Liz no tenía ni la más remota idea de a donde se dirigían.
En el cielo ya se podían ver las estrellas que a la pelinegra tanto le gustaba observar, y las cuales, habían sido su pasatiempo favorito desde su niñez.
Los recuerdos de su infancia vinieron a su mente. Recordó cuando era más pequeña, quizás ocho años y de como solía subir al techo de su casa para observar las estrellas en secreto, hasta que era descubierta por su madre, regañándo-la para que bajara de aquel lugar tan alto y poco glamuroso. Una pequeña sonrisa se formó en sus labios ante aquel recuerdo.
Gabriel, quien no soportaba más aquel silencio, optó por encender la radio. Eso era mejor que ser ignorado por la despampanante muchacha que tenía a su lado. Por un pequeño momento creyó que, si él le daba un poco de espacio, ella quizás intentaría iniciar una pequeña charla, pero se había equivocado por completo.
Gabriel quería alejar ese pensamiento de su cabeza, el cual, tomaba más fuerza con cada minuto que pasaba.
Él no podía negar el hecho de que había traído a Lizbeth en contra de su voluntad, y mucho menos ahora, cuando un pequeño sentimiento de culpa estaba comenzando a surgir en su pecho. Ya no era capaz de autoconvencerse de que había hecho lo correcto, no cuando Liz tenía esa expresión de incomodidad.
Por otro lado, Liz estaba tan concentrada en sus pensa-mientos que se había olvidado por completo de que estaba en el auto de su jefe, dirigiéndose a un lugar completamente desconocido.
El pesado ambiente fue cortado por una canción de Ariana Grande que comenzó a sonar por la radio.
Liz, sin darse cuenta había comenzado a tatarear la canción en voz baja mientras su pierna iba al compás de la música.
Gabriel estaba convencido de que ella estaba dormida, pero al escuchar su voz algo en él se alivió.
El no reconocía a la artista que estaba sonando, pero se alegraba de que, gracias a ella, la tensión los había abandonado. Sin embargo, hizo una pequeña mueca y las palabras de su pequeña sobrina resonaron en su mente.
"Actúas como un viejo, tienes que ver más televisión o las chicas no te van a querer."
Gabriel sacudió su cabeza para alejar esas palabras. Él no tenía tiempo para ser como el resto de las personas.
Sí, él tenía veintiocho años y era consciente de que a veces su comportamiento igualaba a alguien de cincuenta, pero no lo podía evitar.
Él a su edad, ya estaba dirigiendo un imperio arquitectónico. Su familia y las demás personas tenían muchas expectativas puestas en él y no podía defraudarlos. A nadie.
- ¿Quién es la cantante? -Pregunto Gabriel, tratando de sonar indiferente.
Liz dio un pequeño brinco en su asiento al escucharlo hablar. Ella no esperaba que le hablase primero.
- Ariana Grande. - contestó Liz mientras sentía como se le calentaban las mejillas, ella en gustos musicales era bas-tante sencilla y no tenía un gran repertorio del cual sentirse orgullosa, ya que la gran mayoría de sus artistas favoritas eran cantantes que seguía desde su adolescencia.
Gabriel no dijo nada más y asintió con la cabeza ya que el nombre le sonaba bastante. Su pequeña sobrina vivía cantando canciones de ella y alguien llamada Selena Gómez, había más nombres, pero no tenía tanto espacio disponible en su memoria como para almacenar nombres de artistas juveniles.
Liz quería seguir hablando con él, pero no tenía temas interesantes para charlar. ¿De qué se hablaba con tu jefe? ¿Economía? Ella no sabía sobre eso, ella solo leía la sección de su horóscopo en el periódico y a veces intentaba llenar el sudoku, nunca leía las noticias. ¿Sobre la caída del dólar? Ella ni siquiera sabía cuánto costaba. ¿El cómo manejar una empresa? Ella absolutamente no tenía idea de eso y era un tema que estaba muy fuera de sus límites. Ella no sabía nada sobre entablar una conversación con alguien tan importante. Podría hablar de su carrera, pero estaba segura de que Gabriel se sentiría tan fuera de lugar como ella en este momento. Ella podía pasar horas y horas hablando de libros y series de Netflix, pero estaba segura de que esos eran temas poco interesantes para Gabriel. Aun así ¿qué tan difícil podía ser intentarlo? Él era sólo unos años mayor que ella o al menos eso era lo que había leído en Google. Sin duda no perdía nada con intentarlo, debían de tener algo en común.
Pregúntale que tal estuvo su día o cuál es su comida favorita. Ella podía preguntar eso, pero el problema estaba en que no poseía el coraje para hacerlo. Gabriel la intimidaba, y mucho.
