Liz estaba poniendo en orden unas cuantas carpetas, absolutamente concentrada en la acción que estaba realizando porque cuando escuchó aquella profunda voz que le habló, literalmente se le erizó cada vello del cuerpo.
-Es hora de que comas.
Liz levantó lentamente la mirada para encontrarse de lleno con unos profundos ojos azules que la miraban fijamente.
-Es...está bien. -Titubeo Liz con voz una voz tiritona.
Era bastante obvio el hecho de que ella aún estaba nerviosa y avergonzada por lo sucedido en la mañana. Así que lo último que Liz deseaba era dar otra mala impresión.
* * *
[Horas antes...]
Después de haberse presentado, Gabriel la hizo pasar a su oficina.
Liz se asombró al ver el cambio de personalidad que tuvo Gabriel. De ser una persona grosera con mirada despectiva, pasaba a ser una persona bastante profesional. Sin embargo, debía de admitir que aquella expresión indiferente no cambiaba tanto a como se veía cuando estaba molesto.
"Este es mi final, me va a despedir. Aunque no me puede despedir ya que técnicamente aun no comienzo a trabajar". Pensó la chica de ojos verdes con un nudo en la garganta. "Hay Dios mío, ¿Por qué tuve que abrir la boca?"
Las manos de Liz comenzaron a sudar y sin darse cuenta surgió ese hábito de jugar y piñizcares las manos para calmarse, a tal grado que uno de sus dedos comenzó a sangrar un poco.
Gabriel, quien no le había prestado la más mínima atención, lo hizo justo para ver cómo parpadeaba sin cesar y adoptaba la imagen de un ciervo herido. "Me da la sensación de que la estoy intimidando", Pensó él. No obstante, se apresuró a deshacer aquellos pensamientos que no eran propios de la situación. Debía concentrarse en cosas más importantes, como el hecho de ver si la joven que estaba frente a él merecía ser despachada a su casa o darle una segunda oportunidad.
Gabriel pasó una de sus manos por su oscuro cabello y suspiró. No tenía caso ponerse a pensar demasiado en la situación, ya que todo lo que estaba sucediendo había sido consecuencia de su mal genio, no era justo para la muchacha pagar por algo que él mismo había ocasionado al comportarse de forma grosera.
Una minúscula sonrisa se instaló en sus labios al recordar la actitud que adopto Liz ante la situación. Hacía tiempo que no tenía ánimos de sonreír, pero quiso hacerlo al recordar su enfrentamiento con Liz. A diferencia de su aparente timidez no se quedó callada y escogió responder con la misma actitud que había recibido de él, y eso, aunque no quisiera admitirlo, le había gustado.
Gabriel, a sus veintiocho años, jamás había recibido ese tipo de actitud, tal vez sí, pero solo por parte de su familia, con quienes compartía un fuerte vínculo. Nunca pensó que una extraña muchacha como aquella vendría a ponerlo en su lugar.
Sonrió internamente.
Ella sin titubear o pensarlo dos veces se atrevió a mirarlo fijamente a los ojos y sostenerle la mirada pese a que su cuerpo parecía querer huir.
Ella había mantenido esa actitud determinada mientras le contestaba con un tono diferente al de la complacencia. Gabriel era consciente de que ahora era un completo adulto y dueño de una empresa que generaba millones de dólares. Y quizás, solo quizás, debido a eso había olvidado un poco como era ser una persona, ya que, desde hace años en ese recinto se hacía lo que él decía. Sus deseos y ordenes eran absolutas, ya sean personas jóvenes o mayores y ni hablar de las mujeres. Esas criaturas sedientas de su atención eran las peores, actuando como animales sumisos. Pero aquello era algo en lo cual no le gustaba pensar. Sin embargo, volviendo a esa pequeña cierva herida... Ella no había dudado en hablarle como a un igual, desafiándolo. Debía admitir que esa pequeña jovencita tenía agallas.
-Mi secretaria te dio Las indicaciones de lo que debes hacer ¿verdad?
Liz lo había contemplado con sus verdes ojos muy abiertos.
"¿Acaso escuché mal?" Fue todo en lo ella que pudo pensar.
La joven procesó esas palabras muy lentamente. ¿No la correría? ¿Se quedaría con el trabajo? Liz dejo escapar un largo suspiro y una gran sonrisa iluminó su rostro.
Gabriel frunció el ceño al ver su radiante sonrisa. Ella era extraña, y sin duda no sabía que podía sonreír de aquella manera.
