Liz estaba tendida en su cama mientras escuchaba la música que reproducía su celular. Su peluda gata estaba toman-do una siesta sobre su estómago mientras Liz acariciaba su lomo ronroneante.
Ya habían pasado cuatro días desde que se había convertido en la secretaria de Gabriel y aprendió tres cosas: la primera; Gabriel era el primogénito de dos hermanos y único hijo varón de la prestigiosa y famosa familia Wells, quien a la edad de veintitrés años había asumido el puesto de CEO en aquella empresa ya que a pesar de su corta edad era bastante inteligente y tenía un futuro prometedor. Además, no solo estudió arquitectura para graduarse con honores, sino que también tomó varios cursos y se especializó en negocios. Buscando en internet se dio cuenta de que era uno de los solteros más codiciados, haciendo que las mujeres formaran filas para poder tener un poco de su atención.
"Patético...pero comprensible". Liz no estaba ciega después de todo, pero eso no era impedimento para tener un poco de dignidad.
Lo segundo; Gabriel era un fanático de la puntualidad y el perfeccionismo. Tres veces le había llamado la atención por no haber redactado unos e-mails tal y como él lo había pedido. También la había reprendido por haber llegado dos minutos tarde el día anterior y lo tercero y más importante; estaba casi segura de que él la odiaba.
Después de haber terminado su primer día, su mejor amiga había ido por ella y le había exigido todos los detalles de aquel día. Liz no había estado de ánimos para contarle lo sucedido, pero al verla tan entusiasmada no le quedó más remedio que narrar su día, aunque obviamente omitió algunos detalles...como por ejemplo su primer encuentro con Gabriel y lo sucedido después del almuerzo. Le contó sobre Lucas y lo simpático que había sido con ella, cosa que a la rubia le complació bastante.
-Si hubiera sabido que él era tan guapo tal vez si hubiera aceptado el empleo. - había bromeado Maggie. Liz sonrió con incomodidad ya que si le contaba como habían sucedido ciertas cosas, Maggie no pensaría lo mismo, y lo que es peor; ella sería capaz de ir a darle una gran paliza por ser grosero con su mejor amiga. Lo cual no terminaría bien ni para ella, ni para Gabriel.
En estos cuatro días Liz no se había topado con Gabriel más de lo necesario, las únicas veces que se hablaron fue para anunciar reuniones y recadados que necesitaban ser redactados. Algo que Liz agradecía de corazón.
Por otro lado, Liz había entablado una buena amistad con Lucas. Ellos habían estado almorzando juntos todos los días, cosa que aprovechaban para conocerse mejor.
Lucas le había comentado que estaba en la empresa haciendo una pasantía de magister. Él había estudiado algo relacionado con finanzas y ahora estaba realizando un magister en algo parecido que Liz no terminó de entender. Cuando ella le dijo que estudiaba fisioterapia este no le había creído y se había reído a carcajadas, pero al ver el ceño fruncido y el la seria expresión de Liz, no tuvo más remedio que disculparse. Pero era de esperar que no le creyera, ya que por el trabajo que estaba desempeñando nadie se imaginaria que una secretaria estaría estudiando algo relacionado con el área de la salud.
* * *
Liz se levantó perezosamente de su cama dejando a Mila dormida en la cama. Se dirigió a la cocina para buscar algo de comer, ya que era tarde y pese a que no sentía hambre, le había prometido a Maggie que se esforzaría por comer más.
-Vamos por algo de comida, de lo contrario Maggie se enojará. -dijo Liz en voz alta.
La muchacha revisó su refrigerador, pero no había nada que le apeteciera comer, luego caminó hacia el microondas y vio que aún quedaban restos de pizza que había traído Maggie la tarde del día anterior.
-Esto servirá- se dijo a sí misma.
Liz vivía sola desde hace siete años. Con solo dieciséis años ella había sido completamente independiente. Su madre y única familia la había abandonado de la noche a la mañana sin siquiera despedirse o dejar una razón para marcharse. Así que Liz desde entonces, había estado completamente sola.
Al principio, no supo que hacer o cómo reaccionar debido a la gravedad de su situación, pero unos días después de haber asimilado la huida de su madre se repuso. Después de todo no tenía más opciones que seguir adelante.
Liz y su madre habían vivido en esa pequeña casa desde que ella tenía memoria. Era una residencia acogedora, no muy grande pero tampoco muy pequeña como para ser llamada caja de fósforos. Constaba una habitación, un comedor, una pequeña cocina y un baño bastante decente.
