Capítulo 10 POSIBILIDAD

Gabriel no comprendía lo que estaba pasando, pero su cuerpo si, y rápidamente tomó el control de la situación. Con confianza y soltura pasó una mano tras la espalda baja de Lizbeth y la acercó a su cuerpo, profundizando el beso.

Liz no lo podía creer, él le estaba devolviendo el beso.

Nunca se creyó capaz de algo tan osado, pero lo había hecho. Y pese a que todo su cuerpo se estremeció ante la idea del rechazo, de igual manera se inclinó y lo besó. Ella había dado el primer paso.

El cuerpo de Liz, el cual estaba tensó ante la expectativa, se relajó cuando se dio cuenta de que Gabriel le devolvió el beso con una pasión que ella jamás había experimentado antes.

El plan de Liz era avergonzarlo para que ya no la molestara más. No contó con que su jefe la estuviera besando de vuelta.

Los labios de ambos desataban una candente batalla por ver quién dominaba. Los expertos labios de Gabriel reclamaron la boca de Liz como si quisiera marcarla.

Liz no sabía que besarlo podía hacer que sus piernas flaquearan. Tampoco sabía que podían calentar su centro de aquella forma. Liz sentía que todo su cuerpo ardía, no quería que parara. Se suponía que no tenia que sentirse bien, sin embargo, aquella descripción era insuficiente. Liz se sentía en el cielo. Y solo era su boca lo que estaba usando. Liz ni siquiera se atrevió a imaginar más.

Cuando Gabriel introdujo su lengua de una manera exploratoria y Liz no lo rechazo, algo dentro de él se encendió. Dios, si hubiese sabido que su boca sabía cómo el paraíso, la hubiese besado mucho antes.

Gabriel quiso golpear a su yo del pasado por haber desperdiciado aquella oportunidad en su auto.

Liz apenas podía seguirle el paso, necesitaba aire. Sin embargo, no se apartó por miedo a romper la magia. Con manos temblorosas se aferró a los brazos de Gabriel. Tenia miedo de caer, sus piernas ya no podían sostenerla.

Gabriel se dio cuenta de ello y con delicadeza la sentó sobre el escritorio sin romper el contacto de sus bocas.

La mente de ambos había hecho corto circuito y se habían sumido en el placer.

Los labios de Gabriel eran los labios más suaves que había probado en su vida, pero, sobre todo, se sentían bien sobre los suyos. Liz deseaba que el tiempo se detuviera en ese momento.

Gabriel parecía pensar lo mismo, ya que, con desesperación, posó ambas sus manos sobre las caderas de la muchacha para poder atraerla más cerca aun cuando la distancia de sus cuerpos estaba reducidas a cero. Gabriel sentía que no estaban lo suficiente-mente cerca. Ahora que la había probado, ya no quería parar.

"¡Maldita sea!, esto es el jodido paraíso."

Gabriel besó a Lizbeth como si fuera agua en medio del desierto. La besaba como si ella fuera su razón de vivir. Era un beso desesperado e intenso.

Había fantaseado demasiadas veces con este momento y si no la besaba como deseaba, se volvería loco.

Por la forma en que Liz gemía cada vez que él profundizaba el beso le dio a entender que no estaba acostumbrada a ese nivel de intensidad, pero no podía detenerse. Necesitaba saciar su sed de ella.

Liz se avergonzó al escuchar los sonidos que dejaba escapar, pero arrojo su vergüenza al fondo de su ser. Si se iba a arrepentir de sus acciones, lo mejor sería disfrutar. Liz se aferró con fuerza a los brazos de Gabriel y se rindió a sus labios.

Gabriel sonrió al ver como su tímida secretaria perdía la vergüenza. Gabriel estaba disfrutando tanto, que, si de él hubiese dependido, las cosas se habrían puesto más candentes. Pero estaban en la oficina, tenía que ser racional y dominar sus instintos. A regañadientes dejó ir los labios de su secretaria.

Liz, que no estaba lista para romper el contacto dejó escapar un pequeño quejido de insatisfacción. Cosa que hizo sonreír a Gabriel. Ambos se separaron, pero no redujeron la distancia.

Liz, pese a que no quería alejarse de Gabriel, lo dejó ir. Necesitaba volver a pensar con claridad. Con él cerca se le dificultaba un montón esa acción.

Gabriel la miró y Liz se sonrojó al ver un brillo peligroso reflejado en sus bellos ojos azules. Esta era la primera vez que la miraban con aquella intensidad.

Liz se fijó en que él, al igual que ella, respiraba de manera agitada. Algo dentro de ella se regocijó al ver que no era la única afectada.

