Género Ranking
Instalar APP HOT
Escapando de la jaula: Me casé con su peor enemigo
img img Escapando de la jaula: Me casé con su peor enemigo img Capítulo 8
8 Capítulo
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
Capítulo 16 img
Capítulo 17 img
Capítulo 18 img
Capítulo 19 img
Capítulo 20 img
Capítulo 21 img
Capítulo 22 img
Capítulo 23 img
Capítulo 24 img
img
  /  1
img

Capítulo 8

Dante POV:

La música del órgano creció, reverberando contra el techo abovedado de la Catedral Metropolitana de Monterrey.

Cientos de ojos estaban sobre mí. Los jefes de las familias más poderosas. Los políticos en mi nómina. Todos estaban aquí para presenciar la supuesta "unidad".

Sofía estaba en el altar. Su brazo estaba vendado, un accesorio calculado para recordar a todos la supuesta locura de Elena. Se veía hermosa.

Pero para mí, parecía una extraña.

-¿Aceptas tú, Dante Montenegro, a esta mujer...? -comenzó el sacerdote.

Sentía el pecho apretado, como si una banda de hierro constriñera mis pulmones. Una sensación de que algo estaba mal me arañaba la garganta. Toqué el bolsillo donde guardaba la grulla de origami de Elena, un hábito que no podía romper, un talismán contra la mentira que estaba viviendo.

De repente, un murmullo recorrió las bancas.

Luego un jadeo.

Me di la vuelta.

Las enormes pantallas instaladas para transmitir la ceremonia parpadearon violentamente. La imagen del escudo de nuestra familia se desvaneció en una oleada de estática.

En su lugar apareció un video. Imágenes granuladas, con poca luz.

Era Sofía. Pero no la mujer recatada que estaba frente a mí. Esta mujer llevaba cuero, bailando en un tubo en un club que reconocí al instante como una fachada de los rusos.

El video cambió a ella sentada en un reservado con un hombre. Un conocido Capo rival.

-Joderse a Montenegro es demasiado fácil -reía la mujer en la pantalla, hojeando un fajo de billetes-. La esposa no es un problema. ¿Y el Don? Está cegado por su propia culpa. Tendré los códigos en un mes.

El silencio descendió sobre la catedral. Pesado. Sofocante.

Miré a Sofía.

Su rostro se había drenado de todo color. Parecía una rata atrapada.

-¡Es un deepfake! -chilló, su voz quebrándose-. ¡Es Elena! ¡Ella hizo esto!

Mi teléfono vibró en mi bolsillo. Luego el teléfono del Capo en la primera fila. Luego el de todos, una cascada de zumbidos que ahogó el órgano.

Lo saqué.

*URGENTE: EXPLOSIÓN EN EL HOSPITAL SAN JOSÉ. ALA VIP DESTRUIDA.*

El mundo dejó de girar.

El ala VIP. Habitación 302.

No miré a Sofía. No miré al sacerdote.

Corrí.

Corrí por el pasillo, empujando a los invitados confundidos. Salí de las pesadas puertas y me lancé a mi coche.

-¡Al hospital! -le grité al conductor-. ¡Vamos!

Atravesamos la ciudad a toda velocidad. El humo ya era visible, una columna negra ahogando las estrellas.

Cuando llegamos, era un infierno. Los bomberos luchaban contra las llamas, pero el tercer piso no era más que un esqueleto de acero carbonizado.

-¡Elena! -rugí, tratando de pasar el cordón policial.

-¡Señor, no puede entrar ahí! -gritó un policía, agarrándome.

Lo aparté de un empujón. -¡Mi esposa está ahí dentro!

-¡El techo se derrumbó, señor! ¡Nadie sobrevivió en el tercer piso!

Me congelé.

No.

No podía estar muerta. Era Elena. Era la luz. No se puede matar a la luz.

Un bombero salió del humo, con el rostro manchado de hollín. Llevaba una bolsa de plástico de evidencia.

-Encontramos esto en los escombros de la habitación 302 -le dijo a su capitán, su voz sombría-. Sobrevivió al calor.

Vi el brillo del metal.

Le arrebaté la bolsa de la mano.

Dentro había un anillo de diamantes. *El* anillo. El engaste personalizado que yo mismo había diseñado. El platino estaba deformado, retorcido por una fuerza inimaginable, pero el diamante era inconfundible.

-No -susurré.

Mis rodillas golpearon el asfalto.

El rugido del fuego se desvaneció. Las sirenas se desvanecieron.

Todo lo que podía oír era el sonido de mi propio corazón haciéndose un millón de pedazos.

Anterior
            
Siguiente
            
Descargar libro

COPYRIGHT(©) 2022