El Gris se detuvo a medio camino, alzó la cabeza y cerró los ojos, dejó que el sol bañara su rostro. Su finos cabellos plateados colgaban hacia atrás, sobre su gabardina negra, oscilaban acompasados con el balanceo del resto del cuerpo.
-No nos sobra el tiempo -le reprendió Miriam.
-No puedo hacer esto casi nunca -repuso el Gris-. No pasará nada po