Amor de Millonario
img img Amor de Millonario img Capítulo 3 Tres
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Capítulo 16 Dieciséis img
Capítulo 17 Diecisiete img
Capítulo 18 Dieciocho img
Capítulo 19 Diecinueve img
Capítulo 20 Capitulo 20 Veinte img
Capítulo 21 Veintiuno img
Capítulo 22 Veintidós img
Capítulo 23 Veintitrés img
Capítulo 24 Veinticuatro img
Capítulo 25 Veinticinco img
Capítulo 26 Veintiséis img
Capítulo 27 Veintisiete img
Capítulo 28 Veintiocho img
Capítulo 29 Veintinueve img
Capítulo 30 Treinta img
Capítulo 31 Capitulo 31 Treinta y Uno img
Capítulo 32 Treinta y dos img
Capítulo 33 Treinta y Tres img
Capítulo 34 Treinta y Cuatro img
Capítulo 35 Treinta y cinco img
Capítulo 36 Treinta y Seis img
Capítulo 37 Treinta y Siete img
Capítulo 38 Treinta y ocho img
Capítulo 39 Treinta y Nueve img
Capítulo 40 Cuarenta img
Capítulo 41 Cuarenta y uno img
Capítulo 42 Cuarenta y dos img
Capítulo 43 Cuarenta y Tres img
Capítulo 44 Cuarenta y cuatro img
Capítulo 45 Cuarenta y cinco img
Capítulo 46 Cuarenta y seis img
Capítulo 47 Cuarenta y Siete img
Capítulo 48 Cuarenta y ocho img
Capítulo 49 Cuarenta y nueve img
Capítulo 50 Capitulo 50 Cincuenta img
Capítulo 51 Cincuenta y uno img
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Capítulo 3 Tres

Jayda se despertó un poco cansada, y sonrojándose, enterró su rostro más en la almohada tan pronto como recordó el evento de la noche anterior. Cabía destacar que también estaba muy adolorida, pero en el buen sentido. Lilian, su mejor amiga, estaría muy orgullosa de ella cuando le contara que había tenido buen sexo.

Al abrir los ojos, vio que el espacio a su lado estaba vacío, por lo que se sentó con el edredón envuelto alrededor de su curvilíneo cuerpo. No obstante, se encontró a Sebastian, quien se estaba vistiendo, pero como estaba de espaldas a ella, no podía verla.

Ella se dio cuenta de que este acababa de darse una ducha por lo húmedo que estaba su cabello y rápidamente se pasó los dedos por el cabello despeinado antes de hablar: "Buenos días", dijo, pero no obtuvo respuesta.

Entonces pensó que él quizás no la había escuchado.

"Buenos días, Sebastian", lo saludó de nuevo.

Si bien esta vez él la miró de reojo, no dijo nada sino que volvió su atención a abotonarse la camisa y ni siquiera hizo intento alguno por responderle. Además, tenía una expresión severa en su rostro.

"Disculpa, ¿no oíste que te hablé?", cuestionó Jayda, ya empezando a irritarse. De hecho, el leve dolor de cabeza con el que se despertó estaba comenzando a convertirse en algo más.

Sin responder, el hombre agarró su Rolex de la mesita de noche, se lo puso y sacó la billetera del bolsillo trasero de su pantalón.

Ella sintió como si se le trancara el pecho cuando lo vio contando unos billetes. ¿Por qué la tomaba?

Tras dejar el dinero en la mesita de noche, él dijo: "Esto es por tus servicios. Asegúrate de salir de aquí en una hora o te echarán".

Al instante, las lágrimas brotaron de los ojos de Jayda de manera totalmente involuntaria, pues nunca se había sentido utilizada. Sebastian actuaba al contrario de cómo lo había hecho la noche anterior, cuando le había hecho el amor. Ahora incluso le pagaba por sus supuestos servicios cuando el dinero era el menor de los problemas de Jayda, ya que aún si ella decidiera jubilarse ese mismo día, tendría más que suficiente para mantenerse por el resto de su vida.

De repente, Jayda le arrojó las almohadas. "¡No eres más que un bastardo malvado!", le gritó a mientras sus lágrimas seguían cayendo.

"Cuida tu lenguaje, mujer. A mí nadie me habla de esa manera", espetó él de dientes apretados.

"Eres tan desalmado y cruel que no puedo creer que me entregué a ti. El hombre con el que estuve anoche era diferente a este idiota manipulador al que estoy mirando. Eres la peor persona que he conocido y espero que te pudras en el infierno, bastardo hijo de puta".

El rostro Sebastian estaba rojo de ira, pues esa mujer estaba cruzando su límite. "Si vuelves a llamarme así, te destruiré", la amenazó.

