La lluvia caía sin piedad sobre la ciudad, transformando las calles en ríos de agua que se deslizaban entre las aceras. Los coches avanzaban despacio, sus faros iluminando el camino en medio de la penumbra. Era un día gris, uno de esos días que parecían arrastrar consigo la tristeza, como si el cielo mismo llorara la pérdida de algo que nunca volve
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