-¿Lograste descifrar el acertijo? -el brujo tenía curiosidad, pues ese mismo día se reunirían quiénes habían logrado con éxito la misión.
El asesino silente afirmó con un movimiento de su cabeza que así había sido.
-Ahora debo irme de viaje -explicó el cuervo a Percival. El brujo deseaba acompañarlo pero tenía asuntos que atender en Madargruz, como por ejemplo su entrenamiento como brujo de clase media, también se le estaba enseñando a leer para futuros manejos de otras artes malignas. El cuervo de la noche se dirigió a las puertas del castillo, dónde luego caminaría por las calles lúgubres de la ciudad siendo seguido por su gran compañero el lobo de pelaje blanquecido y Percival. Quien le acompaño hasta llegar a un puente de coloración negra que iba a las afueras de la ciudad, el cuervo miro atrás e intento despedirse de la forma menos agria posible.
-Me despido -dijo el cuervo al brujo, este asistió con su cabeza.
-Aun no hemos puesto un nombre al lobo -le expreso el brujo a Brigham, pero el asesino entre tantos asuntos pendientes no había pensado un nombre adecuado para la mortal bestia dominada por él. ¿Qué nombre tan intimidante podía tener?
-¿Que tal, Fantasma? -Sugirió Percival, era entendible para él, la predominante neblina apenas lograba hacer visible al lobo de pelaje blanco. Que fácilmente podía camuflarse y ser como un espíritu. Pero por alguna razón, Brigham no deseaba que el nombre fuera idea del brujo. Era una excelente idea llamarlo fantasma, pero la bestia de filosos colmillos, actitud agresiva, inteligencia y gran espíritu. Merecía un nombre que hiciera sentir pavor al ser nombrado, un nombre que no pudiera ser borrado de la memoria de sus víctimas, ni en vida o resurrección.
-Aullido Maldito -mencionó Loughty como respuesta.
-¡Perfecto entonces! Se llamará "Aullido Fantasmal Maldito" -le agrego Percival.
La sombra nocturna no podía tener una objeción, el nombre era el adecuado para una bestia dominada por un antiguo príncipe como él.
-Pero, le diremos "Fantasma" -le siguió el brujo, Brigham no quería perder mucho tiempo eligiendo un nombre, por lo tanto dejaría a Percival llamarlo Fantasma, pero solo, una y exclusivamente a él. Pues el nombre verdadero de la bestia era "Aullido Fantasmal Maldito" y como máximo debía ser respetado por cualquier cucaracha que se atreviera a dirigirle la palabra con el nombre de "Aullido Fantasmal" que era la única manera informal posible de llamarle.
El antiguo príncipe acaricio el pelaje de su peludo amigo de cabellera blanca y solo dirigió su mirada a Percival.
El asesino silente ahora estaría por su cuenta, no tendría ningún acompañante en esta importante transición a un miembro de la élite, cosa que Plutarco le había impedido durante mucho tiempo. Probaría sus excelentes habilidades y daría honor a sus apodos como el gran asesino que era y gran sombra sigilosa.
~Percival~
Ahora el brujo no tendría Brigham para conversar pero al menos "Fantasma" le haría compañía, también tenía a su instructora de magia oscura y lectura de estas artes. Pero era estricta y tratar de mantener una conversación normal con ella que no tratará de magia negra, era difícil.
Percival regreso a la ciudad, Madargruz destacaba por ser un lugar que robaba cualquier tipo de sentimiento de felicidad, era un lugar tenebroso repleto de gente mala y perversa. Pero era su hogar, trataba de sobrellevar aquello. Sus pociones de felicidad le ayudaban a no ser consumido por el odio, la maldad y otra serie de sentimientos que Madargruz producía a sus habitantes. Percival ese día tendría una clase de magia negra muy perturbadora. Se decía que tales artes malignas practicadas con su actual instructora y de la mayoría de brujos excelentes, oscurecía el alma y borraba cualquier tipo de emoción positiva.
