente, al caer la noche, Defne se sintió lo suficientemente fuerte como para hablar con Nicolás. "Vamos a hacer una lista de lo que queremos lograr mientras estamos aquí," propuso, queriendo enfocar su energía en algo positivo. Nicolás asintió, y juntos comenzaron a planear cómo aprovechar el tiempo con su tía Emma. Mientras hablaban y compartían risas, el peso de la situación anterior comenzaba a desvanecerse, y por primera vez en mucho tiempo, Defne sintió que había tomado la decisión correcta. Estar con su tía Emma, rodeados de amor y apoyo, les brindaba la esperanza que tanto necesitaban.