-¡Sí! Ella me dejó todo muy claro-Liz sonó más entusiasmada de lo que le hubiera gustado. -Incluso tengo una guía con todo lo que necesito saber.
-Entonces ya puedes retirarte- la voz de Gabriel no era áspera ni molesta, pero si seria. -Ser mi secretaria no es un juego, soy una persona ocupada y alguien que se toma muy enserio su trabajo. Espero que seas igual, no toleraré una falla solo porque eres nueva, y no dudaré en reemplazarte si veo que no das la talla.
Liz trago saliva, asintió y luego salió de la oficina lo más rápido que pudo, aunque no olvidó cerrar la puerta al salir. Ella tomó su asiento y comenzó a trabajar de inmediato, ya que, si se tomaba un tiempo siquiera para girar la cabeza de la pantalla del computador, tenía miedo de ser despedida o reemplazada.
* * *
[Ahora...]
Liz se levantó de la silla tan deprisa que las carpetas que estaba acomodando se cayeron al suelo dejando el eco de un sonido demasiado alto. Liz cerró los ojos y deseó poder escabullirse bajo el escritorio, todo con tal de no ser regañada o ser vista como si fuese una incompetente.
Gabriel tomo aire, pero se dijo a si mismo que era su culpa por haberla asustado, y quizás había puesto demasiado énfasis en su mirada. Así que trató de sonar relajado cuando habló a continuación.
-Recoge eso y ve a almorzar. Tienes una hora, ni más ni menos. -le informó Gabriel.
Liz arrugo el ceño.
-Lo normal son cuarenta minutos.
Gabriel la miró confundido y de pronto le comenzó a doler la cabeza. Él le estaba dando veinte minutos más de tiempo y ella ¿estaba protestando? Gabriel se llevó el índice y el pulgar hacia el puente de su nariz, frustrado.
Liz notó como su nuevo jefe comenzaba a parecer irritado.
-Entonces a Las dos estaré de vuelta, ahora comenzaré a ordenar- dijo ella tragando saliva, y sin esperar respuesta de Gabriel, bajó y se arrodillo para recoger las pesadas carpetas antes de que él dijese algo más.
Gabriel quiso hablar nuevamente, pero ya estaba siendo ignorada por la muchacha, así que, sin despedirse, entró nuevamente en su oficina.
"Es realmente intimidante, quiero renunciar". Pensó Liz una vez que dejó la última de las capetas ordenadas en su sitio. La muchacha estaba frente al ascensor a la espera de este. Recién llevaba media mañana y solo quería acostarse y olvidarse de este día, hacer como si nunca hubiese existido. "Tengo que hacerlo por el dinero, en ningún lado me van a pagar tanto como aquí, se dijo a si mima". Dos meses no parecían tanto tiempo si pensaba de manera positiva. "Aunque tendré que verlo todos los días", Liz se volvió a deprimir.
Liz no sabía que hacer ni a donde ir, así que con una expresión sombría entro en la gran caja metálica mientras veía como los números descendían. Quizás podría recorrer el edificio o salir a tomar un poco de aire.
Estaba tan absorta en sus pensamientos que se sobresaltó cuando el ascensor abrió sus puertas en el piso quince y un joven de cabello castaño apareció. Ambos se miraron por unos segundos, pero fue Liz quien apartó primero su mirada con un poco de nerviosismo.
El muchacho se adentró en el ascensor en silencio quedando al lado de Liz.
Aquel chico, como era costumbre, esperaba encontrarse con Amelia, su hermana mayor y secretaria del señor Gabriel, pero al ver un rostro nuevo, recordó inmediatamente que ella le había comentado que estaba por comenzar su prenatal. Tal vez su nueva compañera de ascensor podía ser el reemplazo de su hermana.
"Mmmm, se ve un poco joven". Pensó el castaño con el ceño fruncido. Pero al observarla de reojo un par de veces más no pudo negar la belleza que poseía. Su pequeño rostro se veía joven, y aunque era un poco delgada para su gusto, podía ver el atractivo de este. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fueron sus grandes ojos verdes. !¿Diecinueve o veinte años quizás?", pero que mejor manera de averiguarlo que preguntándole directamente.
- ¿Eres el reemplazo de Ame? - Preguntó el rubio.
Liz se sobresaltó al escucharlo hablar de pronto.
"No exageres Liz, ¡es solo una persona hablándome!" Se reprendió a sí misma la joven.