Sólo háblale, no es como si te fuera a golpearte o a dejarte tirada en medio de la nada. Eso era un punto para su lado lógico. Incluso podía preguntar sobre su edad y como logró estar a cargo de una empresa siendo tan joven.
-¿Usted qué edad tenía cuando asumió la directiva de su empresa? - de haber estado bebiendo algo, Gabriel estaba seguro sé que lo hubiera escupido.
<¿Usted?> Sintió como si lo hubiera dado un golpe en el estómago y le hubieran sacado todo el aire.
¿Se veía tan viejo? La última vez que él se había visto en el espejo observó a un guapo y joven multimillonario por el que cualquier mujer podría perder la cabeza.
Gabriel tosió para ocultar su desconcierto.
-Tenía veintidós años cuando asumí el puesto de CEO, fue una gran responsabilidad la cual me fue entregada. -respondió Gabriel sin despegar la mirada del camino.
Liz abrió los ojos en asombro. Tenía un año menos que ella cuando se hizo cargo de una empresa. Liz estaba asombrada. Quería felicitarlo y decirle lo grandioso que eso era para alguien tan joven, pero Gabriel habló y Liz perdió su oportunidad.
-Yo no recuerdo haber leído bien su currículum, señorita Lizbeth, por lo que no recuerdo su edad ¿me puede refrescar la memoria?
Liz arrugo la nariz y Gabriel pensó que tal vez no le gustaba hablar de la edad.
Pero lo que Gabriel desconocía, era solo el hecho de que ella odiaba ser llamada por su nombre de pila, por algo siempre insistía en que le llamaran Liz en vez de Lizbeth.
-Tengo veintitrés años, pero este año cumplo los veinticuatro.
Gabriel frunció el ceño. No era tan joven como él pensaba, pero tenía más edad de la que le calculaba.
-Y si no fuera mucha molestia ¿podría dejar de llamarme Lizbeth? Preferiría que me llamara Liz o si eso le incómoda sólo refiérase a mi como señorita Tyler.
Gabriel giro su cabeza para observarla mejor.
- ¿Tiene algo de malo su nombre? -Gabriel levanto una ceja y Liz lo odio por poder ser capaz de realizar ese gesto y verse hermosamente bien.
La molestia se remontaba a los días en que ella vivía con su madre. La madre de Liz siempre la llamaba por su nombre de pila con un aire despectivo y escucharlo otra vez después de tantos años le provocaba una desagradable sensación en el estómago. Generalmente todas las personas que la conocían la llamaban "Liz".
-Es poco atractivo y no me gusta cómo suena, - eso era cierto, pero no era realmente el motivo-además, nadie me llama Lizbeth. -la joven fingía ver hacia el paisaje nocturno que le ofrecía la carretera.
En la boca de Gabriel se formó una pequeña y casi invisible sonrisa de satisfacción al saber que sólo él la llamaba así. Razón por la cual la seguiría llamando por su nombre hasta que se cansara.
-Yo la llamaré como me plazca, señorita Lizbeth. - las palabras fueron un poco bruscas y Gabriel hizo una pequeña mueca darse cuenta de cómo había sonado. No había sido su intención sonar arrogante.
-Haga lo que quiera, sabía que de todas formas no funcionaría. -fue la respuesta de la muchacha.
Liz se sintió molesta y tonta por creer que podían entablar una conversación amistosa con su jefe. Sin duda un gran error de su parte.
El resto del camino ninguno de los dos dijo una palabra.
La radio fue apagada por Gabriel y el ambiente se había puesto aún más silencioso y espeso que antes.
Gabriel pensó en disculparse más de una vez, pero ¿qué debería decir? El no acostumbraba a ese tipo de cosas. Esa muchacha hacía que todos sus conocimientos sobre mujeres quedaran anulados, ella era sin duda una rareza y eso lo desconcertaba.
Por su lado, Liz sólo quería que la noche acabara lo más rápido posible. Anhelaba su cama, su casa, su zona de confort, pero en lugar de esa grata comodidad ella estaba sentada al lado de un hombre de veintiocho años que tenía la personalidad de un anciano y que para colmo poseía una apariencia tan perfecta como uno de los personajes de sus libros.
Estúpidas hormonas que no pueden evitar reaccionar ante él. Y estúpido él, por ser un humano con aquel tipo de belleza, debería de al menos tener algún defecto notorio. A parte de su horrible personalidad y carácter.
Gabriel estaciono el deportivo, y salió del auto con su habitual elegancia y caminó hacia el lado de Liz para abrir la puerta de su acompañante. El desde luego no hacia ese tipo de cosas, pero con ella sentía la necesidad de ser caballeroso.
