Capítulo 7 7

Me cambié de ropa, me vestí con un jean y una blusa. Comí el último pastel dulce y me tomé toda el agua que quedaba, solo dejé un paquete de papitas fritas. La comida me dio vigor y pensé con discernimiento. Hice un inventario de lo que tengo, de lo que me sirve y de lo que debo tirar. Deseché dos pares de tacones, una minifalda, un vestido, dos blusas y un maravilloso libro. Me dolió desprenderme de mis cosas. Solo guardé la ropa interior, una blusa y un jean que me protegerá de las ramas.

Tengo el reloj que es muy importante, es como un tesoro en esta selva; acá en este sitio es vital saber la hora. Me lo quité y lo guardé en el bolso para evitar que se dañe por el contacto con las ramas. También cuento con un pequeño espejo que es muy valioso, me sirve para mirarme y ser consciente de mi identidad. Tengo una mochila que al sentirla a mis espaldas, me hace sentir ocupada y me recuerda que tengo familia y sueños por vivir. Poseo mi maquillaje en un estuche, lo no me sirve de nada, pero jamás lo votaría, prefiero morir con él. Mi celular está que se apaga, tiene poca carga eléctrica en su batería, espero más adelante poder estar en mi casa y ver todas las fotos que tomé de la naturaleza y los animales.

Escuché ruidos y aleteos, me di cuenta de que no estoy sola. Miro hacia el frente y hay varios gallinazos en el suelo y otros en algunas ramas. Dan la impresión de ser una comunidad reunida planeando las labores del día. Miré uno a uno su apariencia y los asocié con algo tétrico. Ni siquiera parece que les importe mi presencia, pero solo el hecho de contemplarlos tan cerca de mí, me hizo estremecer; es como si me enviaran un mensaje subliminal de muerte, lo que a mi parecer resulta demasiado perturbador. Agarré mi morral y me largué de allí con premura. Me encuentro muy nerviosa, definitivamente hoy debo salir de la selva, ya me siento agotada, y los tenis se están despegando por la parte de la suela. Un día más y quedaré a merced de la jungla y de la locura de mi mente. Es en estas situaciones cuando uno imagina muchas formas de morir, y llegué a la conclusión de que las peores formas son resultar quemado o perecer de hambre en la selva. Eso me hace reflexionar en cuanto a que morir de un infarto fulmínate, debe ser hasta maravilloso por lo rápido en comparación con las muertes descritas.

Repentinamente me quedé estática, mi cuerpo no obedecía a mis impulsos de querer ganar camino, de tratar de encontrar una salida a mi deprimente situación de perdida en una selva tupida, todo se borró ante mis ojos y cuando apareció la luz una extrañeza ocurría. Desde aquel sitio donde me encontraba inmóvil podía contemplar un suceso aciago que sucedía con una parejita. Era como si contemplara una película allí, en medio de una vegetación extensa y de una soledad sin límites: "Era un sábado soleado y tranquilo, de los que solemos llamar un bonito día. Camilo y Alexia, quienes ya tenían dos años de ser novios, decidieron ir a pescar y además pasar la noche acampando a la orilla del río. Organizaron los elementos necesarios: una carpa pequeña, una cobija, alimentos, dos cañas de pescar y sus respectivas carnadas. Se desplazaron en la moto de Camilo hasta una distancia de doce kilómetros. Dejaron el vehículo guardado en casa de su tío Reinel y se adentraron hacia el río. Camilo llevaba en su espalda el grande morral y Alexia, las dos cañas de pescar y una pequeña bolsa con pasabocas en las manos. Llegaron a una zona que estaba despoblada de árboles y el suelo tenía poca maleza, allí descargaron las cosas y en el lugar más plano, procedieron a instalar la carpa

Mientras exploraban el lugar, Camilo descubrió una gran colonia de hormigas rojas. Se detuvo a observar cómo trabajaban colectivamente y le dio curiosidad de saber hasta dónde se desplazaban, porque ellas tenían su propio camino, era un barro limpio; lo que indicaba que tenían tiempo de recorrerlo. Si se analizaba bien parecía una diminuta carretera. Unas salían de la colonia para desplazarse a otro destino, y otras venían de ese destino desconocido hacia la colonia.

-Alexia ven acá. Mira lo que acabo de descubrir -gritó Camilo.