Gabriel no pudo aguantar y se acercó a Lizbeth una vez más. Ella se estremeció al tenerlo tan cerca de su espacio personal. No sabia si estaba lista para una nueva ronda de candentes besos, pero tampoco se alejó.

Gabriel levantó una de sus manos y la acercó al rostro de Lizbeth. Como acto reflejo ella cerró los ojos y dejó que la mano de Gabriel reposara sobre una de sus mejillas. El beso no llegó, sin embargo, podía sentir el cálido aliento de Gabriel a pocos centímetros. No quería abrir los ojos. Si lo hacía, temía avergonzarse, cosa que terminaría con ella huyendo.

"No hay más Liz asustada. Somos Liz audaz...por ahora."

De pronto, sintió como la frente de Gabriel caía sobre la suya. Su estómago revoloteó ante la expectación. Liz era consciente de que estaban en un espacio que no les daba privacidad, pero su sentido común al parecer andaba paseando en Marte.

Gabriel miró el rostro de Liz, sonrojado y demasiado hermoso para ser real. Veía como intentaba recuperar el aliento. Una sonrisa de satisfacción y algo parecido a la felicidad se reflejó en su rostro.

Liz abrió los ojos lentamente y su sonrojo aumento al ver como Gabriel sonreía a centímetros de su rostro. Gabriel se perdió en los verdes y brillantes ojos de Liz. Era como ver a un lindo y pequeño ciervo asustado.

-Yo...eh...yo- Liz no podía articular algo coherente. La vergüenza salió de su escondite y comenzó a aflorar. Haciendo que Liz quisiera morir.

Gabriel dio un paso más hacia Liz y apoyó su otra mano en la mejilla de su secretaria. Así podía verlo y no agacharía la mirada. Liz se estremeció ante el contacto. Gabriel no se veía enfadado ¿Por qué no le estaba gritando? Liz frunció el ceño. De hecho, se veía feliz.

¿Sera que le parece divertido que las mujeres lo besen de la nada? Se preguntó Liz.

Pese a que quería mantenerse seria debido a la situación, Liz sonrió. No pudo evitar corresponder la radiante sonrisa que le estaba dando Gabriel.

También sonreía ante a victoria. Ella había logrado tomarlo por sorpresa y una parte de ella se sentía orgullosa de eso.

Gabriel estaba perdido en la mirada de Liz. El cómo sus ojos se achicaban al sonreír le pareció algo fascinante. Ella tampoco apartó la mirada. Ambos se mira-ron por un largo rato, como si se estuvieran comunicando a través de la mirada.

Sin darse cuenta, Gabriel comenzó a acariciar las mejillas de Liz. Ella no parecía molesta con el gesto, así que continuó. Se maravilló con la suavidad de su piel. Se preguntó si aquella suavidad aplicaba a otras zonas de su cuerpo.

Gabriel se sentía en una extraña situación, pero no le desagradaba. Le había gustado mucho besarla. ¿Ella se había sentido igual?

Gabriel quiso preguntar, pero fue interrumpido por una voz familiar.

- ¿Acaso interrumpo algo?

Tanto Gabriel como Liz rompieron el contacto visual para poder ver a la recién llegada. El ceño de Gabriel se profundizó cuando vio el familiar rostro de su hermana.

-¡Tío Gabiel! ¡He veniro a verte! - dijo la aniñada voz de Mía mientas se echaba a correr a los brazos de Gabriel.

Gabriel, quien salió rápidamente de su estupor, la alzó sin esfuerzos mientras la pequeña reía a carcajadas por la emoción.

Liz observó la escena con total fascinación. Esta era la primera vez que lo veía en un contexto familiar y no pensó que fuera de las personas cariñosas. Él se veía genuinamente feliz con aquella pequeña en sus brazos.

"Parece tener un lado bastante lindo."

Liz, de pronto se puso rígida al sentir una mirada sobre ella.

Presa del pánico giró su cabeza. Unos bellos ojos azules la miraban, estudiándola de manera muy concentrada. Liz tragó saliva y trató de sonreírle a la dueña de aquella mirada. La joven invitada entrecerró los ojos y un escalofrió subió por el cuerpo de Liz ¿acaso ella los había visto?

-Buenas tardes. - saludo la recién llegada con un asentimiento de cabeza. Era demasiado evidente que estaba juzgando, aunque tampoco estaba tratando de ocultarlo.

Liz trago saliva, pero mantuvo su sonrisa. Algo nerviosa, pero sonrisa, al fin y al cabo.

-Buenas tardes. - respondió Liz con tono amable.

