Género Ranking
Instalar APP HOT
Escapando de la jaula: Me casé con su peor enemigo
img img Escapando de la jaula: Me casé con su peor enemigo img Capítulo 5
5 Capítulo
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
Capítulo 16 img
Capítulo 17 img
Capítulo 18 img
Capítulo 19 img
Capítulo 20 img
Capítulo 21 img
Capítulo 22 img
Capítulo 23 img
Capítulo 24 img
img
  /  1
img

Capítulo 5

La niebla en mi mente comenzó a disiparse en parches, revelando islas de claridad en un vasto mar gris.

Una semana después, deambulaba por la biblioteca, un fantasma en mi propia casa.

Dante me mantenía confinada en la finca, afirmando que era para mi "recuperación", pero su solicitud se sentía más como contención.

Me trataba como un explosivo volátil que podría detonar si se manejaba bruscamente.

En un estante alto, inalcanzable sin esfuerzo, encontré un libro encuadernado en cuero. Un álbum de fotos.

Lo bajé y lo abrí.

Había una foto de una niña -yo- doblando una grulla de papel. Un niño -Dante- la observaba, sus ojos conteniendo una profundidad de adoración que dolía físicamente mirar.

Entonces, el dolor golpeó.

No fue un sonido, sino una punzada de agonía que atravesó mi sien como un clavo.

Un recuerdo se abrió paso a la superficie:

Dante, con sus manos cálidas, ofreciéndome la grulla de papel. -Para ti, Elena. Para siempre.

Luego, la mentira condicionada se estrelló contra él:

Un hombre sin rostro, entregándome dinero frío. -Por la chica. Para siempre.

Las dos realidades chocaron violentamente. Mi cerebro hizo cortocircuito.

El álbum se me escapó de los dedos entumecidos. Caí al suelo, jadeando por aire mientras la convulsión sacudía mis dientes, estremeciendo los cimientos de las mentiras con las que me habían alimentado.

Duró un minuto, quizás dos. Cuando los temblores cesaron, quedé sudorosa y débil, pero la niebla se había despejado lo suficiente.

Recordé.

Recordé el amor. Recordé la traición. Recordé el yate.

Recogí el álbum, apretándolo contra mi pecho, y lo escondí debajo de mi camisa.

Supe entonces, con una claridad aterradora, que tenía que morir. Elena Montenegro tenía que dejar de existir, o Dante la mataría lentamente por el resto de su vida.

Me dirigí a la recámara principal. Necesitaba recursos.

Unas voces provenientes del baño me detuvieron en seco.

-¿Cuándo lo vas a anunciar? -la voz de Sofía. Impaciente, aguda.

-Pronto -respondió Dante, su tono uniforme-. El Consejo necesita ver estabilidad. Una Renovación de Votos. Les mostrará que somos fuertes.

-¿Una Renovación de Votos? -se burló Sofía-. ¿Con esa... vegetal?

-No -dijo Dante-. Contigo.

Me congelé, el aliento atascado en mi garganta.

-Pero no soy tu esposa -dijo Sofía, su voz bajando, sensual y peligrosa-. Todavía.

-Lo presentaremos como una ceremonia de unidad -explicó Dante, el estratega tomando el control-. Elena se hará a un lado. Será la Dama de Honor. Demostrará que se ha arrepentido. Demostrará que acepta su lugar debajo de ti.

Me tapé la boca con la mano para ahogar el grito que se formaba en mi pecho.

No solo me estaba reemplazando.

Iba a exhibirme frente a todo el mundo de la mafia, obligándome a verlo jurar su vida a la mujer que había destruido la mía.

Retrocedí, silenciosa como una sombra, y corrí a la habitación de invitados.

Cerré la puerta con llave y fui directamente a la estantería.

Saqué una pesada Biblia del estante y la abrí por el compartimento hueco en el lomo, un truco que mi padre me había enseñado antes de morir.

Dentro había un teléfono desechable.

Marqué un número que había memorizado hacía una vida, una secuencia de dígitos susurrada entre las esposas del hampa como una oración.

-El Limpiador -respondió una voz distorsionada.

-Necesito una extracción -susurré, mi voz temblorosa pero firme-. Nivel 5. Borrado total.

-Eso es caro, Sra. Montenegro.

-Tengo acceso a las cuentas en las Caimán -dije rápidamente-. Puedo transferir cinco millones en criptomonedas en una hora.

-Hecho. ¿Cuándo?

-La Ceremonia de Renovación -dije-. En tres días. Habrá caos. Fuegos artificiales.

-Estaremos listos.

Terminé la llamada y caminé hacia el espejo.

Miré a la mujer que me devolvía la mirada. Estaba pálida, delgada, atormentada.

Pero sus ojos estaban secos.

¿Dante Montenegro quería un espectáculo? Le daría uno.

Incendiaría su mundo hasta los cimientos, y lo dejaría de pie entre las cenizas sosteniendo nada más que un fantasma.

-Sí, Dante -susurré a la habitación vacía.

-Acepto mi lugar.

Sonreí. Era una expresión aterradora, desprovista de calidez.

-Seré la mejor Dama de Honor que hayas visto en tu vida.

Anterior
            
Siguiente
            
Descargar libro

COPYRIGHT(©) 2022