Lo único que Miguel detestaba de su trabajo era la mierda. Todo lo demás le fascinaba. Tanto era así que había contratado a Juan simplemente para que se ocupara de ella, para no tener que volver a recoger una mierda en persona, algo que no llegó a conseguir del todo.
La culpa no era de Juan. Él afrontaba su sucia responsabilidad con una sonrisa, en