Al comienzo de todo, Liz no sabía cómo iba a mantener su casa, sobre todo siendo menor de edad, pero con ingenio logró conseguir dos empleos con los cuales pagaba el alquiler y comparaba lo que necesitase para comer. Liz nunca le contó a nadie de su situación, ni siquiera en sus peores momentos. Era consciente de que aún era menor de edad y temía que se la llevaran a algún servicio de menores. Pero aun cuando sentía que ya no podía más, salió adelante y logró ingresar a una buena universidad sin la ayuda de nadie...y fue allí en donde conoció a Maggie.
Los recuerdos inundaron su mente.
La amistad entre ellas no fue nada parecida a las típicas amistades que la mayoría desarrolla, esa en donde tu mejor amiga es esa niña o niño con el que creces, ese que conoces de años y con el cual eres inseparable, sino que fue más bien algo espontáneo en donde sin saber cómo ni cuándo ya se habían convertido en cercanas.
Maggie y Liz resultaron ser compañeras de especialidad. A simple vista no tenían nada en común, de hecho, no se hablaban debido a que pertenecían a círculos sociales distintos dentro de la misma universidad.
Desde lejos, Liz podía ver que Maggie era de familia adinerada. Era siempre tan seria, refinada, atraía a la gente sin esfuerzo, mientras que Liz no poseía ningún amigo, no es que no lo intentase, pero simplemente no conectaba con nadie y tampoco tenía tiempo para ello. Liz hablaba con todos sus compañeros, pero no se relacionaba con ninguno en particular o de manera personal, y fue así como terminó en un trabajo de parejas con Maggie.
Maggie, al igual que Liz se mezclaba con todos, pero no tenía amigos, al menos no los consideraba como tal, ya que por alguna razón la gente siempre estaba a su alrededor sin que ella hiciera nada y siempre parecían esperar algo de ella. Eso fue lo primero que habían tenido en común.
Después de haber sido asignadas como parejas las dos chicas conectaron desde su primer hola.
El trabajo lo habían iniciado en casa de Maggie, la cual era algo mucho más grande para caber en esa categoría ya que parecía más un palacio o mansión como las que salían en la televisión. Allí Maggie vivía junto a su madre y su padre, pero este casi nunca estaba presente ya que viajaba demasiado debido a los negocios. Y ya casi al final del proyecto, terminaron en casa de Liz.
A Maggie desde el principio le llamó la atención que en su casa no estuviese la madre de Liz ¿tal vez era una de esas madres que trabajaban hasta tarde? Quería preguntar, pero no se atrevía, después de todo no eran amigas o personas cercanas, quizás si se mostraba curiosa Liz se molestaría y le diría que ese tipo de cosas no eran asunto suyo.
Como era curiosa, no se resistió y miró alrededor de la casa y buscó fotografías de su madre o su familia, pero no tuvo éxito, ni siquiera vio fotos de Liz.
"Raro". Pensó.
Liz había sido muy hospitalaria a la hora de hacer el trabajo, ella siempre le ofrecía algo para merendar. La encontraba tierna y de alguna forma quería acercarse a ella.
"Solo pregúntale, no pierdes nada". Se dijo la rubia a modo de darse ánimos. Así que Maggie le dio un buen sorbo a su té y solo dejó fluir las palabras.
- ¿Y tus padres? ¿Están trabajando? - las palabras salieron un poco temblorosas y no quiso hacer contacto visual para tratar de no verse muy curiosa.
El rostro de Liz se tensó por un momento, pero luego retomó esa sonrisa a la cual Maggie ya se había acostumbrado y la cual sabía que no era genuina.
-No vivo con ellos- fue la respuesta de Liz. Lo primero que pensó Maggie fue en que quizás sus padres eran de algún lugar lejano y que ella se había mudado por estudios. Eso era algo muy común entre los jóvenes.
- ¿Pero se ven a menudo? Debe ser difícil estar lejos de los padres, o eso creo- dijo Maggie tratando de presionar.
Liz se sorprendió al ver el interés que Maggie había mostrado por saber de ella. Generalmente cuando le solían preguntar por sus padres ella solo se limitaba a decir que no vivía con ellos mientras sonreía y la gente ya no volvía a preguntar. Pero la rubia se lo estaba poniendo difícil. Ella no era una mentirosa, pero tampoco andaba contando su vida personal a los demás.
-No, no nos vemos. -respondió Liz un poco más cortante de lo que hubiese querido sonar.
