"Ya iba llamarte para que vinieras a desayunar", comentó Lily, señalando los panqueques que había preparado. Ella también estaba lista para irse a trabajar. "Estás algo pálida esta mañana", añadió, cerrando la brecha entre las dos.
"Acabo de vomitar en el baño, me siento débil", admitió Jayda.
Enseguida, Lilian sacó una silla del comedor para que se sentara y luego tomó asiento a su lado mientras la examinaba.
"¿Estás segura de que quieres ir sola al médico? No creo que puedas conducir en este estado".
"Descuida, puedo irme en taxi hasta el hospital y luego tomaré otro para ir a la oficina".
"Está bien, ¿y a qué hora es tu cita?", preguntó Lily.
"A las 9:05".
"Bueno, entonces desayuna rápido para que no se te haga tarde".
Jayda comió lo poco que pudo, conversaron mientras lo hacían y luego limpiaron los platos que habían usado.
Al llegar a la recepción, la doctora Davis enseguida se percató de la presencia de una de sus pacientes favoritas, Jayda.
Con cariño, la abrazó y la guio a su consultorio.
La doctora Davis tenía poco más de cuarenta años, era bastante alta, tenía el pelo largo y oscuro, y era muy amigable.
Como de costumbre, se sentó detrás de su escritorio mientras su paciente tomaba asiento en una de las sillas que había enfrente.
"Bien, vayamos al grano, ¿qué te trae por aquí, querida?".
Jugueteando con sus dedos, Jayda tragó saliva y respondió: "Hace dos días me hice una prueba de embarazo y dio positiva, así que he venido para ver qué procede... Estoy tan confundida que ni siquiera sé por dónde empezar".
"Entonces, has sido sexualmente activa", apuntó la doctora.
"Fue solo una noche, hace un mes... A la mañana siguiente me tomé la pastilla del día después, pero parece que no funcionó".
Con una sonrisa ladeada, la doctora Davis comentó: "Hay personas a las cuales no les funciona la píldora y puede deberse a diversas razones".
"Entonces pertenezco al lado desafortunado de las estadísticas", murmuró Jayda.
La doctora asintió con pesar y continuó: "Pero estarás bien, ¿has sentido algún cambio en tu cuerpo recientemente?".
"Pues la falta de apetito me ha estado aquejando últimamente, ni siquiera mi comida favorita me provoca, sino que me da asco... También me duelen los senos y hoy incluso vomité al despertarme".
La doctora Davis asintió mientras anotaba en su libreta y luego preguntó: "¿Algún antojo?".
Jayda sacudió la cabeza en respuesta.
Tras un par de preguntas personales de rutina, procedió a llevar a la chica al laboratorio para hacerle unas pruebas.
Mientras esperaba los resultados en el consultorio, Jayda sacó su tablet para revisar los correos electrónicos y hacer un par de llamadas a sus clientes.
Luego de lo que pareció una eternidad, la doctora regresó con el informe de las pruebas.
Una vez sentada en su escritorio, anunció: "Bueno, está confirmado, tienes cuatro semanas y unos días de embarazo".
Jayda asintió levemente y procuró sopesar el hecho de que sería madre aunque no estaba lista para lo que vendría con eso.
La doctora Davis le entregó varios récipes con recomendaciones junto a los resultados de las pruebas y una introducción a una revista de maternidad.
Jayda había sido su paciente por más de nueve años y la consideraba como su hija, conocía muchos aspectos de su vida y sabía lo trabajadora y exitosa que era.
Preocupada por la cara larga que veía en su paciente, se puso de pie y se sentó a su lado.
"¿Quieres tener al bebé, verdad?", inquirió, mirándola fijamente.
Jayda asintió. "Cuando me hice las pruebas en casa, lo único que hice fue llorar porque sabía que mi vida cambiaría irremediablemente, no estoy preparada para ser madre, pero no tengo otra alternativa más que averiguar cómo hacer que esto funcione".
Tomando las manos de Jayda entre las suyas, la doctora Davis la miró con ojos llenos de ternura. "Lo harás bien... ¿Ya el padre lo sabe?".
Jayda enseguida sacudió la cabeza.
"Sé que ahora estás sintiendo un cúmulo de emociones diversas, pero quiero que veas esto como una bendición... Un pequeño bebé te ha elegido para que seas su madre y deberías estar orgullosa de eso. Pronto tendrás un hijo que te llamará 'mamá', para quien serás un ejemplo a seguir y con quien compartirás una conexión única; escúchame cuando te digo que no hay nada tan reconfortante en el mundo como eso. Por ahora, deja las preocupaciones a un lado y concéntrate en tu embarazo antes que el trabajo o cualquier otro asunto. Procura comer a tus horas, mantente hidratada, tómate las medicinas y evita el estrés... Este es un proceso único y tienes que aprender a disfrutarlo".
Con una sonrisa ladeada, Jayda respondió: "Muchas gracias, doctora, escuchar esto era todo lo que necesitaba".
"No te preocupes, sé que no es fácil para ti", sonrió. "Regresa dentro de tres semanas y te haremos tu primer eco para que escuches los latidos de tu bebé, ¿de acuerdo?".
Jayda se quedó un rato más hablando con la doctora Davis hasta que finalmente salió de su consultorio. En la farmacia del hospital, aprovechó para comprar los medicamentos que le había recetado y luego fue al estacionamiento.
Por un momento, se detuvo a buscar las llaves de su auto y fue entonces que recordó que Lily la había traído.
Sin más remedio, llamó a un taxi y fue a su oficina.
Una vez acomodada en el auto, sacó su teléfono y buscó en internet el nombre 'Sebastian Miller'. Luego de un breve repaso sobre su biografía, se detuvo en la dirección de su oficina y la guardó. Él trabajaba en la sede de Millers Inc, una empresa de tecnología. Además de su biografía, en el buscador aparecieron varias noticias escandalosas que Jayda se contuvo de leer.
Aunque sabía que el hombre no reaccionaría de buena manera, ella sentía que era su deber como futura madre informarle sobre lo que estaba pasando y eso pensaba hacer hoy mismo.
Luego de tomar su decisión, Jayda le pidió al taxista que cambiara el rumbo hacia la sede de Millers Inc.