La Casa de Los Vampiros
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Capítulo 8 8

El despertar fue extraño. Esperaba que me doliese el cuerpo, en especial la cabeza y el pecho, pero en vez de dolor sentía... bueno... me sentía bien. De hecho, me sentía mejor que bien. Ya no tosía. Mis brazos y piernas estaban sorprendentemente ligeros, con hormigueo y cálidos, como si me acabara de meter en un burbujeante baño caliente en una noche fría.

¿Eh?

La sorpresa me hizo abrir los ojos. Estaba mirando hacia una luz que de forma milagrosa no me hacía daño en los ojos. En lugar de la brillante luz del sol, esta era más como una suave lluvia de luz de velas que se filtraba desde arriba. Me senté y me di cuenta de que estaba equivocada. La luz no bajaba. ¡Yo subía hacia ella!

Voy al cielo. Bueno, eso será una sorpresa para algunos.

Miré hacia abajo y vi... ¡mi cuerpo! Yo o él o... o... lo que fuese que yacía de forma aterradora al borde del acantilado. Mi cuerpo estaba muy quieto. Tenía un corte en la frente y sangraba mucho. La sangre goteaba sin cesar sobre una hendidura del terreno rocoso, dejando un rastro de lágrimas rojas que caía en el corazón del acantilado.

Era increíblemente extraño verme a mí misma desde arriba. No estaba asustada. Pero debería estarlo, ¿no? ¿No significaba esto que había muerto? Quizá ahora podría ver mejor a los fantasmas cheroqui. Ni siquiera ese pensamiento me asustó. De hecho, más que tener miedo era una sensación de ser una observadora, como si nada de aquello pudiera afectarme. (Algo así como esas chicas que practican el sexo con cualquiera y creen que no se van a quedar embarazadas o que no van a contraer una desagradable enfermedad de transmisión sexual que te devore el cerebro y eso. Bueno, ya veremos dentro de diez años, ¿verdad?).

Disfrutaba del aspecto que tenía el mundo, resplandeciente y nuevo, pero mi cuerpo seguía captando toda mi atención. Me acerqué flotando a él. Respiraba con jadeos cortos y profundos. Bueno, mi cuerpo era el que respiraba así, no mi propio yo. (Hablemos de la confusión en el uso de los pronombres). Y yo/ella no tenía buen aspecto. Yo/ella estaba pálida del todo y con los labios azules. ¡Oye! ¡Cara blanca, labios azules y sangre roja! ¿Soy patriótica o no?

Me reí, ¡y fue asombroso! Juro que vi cómo mi risa flotaba alrededor como esas cosas hinchadas que soplas de los dientes de león, salvo que en lugar de ser blanca era del color azul glaseado de las tartas de cumpleaños. ¡Uau! ¿Quién iba a decir que golpearme en la cabeza y perder el conocimiento iba a ser tan divertido? Me preguntaba si era así como se sentía uno estando colocado.

La risa glaseada de diente de león se difuminó y pude oír el sonido cristalino del agua corriente. Me acerqué más a mi cuerpo y pude ver que lo que en un primer momento me había parecido un pequeño corte en el suelo era en realidad una estrecha grieta. El sonido vivo del agua provenía del fondo de su interior. Llevada por la curiosidad, eché un vistazo hacia abajo y el brillante contorno plateado de las palabras surgió de dentro de la roca. Hice un esfuerzo por escuchar, y como recompensa capté un débil y susurrante sonido de plata.

-ZoeyRedbird... ven a mí...

-¡Abuela! -chillé en el corte de la roca. Mis palabras fueron de un color púrpura brillante y llenaron el aire que me rodeaba-. ¿Eres tú, abuela?

-Ven a mí...

La plata se mezcló con el púrpura visible de mi voz, volviendo las palabras del refulgente color de las flores de lavanda. ¡Era una profecía! ¡Una señal! De alguna manera, igual que los espíritus guías en los que los cheroqui habían creído durante siglos, la abuela Redbird me decía que debía bajar por la roca.

Sin dudarlo un instante más, lancé mi espíritu hacia delante y bajé por la grieta, siguiendo el rastro de mi sangre y el recuerdo plateado del susurro de mi abuela hasta que llegué al suave suelo de una estancia con aspecto de cueva. En medio de la habitación, una pequeña corriente de agua burbujeaba, emitiendo fragmentos tintineantes de sonido visible, brillantes y de un tono cristalino. Mezclada con las gotas escarlata de mi sangre, iluminaba la cueva con una luz parpadeante que era del color de las hojas secas. Quería sentarme junto al agua burbujeante y dejar que mis dedos tocasen el aire a su alrededor y jugar con la textura de su música, pero la voz me llamó de nuevo.

-ZoeyRedbird... sígueme hacia tu destino...

Así que seguí la corriente y la llamada de la mujer. La cueva se estrechó hasta convertirse en un túnel redondeado. Se curvaba y serpenteaba más y más, en ligera espiral, para acabar de forma abrupta en una pared cubierta de símbolos tallados que me resultaban familiares y extraños al mismo tiempo. Confundida, observé cómo el arroyo se vertía por una grieta en la pared y desaparecía. ¿Y ahora qué? ¿Se suponía que debía seguirlo?