Liz no pudo evitar admirar el gran parecido que había entre la recién llegada y su jefe. Se notaba a kilómetros que eran hermanos. Sin embargo, Liz no supo deducir quien sería el mayor. Ambos tenían este aire sofisticado e inaccesible. Ella, al igual que Gabriel, tenia los ojos azules y el cabello negro, el cual le caía en ondas hasta por debajo de los hombros. Era innegablemente guapa. Su vestimenta no era tan formal como la de su jefe, sin embargo, denotaba glamur. Sin duda era como ver a Gabriel, pero en versión fe-menina. Si Liz pensaba que la belleza era heredada, estaba en lo cierto. Los dos hermanos eran inhumanamente hermosos.

-Mami, tío Gabiel rice que me llevara a tomar herado ¿poremos ir? - la voz de Mía interrumpió la intensa mirada que le estaban dando a Liz.

Liz y la muchacha posaron su mirada en la pequeña niña que sostenía la mano de Gabriel. Mía estaba haciendo un puchero que la hacía ver de lo más tierna. Liz no pudo evitar sonreír.

-Está bien, pero será culpa de tu tío si no puedes dormir en la noche por el alto consumo de azúcar-dijo la madre de la niña. Ahora sonreía y no quedaba rastros de la mirada juzgadora.

-¡Wiiii! Pero no te pocupes, solo sedá un herado pe-queñín-dijo Mía con una sonrisa radiante mientras juntaba su pequeño índice con el pulgar para dejar un pequeño espacio.

-Supongo que un helado pequeñín no le hará mal a nadie. -Respondió con resignación su madre.

-Iré por mi saco-dijo Gabriel mientras soltaba la mano de la niña.

- ¿Puero girar en tu silla? Pometo que solo sedá una vuerta-pidió Mia mientras lo seguía al interior de su oficina.

Gabriel le sonrió y antes de que pudiera darle el visto bueno la niña se echó a correr dentro de la oficina. A Mía le encantaba jugar con la silla giratoria que había en la oficina de Gabriel y cada vez que lo visitaba, no se iba sin antes dar algunas vueltas.

Gabriel al centrarse por completo en su sobrina ignoró totalmente las miradas que su hermana le estaba dando a su secretaria. Por eso, cuando se llevó a la pequeña, no fue consciente del lio en el que la había dejado.

-Claramente no eres Amelia. ¿Sabes qué pasó con ella? - preguntó la invitada con ambas cejas levantadas. Trina estaba tratando de mantener una expresión seria con todas sus fuerzas. Por alguna razón le daba gracia ver como la jovencita que tenía en frente parecía querer huir. Se notaba que la pobre estaba nerviosa.

Liz tragó saliva, aliviada. La voz de la hermana de Gabriel había salido más dulce de lo que esperaba, así que sonrió con alivio. Sin embargo, respondió con cortesía y profesionalismo.

-Sí. Ella está fuera por problemas de salud. Yo soy Lizbeth. Secretaria provisoria mientras Amelia vuelve de su licencia médica.

Trina asintió y ya no fue capaz de fingir. Le dedicó una sonrisa a Liz mientras se presentaba. Definitiva-mente no estaba en su personalidad ser una persona seria que mantenía una cara de póker como su hermano.

-Un placer Lizbeth. Soy Trina Wells, y como te habrás dado cuenta, soy la hermana de Gabriel- Trina le tendió la mano a Liz y ésta la estrechó con gusto. -Hermana mayor, por cierto. -agregó Trina.

Gabriel salió de la oficina y llamó a Trina. La chica se disculpó con la mirada y se acercó a su hermano.

Liz, al ver que nadie le prestaba atención, se relajó y se sentó en la silla dejando escapar un suspiró. Pero su tranquilidad no duró mucho, ya que fue interrumpida por una curiosa niña.

- Antonces, ¿eres ra novia re mi tío Gabiel? -preguntó la aniñada voz de Mia con unos ojos azules muy grandes y esperanzados.

Liz abrió sus ojos ante la pregunta y se sonrojó. Su mente quedó en blanco por unos segundos al tratar de buscar una respuesta, pero rápidamente se apresuró a negar.

-¡Oh no, no! Yo... yo solo trabajo aquí. - dijo Liz, presa del pánico. Dios, ella solo quería esconderse debajo del escritorio y que nadie la notara.

Liz, con claridad era capaz de decir que no eran novios. Si, se habían besado. Mas bien, ella lo había besado. Pero eso no los convertía en algo, ¿verdad? Su lado lógico se burló de ella y le susurro que eso era absurdo. Un beso no era algo de importancia, al me-nos, eso era lo que quería creer.

Mia miró a Liz con decepción, pero no se fue. Liz apartó la mirada de la pequeña niña que la estudiaba con curiosidad. Sentía que si la miraba a los ojos, la pequeña lo sabría todo.

