Capítulo 8 02 de septiembre

El aniversario está presente en la mente de la mujer, de la amada novia del prisionero del cielo. El día se pinto de gris y el viento decidió salir a caminar hoy por la ciudad, la brisa se llevaba las hojas de los árboles y acariciaba las mejillas de los niños que corrían por las calles.

Eran casi las 11:30 de la mañana cuando una llamada entro al teléfono de aquella mujer. Esta vez decidió levantarlo y escuchar una voz diferente detrás de el, una voz llena de pena y tristeza.

- ¿Es usted la señora Fernanda Montes ? - pregunto la voz del extraño, al otro lado del teléfono.

Por unos momentos la mujer dudo. Los labios se abrieron y las palabras salieron.

- Ella habla.

- Para informarle que el prisionero Carlos Marín ha fallecido el día de hoy. - anuncio el director de la prisión.

El frío de la ciudad entro por las ventanas y abrazo a la mujer, que estaba paralizada y más fría que el propio viento.

- Debe ser una equivocación. - replicó la mujer - Apenas me llamo el día de ayer.

- Falleció ayer por la noche. Lo encontramos hoy al amanecer al pie de la torre donde el solía estar. Intento entrar, pero suponemos que ya venía mal.

Un silencio inundó la casa y a la mujer, y como alguna vez le pasó al prisionero del cielo, el mundo de aquella mujer se detuvo.

- La esperamos hoy por la tarde, le ha dejado una carta. - agrego el director de la prisión.

El silenció fue lo único que se hizo presente en la habitación.

La mujer miro una carta que había llegado ese mismo día por la mañana, y sin decir nada se aproximo a tomarla y entre lágrimas y sollozos la leyó.

2

El día estaba gris, las nubes no cedieron paso a los rayos del sol, y la brisa era la única acompañante de la mujer. Las calles estaban solas y la felicidad del mundo se había ido, había desaparecido.

Entre recuerdos y melancolía, la mujer entro a la prisión. Por un segundo se imagino al prisionero del cielo en su torre, mirándola como la primera vez y ofreciéndole la sonrisa más sincera del mundo. Cómo antes había relatado la mujer, estaba viviendo por vivir.

El director de la prisión la recibió en la entrada. La miraba con recelo y lleno de furia, aquel hombre frío y miserable, hoy se convertía en cómplice del prisionero del cielo y de sus escritos.

- Buen día, señora. - dijo el director.

La mujer asintió y lo acompaño hasta el despacho del director.

Un amargo silencio podía sentirse en los pasillos del castillo. Se podía escuchar el llanto del prisionero número #14: Martín, a lo largo de los pasillos.

- Señora Montes, tengo entendido que usted era pareja del prisionero Marín. - dijo el director.

- Fuimos pareja.

- Como el prisionero Marín no tiene a ningún familiar registrado, más que a usted, y eso por las cartas, será la que decida que hacer con su cuerpo y sus pertenencias.

- ¿Tiene la carta? - pregunto la mujer, con un hilo de voz.

El director frunció el ceño y sin ganas le indico dónde estaba.

- La carta la tiene el prisionero Martín. El guardia la llevará hasta su celda.

La mujer se levantó del asiento y se enfiló a la puerta. Antes de que cruzará el marco, la voz del director interrumpió.

- Era un buen hombre...- señaló el director - Le quería mucho, demasiado. Nunca había visto a un hombre amar así a una persona, y créame que he visto de todo en este lugar, señora Montes. Llore le y dígale lo que siempre quiso decirle, por qué una vez que la tierra lo reclamé, nunca más lo volverá a sentir.

La mujer lo miro, derrotada y al borde del llanto. Asintió lentamente y se retiró del despacho.

3

El prisionero Martín estaba recostado en una esquina de su celda, en lo más oscuro de la celda se podía ver la silueta de Martín sosteniendo un escrito. La voz del guardia rompió el silencio y la miseria de Martín. Le informo que la mujer a quien esa carta iba dirigida, estaba ya aquí.

Martín la miro con resentimiento e impotencia, apretando sus labios para que el corazón de aquella mujer no se rompiera con reproches, como el de su mejor amigo, el prisionero del cielo.

- Tenga....espero que está si la lea y la responda. - dijo Martín, con la voz cortada y apretando los dientes.

La mujer se quedó callada y supo que eso había sido lo mejor.

El guardia la acompaño hasta la sala en dónde esperaría por el cuerpo del que alguna vez fue el amor de su vida.

Aquella mujer se estaba ahogando en el remordimiento, en los versos que el prisionero del cielo había escrito para ella, esos que nunca respondió y que olvidó el día anterior. Cada segundo en esa habitación caía lentamente, el tiempo era eterno y estaba en su contra; era como si el mismo tiempo quisiera que ella estuviera ahí, acompañada del remordimiento y de aquella frase que el prisionero del cielo repetía en cada escrito « Te amo, para siempre y por siempre...».

- Señora - llamó una voz al fondo del cuarto.

La dama volteo para ver quién la llamaba, se percató de que era un médico de la prisión.

- El cuerpo del prisionero Marín está l listo. - añadió el médico.

Ella asintió, sin decir palabra.

Paso al cuarto en dónde estaba el cuerpo del hombre que amo. Eran los mismos ojos, la misma mirada; perdida y cansada, como el día que la perdió. El prisionero del cielo se murió de amor, por primera vez una persona murió de amor.

- ¿Cuál es la causa de su muerte...?- pregunto la mujer, con el poco aliento que le quedaba.

- Todo indica que fue un paro cardíaco, mucho estrés, acompañado de una impresión, que creemos fue lo que provoco todo.

La mujer se acercó al prisionero del cielo, y en tan solo segundos, su vida paso delante de ella.

4

Aquellas tarde de ver películas en casa de su amada, habían terminado. Las noches que compartieron juntos ya no volverían, y tampoco las caricias que ambos se daban sin condición alguna.

La luna dejo de conspirar a favor de ambos, y los miro alejarse de nuevo.

La luna fue testigo de como el prisionero del cielo y su amada se convirtieron en dos extraños, de nuevo.

La carroza partió hasta el cementerio y la mujer arrastró su alma hasta donde sería el eterno santuario del prisionero del cielo.

02 de septiembre, se cumpliría el aniversario de aquel romance de otoño. El que ambos construimos y ambos destruimos.

            
            

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