-¡Increíble! Son millones de hormigas -Ella también se admiró y las observó.

-Instalamos la carpa muy cerca de ellas -dijo Camilo algo inquieto.

-Sí, estamos como a cinco metros, pero no es problema, ellas tienen su propia vía determinada y donde estamos no interferimos -afirmó Alexia.

Camilo hizo un rodeo observando la colonia, se agachó para mirar bien las cavidades, luego acompañó un poco a las hormigas en su recorrido, viendo que la mayoría venían cargadas con trozos de pequeñas hojas. Sin ninguna aparente razón, comenzó a caminar sobre las hormigas interrumpiendo su tranquilidad y aplastando a muchas en cada pisada. Alexia en vez de desconcertarse por su mal comportamiento, le pareció muy divertido y también se le unió. Ambos brincaban y competían por sobrepasar al otro, para seguir aplastando a las hormigas. Los pequeños insectos, que al principio se desplazaban en una línea recta, se dieron cuenta de que su trabajo había sido alterado. Trataban de huir saliendo del camino y corriendo por la maleza, pero las pisadas de los chicos eran implacables y miles quedaron muertas y otra gran cantidad, heridas.

-Mira, mi tenis tiene una suela de hormigas -le dijo Camilo a Alexia, levantando suficientemente la pierna derecha para mostrarle la cantidad de hormigas adheridas a su suela

-El mío tiene más que el tuyo, creo que es por el material de la suela que se han quedado pegadas.

-Suficiente de juegos, vamos a hacer una pequeña fogata y a organizar las carnadas para pescar -exclamó Camilo.

-¡Bien! Pero primero limpiémonos los zapatos en esta maleza -dijo Alexa frotando fuerte los zapatos en las pequeñas ramas.

Cada uno pisó fuerte en la maleza y así se desprendieron muchas hormigas, pero no todas. En el recorrido de los cinco metros hasta la carpa quedaron más hormigas, unas muertas y otras heridas. Ellos llegaron y se sentaron un rato a conversar para luego, sin afán, comenzar a organizarse para la pesca. Mientras tanto en el hormiguero todo era un caos, las hormigas, usando sus instintos de preservación, se comunicaron por medio de sus antenas móviles y sus feromonas. Inmediatamente pararon la jornada de trabajo. Las que quedaron vivas corrieron a avisar a las que están dentro de la colonia y permanecieron escondidas. Había miles de hormigas inmóviles y en completo silencio.

Después de un rato de desazón y desesperanza, sucedió algo fuera de toda lógica y contra todo orden evolutivo. Un macho soldado que estaba recostado a una pared, comenzó a vibrar y sus antenas se movían como hélices. En ese momento en su mini cerebro sucedió un cambio radical. Obtuvo un conocimiento millones de veces más complejo e inteligente del que tenía antes. Miró a su alrededor y vio a todo su pueblo y raza afligido y como dormido, padeciendo el dolor de la destrucción que acababan de vivir. Se preguntó si él fue el único que había logrado ese cambio en su estructura cerebral, y descubrió que efectivamente era el único.

Después pensó si habría alguna posibilidad de poder trasmitir sus nuevas habilidades y conocimiento a los demás, y decidió intentarlo. Pasó por el lado de varios soldados machos haciendo contacto con sus antenas, de inmediato ellos recibieron una descarga de energía y sus apéndices se alteraron también como hélices veloces. Estos hicieron lo mismo con los demás y en cuestión de una hora, toda la colonia había adquirido los mismos poderes del primer macho soldado. Las hormigas en una sola voz lo eligieron como líder y lo llamaron Tayel. Este reunió a toda la colonia, la cual se dispuso a sus órdenes.

Tayel salió con varios soldados machos y varias obreras, a explorar lo que había quedado de la destrucción y se enteró de que había muertos y heridos en el camino y afuera en la maleza. Siguieron la dirección de Camilo y Alexia, por las hormigas heridas y aplastadas que ellos dejaron en cada paso; estas habían segregado feromonas específicas para avisar a las otras del cruel ataque del que habían sido víctimas. De forma sigilosa llegaron hasta ellos y encontraron a los dos humanos en una especie de vivienda pequeña; la carpa. En ese instante Alexia estaba comiendo una hamburguesa y tomando un refresco, y gritó:

-¡Ay! Me picó una maldita hormiga -se levantó y de su trasero arrancó la hormiga y la pisó.