- ¿Re vedad no eres su novia? Poque solo su novia puere estar cerca re él. Claro que yo y mamá también poremos, pero nosotos somos famiria. Te pegunto una vez más, ¿Eres su novia? -la voz de Mia estaba llena de expectación y curiosidad. Incluso le brillaban los ojos ante la idea de que su tío tuviera una novia.

-No soy su novia, pequeña. Yo solo soy su secreta-ria. - respondió Liz con mucha paciencia.

Mia frunció el ceño ante la respuesta que le dio Liz.

-Eres rinda, me agraras. -dijo Mia mientras le son-reía-. Espero que dápido seas su novia. -agregó encogiéndose de hombros.

Liz buscó ayuda con la mirada, pero Gabriel no le es-taba prestando atención, parecía que ésta estaba puesta por completo en la charla que estaba teniendo con su hermana.

"Tierra trágame y escúpeme en un lugar donde nadie me conozca."

Liz miró otra vez a la niña, pero Mia se dio media vuelta y se acercó a Gabriel dando pequeños saltitos.

Liz suspiró una vez más. Con toda esta situación ya había envejecido diez años. Sus ojos, sin darse cuenta se había posado en su jefe.

Una minúscula sonrisa se dibujó en sus labios al ver como hablaba con su hermana mientras sostenía a la pequeña niña en sus brazos.

-Lizbeth, puedes ir a casa si gustas. Yo me estoy yendo con Trina y Mia. - dijo Gabriel.

Liz asintió con la cabeza.

Los dos se miraron por unos pequeños segundos. Gabriel desató una lucha interna. Él quería invitarla, pero temía incomodarla. Sobre todo, no sabia como explicarle aquello a su hermana. Estaba seguro de que lo bombardearía con preguntas y él no estaba listo para responderlas. Al final, optó por enviarla a casa.

Gabriel posó sus ojos en los labios de Liz. Había disfrutado tanto de aquel beso que ansiaba repetirlo. Si Lizbeth esperaba que él actuase como si nada hubiera pasado, estaba muy equivocada.

-Que se diviertan mucho-Liz los despidió con la mano y una sonrisa.

Los hermanos y la pequeña niña correspondieron la sonrisa antes de encaminarse hacia el ascensor. Gabriel luchó para no girar la cabeza.

Cuando las puertas se cerraron, y Liz confirmo que estaba completamente sola, gritó con todas sus fuerzas. Necesitaba desahogarse o se volvería loca. ¿Qué había hecho? ¿Ahora tendría que renunciar? ¿Gabriel aceptaría su renuncia?

Liz caminó de un extremo de la habitación a otra. Necesitaba pensar que haría al día siguiente.

-Lizbeth Tyler, eres una grandísima tonta-se dijo en voz alta-¡ahora todo está jodido!

Liz se sentó por última vez en la silla y se recostó sobre el escritorio. No negaba que había disfrutado el beso. Una parte de ella no se arrepentía en absoluto, pero la otra solo quería irse del país y que nadie la encontrara jamás.

* * *

- ¿Me vas a decir donde encontraste a una secretaria tan bonita? - preguntó Trina con curiosidad mientras hundía la cuchara en su helado de mora.

Trina no era tonta, sin embargo, quería que su her-mano le dijera por su propia boca la relación que te-nía con aquella secretaria. Necesitaba respuestas luego de ver lo juntos que ambos habían estado.

-Quero que ella sea la novia rel tio Gabiel. -susurró Mia. Trina le sonrió a su pequeña hija y se llevó el dedo índice a la boca para indicarle que guardara silencio.

Trina aun no sabía que pensar de aquella muchacha. Por desgracia, ella presenció como a lo largo de los años su hermano le cerraba las puertas al amor por culpa de aquellas mujeres que solo buscaban en él lo material. Trina tenía la teoría de que Gabriel estaba bajo un hechizo en el cual solo atraía a malas mujeres.

-Mamá y yo penshamos que era tu novia- Dijo Mia-, tu y ella estaban muy juntitos cuano llega-mos-agregó llevándose su helado de chocolate a la boca y dejando una gran mancha en una de sus comisuras.

Gabriel dejó de comer su helado y miro a Mia con una expresión de horror.

Después de todo, ellas habían visto algo. No le gustaba del todo lo intuitivas que era su hermana, y ni que decir de su sobrina.

Trina sonrió al ver como su hermano se retorcía con nerviosismo. Se estaba divirtiendo con esta nueva faceta de Gabriel, quien siempre era perfecto y no mostraba sus sentimientos. Y sobre todo, le divertía que esto fuera causado por una mujer.

