Eleonor.
-Mis padres se separaron cuando yo nací, ambos eran muy jóvenes. Mi papá tenía veintidós y mi mamá diecinueve. Tuvieron un bonito noviazgo pero no una fuerte relación por la falta de madurez. Ni siquiera mi padre tomó la decisión de sacar a mi madre de donde mis abuelos y mudarse juntos para darme un hogar. Mamá me contó que aparecía de vez en cuando siendo un irresponsable, muy pocas veces me llevó de comer, y no aportó para mi educación. Me visitaba a penas una vez al mes y le decía a mi madre que estaba ocupado trabajando y estudiando al mismo tiempo, mientras que ella tuvo que dejar la universidad todo un año por cuidarme a mí. Es decir, mi papá se desentendió de mí, y la última vez que me visitó fue cuando cumplí los dos años, no apareció más hasta que cumplí los dieciocho. Sin embargo en ese lapso de tiempo mi abuelo fue mi figura paterna, pero no se sentía igual porque él no era mi papá. Ya mi abuelo no podía correr detrás de mí, no podía enseñarme a jugar baloncesto, ya no tenía las mismas fuerzas y energía como un hombre en los veinte. Mamá volvió a la universidad, terminó su carrera y trabajaba para dármelo todo mientras mi abuela me cuidaba después de llegar del cole. Mi madre sufrió mucho, pues se entregó a una basura de hombre que no tuvo cojones para hacerse cargo de su familia, lo peor es que ella no volvió a rehacer su vida, se centró solo en mí y eso me duele. Es odontóloga, y es muy buena en su trabajo, tanto que tiene dos consultorios en los cuales se destreza espectacular. Mi abuelo le colocó el primero y desde ahí ha sido todo un éxito. O bueno, al menos ella ha sido exitosa, porque siento que aunque mi madre me amó doble, mi papá me destruyó muchas cosas de mi vida sin estar. Nunca fui un niño grotesco, mal hablado, ni violento. La ira se apoderó de mi cuando él se apareció buscándome luego de dieciséis años, todo un grande, un negociante con empresas muy ricas, pues la avaricia, el dinero y el ego le hicieron olvidar que tenía un hijo. Apareció queriendo enviarme a estudiar a España, justo a donde se fue él y jamás volvió a dar señales de vida, apareció queriendo llenarme los ojos con dinero cuando mi mamá también era igual de grande que él y eso no me llenaría ni me llamaría la atención. Ella me había regalado un Mercedes de cumpleaños y él quería chantajearme ofreciéndome un Camaro. No te imaginas lo horrible que fue para mi ver que él creyera que con cosas materiales llenaría la falta que me hizo y que las heridas sanarían, sus errores lo compensarían y yo borraría todo. Lo mandé a la fregada y queriendo descargar todo el dolor que llevaba desde niño cuando me preguntaban "¿Y tu papá, Ever?", llegué a un gimnasio de boxeo donde inicié tomándole gusto, placer al saco cuando lo golpeaba por creer sentirme liberado, sin menos peso. Pero entonces mi abuela muere y a mamá le diagnosticaron Cáncer de mama. Aquí el temor a perder también a mi madre, la impotencia al no poder hacer nada más que dejarla en manos de doctores, que mi papá quisiera ayudar, mi discusión con el cuándo le advertí que se alejara de nosotros otra vez... todo me sumergió en el boxeo y me refugié en los golpes. Gané todas las peleas a las que iba sin previo entrenamiento por todo mi dolor, por mi amargura, sentía que el boxeo me abrazaba y a la vez me permitía descargarme libremente. Cuando vine a darme cuenta me había convertido en un monstruo y un Dios para muchos en el ring. -
Sin darme cuenta yo terminé llorando por tanto dolor. Pude sentirlo a través de él.
-Por Dios- lo abracé. Sentí sus brazos apretarme con fuerzas y me estremecí ante tanta conexión. ¿Ya ven por qué no se debe juzgar a nadie?
Él me secó las lágrimas y me miró a los ojos.
-Tranquila, ya no duele como antes-
Negué con la cabeza.
-¿Estudiaste negocios por tu padre? ¿Qué opina tu madre del boxeo? -se me hizo imposible no querer saber más.