Colocó una mano sobre su corazón y se obligó a calmarse. Entonces, intentó procesar las palabras del chico. ¿Había dicho Ame? ¿Quién es Ame?, se preguntó la muchacha, pero entonces recordó a la muy evidente embarazada secretaria que la había entrevistado. Ella debía ser Ame.
-¿Te refieres a la secretaria del piso veintiuno? - preguntó Liz.
El castaño asintió con una amplia sonrisa. -Si, Amelia es mi hermana mayor. - Liz asintió en comprensión, y ahora que lo veía mejor, tenía un cierto parecido a la mujer embarazada. Pelo castaño y ojos color miel.
El joven la estudió y sonrió una vez más. -Soy Lucas- se presentó estirando su mano.
Liz le sonrió, aquel joven proyectaba simpatía, lo cual Liz agradeció. -Lizbeth, pero puedes decirme Liz. - le estrechó la mano.
Lucas parecía de las personas que sonríen a menudo, y Liz necesitaba a alguien para iluminar su día, además, también necesitaba un guía, porque ella estaba segura de que ter-minaría perdiéndose y llegando tarde. Y desde luego quería evitar un nuevo motivo para ser mirada con desprecio e indiferencia.
Se hizo silencio por un momento, pero Lucas estaba decidido a saber más de la muchacha.
- ¿Cómo llevas el Trabajo? Supongo que hoy es tu primer día. -Liz hizo una mueca al recordar a Gabriel y su
-Bien, no es algo tan complicado como creí. Amelia fue muy considerada al dejarme una guía de trabajo. Me ha resultado útil.
Lucas le sonrió dejando ver su perfecta dentadura.
-Mi hermana dice que es agradable trabajar con Don Gabriel cuando sabes llevarle el ritmo.
Liz arrugo el ceño ante la
Él, al igual que Gabriel era joven ¿acaso en esta empresa Solo trabajaba gente joven? Era muy extraño. ¿Dónde estaba la gente mayor que solía ver en la televisión dando entrevistas? ¿Quizás el requisito para trabajar en esta empresa era ser joven?
El ascensor se detuvo y de inmediato abrió sus puertas. Liz se había olvidado de que estaban en él.
- ¿Vas a venir? - Le Pregunto Lucas con una sonrisa divertida.
Ella lo miro confundida y con el ceño fruncido. "¿Ir a dónde?" se Preguntó.
- ¿Comer? ¿o no vas a comer? Si me preguntas, te aconsejo comer, es malo para la salud saltarse las comidas - Respondió Lucas como si le leyera la mente.
Liz se sonrojó y asintió sin decir palabra. "Ya deja de actuar como tonta, así no Eres tú". Su conciencia la había reprendido muchas veces para ser solo un poco más de medio día, pero tenía razón, debía que relajarse y tomarlo con calma.
Lucas la guío por un largo pasillo que, de seguro al haber venido sola, se habría perdido. Doblaron por unas esquinas hasta que llegaron a una gran sala con mesas blancas y muchas personas en trajes formales.
-Siempre se almuerza por piso para evitar el aglomeramiento. Ame y yo comemos juntos porque esta es la hora en que almuerza mi piso- él sonrió-. Mi hermana es una sola persona, por lo que habló con Don Gabriel para dejarla almorzar conmigo. Ella decía que era solitario tener que comer sola.
-Bueno vamos a buscar algo de comer-ofreció Lucas y la pelinegra solo lo siguió pensando en la buena relación que aquellos hermanos tenían.
Liz recorrió la mirada por todos aquellos alimentos que podrían ser escogidos. Eran muchas opciones de comida y todo se veía apetitoso. Ella no tenía hambre, sin embargo, optó por servirse una porción de salmón con ensalada. Su nuevo compañero alzó las cejas en asombro por la pequeña cantidad de comida que había escogido.
-Por si acaso, puedes escoger de todo un poco, no es necesario que escojas solo un menú. Me da la sensación de que quedarás con hambre. ¿Quieres que pida un postre para ti? -preguntó Lucas con preocupación mientras tomaban asiento en una de las mesas. Liz negó con la cabeza, quiso decir algo, pero fue interrumpido por una voz femenina.
- ¿Y esta bella señorita? ¿Es una nueva pasante a tu piso? - Liz se asombró al ver a una señora mayor de aproximadamente cuarenta años, la cual, vestía un traje como el que llevaba ella a la perfección. Al parecer si había gente más mayor.
