Freya
En un parpadeo dos semanas se fueron y con ello realizar los ajustes de la boda de Carlota, la pobre cada día se jala los cabellos; cuando no consigue lo que quiere; es inevitable el apellido Curbelo sale a relucir en muchos aspectos, y con ella es gritarle a la persona encargada de la tienda, por no tener lo que desea, todavía río de sus acciones tanto, que ahora la tengo a mi lado, con el ceño fruncido mirando a una joven de tal vez dieciocho años; buscar el modelo de tarjetas de invitación a su boda, con algo de pesar miró a la chica que nerviosa sigue buscando.
-Carlota bájale dos, a tus temperamentos. -digo por lo bajo, logrando que fije sus ojos en los míos.
-Cuando te suceda me darás la razón, además Freya ese diseño tiene que estar muy pocos lo usan y es hermoso. -me explica; al enseñarme un modelo de una tarjeta en color perla y líneas grises en los laterales.
Asiento y no decido reprochar, sino la cantaleta en el camino no es normal, de verdad compadezco a Tomás vivir con mi hermana menor no será fácil; me giro para mirar, la pequeña tienda con al menos cinco personas, unas ver y otros ir a pagar, gracias a Dios la joven no es la única que trabaja, hay dos personas una atiende y la otra está en la caja cobrando.
Mientras tanto; me enfoco en ver algunas tarjetas infantiles que seguro, le podría llevar a uno de mis primos por parte de papá, su hermana ha tenido muchos hijos y con ello muchos nietos, es inevitable no reír; hasta que el sonido de mi celular me saca de mi ensimismamiento, para tomar la llamada.
-Bueno.
-Hola Freya... vendrás a trabajar.
Por la voz reconozco, que es Isabela y no dudo en responderle; sin dejar de ver las tarjetas.
-Eso espero Isabela; porque con lo indecisa que es mi hermana menor, no tengo hora de Salida.
Es inevitable que ella no se queje.
-Oye... te escuche y además no soy indecisa.
Tapo el teléfono y le respondo con una sonrisa ladeada.
-Vamos sabes, que tengo razón. -digo, haciendo que eleve una ceja disgustada.
-Mejor, sigue hablando por teléfono. -agrega, dándose la vuelta.
-Por supuesto.
Me giro para continuar la llamada.
- ¿Freya?
-Te escucho, tuve que solucionar un desacuerdo familiar.
-Seguro, antes de colgar debes saber que hoy habrá reunión general con el dueño de la tienda.
Hice una mueca, de solo recordar a un señor de dos metros de altura, calvo y porte intimidante hacer sus más grandes reuniones.
-No me hace gracia que venga, pero que más son protocolos ejecutivos, que no pueden faltar.
-Así es... entonces nos vemos después, sé que tienes permiso; solo no te ausentes tanto, los problemas se acumulan en la tienda.
-Tienes razón Isabela, más bien llegaré antes de la dichosa reunión, que es a la tres de la tarde.
-Ok, quedamos así.
-Bye.
Guarde mi teléfono y me enfoque en mi hermana, que ahora porta una sonrisa, que me deja saber lo bien que le fue y más al conseguir sus tarjetas; un suspiro de alivio noto en la chica que la atendió, niego ante las cosas que hace Carlota y la sigo, para pagar sus treinta tarjetas al menos ese el número, que ella tendrá de invitados unos minutos pasan; antes de salir de la tienda y ser recibidas por una mañana llena de brisa cálida, con algo de amor inhalo el aire fresco, antes de sentir un golpe en mi hombro, por parte de ella.
- ¿Qué te pasa? - me quejo y ella me señala al frente.
Giro en su dirección y me consigo con una figura masculina, que se me queda mirando, solo que esos ojos café y cabello alborotado tienen nombre siendo nada menos que Humberto, elevo una ceja antes de ver, como se acerca a nosotras con su porte de papi rico, como lo odio porque resulta que su cuerpo es increíble; aún recuerdo los momentos que pasamos juntos como pareja, pero fueron disipados por haberme engañado con su vecina la rubia insípida, que se la tiraba de inocente.
Luego, de llegar no duda en saludar con su sonrisa; que puede hacer derretir a cualquier mujer, lo detesto.
-Freya y Carlota, tan hermosas como siempre. -nos elogia, curvo una sonrisa por sus tontas palabras.
-Hola Humberto, que te regala la vida hoy. -respondo como cortesía, pero sin bajar el tono filoso, que él nota.
- ¡Es cierto! Cómo va la vida de mujeriego. -me giro, a ver a Carlota; que sonríe con sorna, no es bueno iniciar de este modo.
Con su semblante sorprendido responde.
-Me va de maravilla y con respecto a tu pregunta Carlota, busco a una chica comprometida, para enseñarle el Kamasutra. -dice con ironía, pero mi hermana no se amedrenta.
