Amor de Millonario
img img Amor de Millonario img Capítulo 2 Capitulo Dos
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Capítulo 16 Dieciséis img
Capítulo 17 Diecisiete img
Capítulo 18 Dieciocho img
Capítulo 19 Diecinueve img
Capítulo 20 Capitulo 20 Veinte img
Capítulo 21 Veintiuno img
Capítulo 22 Veintidós img
Capítulo 23 Veintitrés img
Capítulo 24 Veinticuatro img
Capítulo 25 Veinticinco img
Capítulo 26 Veintiséis img
Capítulo 27 Veintisiete img
Capítulo 28 Veintiocho img
Capítulo 29 Veintinueve img
Capítulo 30 Treinta img
Capítulo 31 Capitulo 31 Treinta y Uno img
Capítulo 32 Treinta y dos img
Capítulo 33 Treinta y Tres img
Capítulo 34 Treinta y Cuatro img
Capítulo 35 Treinta y cinco img
Capítulo 36 Treinta y Seis img
Capítulo 37 Treinta y Siete img
Capítulo 38 Treinta y ocho img
Capítulo 39 Treinta y Nueve img
Capítulo 40 Cuarenta img
Capítulo 41 Cuarenta y uno img
Capítulo 42 Cuarenta y dos img
Capítulo 43 Cuarenta y Tres img
Capítulo 44 Cuarenta y cuatro img
Capítulo 45 Cuarenta y cinco img
Capítulo 46 Cuarenta y seis img
Capítulo 47 Cuarenta y Siete img
Capítulo 48 Cuarenta y ocho img
Capítulo 49 Cuarenta y nueve img
Capítulo 50 Capitulo 50 Cincuenta img
Capítulo 51 Cincuenta y uno img
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Capítulo 2 Capitulo Dos

"¡Me estás poniendo las cosas difíciles cuando solo quiero ayudarte, preciosa!", exclamó Sebastian al tiempo que tomaba asiento junto a la mujer que lo había rechazado.

Jayda, quien se encontraba a punto de tomar otro trago de su cóctel, se estremeció al escuchar la voz de ese hombre que, por alguna razón, sonaba molesto.

Dándose la vuelta, contempló al sujeto que le había causado escalofríos y se quedó pasmada al verlo. Caliente y sensual serían las palabras adecuadas para describirlo, y con ese traje, se veía todavía más irresistible. Aunque le pareció demasiado ostentoso al principio, luego se dio cuenta de que había muchos ejecutivos de traje en el bar, así que quizás fuera algo normal en aquel club.

Sebastian, por su parte, se quedó congelado al ver a la dama frente a él. No se imaginaba que la mujer que lo había rechazado pudiera ser tan hermosa y, al ver las lágrimas secas en su rostro, tuvo el impulso de preguntarle qué le había pasado y de consolarla.

Aunque cuando volvió en sí, se dio cuenta de que quizás estaba penando demasiado las cosas, aun así no se pudo contener.

"¿Quién te hizo llorar?", preguntó con clara preocupación. Por alguna razón que desconocía, solo quería estrangular al responsable de su sufrimiento.

"¿Quién diría que detrás de esa fachada imponente podría esconderse alguien tan amable?", se burló Jayda mientras tomaba el que sería su cuarto trago de la noche.

Ignorando su reacción, Sebastian insistió: "¿Quién te hizo llorar?".

"Mi novio rompió conmigo y no lo culpo por hacerlo, la verdad es que nunca me tomé en serio nuestra relación".

"Lamento escuchar eso", dijo Sebastian, todavía sorprendido de su propia actitud. Mostrarse apenado por otra persona o disculparse no era algo que hiciera a menudo, pero ahora mismo era como si alguien más estuviera hablando por él.

"Gracias", murmuró Jayda, preguntándose a sí misma por qué estaba contándole sus problemas a un completo extraño.

Entonces quiso alzar la mano para llamar al camarero y pedirle otro trago, pero Sebastian la detuvo.

"Has bebido suficiente por esta noche". Por alguna razón, quería que ella se mantuviera sobria.

"¿Acaso es problema suyo lo que haga o deje de hacer, señor...?". Por la manera en que habló, era obvio que quería saber su nombre.

Sin poder creer lo que acababa de escuchar, Sebastian se echó a reír, creyendo que le estaba tomando el pelo.

"¿Qué? ¿No sabes quién soy?", inquirió con perplejidad, casi ofendido.

Con los ojos en blanco, ella replicó: "¿Si lo supiera, lo estaría preguntando? ¡Vaya idiota!".

Aunque ella lo insultó, él no se sintió atacado; cualquier persona que lo llamara de esa forma habría sufrido las consecuencias, pero con ella no podía molestarse.

