Las horas transcurrían lentamente en el confinamiento forzado de Ariana. Había perdido la noción del tiempo, y cada rincón de la habitación lúgubre donde la retenían le resultaba sofocante. Su única compañía era el sonido de una gota que caía rítmicamente desde una cañería, un detalle aparentemente insignificante que, en medio de la quietud, se con
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