Capítulo 10 El director

2

La noche esta echa para mí y la luna está acompañándome ahora, ya no es la misma luna. Mi luna olvidó mi voz y rechazo mi visita, ahora confío en la que se posa sobre mi cada noche.

El director me ha dicho que si algo sale mal, lo busque. El hombre duro que alguna vez me hizo la vida imposible, hoy estaba conspirando a mi favor y dándome una oportunidad más, una para recuperar a mi novia.

La cita era a las 12:00 PM, en un café en las afueras de la ciudad. Ese café estaba en la misma línea del tren que pasaba por la casa de Fernanda, «curioso lugar escogió el director» me dije.

Entre al café y tome asiento en la mesa que estaba pegada a la ventana del local. Espere algunos minutos hasta que el señor director llegará, y me pedí un té de limón.

- Entonces, un té de limón y nada más? - pregunto el camarero.

Asentí y lo ví retirarse con mi orden.

El señor director no tardó mucho en llegar, a tiempo para el té.

- Amigo mío, a mi tráigame un té de manzanilla y un poco de miel. - pidió el señor director.

- ¿Miel?

- Miel, señor Marín. - afirmó

El camarero apunto la orden y con un guiñó del director, el camarero se retiró.

Esperamos en silencio hasta que el pedido llegó, un frasco con miel y dos Tés. El señor director lucía más pálido que de costumbre y con una mirada más obscura que antes, me miró.

- Cuénteme entonces, amigo mío. ¿Que ha pasado?. - preguntó ansioso el director.

- Bueno, me han olvidado....eso ha pasado.

- Las personas no olvidan, señor Marín.

- replicó - solo pretenden hacerlo para que uno no se de cuenta y vaya detrás de ellas. En busca de su alma y de un poco de su vida, de nuevo.

Sus palabras eran heladas y provocaban una sensación de temor en mi, un frío amenazante me abrazo y me llevo con el.

- Es usted un poeta. - señalé.

- No tanto como usted, Marín. Por eso lo cité aquí está noche. ¿Un lugar muy curioso, no cree?...

Sonreí dócilmente y asentí.

- Como conoce usted esté lugar, señor director.

- Conozco su vida, y eso es lo importante amigó Marín.

- Resultó ser más gracioso de lo que pensé.

- Conozco cada rincón de su historia, cada momento y cada lugar que recorrió con su amada. - insistió. - Usted es como yo, Marín. Se que usted tiene el corazón destrozado, y que usted ama de verdad a esa mujer. Le tiene un amor incondicional, uno que muy pocas veces he visto aquí.

Le mire confundido, no sabía que quería.

Nunca le había escuchado hablar así al director, y mucho menos a mí.

Tomó su tasa de té y vertió un poco de miel sobre su té. Se aproximo hasta el y lo probó

- Muy dulce...¿Gusta un poco de miel, Marín? - ofreció

- No, estoy bien.

Saboreó la miel en sus labios rosados, y me miró de reojo mientras bebía su té.

- Vamos al grano amigo Marín. - dejó caer. - Usted quiere recuperar al amor de su vida, a su propia vida. ¿Me equivoco?.

- Felicidades, adivino.

- Tengo un plan para que usted pueda verla de nuevo.

- ¿Que plan? - interrumpí.

- Uno infalible. - apuntó. - Pero usted vivirá en las sombras, vivirá viéndola desde la sombra del viento...

Sonreí ingenuamente y me bebí mi té, en espera de que el director dijera algo más.

- Las metáforas no siempre se me dan. Dígame qué plan - apresuré.

- Usted la vera y escuchará lo que por dos años espero escuchar. - respondió - su corazón volverá a latir como antes de su llamada y, con suerte, ella lo amara para siempre.

- No creo que tenga una solución. Ella se fue director, y no me quiero seguir haciendo ilusiones tontas. Pensando que volverá como alguna vez me lo prometió, antes de que entrara a la prisión.

- Hágame caso, amigo Marín.

- Le hago caso, pero no me de falsas promesas, ella se fue.

El director frotó sus manos, y antes de que pudiera hacer algo, ya tenía una de ellas tocando la mía.

Su piel era helada, fría y sin vida. Suave pero muy oscura, como si en sus venas corriera algo que no era sangre. Algo más oscuro y frío, más frío que el viento y que la noche.

- Amigo Marín...- murmuró - Le daré mi último regalo, y a su vez, mí venganza. Usted decida si lucha por ella inútilmente y se da por vencido, haciendo una vida nueva. O toma mi oferta y se va tranquilo con las palabras de su amada.

- Que quiere de mi. Dinero no tengo y todas mis palabras se las ha llevado con su libro...

Una sonrisa lobuna apareció en su rostro, sus ojos se clavaron en el vacío de los míos.

Se relamio los labios y con la punta de su dedo tomo un poco de miel. La disfruto como si aquello fuera el elixir de la vida, rico e inigualable.

- Lo que quiero de usted, ya lo tengo amigo Marín. - respondió. - Le insisto, tome un poco de miel. Le hará bien.

Asentí y dudosamente vertí un poco de miel en mi té.

La probé y era muy dulce, me imaginé que aquello era la sangre del director. Ansiosa por entrar en mis venas y consumirme.

- Disfruté del té, Marín. - apuntó - Fue agradable verlo fuera de la prisión.

- El gusto fue mío.

- Confío en que tomara la decisión correcta. - añadió - Si así es, lo veré al pie de la torre.

El señor director salio del café, y en cuanto la puerta se cerró un silencio nos envolvió.

Sentí que mi cuerpo estaba en otro lado y me dieron ganas de escribir la última carta. « Mi luna » pensé.

3

as calles estaban vacías y no tenía a dónde ir. Por un momento me pasó la idea de ir a casa de Fernanda y decirle todo. Contarle mis aventuras por las calles del cielo y hablarle sobre los escalofríos que me provocaba el director.

Empeze a sentir que flotaba en lugar de caminar, estaba muy cansado. Supuse que solo era la falta de sueño que ya me estaba pasando factura, la fatiga y la avalancha de emociones. Pero antes de llegar al castillo empeze a ver borroso. Al fondo podía escuchar la voz del director repitiendo esa frase « Lo que quiero de usted, ya lo tengo. ».

Llegué al pie del castillo y con mi último aliento puse la carta sobre mi pecho. Pensé que el viento o alguien podría llevársela y quitarme la última oportunidad de ver a mi Fernanda. Así que me aferré a ella más que a mí propia vida.

El sueño me abrazo y sentí que se había terminado la odisea, el libro termino. Pude sentir cada beso en mi mejilla y también cada caricia en mi cuerpo. Volví a oler el perfume de Fernanda y descanse. Era momento de descansar por fin e irme a dormir.

            
            

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