-Ella es Liz y es el reemplazo de mi hermana. -Dijo el castaño sin dar más explicaciones.
La señora sonrió aún más-Debes ser alguien con mucha paciencia para soportar a ese joven, habla hasta por los codos. -La señora señaló a Lucas y éste rio levantando sus manos en forma de defensa. -Por favor no dejes que ella te forme una mala imagen de mí. Solo soy alguien muy simpático-bromeo Lucas haciendo que los tres rieran. Lucas era un chico agradable y era fácil conversar con él, así que Liz agradeció internamente haberse topado con él.
-Bueno, te deseo la mejores de las suertes. Nuestro CEO es alguien muy exigente, pero es bueno en su trabajo. -dijo la señora antes de pasar de lago y sentarse en una mesa con más personas que le daban la bienvenida.
Lucas y Liz comenzaron a comer en silencio. La comida estaba deliciosa y Liz se alegró de haber escogido aquel platillo. Sin embargo, seguía recibiendo miradas de reojo. ¿Tan extraño era ver a dos jóvenes almorzando juntos?
-Es porque no eres mi hermana. Además, no esperaban a una chica tan joven- dijo Lucas, dándole la respuesta a sus incógnitas.
-No soy tan joven, además, ¿es tan extraño que te vean con alguien que no sea tu hermana? - soltó Liz con el rostro sonrojado.
Lucas dejó escapar una carcajada y negó con la cabeza. -Aunque no lo parezca, solo como con mi hermana. No paso tiempo con los demás colegas, sobre todo si son del sexo opuesto.
Liz frunció el ceño. Era extraño que un chico como él no pasara tiempo con otras personas. Él era agradable y se notaba una persona social.
-O quizás solo están curiosos porque eres alguien que se ve joven. No esperaban que en CEO contratara a alguien como tú-Lucas alzó las manos en rendición al ver el ceño fruncido de Liz. -Sin ofender.
Liz suspiró.
El tema de su edad era algo a lo que Liz nunca se acostumbraría. Ella estaba por cumplir veinticuatro años. Desde luego no era para nada una adolescente, pero la gente siempre le quitaba años. Su rostro se veía joven, pero ella no consideraba que fuese para tanto. Todo se lo debía a su crema hidratante y quizás a su genética. Maggie bromeaba diciendo que era una belleza natural, aunque ella no entendía muy bien a que se refería con ese término, pero le gustaba cuando ella se lo decía. Medía un metro sesenta y dos, y su cuerpo era un poco más delgado de lo que debería debido a que no tenía buenos hábitos alimenticios, pero tenía todo bien desarrollado, no tenía mucho de nada, pero "había donde tocar" como decía Maggie.
- Este año cumplo veinticuatro años- se defendió Ella y
Lucas le sonrió con picardía. -Entonces te gano por tres años. -A Liz se le contagió la sonrisa.
-Venir aquí quebró el estereotipo que tenía. Pensaba que en este tipo de empresas solo trabajaba gente mayor, pero veo que hay mucha gente joven.
Lucas comenzó a reír. Ella en serio era divertida, un tanto adorable y además parecía ser alguien interesante, muy interesante.
- ¿Qué esperabas? Esto es el futuro, casi la mayoría somos jóvenes-dijo el castaño.
Liz le sonrió, creía que podría ser divertido tener a alguien como él en la empresa. Hasta el momento Lucas era todo lo contrario a su jefe. Era divertido, simpático, amable y lo que más importaba; no la intimidaba. Todo lo contrario, a cierto CEO de ojos azules que había conocido por mañana.
Pero ahora que pensaba en él, no lo había visto por ningún lado.
- ¿El no almuerza aquí? - Pregunto Liz con curiosidad.
- ¿Quien? ¿Don Gabriel?
Liz asintió.
-Nunca come aquí, creo que almuerza en su oficina o come fuera. -respondió Lucas encogiéndose de hombros.
Liz le restó importancia, después de todo a ella no tendría por qué importarle donde almorzaba o si se alimentaba.
Luego de treinta minutos, Lucas se despidió de ella ya que tenia que regresar al trabajo, pero no se fue sin antes hacerle prometer que al día siguiente se encontrarían a la misma hora para repetir lo de hoy. Liz asintió con una son-risa. -Mañana a la misma hora-prometió ella y el castaño se fue.
Liz aún tenia tiempo, y para pasar el rato saco su celular. Aun le quedaban veinticinco minutos, pero quería ir al baño. Esta mañana Maggie la había hecho maquillarse, y quería ver si todo estaba en su lugar.
