Capítulo 2 Introducción

Autopista de Mantian City (23:00)

-Ey colega ¿Me oyes?

-Alto y claro soldado.

-¿Todavía sigues en esa época en la que éramos jóvenes?

-No te creas, mi mujer me mantiene ocupado, en cambio tú sigues sin ninguna dama que te limpie bien los pantalones.

-No te he dado la orden de meterte en mi vida compañero.

-Tampoco me meto, solo digo que deberías buscarte una distracción Harry. Trabajas demasiado, a veces pienso que estás obsesionado con esto de llevar camiones de un lado a otro. Ya sabes, una mujer, y familia, y todas esas cosas, aunque tampoco te emociones, la rutina aburre a uno con el paso del tiempo.

-Te entiendo compañero, también ella debe de tener paciencia para aguantar a un glotón como tú.

-Eres un maldito hijo de puta, ahora entiendo porque siempre estás solo y tan callado.

-Supongo que no he encontrado a la persona correcta para hablar de forma larga y extendida, no me gusta que cualquiera sepa detalles de mi persona.

-Tal vez sea eso, pero Harry, cuando quieras ven a mi almacén y conversamos de todo aquello que te atormenta.

-Si colega, cuando tenga tiempo me pasaré por allí, buen viaje compañero.

-Igualmente y hasta la vista.

Hospital Akira Yamaoka

Alarmas de ambulancia, sangre, tensión, agobio, preocupación, esperanza, desespero, muerte, o vida. Así es este lugar, llevo siendo doctora desde hace 25 años, he vivido miles de historias, algunas agradables de contar, y otras no. Mi objetivo es sanar a todas aquellas personas que acuden a mí. Es un trabajo duro, a veces reconfortante, otras decepcionante.

Ahora estoy jubilada, lejos del caos de los hospitales, pero aún a día de hoy puedo recordar aquellos sucesos tan extraños, sucesos ocurridos en aquel hospital llamado Akira Yamaoka. Acontecimientos que a mis noventa años aún me es imposible encontrarle sentido alguno.

Todo empezó en aquella tarde de abril, estaba tranquilamente rellenando informes, cuando de repente mi ayudante tocó la puerta, y tras un adelante por mi parte, entró nervioso.

-¡Doctora Heather, tenemos una emergencia!- me levanté rápidamente y me dirigí con él hasta donde estaban unos policías custodiando una ambulancia.

-Buenas Doctora Heather, lamento interrumpir, pero nos hemos encontrado a esta niña gravemente herida.

-Nombre e informes de daños por favor.

-Se llama Wendy Thompson, la hemos encontrado sangrando en las alcantarillas de la ciudad, no puedo decir si se trata de un suicidio o de un ataque, pero tenía heridas graves en el brazo, tal vez hechas por este cuchillo. Pero también tiene moratones en varias partes del cuerpo.

-Por suerte aún respira, llévenla a la sala 502 de la planta 13 por favor ¡Rápido!

-Esperemos que pueda recuperarse, he llamado a familiares, pero nadie contesta.

-Mucha gracias inspector, haré todo lo que pueda para que sobreviva. Vaya con cuidado.

Durante los siguientes días estuve intentando averiguar que le había pasado a la niña, entonces recordé que ella ya había estado aquí una vez, en la misma habitación, en las mismas condiciones, busqué y busqué aquel expediente. Al fin lo encontré, y efectivamente, era ella de nuevo. Dejé a un lado el expediente, y me uní en la tarea de intentar reanimar a aquella niña.

En ello apareció un señor, su padre, llevado por la desesperación, por el lazo fraternal intentaba entrar a donde estaba su hija. Intenté de mil formas sanar a aquella niña, pero su corazón se apagaba, su respiración se convertía en algo inexistente. Wendy se estaba muriendo.

-¡No se nos puede morir chicos, vamos, haced todo lo que podáis!

-Doctora, las pulsaciones bajan cada vez más, la estamos perdiendo.

-¡Dadle más oxígeno, vamos!

Pero un pitido agudo y continuó empezó a sonar, todos intentamos salvarla, pero no pudimos hacer nada. En ese momento tenía una sensación de frustración, por alguna razón esa niña era muy mía, todo lo que había sufrido, y este era su final. Entonces la bombilla de la sala empezó a parpadear, solo durante unos minutos, luego un bisturí se cayó del estante de un armario. Extraño.

Seguidamente me acerqué al padre de Wendy.

-Señor, lo siento, hemos hecho todo lo que hemos podido, pero ha sido imposible, su hija ha fallecido.

El hombre se derrumbó, no era fácil para mi comunicar una muerte, y menos la de una hija. Entiendo su dolor, porque yo perdí a mi hijo a las dos semanas de nacer.

Pero desde este punto, algo extraño se movía entre las paredes de este hospital, una atmósfera desagradable, incómoda.

            
            

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