"¡Vete a la mierda! ¿Crees que puedes intimidarme con tu dinero? Eres solo un niñato mimado cuyos padres le dieron todo en bandeja de plata y un sádico sin sentimientos. Espero que te pudras en el infierno porque personas como tú son de lo peor. Eres un enfermo total".

Habiendo escuchado eso, el hombre estaba aún más enojado y casi explotaba. "Tú eres la enferma. Eres una loca. Te di el doble de lo que le hubiera dado cualquier otra chica, y ni siquiera estás agradecida".

"No todo se trata de dinero, idiota", balbuceó Jayda entre lágrimas. Pues no podía creer que le hubiese dado su virginidad a alguien tan malvado. Es decir, la noche anterior él había sido la persona más dulce que ella había conocido, y ahora se había vuelto muy frío.

"No quiero tu dinero, solo llévatelo y lárgate de aquí", le gritó.

"¿Estás segura de que no lo necesitas? Ni siquiera me robaste nada anoche. ¿Cómo vas a sobrevivir?".

Jayda no podía creer lo que oía. ¿Ahora estaba insinuando que era ladrona?

Sin importarle que estaba desnuda debajo del edredón, ella se desenrolló de él, e ignorando el dolor y el dolor entre sus muslos, avanzó hacia él y lo abofeteó muy fuerte.

"Eres un maldito egocéntrico. No tienes idea de lo mucho que te odio. Vete de aquí y no olvides llevarte tu estúpido dinero", escupió y se dirigió al baño.

A pesar de que ella nunca había sido una persona violenta, el dolor que sentía en ese instante la hacía actuar sin siquiera pensar.

De pronto, Jayda vio sus tacones junto a la puerta del baño y tras agarrar uno, se lo lanzó a Sebastian, causándole un fuerte gruñido. Luego entró al baño y cerró la puerta.

Dado que el hombre estaba sobándose la mejilla por la bofetada, no tuvo tiempo de esquivar el tacón y este golpeó con fuerza en la frente.

Ahora con la mano en la frente, se derrumbó en el borde de la cama y trató de masajear el punto que tenía adolorido por el impacto, pero no podía porque se lastimaba más, y aunque no le estaba saliendo sangre, podía sentir un bulto.

"¡Esta mujer...! ¿En qué diablos me metí?", gruñó de dolor.

Él debía admitir que había pasado la mejor noche de su vida, pero eso no había sido más que una satisfactoria aventura de una noche para él. En vista de que el mundo exterior era cruel, él se negaba a ser amable con nadie que no fuese su familia, y creía que las mujeres se interesaban en él por lo que tenía. Teniendo en cuenta todo eso, no podía evitar preguntarse por qué ella había rechazado el dinero pese a la cantidad que le había dado, sin mencionar que nunca una chica lo había hecho, ni siquiera sus hermanas, quienes amaban el dinero gratis.

También se sorprendió al ver todas sus cosas intactas cuando se despertó porque por lo general, antes de que se despertara, la mujer con la que había tenido una noche de sexo se iba con su dinero, Rolex y otros artículos costosos.

Sin embargo, sintió algo diferente de parte de Jayda, pero no bien se despertó, decidió que no podía seguir siendo amable con ella. Si bien debía aceptar que había una gran atracción entre ellos, con suerte, era solo algo que se desvanecería en poco tiempo.

Él sabía de algunos de sus socios comerciales que habían sido débiles y habían perdido todo por culpa de una mujer, y pensó que él no estaba listo para pasar por eso.

De todos modos se dirigió a la puerta del baño y casi levantó el puño para tocar la puerta, pero cambió de opinión, en cambio, terminó recogiendo su traje y no se molestó en agarrar el dinero que había dejado en la mesita de noche.

Sin más, salió de la habitación del hotel.

Apenas Jayda cerró la puerta del baño detrás de sí, se sentó en el borde de la bañera y lloró. Ella había pasado toda la vida construyendo su reputación hasta el punto de que no recibía más que respeto de la gente, y Sebastian Miller fue de la nada y lo aplastó todo.

Ella se había sentido usada, y aunque no podía negar que la noche anterior había sido la mejor de su vida, lamenta haberle dado su virginidad a ese idiota. Sebastian era un demonio disfrazado que desempeñaba muy bien su papel, y pese a que tenía la peor personalidad del mundo, era increíblemente guapo.

Jayda lloró más cuando lo recordó dejándole dinero con la razón de que estaba pagando por sus servicios, pues se había sentido inferior como si vendiera su cuerpo. Ella pensó que había significado algo para él, pero no había sido así.