-Pues... te quedarás con las ganas imbécil, ese libro viejo le gana a otros, deberías renovarte; porque estas quedando en el baúl de los recuerdo. -contraataca y solo me enfoco en tocar mi frente, por la situación.
-Gracias por el dato preciosa, además vine a saludar; pero veo que fue un mal momento, adiós Freya. -cuando dice lo último me guiña un ojo, recibiendo de mí la seriedad absoluta.
Apenas pasa de nosotros; y se pierde entre la multitud de personas que lo arropan para dejar de ver su cuerpo en la lejanía, me giro a ver a Carlota, que se encoge de hombros para seguir caminando; un suspiró pesado brota de mi pecho siguiéndola necesito un café y mi panque de avena para pasar el trago amargo, de olvidar otro ex del pasado, mirando el cielo por un momento, hago una nota mental de no tener relaciones amorosas con mujeriegos o tóxicos intolerantes, esos si los mando a comer un reverendo cacahuate, para no decir la otra palabra; es bueno ser educada cuando lo requiere la ocasión. En fin; le pido a mi hermana irnos a la cafetería más cercana y ella comprende que necesito mi dosis dulce y una conversación de lo que paso hace un momento.
...
Poco después de haber dejado a Carlota en el autobús con rumbo a casa, me monte en otro para llegar al centro comercial, miró el reloj estoy a tiempo; tengo una hora a favor antes de iniciar, así que me relajo en el asiento del lado de la ventana acompañada de una señora mayor, que no deja de oír la radio con las noticias de nuestro país, hasta que un anuncio me hace prestarle la debida atención.
-Anuncio general a todos los habitantes de Montevideo y sus provincias, la seguridad lo es todo para el gobierno de Uruguay; así que es bueno estar en sus hogares a horas acordadas, más que todo por los infantes la delincuencia en la ciudad estaban cesando, pero hubo novedades que son inesperadas, que nos llenan de alerta, así que deben cuidarse.
Noticias de últimos minutos...
Chasqueo la lengua ante esas noticias, solo hablan de proteger y cuidar, pero es lo menos que hacen; la señora a mi lado tiene su descontento, mientras una mujer con dos niños los abraza con mayor ahínco, es lo que sucede cuando las noticias afectan a personas inocentes; en donde vayas siempre habrá peligro mi Madre nos decía que debemos cuidarnos, aunque la protección debe ir en primer lugar, con una sonrisa me enfoco en la ventana que me permite ver, que pronto voy a llegar al trabajo.
En cuanto llego al centro comercial, me bajo del bus y el reflejo del vidrio me permite inspeccionar mi vestimenta, un jeans ajustado con una blusa en color negro con el logo de Picossa por ser viernes debemos usarlo, mientras que los días de semana el uniforme formal no debe faltar, por si llega haber una inspección el cabello lo tengo atado en una cola alta, y cae en ondas dándole un enfoque diferente sin olvidar el maquillaje con su delineador negro bien definido y los labios de un rojo pasión que más de uno no dejará de ver, curvo una sonrisa y decido ingresar al lugar.
En el camino saludo a algunas personas que trabajan en los puestos de comida, ropa e incluso parte de tecnología, me tomo mi tiempo antes de ingresar a la tienda que hoy esta full de personas; lo veo de forma normal, la mayoría de gente no tiene nada que hacer en casa y busca gastar. Por consiguiente; paso de largo al área de personal, guardo mi cartera en el casillero que me corresponde llevando el porta nombre en mi camisa, luego salgo a comenzar mis funciones tanto que Tara me ve y decide acompañarme hacer los recorridos por toda la tienda.
-Pensé ¿Qué no vendrías? -comenta, la miro y sigo caminando.
-Pues... ya vez que no, además no puedo darme el lujo de faltar, los problemas se acumulan Tara. -agrego, vigilando la zona llena de mucha clientela.
-Tienes razón, bueno ahora debo informarte que una de las cajeras tuvo una eventualidad con un cliente, por suerte intervine antes de que el cliente no pudiera comprar. -informa, pero siento que no me está contando todo.
-Hummmm... espero sea cierto Tara, que aclaraste con la cajera. -pedí saber y ella no dudo en contestar.
-Lo que dijo fue que el cliente, deseaba un vuelto completo; que ella no tenía en su caja por ende auxilie su pedido, logrado que el señor se fuera más tranquilo. -termina de contar muy segura, alzo una ceja reconociendo que necesito saber más del asunto.
-Bien. Me alegra que hallas podido resolver Tara, espero que eso no se vuelva a repetir. -enfatizo, mientras ella asiente.
