Mi Fanática Favorita: El Ritmo del Destino
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Capítulo 9 Amores Perdidos

El tiempo pasó lentamente para Defne tras el incidente con la entrevista de Max. A pesar de que su vida en París parecía ir viento en popa, con sus estudios avanzando y la compañía de su compañera de cuarto, Camille, algo dentro de ella permanecía roto. Las palabras de Max, que resonaron a través de la televisión, la perseguían constantemente. Cada vez que cerraba los ojos, recordaba esa confesión pública que la había dejado temblando: "El único amor de mi vida se fue, y desde ese momento solo espero su vuelta...

mi fanática favorita." Aquel "amores perdidos" era más que una frase; era la dolorosa realidad que la atormentaba.

Defne intentaba concentrarse en sus estudios, esforzándose por hacer que su vida continuara con normalidad. Pero cada mañana, cuando se despertaba en su pequeña habitación parisina, se encontraba con el cuaderno que Max le había regalado, ese que había decidido llevar consigo a París a pesar del dolor que le provocaba. Se sentía atrapada entre dos mundos: el que había dejado atrás y el nuevo que intentaba construir.

Una tarde lluviosa, mientras Defne trabajaba en su último proyecto para la universidad, Camille entró en la habitación con una sonrisa traviesa.

-¿Tienes un momento para hablar? -preguntó, dejándose caer en el borde de la cama de Defne.

-Claro, ¿qué sucede? -respondió Defne, dejando a un lado su computadora.

Camille suspiró y sacudió la cabeza con una mezcla de alegría y preocupación.

-Es sobre el amor. Estaba pensando en cómo el amor a veces parece una broma cruel, ¿no crees?

Defne se tensó al escuchar esas palabras. No estaba preparada para hablar de amor, no después de todo lo que había vivido con Max.

-Supongo que sí -respondió evasivamente.

-Bueno, es solo que estaba pensando en ti, Defne. Siempre trabajas tan duro, siempre tan enfocada, pero me pregunto si realmente has dejado tu pasado atrás. Me doy cuenta de que nunca hablas de tu familia, de tus amigos allí... o de algún chico -añadió Camille, sonriendo con picardía.

Defne intentó disimular la incomodidad que esas palabras le provocaban. Sabía que Camille tenía buenas intenciones, pero el tema era demasiado doloroso para tratarlo de manera casual. Sentía que su corazón aún estaba roto, dividido entre el dolor y la confusión.

-No es tan fácil como parece -dijo Defne, eligiendo sus palabras cuidadosamente-. Dejé muchas cosas atrás cuando vine a París. Tal vez cosas que nunca debí traer conmigo.

Camille la miró con simpatía y tomó su mano.

-Lo que sea que haya pasado, siempre estaré aquí para escucharte. Solo quiero que sepas que no tienes que cargar con todo ese peso sola. Si necesitas hablar de ello, lo que sea... estoy aquí.

Defne sonrió agradecida, pero la tristeza en sus ojos era palpable. Sentía que Camille era la única persona en su vida que la comprendía en ese momento, pero también sabía que su amiga no podía entender completamente el dolor que llevaba dentro. El amor perdido, el traicionado, esos recuerdos eran suyos y de nadie más.

Esa noche, mientras el silencio invadía el pequeño apartamento que compartía con Camille, Defne se dejó llevar por la melancolía. Recordó los momentos con Max: las risas, las confesiones, el amor que habían compartido. Se preguntaba si él también estaría pensando en ella mientras abrazaba a su hija recién nacida. Una hija que llevaba su nombre, algo que no dejaba de sorprenderla y dolerle al mismo tiempo. ¿Por qué Max la había nombrado así? ¿Era una manera de mantener su recuerdo vivo o simplemente una cruel ironía?

Al día siguiente, mientras caminaba por las calles de París bajo la lluvia, los recuerdos seguían acosándola. Cada esquina, cada rincón de esa hermosa ciudad le recordaba lo lejos que estaba de casa, pero también lo lejos que estaba de su antiguo yo. Había crecido, había cambiado, pero ¿había sanado realmente?

Entró en una pequeña cafetería cercana a su universidad, buscando refugio del frío. Pidió un café y se sentó en una mesa junto a la ventana, observando cómo las gotas de lluvia se deslizaban por el cristal. Cerró los ojos por un momento, permitiéndose sentir la tristeza que había estado reprimiendo durante tanto tiempo.

-Es difícil, ¿verdad? -escuchó una voz familiar a su lado.

Abrió los ojos y vio a Camille sentada frente a ella, con una mirada comprensiva. No sabía cuándo su amiga había llegado, pero su presencia la reconfortó de alguna manera.

