"Soy la misma, mamá... Quizás lo que cambió es que ahora soy socia del bufete".
"No, hija, no es eso... Tus ojos se ven relucientes y creo que has perdido algo de peso también, pero menos mal que has venido el fin de semana, así podré asegurarme de que te alimentes bien".
"¿Y papá dónde está?", preguntó Jayda mientras se agachaba para agarrar su equipaje.
"Tu padre está con tu hermano y tus sobrinas", respondió Grace mientras entraban a la casa.
"Tía Jayda". De pronto, se escucharon dos vocecitas inocentes y luego un par de bracitos la abrazaron.
Al bajar la mirada, Jayda vio a las hijas de su hermano y se agachó para besarlas.
"Oh, las echaba de menos, chicas", dijo con una sonrisa.
"Yo también te extrañé, tía", dijo Katie de cuatro años.
"Mira, tía Jay, se me cayó un diente", comentó Olivia de cinco años, al tiempo que abría la boca para mostrarle el diente perdido.
Luego de saludar a sus sobrinas y hablar un rato con ellas, Jayda se levantó y saludó a su padre, a su hermano Lucas y a Christine, su esposa.
Para celebrar su incorporación como socia de Saunders and Co, prepararon una suntuosa cena y descorcharon una que otra botella de champán para brindar.
Por la noche, cuando Jayda salió del baño con su pijama puesta, Grace se acercó a su habitación con una manta en la mano.
"Gracias, mamá", asintió la joven, tomando la cobija de las manos de su madre y dejándola sobre la cama.
"Bienvenida, hija mía... Debbie me ha contado que no te has sentido muy bien últimamente".
Con un breve refunfuño, Jayda se acomodó al borde de la cama y respondió: "Deb trabaja para mí, se supone que debería serme leal y no salir corriendo a contarle a mi madre todo lo que me pasa. ¿Qué más te dijo?".
Haciendo lo mismo que su hija, Grace se sentó en la cama y explicó: "No nada, solo que no te has sentido bien y te has negado a ir al médico. Ahora bien, ¿podrías ser honesta con tu madre y decirme qué ocurre?".
"No hay nada de qué preocuparse, mamá... Quizás he estado un poco más estresada últimamente, pero estaré bien".
Entrelazando su mano con la de su hija, Grace continuó: "¿Recuerda lo primero que te dije cuando te vi hoy?".
"Sí, que mis ojos se veían relucientes, pero no sé por qué lo dices porque no he vivido nada emocionante últimamente... Bueno, nada además de mi ascenso. También dijiste que he perdido un poco de peso", respondió Jayda y su madre le asintió.
"Me di cuenta de que apenas tocaste tu plato en la cena y eso que preparé tu comida favorita... No creas que no me di cuenta de que te estabas obligando a comer y apenas probaste unos sorbos de vino también. ¿Hay algo que deba saber?", inquirió la madre con una ceja alzada.
Si bien Jayda había llegado hambrienta a la casa de sus padres, perdió el apetito tan pronto como olió la comida; no obstante, como sabía que su madre estaría inconforme si no se comía lo que había preparado, se obligó a llevarse los bocados a la boca y a beber aunque la comida le diera náuseas y el vino le resultara amargo.
Grace había sido enfermera en el pasado, pero se retiró antes de tiempo, al igual que su esposo, David, quien dejó el negocio familiar a cargo de su hijo. En sus años mozos trabajaron sin descanso, pero decidieron jubilarse a temprana edad para pasar más tiempo juntos y recorrer el mundo.
"Bueno, me he sentido algo extraña últimamente", confesó Jayda por fin.
Apretando ligeramente su mano, Grace continuó con su interrogatorio: "¿Qué has estado sintiendo?".
"Bueno, he perdido el apetito casi por completo, vivo cansada y me duele el pecho".
"Sé que tú y Zach ya no están juntos, ¿pero ocurrió algo entre ustedes dos antes de separarse?".