La impresión que le dejó Lizbeth no fue mala, y eso era algo que se tenía que valorar viniendo de Trina. Incluso le gustó a Mia. Ellas nunca habían aprobado a ninguna mujer que Gabriel presentó. Algo en esa jovencita asustada no las hizo desconfiar.

Liz fue amable y sus verdes ojos no reflejaban maldad alguna. Trina sintió una buena corazonada respecto a Liz, y esperaba de todo corazón no estar equivocada. Ella solo quería que su hermano fuera feliz. Solo esperaba que Lizbeth no resultara ser una mala mujer.

Trina sonrió y suspiró al ver la incomodidad de su hermano.

-No insistiré por ahora-dijo Trina con una sonrisa.

Gabriel suspiro de alivio. El adoraba a su hermana, pero le exasperaba lo curiosa que podía llegar a ser.

-¿No pede ser tu novia? -interrumpió Mia mirando a Gabriel con ojos tristes- Ella es muy rinda, la más rinda que he conocido. Ella no me miró como si fera reberes que hacer. -Mia sonrió inocentemente.

Gabriel formo una perfecta sonrisa en sus labios. A pesar de que no tenía una relación romántica con su secretaria, se sintió orgulloso de que Lizbeth les hubiera causado una buena impresión.

Los pensamientos de Gabriel se centraron nuevamente en Lizbeth. De manera involuntaria, la sonrisa que se formó en sus labios tardó mucho en borrarse.

* * *

- ¡¿Qué tu hiciste qué?!-Grito Maggie, tres tonos más altos que su voz normal. Liz cubrió su rostro con las manos, pero de igual manera sonrió.

-No grites, no estoy sorda. Avergonzada, peor no sorda. -dijo Liz, sonrojada.

Maggie se levantó del sofá y comenzó a caminar en círculos en frente de Liz.

-Es increíble-dijo Maggie con una sonrisa-, ¡Te lo dije! Le gustas. -Maggie apunto con el dedo a su amiga. -¡Definitivamente le gustas mucho!

Liz comenzó a reír fuerte. Solo Maggie transformaría su metida de pata en algo romántico.

-Fue solo un beso, Maggie. No me voy a casar con él para terminar teniendo lindos bebes de ojos azules. -Bromeo Liz. No obstante, la idea de tener bebes con Gabriel de pronto no le parecía tan mala.

Piensa claro, Liz. No alucines, esas cosas no pasan.

-Pero ahí está la respuesta que necesitabas. -dijo Maggie, ahora con expresión seria-Si él no sintiera nada por ti, no te habría correspondido el beso. Según lo que me cuentas de su personalidad, estoy segura de que te hubiese retado e incluso despedido-Razonó Maggie y Liz colocó los ojos en blanco.

-Pero él también es un hombre. No creo que sea de los hombres que le dicen no a una mujer-argumentó Liz, pero su ceño se frunció lentamente ante la idea de Gabriel cayendo en el encanto de cualquier mujer. Quería creer que su jefe no era una persona fácil de seducir.

-No seas tonta, tu jefe es un hombre demasiado guapo. Esos por lo general pueden regodearse y tener a la mujer que deseen. -dijo Maggie sentándose al lado de Liz y tomándola de las manos. -Eres una chica muy linda y trabajadora. Te mereces lo mejor y estoy segura de que el tarado de tu jefe se dio cuenta de eso. Con solo ver tus cristalinos ojitos uno se da cuenta que eres una buena chica.

Liz le sonrió a su amiga. -Lo sé, soy perfecta. Todos me aman. -bromeo Liz.

-Tonta. -respondió Maggie sonriendo. -Ya me darás la razón cuando él acepte tener sentimientos por ti. Ahí te diré "Te lo dije" -dijo Maggie con una perfecta sonrisa de confianza.

Liz abrió la boca para contestar, pero no supo que decir. Por más que quisiera, no imaginaba a Gabriel enamorado de ella. Su cerebro le decía que un beso se le podía dar a cualquier persona y aun así no significar nada. Ambos eran adultos y ambos sabían lo que querían. Sin embargo, saber los hechos no hacía que aquel beso, no hubiese sido algo hermoso y grandioso para ella.

Liz quería ser lógica, no hacerse ilusiones. Ansiaba pensar que todo lo que le estaba sucediendo era producto de un proceso químico que le hacía creer que era amor, quería creer que solo eran sus hormonas. Sin embargo, su corazón se aceleraba cada vez que veía o pensaba en Gabriel. Liz con solo una mirada dejaba de ser ella y se convertía en pudin. Era exasperante no saber controlar lo que sentía. Pero tanto su razón como su corazón estaban de acuerdo en que necesitaban saber que sentía o pensaba Gabriel sobre ella. No negaba que estaba aterrada de la respuesta, pero era mejor aclarar todo. No quería hacerse ilusiones.