Eso no borrará lo que piensa de ti. Le dijo su conciencia.
Gabriel quería bloquear esos pensamientos que lo apuñalaban en lo más profundo se su ser, pero algo se lo impedía. Hoy era una noche en que no estaba siendo el mismo y eso lo ponía de mal humor consigo mismo.
Liz, al bajar del auto de inmediato se arrepintió de no haber traído algo para cubrirse el cuerpo. El clima estaba aún más helado de lo que ella predijo, y literalmente podía ver como el vaho salía de su boca al tratar de darle calor a sus manos con su aliento.
El sonido de los flashes de las cámaras la asustaron e inmediatamente pudo ver como a lo menos una docena de reporteros les tomaban fotos.
Liz abrió la boca para preguntarle a Gabriel que estaba sucediendo, pero al buscar a su acompañante con la mirada, vio que este hablaba con un joven en uniforme completamente rojo, el cual, intentaba mantener la atención en lo que Gabriel le estaba diciendo mientras le entregaba las llaves de su deportivo.
La mirada del muchacho revelaba las ansias por manejar el lujoso auto de Gabriel. Así que su jefe, resignado a que él no le había puesto ni la más mínima atención en lo que le había dicho, se dio la vuelta hacia Liz mientras el muchacho sonreía de oreja a oreja.
Liz comenzó a escanear el lugar con la mirada, ella se había concentrado tanto en el clima que no analizó su alrededor.
Las calles no estaban muy transitadas, pero había camionetas de noticieros y reporteros que cubrían notas sobre el evento. Ella sin duda sabía dónde estaban, puesto que cuando Maggie solía salir de compras, ella en más de una ocasión la acompañó, y unas cuantas veces pasaron por fuera de aquel recinto al que ella nunca se imaginó que entraría.
Gabriel se acercó a la joven y le tendió el brazo por segunda vez, esta vez Liz lo aceptó y él dando un suspiro de alivio la dirigió hacia el edificio que estaba frente a ellos.
Por dentro todo era puro lujo y Liz no sabía bien como sentirse respecto al lugar, los sillones de la sala de espera eran hermosos; de un color carmesí que se veían muy cómodos y lujosos a simple vista, algo le decía que tal vez eran más cómodos que su propia cama.
A medida que avanzaban hombres en elegantes trajes y mujeres en hermosos vestidos aparecían en su campo de visión, cada vez que se adentraban más, la multitud iba a pareciendo, haciendo que la muchacha comenzara a sentirse nerviosa y fuera de lugar.
-Sólo relájate. - la voz de Gabriel en su oído le hizo cosas raras a su estómago e inmediatamente se odió por aquellas sensaciones. Ella no estaba aquí por su voluntad y quería mantenerse furiosa. Sin embargo, ella misma sabía que eso no sería posible, así que como no sabía que decir solo asintió con la cabeza.
La recepción era en el primer piso del mejor hotel siete estrellas del país. Su sala de recepción era la más codiciada por los jóvenes multimillonarios para realizar sus actividades sociales, y ni que decir de como las novias se lo peleaban para las recepciones nupciales. Liz jamás se imaginó que lo conocería o que pudiera verlo en persona. Liz sentía que esta experiencia ya era algo que podía atesorar como un buen recuerdo. Sin embargo, si así de lujoso lucia el primer piso, no podía imaginar cómo eran las habitaciones.
Gabriel la condujo hacia un salón muy grande en donde había una larga mesa llenas de aperitivo y repleta de gente pululando alrededor. Los garzones se paseaban ofreciendo bandejas que contenían todo tipo de bebestibles y había más gente de la que ella podía esperar encontrar en un lugar como ese.
¿Qué clase de recepción de negocios era esta? Se asemejaba más un banquete de matrimonio.
Ella, cuando escuchó la palabra recepción de negocios se imaginó a gente alrededor de una mesa, con carpetas, papeles y aburridas exposiciones, o al menos eso se veía más coherente que lo que sus ojos estaban presenciando. Quizás también imagino café y galletitas, pero esto era más de lo que su pequeña imaginación podía proveer.
Las baldosas del suelo estaban pulidas tan pulcramente que se veía el reflejo del cielo. Las lámparas en forma de arañas brillaban y le proporcionaban un aire aún más sofisticado al lugar.
Al acceder por completo en el salón, la joven se dio cuenta como muchos pares de ojos se posaban en ellos.
- ¿No te molesta que te deje sola por un momento? -pregunto Gabriel sin siquiera mirarla.