-Estudié negocios por mi abuelo, quien falleció hace dos años de un derrame cerebral. Fue él quien me regaló esta casa, la dejó a mi nombre para que hiciera de las mías pero nunca he podido venir aquí para ello, este lugar me recuerda a él y a sus sabias palabras. Sobre mi madre, ella sabe quién soy y entiende que me desahogue por este método, aunque no esté de acuerdo porque es peligroso. Sin embargo, nunca he llegado con golpes graves a casa, soy yo quien los doy. -Era triste su historia, triste y muy lamentable.
-Siento tanto por lo que has pasado, Ever- acaricié su cabello.
-No, perdóname tu a mí por no ser tan fresco, tan liviano, tierno, suave, expresivo... tu no merecerías a alguien con tantos traumas y....- lo interrumpí.
-Yo puedo ayudarte a sanar y a que sientas lo que es un amor realmente bonito y de verdad. - yo no tenía problema alguno en curarle, en cambio, me gustaba con todo y traumas incluidos.
-Ni siquiera sé acariciar, ¿no ves que temo tocarte porque siento que puedo romperte? -en sus ojos vi una gran tristeza y cierto dolor que me mataba.
-Eso no es problema - tomé su mano y la llevé a donde comienza mi brazo. Desde mi hombro izquierdo yo guie su mano para que con la punta de sus dedos me acariciara. Tan solo tomé la iniciativa, él continuó bajando hasta mi mano en donde entrelazó nuestros dedos.
-Eres muy suave- me dijo con su otra mano llevándola a mi mejilla acariciando mis cachetes los cuales sentía arder.
Ese corto roce que tuvieron las puntas de sus dedos con mi piel me volvió loca. Maldición... este tipo me haría parecer una chimenea.
-Tu caricia ha sido la más tierna e inocente que he recibido -
-¿Cuantos novios has tenido que dices eso, Eleonor? - me preguntó metiendo su mano por mi cabello. No sé qué le pasaba con mi pelo pero al parecer le encantaba sentirlo.
-Solo dos, los cuales no han durado ni quince días. Ya te dije que soy muy complicada - sonreí algo tímida.
-Es que niña buena con niño bueno, no combinan - me sacó unas carcajadas.
-¿Y entonces? ¿Cuál sería la combinación perfecta? - le pregunté mordiendo mis labios.
-Tú y yo, esa sería la perfección -Sus labios se esposaron delicadamente sobre los míos y con lentitud me besó tiernamente provocándome fuertes latidos.
- Vamos a dormir, tienes que descansar- de repente me dijo aquellas palabras ayudándome a ponerme de pie y llevándome hacia las habitaciones de la acogedora casa.
-Esta será tu habitación, yo voy a dormir en la de al lado. En ese closet hay camisetas mías que puedes utilizar para dormir más cómoda y también otra frisa por si tienes mucho frío. Buenas noches, Eleonor- súper rápido y como algo nervioso se despidió de mi dándome un piquito en los labios y marchándose de la habitación rápidamente.
Me quedé totalmente extrañada porque no sabía la razón de su nerviosismo si hace rato estuvimos muy bien.
Del clóset tomé una de sus camisetas, esta era color gris, me quedaba a mediado de los muslos, lo suficientemente larga como para taparme las nalgas. Me lavé el rostro, oriné, me hice una trenza para dormir como de costumbre y volví a la habitación donde vi que la cama se veía muy grande para mi si estaba acompañada, bueno, más bien mis hormonas y mi mente me jugaban sucio y me hacían querer pecar.
Terminé saliendo de la habitación, caminé por el pasillo llegando a la recámara de al lado la cual tenía la puerta abierta. La gran espalda desnuda de Ever me recibió ante el espejo. Se dió vuelta al verme, yo tan solo no podía dejar de ver su abdomen bien marcado.
- La verdad es que estuve pensando y ...-Tragué, se me dificultaba hablar teniéndolo así al frente- los arbustos se reflejaban en las cortinas y a la hora que apague la luz sé que tendré miedo. - por Dios Eleonor, a lo que has llegado.
Él sonrió grandemente.
-¿Quieres que me duerma contigo? -
-¿Tu no quieres? - mordí mis labios.
Se acercó a mi lo suficiente como para ponerme a temblar.
-¿Por qué crees que me fui tan rápido de la habitación hace cinco minutos? Es que estar contigo frente a una cama me hace ponerme muy nervioso, nunca he dormido con una chica. - por Dios... los nervios míos son por otra cosa.
-¿Tienes nervios o no sabes lo que podría pasar? - le pregunté sabiamente.
-Lo que podría pasar es que termines siendo mía, ya lo eres, pero es sólo que... no solo tu alma me pertenecería, también tu cuerpo-