"Mientras no le hagas daño a Kalia, me da igual lo que hagas", dijo él, con voz condescendiente. Luego sacó su chequera. "Todo esto fue... un malentendido. Di tu precio. Te compensaré por las molestias".
Una risa, seca y sin alegría, escapó de los labios de la mujer. "¿Compensarme? ¿Cómo puedes ponerle precio a casi morir congelada, Bryant? ¿Cómo se compensa a alguien por su vida?".
Haciendo una pausa, levantó la vista, y sus ojos se clavaron en los de él. "Solo dime una cosa. ¿Por qué me odias tanto? ¿Qué hice para que me desprecies?".
Él guardó silencio. Por un momento, ella vio que algo parpadeaba en sus ojos: un destello de culpabilidad, tal vez. Pero entonces sonó el celular del hombre. Era Kalia.
En un segundo, su rostro se suavizó, y miró el reloj. "Tengo que irme".
Luego se levantó y se puso la chaqueta. Ni siquiera se despidió. Su secretaria apareció un momento después, con un cheque en blanco en la mano.
"El señor Barnes me dijo que rellene esto por la cantidad que considere oportuna", dijo en un tono monótono.
Charlotte se quedó mirando el cheque y luego la puerta vacía donde había estado Bryant. Lo último de su esperanza, lo último de su dolor, se convirtió en cenizas.
"Dile al señor Barnes que no quiero su dinero. Solo quiero que esté en mi gala de cumpleaños. Puntual", respondió, con voz clara y fría.
Pondría fin a su farsa de compromiso delante de todos. Era la única compensación que necesitaba.
Ahora bien, después de recuperarse, Charlotte retomó su trabajo. AURA fue su creación, un símbolo de su independencia. Era una Glover, heredera de una dinastía, pero AURA era solo suya. La había construido desde cero, y ahora era un actor importante en el mundo de la moda y la tecnología.
Por eso, puso toda su energía en el próximo lanzamiento de su nueva colección. Controló cada detalle del desfile, asegurándose de que todo fuera perfecto.
Y así fue. El desfile fue un triunfo. Las luces, la música, los diseños... todo fue perfecto.
Pero entonces, su mundo se vino abajo.
Una hora después de que la última modelo abandonara la pasarela, Internet estalló. El hashtag #AURAplagiadora era tendencia en todo el mundo.
Una diseñadora independiente desconocida acusaba a la compañía de robarle toda su colección.
Charlotte se quedó atónita. "Eso es imposible. Todos los diseños son originales. Nuestro equipo trabajó en esto durante un año".
Pronto, su equipo de relaciones públicas se puso manos a la obra, identificando el origen de la campaña: una entrada de blog de la diseñadora, llena de "pruebas", es decir, bocetos extrañamente similares a los diseños finales de AURA. La publicación fue amplificada por un ejército de cuentas automatizadas e influencers.
Aquella diseñadora se llamaba Kalia Barron.
Charlotte se quedó mirando la pantalla, y se dio cuenta de que se trataba de algo frío y repugnante. Kalia había estado en su casa, en su despacho. Debía de haber robado los archivos preliminares del diseño.
Poco después, llegó el golpe final. Una publicación del propio Bryant Barnes, con un enlace que direccionaba al blog de Kalia. "Orgulloso de ver el verdadero talento recibiendo el reconocimiento que merece. Siempre apoyen a los artistas originales".
Él estaba involucrado. Estaba ayudando a Katie a destruir lo único que era verdaderamente suyo.