Liz pensó que estaba a unas cuantas semanas de dejarlo. Pronto, volvería a su vida monótona de estudio y trabajo. No obstante, no quería desaparecer sin respuestas. Si finalizaba su contrato sin comprobar que sentía su jefe, corría el riesgo de volverse loca.

-¡Basta de pensar en tonterías! Mejor cambiemos de tema-dijo Liz para desviar el foco de atención-, será mejor que me digas que diablos está pasando con Lucas. -Liz sonrió con picardía- A ti te encanta darme sermones sobre mi jefe, pero no eres capaz de dar un paso con el pobre de Lucas.

Maggie abrió sus ojos en señal de asombro. Rápidamente se levantó del sofá en silencio y se fue a la cocina. Quería esquivar a toda costa la profunda mirada de Liz. Cosa inútil, porque de todas maneras terminó confesando sus pensamientos.

-Si soy sincera-dijo Maggie en un suspiro-, no sé qué está pasando entre nosotros. Él es lindo, y no voy a negar que me gusta muchísimo, pero cuando está conmigo parece inseguro, como si no le gustara lo suficiente.

Liz sonrió con simpatía. Si tan solo Maggie supiera como Lucas hablaba de ella quizás no estaría tan in-segura.

-A Lucas le encantas-dijo Liz con una sonrisa-, es solo que tú lo cohíbes. Eres demasiado guapa, tienes una personalidad atrayente y eres muy segura de ti. Lucas solo teme no estar a tu altura.

- Eso nunca me ha importado y lo sabes. ¿Por qué no hace algún movimiento? No comprendo. -dijo Maggie con expresión triste.

-Quizás solo necesita tiempo para que se acostumbre a tu brillo. Pero sé que le gustas mucho. - la animo Liz.

- ¿Sabes qué? Mejor dejemos de hablar de hombres. Es deprimente ver en lo que nos hemos convertido. ¡Estamos en la etapa de los veinte! Más hombres vendrán a nuestra vida y nos darán lo que realmente merecemos-dijo Maggie con una sonrisa.

Liz le sonrió en respuesta y no insistió más. De cualquier forma, sabía que la afirmación de su amiga era solo una tapadera para evitar hablar más de Lucas.

Liz se desparramo en su sofá y dejar escapar un suspiro. Hoy había sido un día de locos y necesitaba descansar.

Mientras Maggie preparaba algo para comer, Liz trató de dejar su mente en blanco, pero sus pensamientos no siguieron sus instrucciones y procedieron a rememorar el beso.

Por más que quisiera negarlo o buscar alguna explicación, sabía que Gabriel ya había pavimentado su camino hasta lo más profundo de su ser, y aunque quisiera borrar todo, no le desagradaba nada la idea de él siendo parte de su vida.

"Oficialmente, he perdido la cabeza."

* * *

La ansiada mañana llegó y Liz estuvo nerviosa desde que se despertó. No sabía que hacer o cómo actuar una vez estuviera frente a Gabriel. Sin embargo, no fue necesario hacer nada, ya que cuando llegó a la oficina, Gabriel aun no llegaba.

Liz se encontraba redactando un correo. Su mirada fue de manera involuntaria al reloj digital de su escritorio. Su jefe no había llegado a la hora de siempre. Esta era la primera vez que venía tarde teniendo en cuenta su obsesión con la puntualidad. ¿acaso le había pasado algo?

Liz negó con la cabeza. No tenía derecho a preocuparse por los horarios de su jefe. En caso de surgir algo, simplemente le habría enviado un correo.

-Así que deja de pensar en cosas innecesarias-se dijo a sí misma.

Liz continúo tecleando.

Todo lo que le estaba sucediendo era nuevo para ella. Liz era una chica que había sacrificado gran parte de su adolescencia para llegar hasta donde estaba, por ello, no tenía idea de cómo sentirse ante esta situación. En secundaria no tuvo amigos cercanos y a pesar de que intento tener novio, nada funcionó debido a que sus prioridades siempre fueron otras cosas.

Liz tenía veintitrés años y pese a que no era virgen, no sabía mucho del mundo. Hasta el momento, todo su conocimiento sobre el romance se basaba en series, libros y su mejor amiga, Maggie.

Sabia que no era motivo de para avergonzarse, pero aun así odiaba sentirse tonta.

Cuando Liz acabo de redactar cada uno de los diez correos que debía enviar, Liz se recostó en la silla para estirar sus músculos. Tomó su celular un momento para ver si tenía algún mensaje de Maggie cuando sintió que las puertas del ascensor se abrían.

