Me llamo Clara, actualmente tengo veintidós años y estoy realizando un curso de postproducción y VFX, más conocido como: efectos especiales. Realizo esta formación tras quedarme fuera de la lista de acceso a estudiar animación 3D, por esa razón y porque mi pareja me ha alentado a que no decaiga mi ánimo ante eso, él sabía que podía con todo lo que me propusiera. Eso decía muchas personas de mi entorno, pero me costaba creérmelo, mucho.
Las personas cercanas a mí creían que esta formación la estaba haciendo por amor al arte pues, el horario era algo extraño, desde las tres de la tarde hasta las nueve de la noche y solo los días martes, jueves y sábados. Pero los sábados, por normas del recinto del curso, debía ser por la mañana, de nueve de la mañana a una de la tarde, ¿Quién en su sano juicio iba a levantarse un sábado temprano solo para asistir a clase? ¡Efectivamente! Esa era yo. Era entretenido y suponía todo un reto para mí.
Para ir cada día a estas clases, cogía dos autobuses hasta llegar al edificio correspondiente, era un paseo largo pero ameno. Me ponía mis auriculares y me sumergía en mi mundo, en mis pensamientos, estaba sola conmigo misma. Suelo hacerlo, es casi costumbre hundirme en mi mente cuando el autobús va muy cargado de personas, pero era normal pues a las tres de la tarde todo el mundo regresaba a sus casas o empezaba algún turno de trabajo o estudios.
El turno de la tarde de la formación era tranquilo, me recordaba a mi época estudiando ilustración, que era casi el mismo horario. Llegaba de emoción en mi interior sin mostrarlo en mi exterior, mi intención siempre se expresaba a la hora de tomar apuntes o editar planos. Era maravilloso. Así fue día tras día, una rutina que sobrellevaba gracias a mi chico, él era mi equipo, sí, mi equipo.
Él trabajaba como animador 3D, yo estudié ilustración, amábamos el mundo de la animación y el dibujo. Ambos podíamos notar cuando nos brotaba la pasión por la boca cuando se trataba de hablar de nuestros campos, parecíamos compenetrados, tanto que soñábamos con vivir juntos al fin y poder montarnos nuestro propio estudio en una sala común. ¿Llegaría algún día a cumplirse esa escena?
Un día como otro cualquiera, me encuentro en el segundo autobús para llegar a mi formación, -Esto está terriblemente lleno- pensé en mi cabeza, -He tenido suerte de que he conseguido sentarme y tener algo de espacio con el asiento continuo- reafirmé en mis palabras la sensación de comodidad en la soledad. Pero eso duró poco, sentí una lanza atravesar sin piedad mi pecho, mis ojos no daban crédito a lo que veía.
Ahí estaba, acercándose entre la multitud del autobús, era imposible que me hubiese visto desde la entrada hasta donde me situaba. Podría casi jurar que era una broma pesada del destino la escena que presenciábamos ambos. -¡Vaya, eres tú!- dijo él con un tono de asombro y alegría, se sentó a mi lado sin pensarlo dos veces, yo seguía procesando todo, pero me tocaba responder. -¡Eres tú!- dije atónita, -¿Q-Qué ha sido de ti?¿Cómo es que estás aquí?¿No se suponía que...? Te hacía en Madrid.- brotaron de mí muchas preguntas.
Milo estaba a mi lado, como en los viejos tiempos, pero eso no debía suceder. Ambos decidimos caminos diferentes y aceptamos la distancia, pero no, allí se encontraba. Podía palparle, mirarle a los ojos y notar como su voz inundaba desde mis oídos hasta mi cabeza, pero debía disimular mi sorpresa a toda costa o parecería una loca. -Sí, sí... Debería estar en Madrid pero, no salió como esperaba. Así que regresé.- su explicación era sincera, quizás porque se notaba como intentaba resumir muchos acontecimientos en unas breves frases, -Pero me alegro mucho de verte.- culminó. -Yo también, me alegra verte. De verdad.- ¡Sí demonios! Me alegraba mucho de verle, quería darle un abrazo pero estaba próxima a mi destino.
Lo supe en cuanto me percaté, a través del cristal, en la zona donde me encontraba, pero se me fue tan rápido la noción del tiempo que no apreté el botón de "parada solicitada". Me apresuré con la mirada a ver si ya estaba pulsado, para mi tranquilidad: lo estaba. -Mi parada es la siguiente- aclaré, -Así que creo que es el momento de despedirme, otra vez.- mi tono resultó calmado, algo nostálgico pero con un toque de humor al final, no quería que fuese tan amargo un momento que me parecía dulce. -¡Oye! Puedes agregarme a Instagram- su rapidez me sorprendió, quizás vio que llevaba el móvil a mano y hoy en día es más rápido buscar a alguien por una red social que guardar un teléfono de contacto. -¡Claro!- exclamé a la vez que abría apresuradamente la aplicación.
Los nervios me hacían ser algo torpe, pero llegué a la parte de buscar usuarios en Instagram. Él me deletreó su usuario y enseguida lo comencé a seguir. El autobús se detuvo, miro y es mi parada, Milo se levanta para cederme el paso y con una sonrisa, -Me alegro de verte- me despido. Todo fue muy efímero, pero la sensación de haber vivido un momento tan dulce, jamás se me borrará de la memoria.