-No tienes que decirme qué es, pero puedo ver que algo te está consumiendo -dijo Camille suavemente-. Todos hemos perdido algo en la vida, Defne. Amores, sueños, esperanzas... pero eso no significa que no podamos encontrar algo nuevo.

Defne dejó escapar un suspiro largo, sabiendo que Camille tenía razón. Quizás era hora de aceptar que el amor que había tenido con Max estaba perdido, y que aferrarse a él solo le traería más dolor.

-A veces me pregunto si fue real, ¿sabes? -murmuró Defne-. Si todo lo que compartimos fue solo una ilusión.

Camille la miró con ternura, su mano sobre la de Defne.

-El amor siempre es real, aunque no dure para siempre. Lo importante es lo que haces con esos recuerdos. Puedes dejarlos arruinarte o usarlos para crecer.

Defne asintió lentamente, sintiendo que las palabras de Camille llegaban a lo más profundo de su corazón. El dolor aún estaba allí, pero tal vez, solo tal vez, había una manera de seguir adelante sin olvidar, pero sin que esos recuerdos la consumieran.

Esa tarde, mientras regresaba a su apartamento, Defne tomó una decisión. No podía seguir escapando de su pasado, pero tampoco podía dejar que la definiera. El amor que había perdido con Max siempre sería una parte de su historia, pero no tenía por qué ser el final.

Max, por su parte, continuaba su ascenso en la música. Su fama crecía, y con ella, la presión y las responsabilidades. Las entrevistas, los conciertos, la vida pública... todo parecía ir mejor de lo que había imaginado. Pero en los momentos de soledad, cuando las luces se apagaban y el público se iba, Max se encontraba mirando la cuna de su hija, pensando en Defne. ¿Dónde estaba? ¿Qué estaría haciendo? ¿Lo había olvidado completamente?

Max había ganado fama y reconocimiento, pero lo había perdido todo con Defne. Su hija era lo único que lo mantenía conectado con la realidad, pero incluso así, sentía que había perdido lo más importante de su vida: el verdadero amor. Ahora todo lo que podía hacer era esperar... esperar que, de alguna manera, el destino los volviera a unir.

Y mientras Defne caminaba por las calles de París, con el cuaderno de Max en su bolso, no podía evitar preguntarse si alguna vez volvería a cruzarse con él. ¿Podría algún día sanar las heridas de su corazón y encontrar un nuevo comienzo? O tal vez, como tantos otros amores perdidos, Max solo sería un recuerdo más en su vida, uno que llevaría siempre en lo más profundo de su alma, pero al que nunca volvería.

Los amores perdidos dejaban cicatrices, pero también abrían la posibilidad de nuevos comienzos. Y en ese momento, Defne decidió que era hora de dejar que esas cicatrices sanaran.

Cuando Defne regresó al departamento que compartía con Camille, sintió una pesada carga en su pecho que le impedía respirar con normalidad. El eco de los recuerdos y las palabras de Max en la entrevista aún resonaban en su mente, y cada vez que trataba de olvidarlas, volvían con más fuerza. Sabía que no podía seguir guardando todo aquello para sí misma. El peso de ese amor perdido, de la traición, del dolor, era demasiado para cargar sola. Y entonces, decidió que era hora de compartir su historia, de abrir su corazón y permitir que las heridas, esas que había ocultado durante tanto tiempo, finalmente comenzaran a sanar.

Al entrar en el departamento, Camille estaba en la pequeña cocina preparando té, su rutina habitual cada tarde. Al escuchar la puerta, se volvió y le sonrió a Defne, pero al ver la expresión seria en su rostro, supo que algo estaba mal.

-Defne, ¿estás bien? -preguntó Camille, acercándose con preocupación.

Defne asintió, pero sus ojos reflejaban una profunda tristeza. Tomó aire lentamente, intentando encontrar las palabras adecuadas.

-Camille... creo que es hora de que te cuente algo -dijo con voz quebrada.

Camille dejó la tetera a un lado y se sentó en el sofá, invitando a Defne a hacer lo mismo. Se preparó para escuchar, notando que su amiga estaba al borde de un colapso emocional, algo que nunca había visto en ella hasta ahora. Defne siempre había sido reservada sobre su pasado, y Camille nunca había querido presionarla. Pero sabía que esta era una oportunidad crucial para que Defne pudiera liberar aquello que la estaba destrozando por dentro.

-No sé por dónde empezar... -murmuró Defne, frotándose las manos nerviosamente-. Todo esto, todo lo que soy ahora, está marcado por lo que dejé atrás, y no he sido capaz de seguir adelante realmente.

Camille la miró con comprensión y le dio un suave apretón en la mano.