Maggie frunció el ceño. Desde luego esa respuesta le dejaba aun mas preguntas que respuestas. ¿Qué quería decir con eso? ¿Era una relación familiar complicada? ¿estaban peleados? ¿Sus padres estaban separados? Maggie levantó su rostro para formular más preguntas, pero cuando vio el afligido rostro de Liz, se replanteó las preguntas. Pero de verdad tenía curiosidad. Además, Liz le caía bien, a ella nunca le importó no tener amigos, de hecho, lo consideraba una pérdida de tiempo y creía que no los necesitaba. Sin embargo, algo en Liz le daba curiosidad, sentía el deseo de querer abrazarla y por alguna razón decirle que todo iba a salir bien.
- ¿Están peleados? - pregunto Maggie sin darse cuenta de lo que había preguntado.
Liz sabía a donde llevarían todas esas rondas de preguntas, pero no le importaba responderlas, al fin y al cabo, ya había superado la partida de su madre hace años y ya la había llorado incontables veces. Pero eso no significaba que le gustase el rostro que colocaban las personas cuando les decía que vivía sola, sin padres. Detestaba que la miraran con aquella expresión lastimosa, como si tuvieran compasión de ella. Liz sabía que no era tan débil como las demás personas creían y sentía la necesidad de demostrar que podía ser independiente, que no necesitaba a nadie en su vida que la salvara.
-No, no estamos peleados- la voz de Liz era tranquila y serena. Liz había ensayado ese tono de voz innumerables veces por lo que ahora salía casi natural.
- ¿Entonces? - Maggie había dejado de redactar el informe de su trabajo para mirar a los verdes ojos de Liz.
Liz pensó en como ellas habían conectado desde un comienzo, y aunque solo llevaran dos semanas haciendo aquel proyecto, habían logrado llevarse súper bien a pesar de ser muy distintas la una de la otra. Incluso había algo en los ojos de Maggie que Liz reconocía en ella: Tristeza y soledad.
"Puedo confiar en ella, sé que me entenderá". Pensó Liz.
Hace dos semanas les habían asignado un trabajo de anatomía y hace dos semanas recién habían comenzado a hablar, pero a Liz le hacía feliz estar con la rubia ya que no solo se veían para hacer el trabajo. Ambas habían comenzado a almorzar juntas en la universidad, pasaban sus ratos libres haciéndose mutua compañía, aunque no hablaran de nada.
Liz tomó aire y deseó no arrepentirse de confiar en Maggie antes de hablar nuevamente.
-Vivo sola desde hace un par de años, a mi padre no lo recuerdo y mi madre se fue cuando tenía dieciséis. - Liz había tratado de resumir todo en esa oración y al parecer Maggie lo captó enseguida. Cuando Liz levanto nuevamente la mirada esperaba encontrar esa expresión de lástima a la cual estaba acostumbrada, pero lo que vio fue distinto. Maggie tenía los ojos muy abiertos y una expresión de perplejidad. Liz estaba nerviosa y no sabía que decir para volver a generar ese ambiente de relajo al cual estaba acostumbrada. Liz estaba a punto de hablar, pero fue interrumpida por Maggie.
-Ninguno de mis padres me ha abandonado, pero nunca están en casa, siempre hay una reunión o un viaje de negocios que es más importante. Nunca estuvieron cuando los necesité. Ellos piensan que dándome dinero y pagando mis tarjetas de crédito lo arreglan y compensan todas las carencias afectivas que tengo. Lo mío es distinto a lo tuyo, pero creo que en cierto modo nos parecemos. -La voz de Maggie era apenas un susurro y los ojos de Liz comenzaron a picar indicándole de las lágrimas estaban por salir, pero apartó ese pensamiento. No lloraría. En cambio, optó por sonreír. Maggie nuevamente la observó con asombro, sin embargo, le devolvió la sonrisa.
Desde aquel momento no necesitaron palabras para catalogar su amistad, porque desde ese mismo momento, ambas se habían convertido en mejores amigas.
* * *
Liz terminó de calentar sus trozos de pizzas y sonrió al pensar en cómo Maggie la cuidaba. Ella siempre estaba al pendiente de ella, se aseguraba de que comiera y de que no se enfermara. En todo sentido parecía su madre. Liz creía que tenía mucha suerte por haber encontrado a una amiga como Maggie. Ella era la única persona que se preocupaba por ella sinceramente, y Liz la consideraba como su única familia.
Se alegraba de tener a Maggie en su vida y le gustaba pensar que la rubia pensaba lo mismo.