"¿A qué te refieres?", le preguntó a su madre.
"¿Eran sexualmente activos, chicos?", aclaró Grace.
"Mamá, no estoy embarazada, créeme", aseguró Jayda luego de tragar pesadamente.
"Yo no he dicho nada, tu misma has llegado a esa conclusión", replicó Grace en su defensa. "Entonces he de suponer que no pasó nada entre tú y Zach".
Apartando la mirada, Jayda respondió: "No".
Forzándola a mirarla, Grace le dijo: "¿Hay algo que quisieras compartir conmigo? Sabes que puedes decirme cualquier cosa".
"No pasa nada, mamá", instó la chica.
"Te conozco demasiado bien y no me lo creo. Hija mía, si no puedes confiar en mí, ¿con quién más vas a hablar de estas cosas? Nunca te he juzgado por nada y no pienso empezar ahora. Vamos, dime qué tienes en mente y seré toda oídos".
Dejando escapar un suspiro, Jayda por fin se abrió con ella: "Estuve con alguien después de mi ruptura con Zach... Solo fue una noche y ya... Además, me tomé la pastilla del día después, así que es imposible que esté embarazada".
"Bueno, si tú lo dices... Pero debes saber que esas píldoras no son 100% efectivas y pueden fallar por diversas razones. En todo caso, sea lo que sea que haya ocurrido, estaré aquí para ti", aseguró Grace.
"Deberías ir a un médico para que te hagan un chequeo general", añadió y Jayda le asintió.
El resto del fin de semana, Jayda lo pasó compartiendo con su familia; aunque con los demás se mostraba como si nada estuviera pasando, por la noche volvió a repetir la misma conversación con su madre.
Era imposible que estuviera embarazada, simplemente no podía suceder... No ahora que su carrera había despegado y mucho menos con el hombre que más detestaba.
El domingo por la noche, después de despedirse de sus padres, su hermano, su cuñada y sus sobrinas, Jayda se dirigió a su automóvil. Rindiéndose a la voz en su interior, decidió ir a una farmacia para comprar unas pruebas de embarazo y descartar sus dudas.
Una vez que llegó a casa, preparó su ropa para ir a trabajar al día siguiente y sacó las pruebas de embarazo de su bolso. Con las manos temblorosas y el corazón acelerado, leyó las instrucciones que sacó de la cajita.
Al terminar, se quedó viendo las pruebas en sus manos pensando en cómo le podría cambiar la vida el resultado de las mismas. ¿Sería para bien o para mal?
Armándose de valor, se puso de pie y caminó hasta el baño de mala gana. Luego de leer las instrucciones una vez más, agarró tres pruebas y las dejó sobre la encimera antes de sentarse en el borde de la bañera.
Mientras jugueteaba con su collar, rezó para que el resultado fuera negativo, pues realmente no estaba preparada para convertirse en madre.
Luego de un tiempo, reuniendo lo último de coraje que le quedaba, alzó los palitos de las pruebas para ver el resultado.
En un segundo, su corazón se hundió tres metros bajo tierra...
Lágrimas calientes surcaban sus mejillas mientras veía el resultado positivo en las tres pruebas que se había hecho.
"No... No... No... Por favor, no.... Esto no puede estar pasando... Fue solo una cosa de una noche, por favor... nooo", sollozó sin parar, desplomándose en el suelo.
No entendía cómo había podido ser tan estúpida como para permitir que esto sucediera, a lo largo de su vida siempre la habían elogiado por su inteligencia y audacia, pero ahora mismo se sentía como la mujer más estúpida del mundo por no haberle insistido a Sebastián que usara condón.
Ni siquiera las pastillas del día después habían funcionado, no tenía sentido. ¿Quién diría que una noche de pasión podría cambiar por completo su vida?
Jayda lloró hasta secarse y gimoteó hasta que empezó a dolerle la cabeza.