Corazón
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Capítulo 4 Capitulo 4

No debía de interesarme, ni mucho menos afectarme, ¡Pero maldita sea! Me cabrearía si ella viera a alguien.

Capitulo 4

-Me muero por unos Cupcakes de frambuesa y limón-dice Nicole mientras ordena un perchero.

-Ahora que lo mencionas, yo quiero uno de chocolate y avellana-Carlo habla sentado en una de las sillas que estaban en la boutique.

Había sido una mañana algo ocupada. Pero ahora, después del almuerzo, la tienda estaba tranquila.

-Bueno. Yo estoy a régimen-esta vez es Pía la que habla mientras espera que una clienta salga del probador-Pero me podría comer uno de vainilla. Digo, para no comer tantas calorías-espeta esperanzada.

Me rio.

-Así comas uno de vainilla, te saldrás del régimen-digo-además, qué aburrida. Vainilla, yo concuerdo con Nicole. Un Cupcake de frambuesa y un volcán de chocolate si me animaría.

-Pues no se diga más, yo invito-Carlo se pone de pie-Voy por esos manjares y enseguida vuelvo.

Mientras Carlo sale, pienso la forma de decirles la verdad de lo que sucede con la boutique. No debía hacer más larga la espera de esto, era importante para mí que ellos supieran lo que nos esperaba.

Luego de despachar a la clienta, cierro la caja por el día y le digo a las chicas que cierren. Diez minutos después, Carlo aparece con una caja en manos y confundido por ver la tienda cerrada a esa hora de la tarde.

-¿Qué sucede? -inquiere, poniendo la caja en el mostrador y miro a Nicole, que se encogió de hombros.

-Necesito hablarles de algo-Anuncio, sentándome en uno de los sofás.

Poco a poco les relato los que sucede, les cuento lo que mi padre había hecho y que tenía un mes para desalojar, también les cuento que había una posibilidad de salvar la tienda. Les cuento lo que Lucas me había propuesto. Vi sus rostros de consternación y de rabia de parte de Carlo.

-Estaremos contigo hasta el final, Gianna-dice Nicole con lágrimas en los ojos -Esto es lo único que conozco-continúa-sabes que no tenía familia hasta que los encontré a ustedes-asiento. Nicole se había criado en un orfanato y había salido adelante por sus propios pies-No tengo mucho, pero es tuyo si te hace falta para pagar la deuda-niego de inmediato.

-No.

-También tengo dinero-secunda Carlo.

-Yo también-espeta Pía-Dominic y yo Podríamos esperar un poco por el pago de la casa.

-Absolutamente, no-niego vehementemente-Tú y Dominic han estado ahorrando desde hace mucho y ahora que están casados van a tener un hogar propio-me pongo de pie-No aceptaré su dinero. De ninguno-Miro a cada uno-Ustedes tienen sus sueños, metas y jamás les haría eso a ninguno-enfatizo-se los agradezco, pero no puedo.

-Pero tiene que haber una solución-Nicole, dice secándose las lágrimas que corren por sus mejillas.

-No llores-le doy una sonrisa triste, me acerco y la abrazo. Entre Nicole y yo siempre había existido una conexión de hermandad. Intentaba protegerla y cuidarla.

Ella merecía a alguien que se preocupaba por ella. Apenas, llegaba a los veintidós años, era muy tímida e introvertida algunas veces y eso hacía que los tres la cuidáramos mucho.

-Lo voy a solucionar.

-No estarás pensando en aceptar lo que Salvatore te propuso -Carlos dice, enojado.

-No voy a permitir que se quede con algo que me pertenece-Les aseguro.

Nicole se suelta de mi abrazo y limpia su rostro.

-No deberías aceptar-susurra-Es él, ¿Verdad? -no era una pregunta, sino, una confirmación.

Nicole era la única que sabía, aparte de mi familia. La razón de porque no me case hace ocho.

-No tengo opción. Venga-digo tratando de sonreír-Se los dije no para que se pusieran así. Si les conté, es porque quizás falté algunas veces al trabajo y quería que no se preocuparan. Pía se quedará a cargo en mis días de ausencia y me pueden localizar al móvil en cualquier momento. Ahora-anuncio caminando hasta la caja de Cupcakes- Vamos a comernos estas delicias y pasar una tarde agradable.

A las seis de la tarde, todos se van dejándome sola en la tienda.

Acomodo un poco algunas perchas y accesorios que se han sacado para mostrar a algunos clientes interesados. Cuando dejo una pulsera, de oro rosa en el aparador, me fijo en un coche negro donde se ve claramente a un hombre mirando con interés la tienda, sabía perfectamente por orden de quien estaba allí. Me alejo de la vitrina y comienzo a apagar todo.

No saldré por el frente como de costumbre.