"Creí que el camarero te había dicho mi nombre, pero no importa, me llamo Sebastian Miller".

"Sí me dijo, pero no le estaba prestando atención. Mi nombre es Jayda".

"Eres una mujer muy hermosa, Jayda", susurró él, haciéndola estremecer una vez más.

Procurando recomponerse, ella respondió: "Estoy segura de que eso le dices a todas".

Inclinándose para estar más cerca, Seb confesó: "No, la verdad casi nunca lo digo y ahora mismo estoy hablando muy en serio. Eres hermosa".

Jayda pudo sentir cómo los vellos de su nuca se erizaron al escuchar aquella declaración.

"Ehm, gracias entonces", sonrió, algo avergonzada.

"Se suponía que hoy vendría aquí con mi mejor amigo, Caleb, pero me dejó plantado por ir a una cita", añadió Sebastian y eso la hizo sonreír.

"Bueno, el mundo no tiene que girar siempre a tu alrededor, quizás tu amigo esté empezando a enamorarse", balbuceó ella en respuesta.

"¿Quisieras acompañarme a un hotel para pasar el rato?", propuso Sebastian con la voz temblorosa. Aunque normalmente exudaba confianza, ahora mismo estaba nervioso por alguna razón que desconocía... Quizás estaba demasiado acostumbrado a que las chicas tomaran la iniciativa por él.

Jayda estuvo a punto de rechazar su oferta, pero entonces quedó atrapada en la mirada profunda que emanaba de sus ojos. Podía ver el anhelo palpitando en sus pupilas como si le rogara que dijera que sí.

"Está bien", respondió con algo de vacilación, esperando no arrepentirse de su decisión después. Sin duda alguna, el alcohol le había dado el valor necesario para tomar el riesgo.

Acto seguido, se dispuso a buscar su bolso para pagar, pero Seb la detuvo en el acto.

"Descuida, no hace falta", añadió él y ella frunció el ceño.

"¿Estás seguro? Puedo pagar por lo que consumí", replicó Jayda, consciente de lo costosos que habían sido los tragos que había pedido.

"Dalo por hecho", aseguró él.

"Bueno, está bien entonces", asintió ella y quiso ponerse de pie, pero trastabilló.

Enseguida, Sebastian la rodeó por la cintura para ayudarla y un fuerte escalofrío la hizo estremecerse ante su roce. ¿Por qué este hombre la hacía sentir así? Si bien era cierto que estaba algo ebria, tampoco era para tanto.

"¿Por qué todos nos miran? ¿Eres una celebridad o algo por el estilo?", inquirió ella mientras salían del club.

Él solo sonrió entre dientes, todavía sorprendido de que no supiera su identidad. 'Cuando le cuente a Caleb esto, se morirá de la risa', pensó.

"Quizás nos miran porque soy muy sexy", respondió con un guiño.

"Ya quisieras, hasta el camarero que me atendió está más caliente que tú", replicó Jayda con los ojos en blanco. Obviamente estaba bromeando.

"Como digas, como digas", resopló Seb con el orgullo intacto mientras se acercaban a su auto.

Como todo un caballero, le abrió la puerta del copiloto a Jayda y ella entró en el vehículo.

"Lindo auto", comentó la chica tan pronto como él se sentó a su lado.

"Gracias, señorita. Por cierto, estoy seguro de que necesitarás esto", respondió él mientras le entregaba una botella de agua que ella aceptó con gusto.

En breve, Sebastian se detuvo en el estacionamiento de un hotel de lujo y fueron directamente a una de las suites principales.

Tan pronto como estuvieron solos en la habitación, el hombre se le acercó y la pegó contra la pared para besarla apasionadamente.

Sin embargo, como Jayda no respondía a sus caricias, la agarró por el mentón para que ella lo mirara a los ojos.

"No sé qué tienes, pero enciendes algo en mí".

Dicho eso, la agarró por la mano y la llevó hasta su erección. Tan pronto como sintió el miembro tenso entre sus pantalones, Jayda jadeó y los latidos de su corazón se aceleraron.

"Mira lo que provocas y ni siquiera has hecho nada. Es obvio que me gustas y que tú sientes lo mismo, puedo ver el deseo que palpita en tu mirada... Te quiero dar placer, Jayda; tu ex no te merece y quiero que lo olvides... Te lo voy a hacer tan bien que dentro de una semana todavía sentirás mi miembro dentro de ti... Solo tienes que dejarte llevar por lo que sientes, aunque no pienso hacer nada si no quieres, solo dime y te conseguiré un taxi que te lleve a casa".