Liz no odiaba el maquillaje, de hecho, le gustaba mucho, pero era caro adquirirlos. Sin embargo, esta mañana su amiga había llegado con muchos productos y le dijo que debía usarlos para dar una buena impresión. De momento solo había aplicado mascara de pestañas y labial ya que no era muy habilidosa con los otros productos, pero tenía miedo de que lo poco que llevaba en el rostro se hubiese estropeado.
Liz estaba a punto de entrar al baño de mujeres cuando se percató de que no tenía su bolso con ella, pero aún tenía tiempo, se decidió por irlo a buscar.
El ascensor estaba vacío y nadie lo hizo parar por lo que llego rápido al piso veintiuno. La oficina estaba en completo silencio y su bolso estaba encima de su escritorio. Caminó lo agarro y comenzó y se ido la vuelta para volver por donde había llegado, pero unos extraños sonidos provenientes de la oficina de su jefe la hicieron detenerse.
Liz se quedó quieta y un escalofrío le recorrió el cuerpo. Los sonidos no dejaban mucho a la imaginación ya que cada vez se iban haciendo más fuertes y distinguibles. Liz no se podía mover por el horror.
"No, el No puede estar haciendo esto aquí". Intento razonar. No obstante, a medida en que los gemidos femeninos incrementaban, esa convicción disminuía. Liz podía ser ingenua pero no era tonta y entonces recordó las palabras de Gabriel al decirle que tenía una hora para almorzar y lo que significaba.
"Asqueroso, pervertido, inmoral". Pensó mientras reanudaba sus pasos hacia el ascensor.
Ella no tenía por qué seguir presenciando aquello, así que lo dejaría a él con su privacidad. De todas formas, lo que el hiciera o dejara de hacer en su oficina era asunto suyo. Haría de cuenta que nunca escuchó nada y seguiría haciendo su trabajo. Pero pese a todo su enfado e indignación, no pudo evitar sonrojarse al pensar en la escena que él estaría desarrollando dentro de esa oficina, y se odió a sí misma por imaginárselo estando desnudo poseyendo a una mujer sobre el escritorio.
"Controla esas hormonas Liz. Que no somos una adolescente hormonal". Su conciencia se estaba hartando se su comportamiento e incluso ella misma se estaba odiando por eso.
Liz estaba por entrar en el ascensor cuando su celular comenzó a reproducir "a that's what you get" de Paramore, indicándole en la pantalla que su mejor amiga la llamaba. Liz se asustó y palideció, tomó el teléfono e intentó contestar lo más rápido que pudo, pero con el nerviosismo no estaba logrando nada.
"¿Qué hago? ¡Maldita la hora en que no lo dejé en silencio!" Se dijo a sí misma presa del pánico. Su cerebro estaba bloqueado y sus manos no le obedecían. Si el la descubría esta vez no se salvaría. Apretó todos los botones del ascensor con la esperanza de que las puertas se cerraran más rápido, pero estas parecían oler su desesperación.
"¡Ciérrense por favor!" Imploro la pobre, y las puertas se comenzaron a cerrar, pero no sin antes ver a unos profundos ojos azules que la miraban fijamente desde el fondo del pasillo.
"Estas oficialmente despedida". Le susurro su yo interior... y lo peor, es que ella sabía que tenía razón.
* * *
Gabriel estaba enojado. Ella lo había escuchado todo. ¿Acaso no le había dicho que volviera en una hora? Gabriel miro el reloj en su muñeca, este marcaba las una y cuarenta y cinco. Había vuelto quince minutos antes.
"¿Ha estado ahí por mucho tiempo? ¿Escuchó todo?"
Eso ahora no importaba. Ella había desobedecido una de sus órdenes, ella había vuelto antes del tiempo que él le había indicado. Con Amelia esto nunca había pasado, y si ella sabía o sospechaba sobre lo que hacía en su oficina, nunca lo había mencionado. Porque ella era una persona que seguía sus órdenes, no como esta chica, con quien nada había salido bien.
Para comenzar, aquella muchacha no era nada de lo que esperaba. Su primer error fue creer que el reemplazo de su secretaria seria alguien de la misma edad que Amelia, incluso esperaba a alguien mucho mayor. ¿Pero que le llegó? Una joven con apariencia de ciervo asustado que tenía una boca filosa si se lo proponía.