Si. Ella quería decir eso, pero no pudo, en su lugar solo negó con la cabeza y forzó una sonrisa. -Estaré bien, usted haga lo que deba hacer que yo no me iré a ningún lado.
Gabriel esperaba que la joven le pidiera que se quedara, que no la dejara sola.
Dando media vuelta Gabriel dejó a la muchacha entre la multitud de desconocidos y decidió prestar toda su atención a lo que había venido. Debía pensar con la cabeza fría y concretar un futuro plan de negocios. El pensar en su secretaria no le traería nada bueno.
Liz camino por el salón sin rumbo, no tenía apetito y su humor se estaba poniendo cada vez más negro, se estaba comenzando a aburrir y deseaba con todo su corazón ver un rostro familiar, pero sabía que era imposible. Sin embargo, el sonido de su celular la distrajo.
Era un mensaje de Maggie.
< ¿Cómo va todo?>
Liz tecleó rápido una respuesta.
Liz pensó antes de contestar, debía ser cuidadosa con sus palabras.
Liz dio por terminada la charla con su amiga, pero un último texto entró.
PD: diviértete, con o sin él ;) > Liz colocó los ojos en blanco, pero una sonrisa se formó en sus labios. Ella tenía razón, trataría de divertirse o mínimo, podía llenar el vacío que sentía con mucha comida pese a que no tenía ganas de comer. No todos los días se podía ir a una recepción en donde la comida era gratis y lujosa. Liz camino hacia una mesa repleta de pastelillos y magdalenas, cogió una de cada sabor, pero antes de poder saborear el primer bocado una voz la interrumpió. -Es extraño que Gabriel Wells traiga consigo a una mujer que no sea su hermana. ¿Quién eres y por qué tú estás con mi Gabriel? - Liz se giró para ver a una hermosa y joven mujer, quizás un poco más mayor que ella. Tenía el cabello rubio y un rostro perfectamente maquillado, pero al igual que su jefe, ella irradiaba un aire de grandeza y sofisticación. Y, sobre todo, la recordaba del despacho de su jefe. La escena de como ella tomó el rostro de Gabriel en sus manos y lo besaba apasionadamente aun podía reproducirse en su mente. Y al parecer ella no la recordaba. -Solo soy su secretaria y desconozco la razón por la cual la señorita Wells no pudo asistir. - Liz recalcó con énfasis su profesión ya que no quería que la vieran como a una acompañante o una aventura. Aquella mujer levantó su perfilada ceja izquierda y las palabras que pronunció salieron cargadas de sarcasmo. -Así que tú eres la niñita que nos interrumpió aquella vez. No te reconocí ya que aquella vez parecías una adolescente. -Liz casi coloca los ojos en blanco, pero se resistió. Ella no tenía ganas de seguir en su presencia, pero no sabía si el dejarla hablando sola le traería consecuencias negativas, así que decidió soportarla un momento más. -Me sorprendió que Gabriel no me pidiera ser su pareja. Quizás pensó que estaría ocupada. -la rubia miró a Liz con desdén. -Mira niña, te diré esto porque soy alguien compasiva. -Liz solo quería darse la vuelta y esconderse en algún rincón hasta que terminara la fiesta. Odiaba estar frente a esta mujer mientras le decía cosas que no le interesaba escuchar. Aun así, Liz inspiró hondo y la dejó continuar. -Es normal hacerse ideas equivocadas si tu jefe muestra algo de interés en ti. Así que mi consejo es que no te hagas falsas ilusiones en esa pequeña cabecita tuya. Gabriel es mío y por tu bien, espero que nada esté pasando entre ustedes. Liz abrió sus verdes ojos. ¿Esa mujer de verdad estaba marcando su territorio con ella? Liz abrió la boca, pero su asombro fue tan grande que no pudo responder de inmediato. - Le aseguro que no tenemos ese tipo de relación, y mi cabecita no se ha hecho ilusiones con nada. Como le dije, solo soy su secretaria. - Liz no podía asimilar la escena que estaba viviendo. Ella en primer lugar no quería estar ahí. Fue traída con el pretexto de las horas extras. Si por ella fuera, les gritaría a todos en esa habitación que ella no tenía ningún tipo de relación intrapersonal con su jefe, que solo era su secretaria. Ella admitía que su jefe era tan atractivo que no dudaba de que atraía mujeres como abejas a la miel, pero no tenía por qué ser ella la que pagara por sus celos. Y, sin embargo, estaba esta mujer marcando su terri-torio con ella. Esto en verdad se estaba saliendo de su control. -Espero que así sea. Y en realidad, puedes tomar mis palabras como te plazca, al