De heredera a empecinada
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Capítulo 3

El rostro de Kalia se retorció de ira, pues las palabras de Charlotte habían dado en el blanco.

"¡Perra!", gritó, con su compostura cuidadosamente construida desmoronándose. "¡Te crees mucho mejor que yo!".

Charlotte vio el desenfreno en los ojos de la mujer y decidió marcharse. Después de todo, la confrontación no tenía sentido.

Sin embargo, Kalia no había terminado. De repente, se abalanzó para arañarle la cara.

El asunto fue que Charlotte la esquivó con facilidad. Entonces, Kalia, impulsada por su propio ímpetu, tropezó y su tacón se enganchó en el dobladillo del vestido. Con un grito de sorpresa, cayó sobre el suelo de piedra.

El estruendo resonó en el balcón y, de repente, todas las miradas se centraron en ellas.

En un instante, Bryant llegó allí y pasó corriendo junto a Charlotte sin mirarla, arrodillándose y tomando a Kalia en brazos.

"¡Kalia! ¿Estás herida?", preguntó, con voz entrecortada por el pánico y la preocupación.

La mujer rompió a llorar, en una magistral interpretación de la inocencia agraviada. "¡Ella lo hizo, Bryant! ¡Me llamó parásito y luego me empujó!".

Él levantó la cabeza y miró a Charlotte con furia. "¡Tráiganla aquí!", ordenó a uno de sus guardias de seguridad.

Este la escoltó de vuelta al salón de baile, donde ahora era el centro de un círculo silencioso que la juzgaba.

"¿Qué te pasa?", gruñó Bryant, con el rostro sombrío. "¿No puedes dejarla en paz por una noche? ¿Tienes que ser tan mezquina, tan celosa?".

La multitud murmuraba, y sus miradas pasaron de la compasión al desprecio, pues se habían creído la mentira.

Sin embargo, Charlotte mantuvo la cabeza alta y la voz firme. "Yo no la empujé. Ella me atacó y se cayó".

Afirmó: "Primero me insultó, Bryant". Su tono se mantenía uniforme.

"Luego intentó pegarme", continuó. "Y tropezó con sus propios pies".

Tras escucharla, Kalia sollozó con más fuerza en los brazos del hombre. "Yo no... Yo no intenté golpearla. Y ella debió hacerme tropezar", susurró, tergiversando la verdad con práctica facilidad. "Bryant, por favor, no te enfades con ella. Estoy segura de que no quería hacerlo".

Su falsa súplica de clemencia no hizo más que reforzar la convicción del hombre. Ahora veía a Charlotte como la agresora, la prometida celosa que arremetía.

"Discúlpate con ella", le ordenó, con voz baja y peligrosa. "¡Ahora mismo! O te juro que haré que te arrepientas".

La exigencia era tan absurda, tan totalmente desconectada de la realidad, que Charlotte casi se echó a reír. ¿Disculparse? ¿Con la mujer que había orquestado su paliza?

"No", dijo, con voz firme. "No me disculparé por algo que no hice".

El rostro de Bryant se endureció en una máscara de pura rabia. "De acuerdo", siseó. De repente, la agarró del brazo y la arrastró hacia el balcón, empujándola hacia el borde. "Tienes dos opciones. Discúlpate o haré que mis hombres te tiren".

El aire de la noche era frío contra su piel. Abajo, las calles de la ciudad eran una caída vertiginosa. En este punto, una oleada de miedo la invadió.

"Bryant, no puedes hablar en serio", susurró, con voz temblorosa. "Ella hizo que me golpearan en nuestra propia casa y no hiciste nada. Ahora, por esto, ¿me matarás?".

El marcado contraste entre la reacción de él ante las lágrimas falsas de Kalia, y su desdén por la agresión física real que sufrió Charlotte, quedó suspendido en el aire.

En ese momento, Kalia soltó un suave gemido y se desvaneció en los brazos de Bryant, con los ojos cerrados. Se había desmayado.

Por supuesto, toda la atención del hombre volvió a centrarse en ella. Su rabia contra Charlotte fue sustituida por una preocupación frenética por su amante. "¡Kalia! ¡Kalia, despierta!", llamó, levantándola en brazos con cara de terror. Mientras se daba la vuelta para llevarla al médico, lanzó una última mirada venenosa a Charlotte.

"Tírenla", ordenó a sus guardias.

El mundo se tambaleó, sin que la mente de ella pudiera procesar las palabras. No, él no podía decirlo en serio. ¡No podía!

Al instante, los guardias se dirigieron hacia ella, con rostros impasibles, y la agarraron por los brazos.

Entonces ella cayó.

El impacto fue una explosión de dolor abrasador. En realidad, aterrizó en el tejado de la terraza, un piso más abajo, pero fue suficiente. Al hacer contacto, oyó un crujido nauseabundo de su pierna rota.

Con eso, se le nubló la vista, pues el dolor la consumió por completo. Lo último que vio antes de perder el conocimiento fue la imagen de Bryant, con Kalia en brazos, desapareciendo en la noche sin mirar atrás.

Tiempo después, se despertó en la cama de un hospital. Todo se veía de un blanco borroso, con un olor antiséptico de fondo.

Mientras tanto, dos enfermeras cuchicheaban junto a la puerta.

"Es ella, la prometida de Bryant Barnes".

"Lo sé. Pero él ha estado aquí toda la noche en la habitación del fondo del pasillo. No se separa de esa mujer".

"Debe amarla de verdad".

Charlotte cerró los ojos, con una risa amarga y silenciosa atrapada en la garganta.

Estaban hablando de Kalia.

En ese momento, por fin comprendió. No era que Bryant fuera incapaz de amar. Sí que podía hacerlo. Era solo que no la amaba a ella. Por la persona que quería, movería montañas, perdonaría cualquier pecado y destruiría a cualquiera que se interpusiera en su camino.

Y por la que no, la dejaría rota y sangrando sobre un frío tejado de piedra sin pensárselo dos veces.

            
            

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