Después envió una foto de ella y el hombre, con su brazo envuelto protectoramente alrededor de ella. "No se ha separado de mí".
Charlotte miró las imágenes, con el corazón entumecido, como una piedra pesada en el pecho. Sin embargo, no las borró. Las guardó todas, ya que eran su combustible.
Finalmente, le dieron el alta en una mañana gris y lluviosa. Mientras firmaba los últimos papeles, vio a Kalia al otro lado del vestíbulo, con un aspecto saludable y engreído. Charlotte la ignoró, y salió con la pierna enyesada y muletas para moverse.
Cuando llegó a casa, Bryant la estaba esperando con una expresión furiosa.
"¿Dónde está?", le preguntó con voz helada.
Charlotte estaba confundida. "¿Quién?".
"No te hagas la tonta conmigo", gruñó él. "Kalia ha desaparecido. Los videos de seguridad del hospital muestran que fuiste la última persona que la vio".
Por supuesto, pensó que ella le había hecho algo a Kalia. Aun después de casi matarla, él seguía creyendo que Charlotte era la villana.
La injusticia de todo aquello era casi cómica.
"No tengo ni idea de dónde está", dijo Charlotte, con voz grave.
"¡No estoy de humor para tus juegos!", espetó él, acercándose. "No se trata de un diseño robado ni de una discusión insignificante. Su seguridad está en juego".
Haciendo una pausa, la agarró del brazo y sus dedos se clavaron en su piel. "Si le pasa algo, te lo haré pagar. Desearás haber muerto en esa terraza".
Un escalofrío recorrió a la mujer, sabiendo que lo decía en serio. Era capaz de cualquier cosa cuando se trataba de Kalia.
"No sé dónde está", repitió, con la voz quebrada.
En este punto, la paciencia de Bryant se agotó. De repente, la arrastró, con muletas y todo, hasta la cavernosa bodega del sótano del edificio. El aire era gélido y las paredes estaban llenas de botellas polvorientas.
"Te quedarás aquí hasta que estés preparada para decirme la verdad", le dijo él, con la voz resonando en el frío espacio.
Luego cerró la pesada puerta de un portazo y la cerradura hizo clic.
El frío penetró el cuerpo de Charlotte casi de inmediato, ya que aún estaba débil por las heridas y solo llevaba un suéter delgado. Al instante, se acurrucó en un rincón, temblando violentamente. Le castañeteaban los dientes, y el dolor de la pierna se agudizaba con el frío.
Pasaron las horas. La habitación estaba cada vez más fría, ya que Bryant había bajado la temperatura. De hecho, empezó a formarse escarcha en los estantes metálicos. Pronto, su piel se tornó de un pálido mortal, luego de un púrpura moteado. Asimismo, sus movimientos se volvieron lentos, y sus pensamientos desorientados.
Cada pocas horas, la puerta se abría y Bryant se quedaba allí, silueteado a contraluz.
"¿Dónde está?".
Ella se limitaba a sacudir la cabeza, con la mandíbula demasiado rígida por el frío para formar palabras. Pero al mirarlo, sus ojos enrojecidos se llenaban de un desafío silencioso y obstinado.
Mientras tanto, el rostro de Bryant se ensombrecía con cada visita, y volvía a bajar la temperatura.
En un punto, Charlotte sintió que el corazón se le ralentizaba, que respiraba a bocanadas, poco profundas y heladas. Sí, iba a morir ahí, por un crimen que no había cometido. Por una mujer a la que él amaba más que a la vida de ella.
La puerta se abrió por última vez.
"Esta es tu última oportunidad, Charlotte", dijo, con un gruñido grave en la voz. "Dime dónde está o cerraré esta puerta para siempre".
Ella lo miró, y lo vio en sus ojos: un odio profundo y duradero. Quería que muriera.
Una sola lágrima se congeló en su mejilla. Ya estaba demasiado débil para mover la cabeza, así que solo pudo emitir un débil suspiro.
Él lo tomó como una negativa final. "Bien", siseó, y empezó a cerrar la puerta.
Pero entonces, alguien lo llamó desde el pasillo. "¿Bryant? ¿Qué haces aquí abajo? Hace mucho frío".
Era Kalia.
Apareció en la puerta, envuelta en un lujoso abrigo de piel. "Tuve un pequeño fin de semana de spa con las chicas", dijo, haciendo pucheros. "Mi celular se descargó. ¿Si me extrañaste?".
Con sus palabras, lo abrazó por el cuello. Bryant se quedó inmóvil, con la mano en la puerta. Miró fijamente a Kalia y luego a la figura medio congelada de Charlotte, acurrucada en el suelo.
Entonces le devolvió el abrazo a la chica, desesperado y aliviado, como si ella fuera un tesoro que casi había perdido.
Mientras tanto, Charlotte los observaba, con una sonrisa amarga e irónica rozando sus labios helados. Finalmente, la oscuridad la consumió.
Se vio en un vacío negro y silencioso, una pesadilla que se reproducía en bucle. Volvía a ser una niña pequeña que perseguía a un joven Bryant y lo tomaba de la mano. Él se volvía, con el rostro frío y desdeñoso, y la apartaba. Una y otra vez, la apartaba.
Tiempo después, se despertó llorando. Estaba de nuevo en una cama de hospital. Bryant estaba allí, sentado a su lado, sosteniendo el celular de ella. Al instante, una llamada entrante iluminó la pantalla.
Él contestó. "¿Diga?".
Escuchó un momento, con una expresión ilegible. Cuando colgó, su rostro se llenó de confusión y sospecha.
"¿Quién era ese?", preguntó él, con voz extraña. "Dijo que estaba confirmando los preparativos... para la gala de tu cumpleaños".