- ¿Estas bien? - Pregunto una atractiva chica desnuda mientras recogía su ropa interior sin ninguna pisca de vergüenza por su exposición. Al parecer estaba acostumbrada a estar desnuda.
Gabriel se llevó dos dedos al puente de su nariz y lo presionó con fuerza mientras daba un fuerte suspiro. Hoy sin duda no era un día de suerte. Para comenzar, no sabía por qué había llamado a esta chica de la cual ni recordaba el nombre. Bueno, tampoco es que le importase, después de todo la había conocido en una de las tantas reuniones sociales a las cuales asistía. Gabriel solo recordaba que ella había insistido en darle su número de celular. Y como hoy había sido un día de mierda él solo quería desestresarse y liberar su enfado. Un total error.
-Vístete, debo volver al trabajar- dijo Gabriel en tono inexpresivo.
La chica lo miro confundida.
-Mi secretaria esta por volver- explico Gabriel. "Si es que vuelve". Le dijo una voz en su cabeza.
Un par de minutos después Gabriel y la joven estaban perfectamente vestidos. Él la estaba encaminando a su puerta para despedirla.
- ¿Me volverás a llamar? - Le Pregunto la chica mientras se apegaba demasiado a su cuerpo.
Gabriel resistió el impulso de quitársela de encima con brusquedad. No sabía cómo decirle con buenas palabras que no la llamaría de nuevo, ella sabía bien en que se metía cuando aceptó tener sexo con él. Porque Gabriel Wells nunca llamaba dos veces a la misma chica. Pero aun después de mucho tiempo, ellas no lo entendían.
A pesar de que él les dejaba claro los términos de los encuentros, ellas siempre pensaban que podían obtener algo más de él. Gran error de su parte.
Y justo cuando estaba por recalcar sus términos una vez más, Liz apareció se levantó de su escritorio y caminó hacia ellos.
Gabriel abrió los ojos con asombro, estaba por decir algo, pero la joven pelinegra lo interrumpió con una voz cargada de indiferencia.
-Señor, la reunión de La próxima semana se adelantó para este el viernes. -dijo Liz sin levantar la vista de a Tablet que sostenía.
Gabriel la observo un tanto atontado por la situación, pero ella no mostró ninguna expresión en su rostro. No obstante, Gabriel no fue capaz de ser tan profesional como ella. "¿ella no se fue?" un alivio lo recorrió.
Estaba por decirle algo a Liz, pero la chica perfectamente vestida con ropas que Liz catalogó como demasiado caras, que estaba con Gabriel se le tiro en los brazos y le plantó un beso en los labios demasiado apasionado para que la pelinegra presenciara. Los músculos de Gabriel se tensaron y vio como Liz dejó de respirar mientras abría sus aun más sus grandes ojos verdes.
-Esperaré tu llamada-la chica le guiño el ojo derecho a Gabriel mientras miraba con desprecio a Liz. -Ha sido fantástico estar contigo, mi amor. -la muchacha rubia marcó territorio mirando una vez más a Liz antes de marcharse.
Un silencio muy incómodo se instaló entre Liz y Gabriel.
Ninguno sabía que decir para quitar la incomodad, pero para sorpresa de la joven, fue Gabriel quien hablo primero.
-Sobre lo que has presenciado...- Liz levantó su mano para cortar sus palabras. -Lo que usted haga con su tiempo libre o con su oficina no es de mi incumbencia. Solo soy una secretaria provisoria, no debe darme ninguna explicación-Liz tragó saliva. -Además, ha sido mi error por desobedecer sus palabras. Ahora, si me lo permite, debo volver a trabajar.
Gabriel frunció el ceño mientras la observaba con asombro y confusión. Lo había dejado sin palabras. Ahora era consciente de que a los ojos de aquella muchacha era una persona horrible. Gabriel no comprendía como todo había llegado a ser de esta manera. Por lo general, él era muy cuidadoso para no ser visto con sus aventuras, no siempre solía llevarlas a su lugar de trabajo, pero hoy había sido descuidado.
"Definitivamente no soy una persona a la cual admirar". Fue todo lo que pudo pensar Gabriel antes de dar media vuelta y encerarse en su oficina.
Liz estaba nerviosa y no quería ser despedida. Y si aquello significaba que debía de hacer la vista gorda con las aventuras y gustos de su jefe, lo haría. Sin embargo, por alguna razón eso la hacía sentir muy incómoda y le rogaba a todos los dioses para que aquellas semanas pasaran lo más rápido posible, ella solo quería salir de ese lugar lo antes posible.