fin y al cabo, solo te estoy advirtiendo. - su tono de voz tenía más veneno del que Liz podía soportar. Sin embargo, para alivio de Liz, la rubia no dijo nada más y se dio media vuelta desapareciendo entre la multitud. Liz quería refutar y decirle que con gusto dejaba a Gabriel en sus manos. Sin embargo, algo dentro de ella le decía que eso no la llevaría a nada bueno, y en su lugar decidió caminar por el salón para despejar su mente ya que luego de ese percance, ya no le apetecía comer dulces. Un joven en traje de garzón le ofreció una copa con un líquido burbujeante algo trasparente y Liz no se lo pensó dos veces y tomó la copa. El líquido sabía un poco dulce. - ¿Qué es? - preguntó Liz. -Champán, señorita. Liz le dio otro sorbo, estaba deliciosa, ella nunca había probado alcohol antes, pero este era sin duda lo mejor que había probado. Así que sacó otra copa sin pensárselo dos veces y se lo tomo de un sorbo. -Wooow, ¿Cómo es que nunca he probado algo tan delicioso como esto? -se preguntó a ella misma. * * * Gabriel buscó entre la multitud al hombre que deseaba convertir en su socio, pero a su vez también se sentía culpable por haber dejado sola a Liz. El mejor que nadie debía de saber que ella sería como un pez herido en medio de tiburones. Mejor la voy a buscar. Se dijo a sí mismo dando la vuelta. No fue necesario buscar mucho, ya que, la encontró de in-mediato. Liz estaba en una esquina con una copa en la mano. Se veía incómoda y un poco triste. La culpa lo comenzó a invadir. - ¿Cómo lo llevas? - le preguntó Gabriel a la joven. Los ojos de Liz se encontraron con los ojos azules de Ga-briel y como siempre, no fue capaz de retener la mirada. -Bien- fue todo lo que dijo Liz, pero Gabriel supo que no estaba... bien. Sus ojos reflejaban todo lo contrario. Él estaba por decir algo que la consolara, pero en su campo de visión apareció aquel hombre que estaba buscando con tanto anhelo. <¿Porque ahora?> Se maldijo a sí mismo. Gabriel estaba te-niendo un momento difícil y Liz de dio cuenta. -No es necesario que se preocupe por mí, no soy una niña. Vaya y haga lo que sea que usted deba hacer. Yo no me moveré de aquí. - Gabriel sabía que no estaría bien. Pero tampoco podía quedarse si ella no se lo permitía. - ¿Por qué no me acompañas? Después de todo eres mi secretaria y necesito que te familiarices con los rostros de nuestros socios. Liz pestañeo muy rápido al escuchar sus palabras. Se había quedado sin habla. No esperaba que él le dijera algo como eso. No era propio de él, o al menos eso creía ella. El hombre que Gabriel estaba siguiendo se detuvo para hablar con más personas y sabía que este era el momento perfecto para abordarlo. Liz siguió a Gabriel hacia un grupo de hombres en elegantes trajes, los cuales estaban sumergidos en una charla cerca de la salida del salón. Gabriel llegó y comenzó a hablar de forma natural, como si fuese uno más de ellos. Se saludaron y Liz hizo lo mismo, aunque hubo un rostro que reconoció de inmediato entre el grupo de hombres. Liz ahogó un pequeño grito al ver a Marcus, el padre de su mejor amiga. -Señor Marcus, ¿ya volvió de su viaje de negocios? -preguntó Liz en tono asombrado. El hombre enfocó su mirada en aquella muchacha que se había atrevido a llamarlo por su nombre de pila. Le tomo un poco de tiempo reconocer el pequeño rostro de la mejor amiga de su hija. -Liz ¿pero ¿qué haces aquí? - el hombre ignoró a las demás personas para acercarse a Liz y darle un cariñoso abrazo. -Acompaño a mi jefe, recientemente conseguí un puesto de reemplazo en una empresa. - Liz apuntó con su mano a Gabriel quien la estaba mirando con los ojos muy abiertos. - ¿Este muchacho es tu jefe? - preguntó el hombre alzando sus cejas. Liz asintió. Liz sabía que el padre de Maggie era un hombre muy ocu-pado que siempre andaba en viajes de negocios, los cuales en su mayoría eran era fuera del país. Era un hombre amable y simpático que siempre estaba pendiente de que a su hija no le faltara el dinero y cosas materiales. Sin embargo, era poco consciente de que lo que realmente añoraba y le hacía falta a Maggie era el cariño y la presencia de su padre. Liz iba seguido a la casa de la rubia y solo después de muchos meses, logró conocer a Marcus, el padre de Maggie. Marcus adoraba a sus hijas y estaba convencido de que su forma de demostrar amor era la