Volví la mirada hacia el túnel. No había nada allí salvo la luz que bailaba. Me giré de nuevo hacia la pared y sentí como una sacudida eléctrica de asombro. ¡Joder! ¡Había una mujer sentada con las piernas cruzadas apoyada en la pared! Llevaba un vestido blanco con flecos adornado con los mismos símbolos que había en las paredes del muro a su espalda. Era increíblemente bella, con un pelo largo y liso, tan negro que parecía como si tuviera resplandores azules y púrpuras, como las alas de un cuervo. Sus labios generosos se curvaron hacia arriba cuando habló, llenando el aire con el poder plateado de su voz.

-Tsi-lu-gi U-we-tsi a-ge-hu-tsa. Bienvenida, hija. Lo has hecho bien.

Hablaba en cheroqui, pero aunque no había practicado demasiado aquella lengua en los últimos años, comprendía las palabras.

-¡Tú no eres mi abuela! -espeté, sintiéndome extraña y fuera de lugar cuando mis palabras de color púrpura se unieron a las suyas, formando increíbles patrones de centelleante lavanda en el aire a nuestro alrededor.

Su sonrisa era como el sol naciente.

-No, hija, no lo soy, pero conozco a Sylvia Redbird muy bien.

Respiré hondo.

-¿Estoy muerta?

Temí que se riese de mí, pero no lo hizo. En vez de eso, sus ojos oscuros mostraron ternura y preocupación.

-No, U-we-tsi a-ge-hu-tsa. Estás lejos de haber muerto, aunque tu espíritu ha sido liberado de forma temporal para vagar por el reino de los Nunne' hi.

-¡Las gentes espíritu! -Observé el túnel, en un intento de ver rostros y formas entre las sombras.

-Tu abuela te ha enseñado bien, u-s-ti Do-tsu-wa... pequeña Redbird. Eres una conjunción única de las viejas costumbres y del nuevo mundo... de la antigua sangre tribal y el latido de los que son ajenos.

Sus palabras me hicieron sentir calor y frío al mismo tiempo.

-¿Quién eres? -pregunté.

-Soy conocida por muchos nombres... La Mujer Cambiante, Gaea, A'akuluujjusi, Kuan Yin, la Abuela Araña, e incluso el Amanecer...

A medida que pronunciaba cada nombre su rostro se transformaba, mareándome con su poder. Debió darse cuenta, ya que se detuvo y me mostró su bella sonrisa de nuevo, haciendo volver su rostro a la mujer que había visto al principio.

-Pero tú, Zoeybird, hija mía, puedes llamarme por el nombre con el cual se me conoce hoy en tu mundo, Nyx.

-Nyx. -Mi voz apenas superaba un susurro-. ¿La diosa vampira?

-En realidad, fueron los antiguos griegos tocados por el cambio los primeros en adorarme como la madre que buscaban en su Noche infinita. Me ha complacido llamar a sus descendientes mis niños durante muchas eras. Y, sí, en tu mundo a esos niños se les llama vampiros. Acepta ese nombre, U-we-tsi a-ge-hu-tsa. En él encontrarás tu destino.

Podía sentir cómo la marca me ardía en la frente, y de pronto quise llorar. -No... no lo entiendo. ¿Encontrar mi destino? Tan solo quiero encontrar la forma de saber qué hacer con mi nueva vida, de hacer que vaya bien. Diosa, solo quiero encajar en algún sitio. No creo que esté preparada para encontrar mi destino.

El rostro de la diosa se suavizó de nuevo y cuando habló su voz era como la de mi madre, salvo porque parecía haber rociado sus palabras con el amor de todas las madres del mundo.

-Cree en ti misma, ZoeyRedbird. Te he marcado como uno de los míos. Serás mi primera y verdadera U-we-tsi a-ge-hu-tsa v-hna-i Sv-no-yi... Hija de la Noche... en esta era. Eres especial. Acepta eso de ti misma y comenzarás a comprender que hay verdadero poder en tu singularidad. En tu interior se combinan la sangre mágica de los antiguos ancianos y mujeres sabias, así como la capacidad de observar y comprender el mundo moderno.

La diosa se puso en pie y caminó con gracilidad hacia mí, mientras su voz pintaba símbolos plateados de poder en el aire que nos rodeaba. Cuando llegó hasta mí, secó las lágrimas de mis mejillas antes de coger mi cara entre sus manos. ZoeyRedbird, Hija de la Noche, te nombro mis ojos y oídos en el mundo actual, un mundo en el que el bien y el mal luchan por encontrar el equilibrio.

-¡Pero si tengo dieciséis años! ¡Ni siquiera sé aparcar en línea! ¿Cómo se supone que voy a saber cómo ser tus ojos y tus oídos?

Ella se limitó a sonreír con serenidad.

-Eres mucho mayor de lo que indican tus años, Zoeybird. Cree en ti misma y encontrarás la manera. Pero recuerda, la oscuridad no siempre es lo mismo que el mal, igual que la luz no siempre trae el bien.

Entonces, la diosa Nyx, la antigua personificación de la Noche, se inclinó hacia delante y me besó en la frente. Y, por tercera vez en ese día, perdí el conocimiento.

            
            

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