"Quizás son las personas de aseo." Pensó Liz.

Hoy era día de limpieza más profunda, por lo que no se extrañaría si fuera el personal.

Liz estaba lista para saludar con su habitual sonrisa de cortesía. Sin embargo, cuando se dio cuenta de que solo había una persona, se congeló. Era la ultima persona que deseaba ver, pero que era inevitable evitar.

-Buenos días, Lizbeth. - dijo Gabriel con una sonrisa tan deslumbrante que le quitó el aliento a Liz.

-Buenos días, señor. - contestó Liz sin emoción alguna.

Gabriel se acercó a Liz con toda la intensión de besarla, pero ella por acto reflejo se apartó. Gabriel frunció el ceño, decepcionado. ¿Por qué lo rechazaba? ¿Había hecho algo mal?

- ¿Te encuentras bien? - pregunto Gabriel. Él no podía creer que Lizbeth no hubiera corrido a sus brazos tan pronto lo vio. Él había esperado toda la mañana para poder verla. Su reacción lo preocupó.

-Claro, señor. - respondió Liz, nuevamente con voz neutra. No sabía porque se estaba colocando a la defensiva. En el fondo, Liz deseaba verlo, pero también quería esconderse o que él fingiera no verla. Ahora que lo tenia cerca no sabia que hacer ni cómo actuar.

Gabriel no creía que ella estuviera bien. Algo le decía que la no estaba siendo sincera. ¿Por qué era tan difícil hablar con ella?

-Dime lo que pasa Lizbeth-pidió Gabriel- ¿Hice algo que te molestó?

Liz lo miro a los ojos un poco molesta. Ella realmente odiaba ser llamada por su nombre de pila. Pero lo dejó pasar, Gabriel tenía la preocupación reflejada en su bonito rostro.

-Yo solo.... Por favor, no me llame Lizbeth. Me des-agrada mucho. -Optó por decir, Liz. Quizás si cambiaba el rumbo de la conversación, no tendría que rechazarla o despedirla tan rudamente.

-Eso no es lo que pregunté. Dime, ¿qué pasa realmente? -Esta vez, la voz de Gabriel era dura. Odiaba tener que sacarle información a través de su autoridad.

Liz dejo escapar un suspiro de frustración. ¿Por qué simplemente no la dejaba en paz? Si la iba a rechazar o a despedir, no tenía que ser tan amable con ella.

-Le digo que estoy bien. Es más, necesito ir al baño- Liz lo esquivó para poder huir.

Eso, huye como una cobarde.

-Sé que no estás bien. -dijo Gabriel mientras la detenía, tomándola por el brazo.

Liz dio un pequeño grito de sorpresa al ser detenida por Gabriel.

-Estas actuando extraño. ¿Por qué huyes de mí? -la penetrante mirada de Gabriel la estaba colocando nerviosa. Liz tragó saliva.

-No...no estoy huyendo, estaba por ir al baño cuan-do llegó. -su voz de Liz salió con poca convicción.

-Estas huyendo. Lo puedo ver tu expresión de ciervo asustada-dijo Gabriel-, pero no comprendo porque lo haces.

Liz odiaba que todo el mundo pudiera ver a través de ella, y estaba particularmente enfadada con Gabriel por darse cuenta.

- ¿Quiere saber lo que me pasa? -pregunto Liz con una mirada que fulminaba a Gabriel.

Él asintió con una media sonrisa. Liz por más que se enfadara, no lograba verse amenazante, pero algo dentro de él le dijo que no era un buen momento para decirle algo así.

Liz reunió una gran cantidad de aire y por fin dejo fluir todo lo que sentía.

- ¡Lo odio y lo detesto!, Odio que alguien como usted sea mi jefe. Odio que sea malditamente guapo. Odio que cada vez que me sonríe, mi cuerpo se con-vierta en pudin, y que cuando me hable al oído no procese información alguna. Odio que sea tan malo y luego me hable con dulzura. Odio tener sentimientos inexplicables por usted- Liz tomo aire-, y, sobre todo, odio que a usted le dé lo mismo.

Liz era muy consciente de que no tendría que haber dicho todo eso. De seguro la despediría por grosera, pero no podía seguir guardando todo eso dentro de ella. Además, él había insistido en saber.

Gabriel estaba asombrado ¿De verdad ella se sentía de esa forma?

Gabriel se pasó una mano por su pelo. Había sido estúpido y arrogante al asumir que ella solo se lanza-ría a sus brazos después de aquel beso. La había dejado sola y con un montón de dudas sin aclarar. Después de todo, él había sido muy feliz con ese beso.

Gabriel simplemente asumió aquello como una confesión de sus sentimientos. Que estúpido e irresponsable había sido.