correcta. También estaba agradecido de que su hija menor hubiese encontrado a una amiga como Liz, quien era una muchacha dulce y encantadora. Él, al igual que el resto de su familia, sabía la situación económica de Liz. Él había intentado darle dinero para ayudarla en incontables ocasiones, no obstante, Liz en cada una de esas ocasiones lo había rechazado firmemente. Liz le había dejado claro que no necesitaba caridad, que podía con sus problemas ella sola. Sin duda a Marcus le sorprendió ver a Liz siendo la acompañante de uno de los solteros más codiciados. -Bueno, todo fue gracias a Lucia. Ella me recomendó para el empleo. -Liz se dio cuenta de que Gabriel la estaba mirando con asombro, así que rápidamente se apresuró a finalizar la charla con el padre de su mejor amiga. - Fue grato verlo don Marcus, le diré a Maggie que volvió de su viaje. Estoy segura de que se pondrá muy feliz. - Liz dio un paso hacia atrás en silencio, dejando que su jefe hiciera su trabajo y se encaminó en busca de otra copa. El champán le había gustado mucho y quería beber una copa más. Sin embargo, la razón por la que había abandonado el grupo fue por las miradas poco disimuladas que le daban a su cuerpo, haciendo que se sintiera incomoda, y también porque los temas hablados eran algo que no com-prendía del todo. Sin duda odiaba las miradas y a las multitudes. Después de cuatro copas de champán, Liz se estaban comenzando a sentirse extraña y mareada. Liz se había dejado llevar por el dulzón de la burbujeante bebida y ahora ya estaba comenzando a perder la capacidad de pensar coherentemente y su sentido vestibular estaba sin duda afectado. Liz sintió como alguien la tomó del brazo y la arrastraba fuera del salón. - ¿Por qué no me haces un poco de compañía, belleza? - Liz no conocía aquella voz y cuando alzó la vista, vio a un hombre mayor. Canoso y con un horrible olor a alcohol emanado de su boca. No lo conocía de nada y se asustó. -Suélteme. - exigió Liz mientras intentaba zafarse del fuerte agarre de aquel señor, pero la muchacha no tenía fuerzas suficientes. -No te resistas, muñeca. Si es dinero lo que buscas yo te puedo dar mucho más que ese niñato. Liz no estaba procesando las palabras que estaba oyendo. Aquel desagradable hombre la estaba arrastrado fuera del edificio y nadie parecía notar, o más bien, no querían notar que se la estaba llevando en contra de su voluntad. -Por favor déjeme, o gritaré. -dijo Liz en medio de su poca lucidez. Si ella no estuviera tan débil ya se hubiera zafado de su agarre, a leguas se podía notar que él estaba mucho más ebrio que ella. - ¿Y qué dirás? Pero si gustas puedes inténtalo. Me encargaré de dejar claro que te lo estabas buscando. Así que más te vale ser buena y seguirme. ¿Te han dicho que eres muy guapa? - Liz sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. El tipo a pesar de estar casi al punto de desmayarse a causa de la ebriedad tenía un agarre potente. Liz quería gritar, pero su voz no salía. Además, ¿Qué pen-saría la gente? ¿Le creerían? ¿La ayudarían? -Prometo que te pagaré bien, solo se buena chica. -murmuro a su oído mientras ella trataba de luchar contra las náuseas que él le provocaba. Liz busco esperanzada un rostro conocido entre la poca multitud, pero no había nadie a quien pedir ayuda, hasta que el rostro de Gabriel apareció en su mente. Estúpida, están a punto de llevarte a quien sabe qué lugar para hacerte quien sabe que cosas y tu piensan en ese estúpido hombre que ni siquiera notó que te fuiste. Liz sentía como las lágrimas comenzaban a picar en sus ojos. Ella estaba débil y sin fuerzas, por más que quisiera ya no podía resistir. El hombre se detuvo y Liz notó que él no la había llevado demasiado lejos del recinto. Si se descuidaba tal vez podía correr, podía golpearlo en sus partes blandas y correr con todas sus fuerzas, pero él no aflojó el agarre. En vez de eso se detuvo y Liz sintió como una fría mano comenzó a acariciar su trasero. Un sentimiento de desagrado la invadió y nuevamente quiso llorar. Otra vez le estaba pasando algo similar. ¿Aquellos asquerosos hombres no podan dejarla en paz? Liz sabía que nadie la rescataría. De eso estaba segura, pero si nadie le ayudaba, no le quedaba más remedio que arriesgar su reciente trabajo con tal de huir de aquella situación. Lágrimas de frustración comenzaron