-Eso te pasó porque no limpiaste bien los zapatos -dijo Camilo riéndose de ella.

Después de este descubrimiento, Tayel y el pequeño grupo regresaron a la colonia para tomar decisiones. El líder volvió a reunirlos a todos, quienes lo escucharon con atención.

-Han muerto miles de individuos de nuestra raza y no fue por lluvias, algún árbol caído ni enemigos de otras colonias; fueron dos humanos que propiciaron la matanza -lo dijo y los miró a todos esperando que alguien interviniera.

Una hormiga reina de nombre Mayel tomó la palabra:

-Ya que tú sabes dónde están los dos humanos, organiza un plan para la venganza de nuestra raza.

Toda la colonia gritó enardecida y dispuesta para la guerra. Tayel reclutó a todos los machos soldados y a las obreras mayores y menores; machos y hembras sin importar la casta. Dejó a algunos soldados al cuidado de varias hormigas reinas, y de los huevos y las crías, También dejó soldados cuidando el almacén de los alimentos. Tayel hizo poner en fila a todos los que quedaron disponibles para la lucha, y fueron más de dos millones.

-Mucha atención. Vi que un guerrero nuestro antes de morir, picó a un humano que se afectó y gritó mucho. ¿Saben qué significa eso?

-Significa que si muchos de nosotros picamos a un humano, podemos destruirlo -respondió la reina Mayel.

-Eso quería escuchar. Ahora pongan mucha atención a la forma en que nos vamos a organizar, para salir al ataque lo más pronto posible.

Tayel hizo que se repartieran en cinco grupos. Cada grupo estaba encabezado por los soldados machos, seguidos por las obreras adultas, y por último las más jóvenes y novatas. Hizo un plan muy elaborado, apreciando todas las posibilidades de fuga o de peligro de los humanos. Dio la orden de que cada grupo tomara la mínima distancia con el siguiente y rodeara en círculo, completamente varios metros a la redonda el lugar donde se encontraban los humanos. Tayel dio la orden de salir, y todos se despidieron de las reinas y de los pocos soldados que quedaron en la colonia, porque sabían que habría nuevas pérdidas de vidas; pero estaban dispuestos a arriesgarlas con el propósito de recuperar la paz para los que quedaran vivos. Hubo un lúgubre silencio impuesto donde se miraron unos a otros, sabiendo que quizá esa sería la última vez. Emprendieron el camino y cuando estuvieron casi a un metro de distancia de la carpa, los cinco grupos rodearon todo el espacio a varios metros a la redonda; donde terminaba un grupo comenzaba el otro. Cubrieron todo el lugar sin dejar un espacio de suelo donde no hubiese una hormiga. Tayel dio la orden de avanzar hacia los dos humanos.

Camilo y Alexia estaban recostados en una esterilla, escuchando música a bajo volumen desde uno de sus celulares, conversando muy románticos y comiendo de los pasabocas que habían llevado. Alexia ya se había cambiado la ropa con la que llegó, se había puesto unos shorts y una pequeña blusa, y estaba sin zapatos. Camilo estaba con una pantaloneta y también sin zapatos. La chica sintió un cosquilleo en los pies y luego en la cabeza, iba a hablar, pero exteriorizó un grito de terror. Al mismo tiempo Camilo también gritó.

-¡Nos invadieron las hormigas! -exclamó Alexia preocupada.

-¡Sacúdete con esta toalla! -exclamó Camilo y se la entregó mientras él, desesperado, se pasaba las manos por todo el cuerpo.

Ambos se pusieron de pie. En el primer instante poco se asustaron, porque pensaron que era algo sin importancia y que solo era cuestión de sacudirse las entrometidas hormigas. Pero estas parecían que se multiplicaban subiendo por sus cuerpos y parecían atizadas desde el infierno. Los cubrieron de pies a cabeza en cuestión de milésimas de segundo. Se dieron cuenta de que eran miles y aparecían por todos lados. Ya no daban abasto para quitárselas del cuerpo, y cada hormiga los picaba de manera feroz. Sentían un terrible dolor y algunas picadas eran más dolorosas, según la parte del cuerpo como los labios, el cuello y los genitales. Alexia se tiró al suelo y se revolcaba de dolor. Camilo, en su desesperación, tuvo una gran idea.

            
            

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