-Yo...-dijo Gabriel-, yo no creí que te sintieras de aquella manera.

Liz lo miro a los ojos y sostuvo su mirada mientras las lágrimas de frustración se arremolinaron en sus verdes ojos. Él se veía confundido, pero sus labios dejaban a la vista el destello de una sonrisa.

Gabriel, dubitativo se acercó a Liz y puso una mano en su mejilla. Liz se sobresaltó ante el repentino contacto. Una parte de ella quería rechazarlo, pero no lo hizo. Anhelaba sentirlo cerca, más de lo que quería admitir.

-Siento no haber aclarado todo ayer-dijo Gabriel-, como hombre, asumí que con ese beso habíamos dejado claro lo que sentíamos. Liz frunció el ceño al no comprender lo que estaba escuchando.

-Sabes, yo no soy bueno en esto de ser romántico, pero quiero que sepas que aquel beso fue algo que realmente disfrute. No fue mi intención herirte o hacerte sentir insegura.

"¿Qué me está diciendo?" ¿Acaso era una nueva forma de rechazo? Porque Liz no lo estaba sintiendo para nada como un rechazo.

-No comprendo...-susurro Liz.

-Yo menos, pero solo sé que quiero repetir ese beso. - confeso Gabriel.

Liz tragó saliva. Quería aclarar y decirle que ella no era el tipo de mujer que besaba a diestra y siniestra, pero no dijo nada porque también quería besarlo otra vez.

La mente de Liz estaba hecha un revoltijo. Quería preguntar en que los convertía eso, pero si lo hacía ¿Qué le diría Gabriel?

-Esto, si continuamos con esto, ¿en qué nos convertiríamos? -preguntó Liz con nerviosismo. Ya está, sea lo que Gabriel respondiera, al menos, había preguntado.

-Esto, -dijo Gabriel acariciando la mejilla de Liz con ternura. -nos convierte en lo que tú quieras que seamos. Lizbeth, quiero que sepas que yo jamás he sentido curiosidad por una mujer. Tampoco había anhelado tanto unos labios como deseo los tuyos. Se que es extraño que quiera esta relación contigo, pero si no lo intento, creo que voy a enloquecer. -confesó Gabriel a centímetros del rostro de Liz.

Gabriel ya había hecho su elección, aun en contra de todo lo lógico que le gritaba su cerebro, escogió sentir. Gabriel no podía evitar querer darle todo lo que él era a esa joven, a la cual por increíble que fuera, solo conocía de hace un par de semanas ¿Era posible sentirse así por alguien que apenas conocía?

Para Gabriel eso era posible. Lizbeth lo había hecho posible. Incluso cuando él había tenido innumerables malas relaciones, se permitió una oportunidad con Liz, una muchacha que no parecía estar detrás de lo que su nombre era. Asimismo, Liz, parecía haber tenido su propia lucha interna en cuanto a sus sentimientos, y solo por eso, se estaba permitiendo una oportunidad con esa hermosa joven.

- ¿Puedo creer que tenemos una posibilidad de que esto se convierta en algo genuino? -pregunto Liz, mientras Gabriel la atraía hacia su pecho en un cálido abrazo.

Liz envolvió sus temblorosas manos alrededor de Gabriel, correspondiendo el gesto. Él le besó el pelo.

-Es genuino para mí-respondió Gabriel.

El corazón de Liz golpeaba tan fuerte en su pecho que tenía miedo de que se le escapara. Si ella estaba dentro de un sueño, no deseaba despertar jamás.

Nunca esperó que todo se desarrollara de aquella forma. Anoche, se había quedado dormida mientras pensaba en la mejor forma de renunciar a su trabajo. Se quedó dormida mientras se resignaba a que nunca volvería a ver a Gabriel.

Ambos estuvieron abrazados por unos largos minutos, luego, Gabriel beso los labios de Liz de una manera muy suave. Él, al parecer quería a Lizbeth más de lo que su lógica quería admitir. Realmente no le importaba si la conocía de ahora o de toda la vida, en los sentimientos no se mandaba, y sus sentimientos al parecer habían reconocido a Liz como su dueña.

Gabriel jamás pensó en entablar una relación seria y romántica con una mujer, no después de sus experiencias. Sin embargo, esta chica de ojos verdes le decía que merecía la pena intentarlo.

¿Y si fallaba?, bueno, si fallaba, no le importaba intentarlo cien veces hasta que la relación resultara. Y estaba seguro de que Liz pensaba lo mismo.

Lo único que cada uno de ellos esperaba, era que su felicidad perdurara por mucho tiempo. Sin embargo, no todo siempre es color de rosa.

                         

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