De nuevo comienzo a caminar, para verificar cada espacio desde la planta de arriba hasta llegar al área de almacén veo los productos junto al líder de esa área y termino de firmar para que el chofer se retiré llevando un cargamento de productos de vidrios a la sucursal sur, la misma que nos ayudó semanas atrás, lo que me permite recordar la noche del sábado un bar y muchas copas nos llevó a una noche de pasión, no me pude quejar el idiota sabe moverse, carraspeo un poco antes de chocar con un hombre fuerte de tal vez un metro ochenta su rostro es lo que me llama la atención por la marca debajo de su mentón es una cicatriz profunda, pero llega a notarse en cualquier parte e incluso su cabello rojo al ras se ve excelente, ojos casi parecidos a los míos; pero estos llevan oscuridad, lo que me hace tragar en seco pasándole por un lado.
- ¡KpacoTa! -susurra por lo bajo, dejándome inerte en mi lugar por saber que dijo.
Para cuando me doy la vuelta, el hombre ya no se encuentra lo que me causa escalofrío despejo mi mente; para seguir mi camino soluciono unos problemas antes de recibir un anuncio general de la tienda que indica que la reunión general se posterga para el día siguiente, por motivos mayores por parte del dueño lo que me hace sentir aliviada de no tener que oír el gran sermón del gran jefe.
Durante unas dos horas, voy hacía el área de probadores; en donde una de las chicas necesita apoyo, lo que me permite ayudarla la tienda está en orden, no posee eventualidad alguna la joven de unos veinte años piel oscura y rizos esponjados me indica lo que necesita organizar; por los clientes que se disponen a probar y nada terminan llevándose, sino una sola prenda a eso les llamo clientes sin plata.
De pronto Lola la chica que antes mencione, se acerca a mi lado para anunciar algo.
-Sabes... ¿Quién está allá fuera? -dice muy emocionada, lo que me hace fruncir el ceño.
-En realidad no; ¿Quién es? -pregunto indiferente, al poner en un gancho un vestido rojo de fiesta.
-Es muy famoso, por ser un gran empresario en Rusia; hasta el presidente de nosotros le besaría los pies, si él lo pidiera. -mi confusión es palpable, que Lola no duda en continuar. -Es el famoso empresario Vasilev su imperio es como de un Rey y como necesito ser su reina, el tipo está como quiere. -manifiesta tocando su pecho.
-Vaya... entonces el idiota es un Rey. -Simplifico sin nada de emoción, mientras Lola me ve como si ofendía a un dios.
-Créeme cualquier mujer desearía tenerlo como esposo. -chasqueo la lengua, pasando de ella para seguir ordenando en un estante que pronto lo llevarán a su respectivo departamento.
-Mejor sigamos trabajando. -demande, bajándole la emoción a la chica morena.
No entendía como las personas pueden dejarse envolver, por el físico o el poder que pueden tener, eso no te da la salvación esos hombre millonarios; siempre son el blanco para morir o tal vez con traumas internos, debo dejar de leer el libro de las Cincuenta Sombras de Grey, pero es que la autora atrapa al relatar el porte del protagonista, niego el rumbo de mis pensamientos al continuar con mi labor.
Otra hora pasa y me siento feliz de que pronto cerrara la tienda, necesito cenar y dormir mi cuerpo lo pide; además de mis pies, uso calzado bajos deportivos en color negro; solo por hoy, vuelvo a detallar antes que los probadores no tengan ropa, Lola salió un momento al baño, la pobre necesitaba drenar doy otra vuelta por los cinco probadores estando en orden y me regreso para estirar mi cuello, llevándome la sorpresa de encontrar un hombre alto, fuerte en traje negro completamente como si estuviera en un funeral; mis ojos se asombran por el azul de los suyos, tan intensos que pueden penetrarte el alma, niego antes de hablar.
-Señor... ¿le puedo ayudar en algo? -pregunto; con toda la amabilidad que poseo.
Lo primero que recibo es una mirada furibunda, de su parte como un gruñido al sacar un arma dentro de su saco, todo en mí se congela porque significa, que es un criminal, busca problemas o peor se está ocultando de alguien, cuando busco gritar soy empujada al probador más cercano, que no duda en cerrar con seguro, se da la vuelta y me sujeta del cuello con posesividad todo resquicio de valor, se va para instalarse el miedo ante mi agresor.
-He rOBOpN. -hablo con dureza, en un idioma extraño.
Odiaba que extranjeros se pusieran en plan de someter o creer, que uno los entiende, así que no dude en hablar aún con el miedo, por tener el arma apuntando mi abdomen.
- ¡Hablo español! -enfatice, pero él hombre no se inmutaba por lo que dije.
-Eso lo sé... solo quédate quieta sin hablar; sino te mueres ¡entiendes! -su acento remarcado en lo que dijo, me hizo estremecer.
-Por favor... déjeme ir...
-Calla. -exigió, al tapar mi boca.
Ahora todo se ponía peor, porque él hizo una seña con el dedo sobre sus labios carnosos que no debo mirar; antes de oír como voces se estaban acercando al área de probadores, perfecto ahora soy cómplice de un delincuente, que alguien me salve. Increpe en mi mente, sometida ante un hombre.
¡Ojala está pesadilla termine!