Capítulo 7 El prisionero del cielo

Tome un poco de café para intentar revivir y poder irte a buscarte, casi lo logro. Me enfoque en hacer realidad mis sueños, pero no fueron aquellos en dónde vuelves y me abrazas. Fueron esos donde no me recibes, dónde me quedo del otro lado del teléfono, esperando oír tu voz y no una contestadora.

Volví a ir en la dirección correcta, volví a subirme en el vagón de los sueños, ese que juntos abordamos varias veces. Volví a bajar en el mismo lugar en donde llore por primera vez contigo, en dónde borracho te dije « tengo miedo de perderte, no me quiero ir a mi casa.». esta vez no deje pasar los trenes, está vez solo no me subí y salí a buscarte.

Salí de nuevo de la estación y mire el azul del cielo que todos los días te mira, el que todos los días te acompaña hasta que tú último pensamiento llega

Inocentemente mire a todos lados, tal vez podrías estar ahí parada en alguna esquina o comprando algo en algún local. Camine hasta el lugar donde alguna vez me senté y te ví venir, dónde con ansias espere a que me recogieras y me llevarás al cielo.

No pude estar ahí mucho tiempo, las calles me estaban susurrando tu nombre y el cielo tus promesas. Mis miedos salieron y me arrastraron de vuelta a la estación, ahí volví a abordar el vagón que va en sentido contrario a ti.

Te llamé y por un segundo creí que todo esto fue un mal sueño, que nada fue real y que tú estabas esperándome ansiosa en tu casa, lista con mi beso y mi abrazo de cada fin de semana.

No podré describir esa sensación que sentí después de la llamada, después de que solo sonará y sonara el teléfono....

- Entonces, ¿Si puedo verte? - te pregunté al escuchar que habías levantado el teléfono.

- ¿quién eres? - preguntaste.

- Yo, quien más.

- Si está bien.

- Llegó en 15 minutos entonces.

- Si, me marcas cuando estés por llegar.

Guardaste silencio unos segundos, y antes de que colgará y abordará el tren que me llevaría de vuelta a la vida, escuche tu voz.

- ¿Pero quién eres? - volviste a preguntar.

- Pues yo, Carlos.

El tiempo se acabó y la llamada se cortó. Espere unos segundos y volvi a llamarte.

- ¿entonces, te veo en 15?

- No, no estoy en mi casa. - respondiste ahora, con un tono frío y nada dulce como antes.

- Pero me acabas de decir que si...

- Estoy en casa de mis abuelos, y no puedo. - interrumpiste.

- Yo iría por ti al fin del mundo, déjame verte...

Escuché un «no...» muy leve y me colgaste.

Me perdí y dejé que tu voz entrara en mi mente y retumbara en cada pared de ella. Intenté que todo aquello que construi después de ti no se derrumbara, pero fui incapaz de sostenerme y volví a caer.

Espere algunos minutos, insistí, insistí pero no estabas ya. Volví a llamar más tarde.

- Por favor, no me cuelgues. - te suplique al escuchar que habías contestado- Déjame decirte algo antes de que las monedas se acaben....

El sonido de tu partida inundo mis oídos y solté el teléfono, lo deje caer y camine hasta la entrada de la estación.

Los segundos se me acabaron y solo escuché el sonido de tu cielo alejarse en el vacío y tú voz quedándose muda para no responderme... La vida se me acabó en ese momento, mi vida se terminó aquel segundo dónde me preguntaste «¿Quien eres?»....

Mi voz dejo de ser tu melodía y tú canción preferida, mi voz dejo de hacer eco en ti y en tu corazón. Me sentí tan pequeño como un niño y, por un momento no supe a dónde irme a esconder. Tenía miedo...

Dejé que el cielo fuera testigo de la última lagrima que derramé por ti, la última carta y también la poca de vida que aún tenía. La rosas no volverán la próxima primavera, al menos no para mí. El invierno nunca se irá y viviré en la fría mañana de nuestros recuerdos echos polvo y cenizas...

Hoy llegué al final del camino que me llevaba a ti, y te encontré, pero ya no era yo a quien esperabas. Ya no era yo quien te provocaba emoción al saber que iba a verte, ya no. Tal vez son mis películas mentales y estoy equivocado, pero esperabas a alguien más, y lo sabes. Esperabas a otro hombre por qué, mi voz no es nada de mujer, creo. ¿Si lo viste hoy?; ¿El lee mis cartas? ¿Le cuentas que te escribo y ambos rompen mis escritos?....

Hoy me volví el prisionero del cielo, el de tu cielo, el que día a día te mirara de lejos y te esperará en la torre. Hoy seré Carlos Marín, el prisionero del cielo. El hombre que se fue con los recuerdos del amor de su vida.

Toque fondo, entre a la prisión y estaré aquí un largo tiempo. Viviré con la certeza de que tendrás una vida linda, y de que un día vas a sonreír de nuevo, te volverás a enamorar y puede que esta vez....todas las promesas se cumplan Fernanda.

El día que vengas a mi prisión, cuéntame los secretos del cielo, háblame en el lenguaje de las aves que son libres y déjame escucharte. Si algún día me recuerdas y sientes que no puedes hacer más para olvidarme, búscame y citame en la estación de los sueños, en la estación de nuestro primer beso.

Viviré feliz amor de mi vida, viviré esperando que vuelvas, aunque sea como mi mejor amiga por siempre. No hace falta más, cuídate y nunca olvides que la vida es hermosa cuando estás tú, cuando tú eres el cielo que pinta el mundo.

Te amo, por siempre y para siempre......

El prisionero del cielo

            
            

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