"No, te quiero a ti", respondió ella, perfectamente consciente de lo que implicaban sus palabras. A esas alturas, prefirió bajar la guardia y dejarse llevar por la corriente solo por esa noche; después de todo, no volverían a verse.

Con una sonrisa, Sebastian la besó y esta vez Jayda le respondió con pasión. Ahora que podía deleitarse con sus hermosos labios, él se dio cuenta de que sabían a vodka con granadina.

Cuando por fin se separaron, él le quitó el vestido por la cabeza y la dejó en ropa interior a su merced.

Jayda era hermosa, tenía unas curvas espectaculares y no se parecía en nada a ninguna mujer con la que hubiese estado antes. Muerto de deseo, desabrochó su sostén y se encontró frente a frente con sus hermosos senos redondos y perfectos. Ella tenía los pezones rozados y erectos, y era como si le suplicaran que los chupara.

Extasiado, Sebastian no perdió el tiempo y lamió su pezón derecho mientras jugueteaba con el otro.

Colmada de placer, Jayda arqueó la espalda y lo dejó tocarla, sintiendo que estaba tocando el cielo con los dedos. Hasta ahora, Sebastian estaba cumpliendo con su promesa de hacer de esa noche algo realmente memorable.

Arrodillado frente a ella, el hombre la ayudó a quitarse las bragas y sonrió con picardía al darse cuenta de lo mojada que estaba. Parecía complacido por el hecho de haber causado el mismo efecto que ella había causado en él.

Para entonces, Jayda apenas conservaba sus tacones y, de esa manera, Sebastian la agarró por la cintura y la dejó sobre la mesa para tener fácil acceso a su zona íntima.

Tan pronto como la lengua del hombre rozó su clítoris, ella se estremeció y tuvo que morderse los labios para no gritar. Él se tomó su tiempo para explorarla, sentirla y palpar su feminidad. El placer en el cuerpo de Jayda llegó a tal punto que tuvo que pedirle que se detuviera porque sentía que estallaría de placer en cualquier momento.

Su respiración era dificultosa cuando Sebastian volvió a besarla, haciéndola saborear su propia esencia.

"¿Lista para lo que viene? ¿Estás preparada para que te la meta hasta el fondo?", susurró seductoramente. En ese punto, Jayda ni siquiera podía hablar, pero asintió fervientemente.

Acomodándola sobre la mesa, Sebastian rozó su polla contra su clítoris por un rato antes de finalmente metérsela.

Como ella estaba algo tensa, él se contuvo y le echó un vistazo, solo para comprobar que se veía incómoda mientras se aguantaba de los bordes de la mesa. Fue entonces cuando se dio cuenta de que la mujer que iba a poseer era virgen.

Jayda, a sus 29 años, se había concentrado tanto en desarrollar su carrera que no había tenido tiempo para divertirse con ningún hombre, ni siquiera con Zach. No obstante, había desarrollado el arte de darse placer a sí misma cuando se ponía caliente.

"Me siento honrado de ser el primer hombre que te haga el amor, prometo venerar tu cuerpo y hacer de esta noche un momento inolvidable para ti. Te va a doler, pero luego lo disfrutarás, te lo prometo", le aseguró y ella asintió sin decir nada.

Ahora que sabía que ella era virgen, Sebastian fue más cuidadoso y se aseguró de moverse suavemente hasta que su cuerpo se acostumbró a la sensación de su miembro erecto.

Gimiendo de placer y con los pies arqueados, Jayda se echó para atrás, deleitada con el torrente de placer que fluía por sus venas. Al mismo tiempo, Sebastian rozó el paraíso y dejó su simiente dentro de ella.

Cargándola, el hombre la llevó hasta la cama, le quitó los tacones y se recostó a su lado, rodeándola entre sus brazos mientras ella intentaba recuperar el aliento.

Sebastian estaba seguro de que lo que estaba pasando con Jayda no era lo que solía hacer con otras chicas, le estaba haciendo el amor como nunca antes lo había hecho, se tomó el tiempo para sentir su cuerpo, para venerarlo como a una diosa. Satisfecho, se deleitó al verla acabar de forma tan gloriosa y sintió que Jayda sacaba lo mejor de él.

"Estoy listo para otra ronda si quieres", propuso, vanagloriándose de sus capacidades.

"Bueno, solo tenemos esta noche, así que asegúrate de hacerla memorable", le sonrió ella.

De nuevo, Sebastian se le montó encima y le hizo el amor apasionadamente hasta que quedaron tan cansados que se quedaron dormidos.

Sin embargo, era tan grande el deseo entre los dos que siguieron haciéndolo a lo largo de la noche y, para el amanecer, ya habían acabado unas cinco veces.

            
            

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