a deslizarse por sus mejillas. Liz estaba lista para darle un rodillazo en el entre piernas de aquel sujeto cuando una voz interrumpió. - ¿Quiere usted ser tan amable de quitar sus asquerosas manos de mi secretaria? - Liz se giró para encontrarse con el rostro de Gabriel, el cual de veía más furioso que nunca. * * * Gabriel no lo podía creer. Había conseguido que Marcus se asociara con su empresa. Después de tantos intentos fallidos había logrado que Marcus, un hombre ocupado y difícil de encontrar y al cual había perseguido durante meses sea parte de aquel proyecto que tanto deseaba llevar a cabo. Gabriel sabía que Lucia, su hija mayor era miembro de su empresa, pero él no quería hacer uso de ese recurso para acercarse, por eso le costó tanto llegar a encontrárselo y se sorprendió al ver que su frágil secretaria lo conociera. Él se había asombrado tanto cuando Liz y él se saludaron, no esperaba que ella fuera conocida de aquel hombre, pero gracias a eso pudieron concretar su negocio. Había hecho una nota mental para darle las gracias más tarde. Después de haber cerrado aquel trato se dedicó a buscarla, pero se dio cuenta de que ella no se encontraba por ningún lado. Gabriel recorrió todo el salón, pero no la encontró. Un mal presentimiento lo invadió, y eso no le gustó. -Pobre muchacha. -dijo una anciana voz. Gabriel se detuvo al escuchar como dos mujeres mayores hablaban. Ellas desde luego eran invitadas de la recepción. -Creó que era la joven que acompañaba a ese guapo arquitecto. - dijo otra mujer entrada en edad. Esta vez Gabriel agudizó su oído al saber que aquella charla se trataba de él y su secretaria. -No creo que fuera capaz de resistirse, ella estaba bebida y por más que hayamos querido ayudarla no nos podíamos entrometer. Elías es un hombre de temer y desde que la joven pareja llegó él le clavo su mirada en ella. La sangre de Gabriel ardía. -Pobre muchacha. -ambas mujeres suspiraron con triste-za. La voz de Gabriel salió sombría y con ira de lo que pretendía. -Quizás no la hubieran podido ayudar, pero pudieron dar aviso. -las mujeres miraron a Gabriel con temor. -Ahora díganme, señoras. Hacia donde se fueron. -Gabriel estaba repleto de ira. Las dos mujeres estaban pálidas mientras veían como Gabriel ardía de rabia. -Solo vimos que abandonaron el edificio. - dijeron las ancianas al unísono. Gabriel se puso a correr y de inmediato se culpó por haberla dejado sola. Ella se veía completamente hermosa y él no era estúpido, se había dado cuenta de las miradas lascivas que los hombres le habían dado en más de una ocasión y aun así la abandonó a su suerte, y lo peor era que estaba bebida. Al salir del edificio busco entre la poca gente que había, pero aun así no veía a Liz por ningún lado. Se comenzó a desesperar y preocupar. Si ella antes no lo toleraba ahora de seguro lo odiaría. Si tan sólo no la hubiera obligado a venir, esto estaba sucediendo a causa de su orgullo y capricho, pero él ya la había traído, no podía cambiar el pasado. Se pasó las manos por su oscuro cabello. ¿A dónde podía haberla llevado? ¿Era en realidad Lizbeth? Se estaba haciendo esa pregunta cuando divisó a dos siluetas paradas en la esquina cerca de un callejón oscuro. Corrió lo más rápido que pudo y entonces la ira comenzó lo comenzó a invadir nuevamente. El desgraciado tenía a la muchacha agarrada de la muñeca y sus rostros estaban muy cerca el uno del otro. * * * Liz tenía los ojos llenos de lágrimas, pero no importaba porque él estaba en frente de ellos. Se había tomado la molestia de buscarla y la había encontrado. Cuando Liz vio el rostro de su jefe, vio una mirada que nunca había visto antes, estaba más que molesto. Estaba enfurecido. -Pedí amablemente que alejaras tus asquerosas manos de ella-repitió Gabriel. Su tono era sereno, pero también era amenazante. -No seas tacaño y comparte a tu acompañante, prometo que guardaré el secreto, si quieres, le pagaré el doble por su servicio, pero no nos interrumpas. -dijo aquel ebrio sujeto, y eso fue todo lo que Gabriel necesitó para desatar aquella ira reprimida dentro de él. Gabriel perdió la poca compostura que le quedaba. Así que sin saber cómo, su brazo se movió antes de que el pudiera entender lo que acababa de hacer. Pero lo supo cuando el sujeto cayó al suelo. Él lo había golpeado. Liz se cubrió la boca reprimiendo