Corazón
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Corazón

Sandra Bel
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Capítulo 1 Capitulo 1

Camino por las concurridas calles de Palermo como lo hago todos los días. Durante esta hora de la mañana se puede observar a las personas que van a sus trabajos.

Palermo era una ciudad hermosa, donde los turistas disfrutaban desde sus restaurantes, hasta el pub que la zona proporcionaba.

Me detengo en la acera, antes de pasar la calle y llegar hasta mi destino. Saco las llaves de mi bolso y abro para voltear el cartel de abierto. Sonrió al repartidor que va hasta la cafetería de enfrente. Pero, siempre me saluda gentilmente. Miro mi lugar de trabajo y la sonrisa se me hice más grande.

Bella Donna es mi bebé, por el que he trabajado por cinco años. Muchos no creían que, con veintidós años, lograría algo, pero ahora que han pasado varios años demostré que estaban equivocados. La tienda ofrecía gran variedad de ropa de las diferentes marcas que a los turistas y no turistas, les encantaban: Armani, Dolce Gabbana, Gucci, Prada, Dior, Louis vuitton y otros más que entre ropa, calzado y accesorios hacían de la tienda un destino concurrido en toda la época del año.

Voy hasta el mostrador, y dejo mi bolso.

-Buenos días, jefa -me saluda puntual, como siempre Carlo.

-Bellísimos buenos días- dice otra voz, seguida de Carlos-Traje café para mi jefa preferida- dice Nicole, entrando con mucho ánimo

-Buenos días, chicos -me rio ante la muestra de energía que traen- ¿Dónde está, Pía? -pregunté

-¡Aquí! -dice entrando rápidamente como un torbellino y con una sonrisa. Pasa a un lado de los demás y llega hasta mí- ¿Llego tarde? - me pregunta.

-No. Llegas a tiempo- digo mientas, limpio el mostrador con una toallita especial para el cedro del que está hecho el mostrador

- Bueno. Voy a poner esto atrás -habla Nicole, seguida por mis dos ayudantes. Me quedo detrás de la caja registradora mirando la nada.

-Buenos días -dice una voz desde la puerta. Miro y es un hombre mayor. Veste un traje y trae consigo, un sobre manilo en las manos.

-Buenos días-respondo dejando a un lado lo que estaba haciendo. Tomo de mi bolso una toallita antibacterial, de uso personal y me limpio las manos- Bienvenido a Paradiso Italiano. ¿En qué podemos ayudarle?

-Busco a Gianna Bianchi-dijo el hombre.

-Soy yo- respondo.

-Estos para usted- dice tendiéndome el sobre -En realidad, era para su padre. Pero no creo que él, le dé la debida importancia en este momento -Si lo sabré yo. Resoplo y tomo él sobre.

-Con permiso- dijo el mensajero- Me retiro.

-Gracias-digo, antes de que marche.

Otras personas comienzan a entrar y veo como salen de la parte de atrás los chicos para atenderlos.

Carlo se movía con gracia y aunque se defendía con la ropa para dama, era mi As bajo la manga en cuanto a la ropa de caballero. Es un hombre elegante y agraciado. Moreno, ojos verdes, alto. Pía es alta y esbelta, de cabello negro, ojos cafés y facciones delicadas. Ella, junto a Nicole, de estatura mediana, cabello castaño, piel oliva y ojos color ámbar. Son mi mejor adquisición, debido al conocimiento en la ropa de dama. Sin dudas tenía un buen equipo y eso lo apreciaba mucho

-Gianna -Nicole se acerca a mí -deberías ir atrás y revisar el pedido.

-Tienes razón -digo, dejando el sobre a un lado- Voy a ver que todo esté en la lista para enviar el correo antes del mediodía. Te dejo responsable de la caja- no espero respuesta y me voy a mi pequeña oficina que tengo en la parte de atrás, me siento frente al computador a comprobar mis pendientes. No sé cuánto estoy haciéndolo hasta que el sonido del teléfono me sobresalta.

- Bella Donna -respondo cuando levanto el teléfono.

-Buenos días- dice una voz femenina- ¿Hablo con Gianna Bianchi? - pregunta.

Vaya. Pero que solicitada estoy.

-Habla con ella -contesto mientras que escribo algunas cosas en una libreta de notas.

-Hablo de negocio al día. Quisiéramos saber si nos daría una entrevista y hablar sobre la sentencia de su padre, por el desfalco que realizo a Roma internacional- me tenso enseguida y mi bolígrafo se desliza de mis dedos.

-Sin comentarios -digo, antes colgar con fuerza el teléfono- ¡Malditos periodistas! -Me llevo las manos a la sien para calmarme.

-Mi padre -digo para mí misma.

Como comenzar a contar. Bueno.

Desde el principio, ¿No?

Soy hija de una inglesa y un italiano. De ahí mi nombre nada italiano. Aunque nací en Italia, no tengo las facciones propias de la isla de Sicilia. Soy rubia platinada, mis ojos tan azules como el cielo, mido asqueroso metro sesenta. Setenta y dos cuando llevo mis asesinos zapatos de doce centímetros, lo que comúnmente hago.

Mi madre murió cuando nací por una afección cardiaca y mi padre quedo destrozado y desde entonces me crio como pudo debido a su trabajo como contador de una pequeña empresa. Mi infancia y adolescencia la viví con o cualquier otro.

Poco veía a mi padre, así que me volví autosuficiente. Creía que era feliz hasta que él apareció. Yo con diecisiete años y el veintiuno. Sí. Era una cría, pero me enamoré del hombre más hermoso y detallista que había conocido. Lucas Salvatore, era muy conocido debido a los diferentes negocios de su padre en toda Italia. Nuestro romance duro dos años y en el último mes, me propuso matrimonio, lo cual acepte encantada y me sentía dichosa ¿Qué más podía pedir? Tenía al amor de mi vida, el hombre que amaba con locura, teníamos la aceptación de sus padres, los cuales adoraba. Mi padre tenía un mejor trabajo y quería mucho a Lucas.

Entre flores, manteles, platería, banquetes, vestido y lo demás, me perdí durante meses. Pero, no todo lo que comienza bien, termina bien. A tan solo tres días de la Ceremonia me enteré de algo que destruyo mis ilusione.

Eh hizo que dejara a un lado al amor de mi vida.

-Gianna -Carlo me saca de mis recuerdos -Nos vamos a almorzar, ¿Te nos unes? -frunzo el ceño y miro la hora en el ordenador. Doce y diez del mediodía ¡Mierda! Me pasé toda la mañana en la oficina y eso lo hacía muy de vez en cuando. Mi lugar es al frente de la tienda atendiendo a los clientes

-Gracias Carlo -digo apagando el ordenador- Necesito terminar de hacer unas cuentas, así que pediré algo al restaurante vegetariano y almorzaré aquí en la oficina -Carlo hice una mueca.

No era vegetariana, pero había algunos platos que me gustaban de ese tipo de cocina

-Está bien -dice dándome una mirada preocupada- Nos vemos en un par de horas- asiento.

Una vez sola. Salgo de la oficina con el inventario que había realizado la noche anterior, únicamente me faltaba ver si no se me paso nada. Salgo a la tienda y me doy cuenta de que ni el café que Nicole me había traído, lo había probado. Lo desecho porque está frío y, es cuando, veo el sobre que me habían traído. Lo tomo y lo abro. Dentro, hay una serie de papeles, letras de cambio, pagaré, cheques, una copia de sucesión de la casa donde había crecido y lo que me horrorizó fue la sucesión del inmueble que me pertenecía.

Mi tienda.

            
            

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