La tensión en la habitación era palpable, cargada con el peso de los años de traición y sufrimiento. Alejandro estaba allí, frente a Daniel, sosteniendo el arma con una determinación helada y un brillo de odio en sus ojos. Daniel, inmóvil, intentaba encontrar un punto débil, una abertura que le permitiera desarmarlo antes de que fuera demasiado tar
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