Llegó uno de esos domingos en los que mi chico aparecía por mi casa, buceé en mis recuerdos, en aquellas veces que él y yo habíamos fantaseado con la idea de vivir juntos, ¿habría llegado a esta situación aún viviendo con él? Una parte de mí se convenció de una fácil y accesible afirmación interna. ¿Qué hubiese cambiado viviendo juntos? De igual forma habría sacado tiempo para ir de copas con sus amistades, habría sacado tiempo para ver a sus hermanas y hermanos, los cuales tenían su vida hecha con sus matrimonios y sus hijos, cosa de la que nosotros carecíamos.
No estábamos casados, pese a los años de relación, tampoco teníamos hijos, pese a que no nos desagradaba la idea. Pero la relación empezaba a ser insostenible si no teníamos un pilar común por el cual luchar ambos a capa y espada, todo lo contrario, empezábamos a ser dos desconocidos que coincidían ocasionalmente para tener sexo y seguir con nuestras vidas, nuestras metas, nuestros sueños.
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Posaba mis manos en sus rodillas, miraba a sus ojos, quería hablar: pero no podía. No había forma, en un momento de pausa abrí mi boca para poder gesticular unas palabras, aunque fuesen unas sílabas, pero de pronto sentí sus labios arrebatándome la palabra y consumiéndola en su boca, con su lengua, con sus gruesos labios. Acto seguido, se apartó de mí poniéndose en pie, me sugirió con su mano que me pusiese en pie como él, tan rápido como pudo me puso contra el pollo de la cocina. Esta posición hacía que me inclinase un poco, casi siendo unos noventa grados, sin embargo con su mano guía el puente que se forma entre la espalda y la cadera, haciéndome poner mi culo en pompa y listo para ser vulnerado sin ningún consentimiento.
Todo iba demasiado deprisa, notaba como de excitado estaba pues sus exigencias de actuación era muy rápidas, al igual que tras colocarme a su gusto, vuelve a besarme para en ese mismo instante, sin haberme percatado, introducirme su miembro en mi vagina. Pude sentir como de pronto toda mi cavidad comenzó a dilatar a medida que su pene iba penetrando más en mi interior. Quería gemir por inercia, pero no podía, habían familiares cerca de donde nos encontrábamos, soltar mis gemidos significaba una escena incómoda, así que tuve que reprimirme. ¿Alguna vez habéis sentido que las palabras os ahogan? ¿Las lágrimas? Me sucede con los gemidos, me sienta muy mal no poder soltar lo que mi cuerpo siente, sin embargo...
...ahí estaba, siendo follada por mi pareja, yo simplemente me sentía abusada sexualmente, vacía, carente de sentimientos, quería soltar unas lágrimas al darme cuenta de que me sentía un objeto. Y así, tan rápido como empezó: acabó. Tras encontrar su satisfacción, me obvió, obvió mi presencia mientras miraba la hora en su móvil, pendiente de poder alcanzar el autobús más próximo hasta su casa. Se percató de que en pocos minutos pasaba uno, se despidió con un beso en la frente y bajando desenfrenadamente las escaleras vi como se marchó. - ¿Ya se fue? - pregunta mi madre tras verme llegar a la zona de las habitaciones, - Sí, ya se fue... - dije casi sin voz, esquivando la mirada de mi madre para no tener que empezar a dar sucintamente una explicación de la breve estancia de mi pareja.
Llegué a mi habitación, me miré al espejo, me miraba con odio, porque no podía creer que me dejase tratar de esa forma. Un impulso invadió mi cuerpo, la rabia me consumía, necesitaba sentir algo por muy efímero que fuese, por muy poco, una dosis podría valerme para equilibrar todo el tiempo que él estuvo en mi casa. Cogí mi móvil, ojeé la galería de fotos, no era la primera vez que buscaba en ella la mejor fotografía, así que, encontré una de ellas. ¿Alguna vez habéis enviado una foto sugerente y sensual a vuestra pareja? No soy una persona que le emocione especialmente sacarse fotos en cueros.
Siempre he sentido que la mente es muy perversa, nos hace imaginar cosas donde no las hay y eso es crear, la imaginación es la herramienta de creación en nuestros pensamientos, pero para que eso suceda, debe haber un detonante. Por ello, mis fotos me mostraban de forma sutil con algo de ropa interior, y no cualquier ropa interior, siempre buscaba colores que destacaran mi piel, encajes que dejaran ver su forma en el borde, algo de transparencia como ayudante visual para el espectador, diseño que favoreciera la forma voluptuosa de mis caderas, mis nalgas. Sin embargo, aunque en mi cabeza tenía mil visualizaciones de mi cuerpo envuelto en pequeñas prendas de diseño, solo podía acudir a mis recursos más accesibles. ¡Los espejos son grandes aliados! Gracias a ellos podía visualizarme muy bien desde atrás.
¡Oh, sí! Así era la foto, en un formato vertical, el espejo visualiza a la perfección mi pequeña pero sinuosa espalda, desde los diminutos hombros formando una perfecta línea en la espalda para abrir paso en la abundancia de mis nalgas, dibujo que se formaba con un culotte de encaje negro que dejaba mitad de cada una de ellas al aire y la otra cubierta. - Esta vez, la malvada seré yo. - dije en voz baja, dejando que la Clara de la oscuridad, de las noches perversas y lascivas, se apoderara de mí lentamente cual veneno entrando en mis venas, pero en esta ocasión, lo hacía en mi cerebro. Sin pensarlo mucho, envié la foto a Kaili, me daba absolutamente igual lo que pensara de mí en ese momento, solo necesitaba su reacción.
A los pocos minutos me contesta impresionado con tal entrega visual, casi podría notarse una mezcla de vergüenza, ansias, agradecimiento. Era normal, acababa de prender un fósforo y estaba dejando que se consumiera el tiempo que durara la velada nocturna, - Por favor... - me replica Kaili por el chat, - ...quiero más. -