Percival se dirigió nuevamente al castillo y fue a la clase de brujería, dónde solo los brujos de nivel intermedio podían ingresar. Era un grupo pequeño de solo diez de estos brujos, los cuales tendrían ese mismo día que utilizar una serie de maldiciones de nivel intermedio contra un ser sin ningún tipo de conocimiento mágico. El sujeto de prueba estaba amarrado a una silla de madera y en su rostro se podía observar el pánico que sentía. Quizás el miedo a que su mente quedé retorcida de tantas maldiciones juntas, o que su cuerpo recibiera algún tipo de daño importante.
El sujeto de prueba era un simple esclavo de Darnpectra, había roto una regla del reino y seria castigado por ello, siendo sujeto de prueba de estos brujos de nivel intermedio. Que eran tan viles que reían al ver el miedo del hombre sin una pizca de poder mágico
La instructora, una hermosa mujer de nombre: Melisende, llevaba un escote pronunciado, sobre los hombros de su vestido negro con abertura en las piernas, sobresalían bellas plumas negras. Ella era como una poción de veneno, era estricta, sensual pero más importante, mortal. Se le conocía como "la belladonna" y "la flor letal" era miembro de la nobleza y muy cercana al rey Fausto Dankworth, quizás demasiado cercana.
La belladonna se acercó al sujeto de prueba y trato de consolarle, o al menos eso trato de hacer con sus viles palabras.
-No te preocupes, no te haremos daño -explico, dirigiendo su oscura mirada a los brujos intermedios y sonriendo a estos.
-Al menos no físicamente -le continuo, acariciando las mejillas del sujeto de prueba. Uno a uno probó diferentes maldiciones sobre el hombre, observando los efectos de estos en el. Percival, quien era el último en pasar. Veía al hombre totalmente desquiciado de tanta maldad a la que había sido víctima. El sujeto había quedado tan trastornado que incluso se le dificultaba mencionar palabras concretas, no recordaba como comunicarse correctamente de forma verbal, su mirada se dirigía directamente a arriba de la gran sala, sus lagrimas brotaban de sus ojos, quizás suplicando que su tortura finalizara pronto.
Todos esperaban pacientemente que Percival terminará de trastornarle la mente al castigado ser sin ninguna pizca de conocimiento mágico. La tortura por la que había pasado el hombre ablando el perturbado corazón del brujo de cabellera castaña. El sabía muy bien todo lo que le esperaba al hombre del cual brotaban un sinfín de lágrimas.
Percival no estaba excepto de maldad. En sus numerosas prácticas había tenido que usar los conocimientos que la cruel Melisende les daba a cada uno. La única salida que tenia el esclavo del sinfín número de torturas que le esperaban era la "piedad" del brujo de cabellera castaña.
Percival tomo su báculo de madera y lanzó contra él una maldición mortal que le pondría fin a su sufrimiento.
La bella mujer estaba complacida con todos sus brujos, aunque un poco decepcionada de Percival.
-Percival, no a acabaríamos con él este día -la mujer deseaba continuar usando a ese hombre, sentía que el esclavo no había recibido suficiente castigo. Pero estaba feliz de que Percival acabara con su vida. Se podía decir que la letal mujer estaba satisfecha.
-Recuerden, que ese hombre también podrían llegar a ser ustedes de traicionar al reino -aclaro la flor letal, dejando a sus alumnos retirarse de la clase, sin embargo llamo al brujo Percival, pues debía hacerle una ligera corrección.
Ella se recostaba de su escritorio, y se mantenía sentada de piernas cruzadas.
-Percival, te recomiendo que en mi próxima clase estés atento a mis palabras. Si vuelves a cometer el error de no acatar mis órdenes... -la mujer clavo una mirada muy tenebrosa en él que era traducible como un llamado de atención, Percival entendía bien la advertencia y no cometería el mismo error, pues no quería ser él, el próximo sujeto de pruebas.