Busco mi bolso, apago el aire acondicionado y me voy hasta al fondo de la tienda donde está la puerta de descarga, así que salgo y verifico que no hay más nadie siguiéndome. Aseguro la puerta y rodeo el edificio para darle un escarmiento al sabueso de Lucas.

Con cautela, me acero cuidadosamente al vehículo y puedo vislumbrar que mira hacia la tienda con unos binoculares. Me acerco más y me inclino cuando estoy en su ventanilla.

-¿Se te perdió algo? -digo y el hombre salta hacia atrás sorprendido. Puedo ver que, con su mano libre, toma un arma y me apunta.

Bien, no salió como esperaba. Pienso con un poco de miedo.

El hombre baja rápidamente su arma y resoplo.

-Dile a tu jefe que estoy dispuesta a negociar con él-anuncio dándole una mirada de soslayo-Pero, yo también tengo mis condiciones.

-Sí, señora-dice entre dientes.

-Ah, y deja de seguirme o me cabrearás y créeme, no quieres eso-finalizo, me doy media vuelta, pero escucho cuando me llama perra estúpida. Aprieto mis puños y me calmo.

Me la debe y pagaría por ello. Sigo mi camino como si no hubiera escuchado nada y tomo un taxi hasta mi casa.

★★★★★★

Estoy acostada en el sofá de mi casa viendo televisión basura. Vestida con mis pantalones de yoga negros y una camiseta estilo nadadora rosa sin saber que más hacer, cuando suena el timbre.

Apago la tele y me paso la mano por la coleta desordenada que llevaba. Al abrir la puerta, frente a mí está Lucas con gesto totalmente serio. Junto a él, estaban Adriano y a su lado, el cabrón que me seguía desde quien sabe cuándo.

-¿Puedo pasar o se te olvidaron los modales? -dice Lucas.

-¿Si no me da la gana de invitarte? -reto, enojada por su demanda.

-No seas infantil-dice resoplando-Tenemos negocios que atender-pasa por mi lado sin más, seguido de Adriano y el cabrón. Antes de que se dé cuenta, mi puño vuela a su cara. Mi mano duele como el infierno, pero me la debía.

-¡Qué carajos! -Grita Adriano y Lucas maldice. El hombre está en el piso mientras de su nariz brota un poco de sangre.

No por la fuerza, sino porque, Caleb me había enseñado que puntos golpear y ser efectivo para tumbar a un hombre.

-En tu puta vida vuelvas a llamarme perra estúpida ¿Me entiendes? -él, escupe sangre y me mira con rabia-Limpia eso. Mi casa no es vertedero-me enderezo y me dio media vuelta para encontrarme con la mirada sorprendida de Lucas y Adriano.

-Ahora-digo sonriendo de manera falsa a ambos-¿Desean tomar algo? -inquiero, caminando hasta la cocina y sacando tres cervezas. Camino de regreso y le tiendo a Adriano y Lucas sus bebidas, los cuales la tomaron sin decir nada.

Regreso a la cocina y busco una bolsa de hielo, papel de cocina y se la tendí al hijo de puta.

-Gracias-dijo con reserva y comienza a limpiar mi piso.

-Leónidas. Creo que le debes una disculpa a Gianna-dice en tono duro Lucas.

-No hace falta-me siento en el sofá, donde estaba antes-Ya me siento mejor-le tiendo la tercera cerveza al tal Leónidas-Pero por favor. Siéntense.

-Podrías dejar la chulería de lado-dice Adriano, enojado. Me conocía muy bien, aún con el pasar de los años.

-Disculpe señor. Pero su jefe vino a verme, estoy en mi casa y hago lo que se me pegue la regalada gana.

-Niña insufrible-murmura, pero sus labios se levantan en un atisbo de sonrisa.

-Leónidas me dijo que aceptaste.

-Tengo mis condiciones-digo interrumpiéndolo mientras se sienta en el sofá a mi lado izquierdo-acepto con la condición que sean dos semanas y olvides la deuda de una vez.

-No soy estúpido Gianna-replica chasqueando sus labios-dos meses y cuando Claus acepte venderme olvidaré la deuda.

-¡Es absurdo! - exclamo-Primero. Dos meses es mucho tiempo. Segundo. Qué tal si Claus no quiere vender-digo, ya cabreada-Tercero. Que me garantiza a mí que después de que Claus te venda, me vas a devolver mi tienda-me levanto del sofá y camino hasta la ventana para tratar de calmar mi rabia-No confió en ti Lucas-digo sin voltearme.

-Yo tampoco, confió en ti-habla en tono frío-Hace ocho años que deje de confiar en ti -Golpe bajo-Pero, tú necesitas tu tienda, y yo esa propiedad.

-La única solución que veo es que el mismo día que Claus firmé la compra venta, tú me des los pagarés originales y anules la deuda-me doy la vuelta y está mirándome pensativo-Si no es así. No hay trato.

            
            

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