-Empieza por donde quieras, estoy aquí para escucharte. No tienes que cargar con esto sola -le dijo con voz tranquila y alentadora.

Defne tomó aire profundamente y cerró los ojos por un momento. Los recuerdos inundaron su mente, volviendo a esos días de juventud, cuando conoció a Max, cuando pensó que había encontrado el amor verdadero. Poco a poco, comenzó a hablar, a relatar lo que había sido su vida antes de llegar a París, empezando desde el principio.

-Cuando estaba en mi país, conocí a un chico. Su nombre es Max -empezó a decir, con la mirada perdida en algún punto del pasado-. Nos conocimos en el barrio donde crecí. Era diferente a cualquier otra persona que hubiera conocido. Me hacía sentir especial, me hacía sentir que todo era posible. Nos enamoramos... o al menos eso pensé yo.

Camille escuchaba en silencio, notando la lucha interna que cada palabra representaba para Defne. No la interrumpió, dándole el espacio necesario para desahogarse.

-Al principio, todo era perfecto. Pasábamos horas hablando, riendo... Me hizo sentir que podía escapar de todo lo que me atormentaba, especialmente de mi hogar, donde las cosas no estaban bien. Mi relación con mi padre siempre fue difícil, y Max era mi refugio -continuó Defne, su voz temblando ligeramente.

Camille no pudo evitar fruncir el ceño. Sabía que Defne había tenido problemas familiares, pero jamás había escuchado tantos detalles.

-Pero todo cambió una noche -prosiguió Defne, bajando la vista-. Max me traicionó. Lo encontré en la cama con otra mujer... con Melani.

La voz de Defne se quebró al mencionar aquel nombre, y Camille puso una mano en su hombro, tratando de darle apoyo. El dolor que llevaba guardado era palpable, y Camille podía sentir cómo cada palabra era como una daga que atravesaba el corazón de su amiga.

-Esa noche fue la peor de mi vida -continuó Defne, tragando saliva con dificultad-. Sentí que todo se desmoronaba. Intentó explicarme que había sido un error, que me amaba... pero yo no podía escucharle. La traición fue demasiado grande, y no podía quedarme allí, no después de eso.

Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Defne, pero no hizo nada por detenerlas. Se había contenido durante tanto tiempo, y ahora, finalmente, se permitía sentir todo lo que había estado reprimiendo.

-Tomé una decisión en ese momento. Me fui de su lado, de todo lo que conocía, y acepté una beca para venir a París. Pensé que si me alejaba, si dejaba todo atrás, podría sanar, podría olvidarlo. Pero ahora sé que no es tan fácil.

Camille la observaba con una mezcla de tristeza y admiración. Defne había sido fuerte, había intentado reconstruir su vida, pero había cargado con el dolor en silencio durante demasiado tiempo.

-Y ahora... ahora él tiene una hija. Una hija con esa mujer. -Defne esbozó una sonrisa amarga-. Lo peor de todo es que le puso mi nombre... Defne. No sé si eso es un castigo o si es su manera de recordarme. Pero lo que más me duele es que, después de todo, él sigue diciendo que me ama, que soy su 'fanática favorita'.

Camille la abrazó con fuerza en ese momento, sin decir una palabra. Sabía que las palabras no eran suficientes para consolar a su amiga. Todo lo que podía hacer era estar allí, ofrecerle su apoyo incondicional y dejar que Defne se desahogara.

Después de un largo rato en silencio, Defne finalmente se separó del abrazo y secó sus lágrimas. Sentía que un enorme peso se había aligerado de su corazón. Contarle todo a Camille no haría desaparecer el dolor, pero era un primer paso hacia la sanación, hacia aceptar su pasado y seguir adelante.

-Gracias por escucharme -dijo Defne con voz entrecortada-. Nunca había contado todo esto a nadie... y creo que lo necesitaba.

-No tienes que agradecerme nada -respondió Camille con una sonrisa cálida-. Eres mi amiga, y estaré aquí para ti siempre, en las buenas y en las malas.

Defne sonrió levemente, sintiendo un atisbo de alivio. Aunque aún quedaba mucho camino por recorrer, el simple hecho de haber compartido su historia ya era un gran paso hacia su recuperación. Camille la había escuchado sin juzgarla, y eso era todo lo que necesitaba en ese momento: alguien que la comprendiera y la apoyara.

La tarde se desvaneció en silencio, pero el aire entre ellas se sentía más ligero. Defne sabía que el dolor no desaparecería de un día para otro, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que podría encontrar la manera de seguir adelante, de sanar. Y con Camille a su lado, sabía que no tendría que hacerlo sola.

            
            

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