un grito ante lo que acababa de presenciar. Para Gabriel, que no estaba bebido, le fue fácil derribarlo. Elías cayó al suelo totalmente noqueado. Gabriel se giró hacia Liz y la tomo por los hombros. - ¿En qué rayos pensabas? ¿Por qué no gritaste por ayuda? -le pregunto Gabriel enfurecido. Liz abrió los ojos y se quedó en silencio ante aquella escena, ni siquiera Gabriel sabia porque estaba tan afectado. -Vamos, será mejor que te lleve a casa. -fue lo que terminó diciendo él en tono molesto. Pese a su enfado, Gabriel le tomó la mano y la arrastró en completo silencio ya que ella no fue capaz de moverse por su cuenta. Liz ni Gabriel dijeron palabra alguna, pero él sabía que había sido brusco con ella. La joven merecía una disculpa, después de todo era consciente de que el incidente no había sido su culpa. Él dio un gruñido de frustración al revivir los acontecimientos de aquella noche, ya estaba resignado a que ella renunciaría después de todo lo sucedido, pero en sí, la muchacha tenía algo que decir. -Gracias por buscarme. -la voz de Liz salió en un susurro. Gabriel abrió la boca, desconcertado. El sin duda no esperaba esas palabras. -Estaba bebida y no era capaz de defenderme por mí misma en un cien por ciento, pensé que usted no notaria mi ausencia. Hasta pudo haber pensado que me había ido casa, pero aun así usted me buscó. Se lo agradezco. -Liz aún estaba un poco asustada por todo lo ocurrido, pero quería tratar de verse fuerte. Gabriel sin darse cuenta y sin pensar en sus actos la envolvió en un cálido abrazo. Liz no se había dado cuenta de cuanto necesitaba la con-tención que sin dudarlo correspondió el abrazo, incluso si eso significaba que era su jefe quien la estaba abrazando. Ella necesitaba aquel abrazo. -Siento mucho haberte dejado sola. - esas palabras hicieron que mariposas en el estómago de Liz despertaran y que las lágrimas comenzaran a deslizarse nuevamente. Ella en serio había estado preparada para que le sucediera lo peor, había estado muy asustada. Él se retiró del abrazo, pero aún podía ver de cerca el rostro de la joven, y no quería alejarse. Ambos estaban a pocos centímetros de sus bocas, a tal punto en que podían sentir el aliento del otro. La atracción que ambos sentían en aquel momento se había vuelto peligrosa para ambos. Los sentimientos desatados en aquel momento era algo que ninguno de ellos había sentido nunca. Liz dejó de respirar ante aquella escena y la extraña idea de besarlo se instaló en su mente. El alcohol sin duda estaba afectando sus pensamientos, no encontraba otra explicación ante ese descabellado deseo. Era imposible que él quisiera besarla ¿verdad? Un sentimiento de decepción la invadió al responder ella misma aquella pregunta. Gabriel por otro lado no pensaba igual que Liz. Él no podía apartar la vista de su boca, se preguntó ¿que se sentiría posar sus labios sobre los de ella. Él quería cerrar la distancia, en serio quería, pero no lo haría, no después de lo que acababa de pasar, además, ella aún estaba un poco tomada. No se aprovecharía de ella. Ambos estaban en su propio mundo. Ninguno se acercaba, pero tampoco se apartaba. Sus miradas conectaron y el ambiente de pronto se sintió pesado, pero no de una manera negativa. Liz por primera vez le sostuvo la mirada y el brillo de sus ojos invitaba a que Gabriel se atreviera a dar el primer movimiento. Comenzó a acercarse lentamente a sus labios y esta había cerrado los ojos ante la expectativa. Liz podía sentir el roce de sus labios, estaban casi juntos, las mariposas en su estómago revoloteaban de emoción a tal punto que Liz había dejado de respirar por las ansias de sentir los labios de Gabriel sobre los de ella, él iba a besarla. Gabriel la iba a besar. El corazón de la muchacha latía a mil por hora, hasta el punto en que sentía que se le iba a escapar el corazón por la boca. Todo estaba perfectamente sincronizado, pero el sonido del celular de Gabriel irrumpió aquella romántica atmosfera. Gabriel se apartó de la muchacha y sin decir nada contestó el celular, pero sus pensamientos no estaban concentrados en aquella llamada. ¿Qué había estado por hacer? Pero él ya sabía la repuesta: La iba a besar. Él había estado por besar a su secretaria. Aquel celular había sonado en el mejor momento. Ya que había logrado evitar que él hiciese una locura ¿O tal vez no?