Después de haber llorado por un buen rato, Jayda se metió en la ducha, y al salir, echó un vistazo al espejo y casi muere cuando vio la cantidad de chupetones que Sebastian le había hecho por todo el cuerpo.

Tenía algunos en su cuello, incontables en sus senos y algunos en su estómago. Él había sido tan posesivo con ella que nunca se le había ocurrido que solo la estaba usando.

Acto seguido, Jayda regresó a la habitación para encontrarse con que Sebastian no se había llevado el dinero. Tratando de ignorar eso, recogió su vestido y ropa interior del suelo, se los puso, agarró su bolso y los billetes de la mesita de noche. En la recepción dejó el dinero para que se lo entregaran a Sebastian Miller junto con una pequeña nota.

Un sábado normal ella pasaba las horas de la mañana limpiando su apartamento y luego trabajaba desde casa durante todo el día. No obstante, ese día no estaba de humor para hacer nada y solo deseaba poder ver a Sebastian una vez más para poder cortarle las bolas. Ese idiota era la persona más despiadada con la que se había topado.

Jayda ignoró el gruñido de su estómago no bien entró en su apartamento, fue directo a su habitación y se metió en la bañera por un rato a ver si se podía quitar el olor de Sebastian. Sin importar cuánto se frotara el cuerpo, el olor de ese hombre simplemente no salía, y eso la molestaba muchísimo.

Al final, se rindió, se enjuagó el cuerpo y fue en busca de algo para ponerse. Tras ponerse unos shorts y una camiseta sin mangas, se hizo un moño desordenado y se aplicó ungüentos en los chupones de su cuerpo. Luego volvió a su habitación, se bebió una botella de agua y se subió a la cama esperando poder dormir pese a su ira y sentirse mejor cuando se despertara.

"Déjame en paz, Lily", balbuceó Jayda en voz baja al tiempo que se acurrucaba más y abrazaba su almohada. Ella sabía que debía ser Lilian, su mejor amiga, quien estaba tratando de despertarla de su sueño, puesto que esta tenía la llave de su apartamento así como ella también tenía las del suyo.

"Vamos, has dormido demasiado. Ya es de noche", señaló Lilian, haciendo que Jayda abriera los ojos. Echando un vistazo al despertador en su mesita de noche, vio que eran casi las siete de la noche. Su amiga tenía razón. Y no era de extrañar, puesto que a Sebastian y a ella les había resultado difícil mantener las manos alejadas el uno del otro durante toda la noche anterior.

"¿Cuándo llegaste?", le preguntó a Lilian.

"Hace dos horas. Al verte durmiendo tan profundamente, pensé en darte más tiempo para descansar, pero no pude soportarlo más, y como me estaba aburriendo, decidí despertarte".

"¡Ay, Dios mío!", exclamó emocionada Lilian no bien notó los chupones en el cuello y el área del escote de Jayda cuando esta se estaba sentando.

"No es de extrañar que decidieras tomar una gran siesta. Ya veo que Zach y tú no pudieron contenerse. ¡Por fin lo hiciste! Estoy muy orgullosa de ti. Ahora me tienes que contar todos los detalles", agregó con una sonrisa.

"Nunca imaginé que Zach fuera posesivo. ¿Te duelen?", preguntó, refiriéndose a los chupones.

Antes de decir algo, Jayda se bebió un vaso de agua que estaba en su mesita de noche.

"Zach y yo rompimos", anunció.

Con el ceño fruncido, Lilian consultó confundida: "¿Qué quieres decir?".

Mirando sus manos, Jayda intentó explicar: "Todo pasó muy rápido. Fui a su casa para celebrar mi ascenso, pero resultó que estaba perturbando su cita con su nueva chica. Yo no hago tiempo para él y nunca tomé nuestra relación en serio. Además, él siempre ha estado allí para mí más de lo que yo para él. Ahora él busca a alguien con quien establecerse, y claramente yo no soy la indicada porque no estoy preparada para esa fase de mi vida. Por lo tanto, él mismo terminó lo nuestro".

Mirando a Lilian con lágrimas en los ojos, Jayda agregó: "Tuviste razón todo el tiempo, yo fui descuidada y ahora lo perdí".

Agarrándola de las manos, su amiga le dio un ligero apretón. Zach habría sido el hombre perfecto para Jayda porque era guapo, rico, respetuoso y cariñoso, pero ella estaba tan obsesionada con el trabajo que nunca tomó en serio su relación con él.

"¿Quieres que hable con él?", se ofreció Lilian.

"No es necesario. Perdí a Zach, y es algo que debo aceptar. Además, creo que ya lo pagué, y la verdad es que no quiero a ningún hombre en mi vida", respondió Jayda y rompió a llorar.

            
            

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