Nunca le quitó la virginidad a una mujer, pero sabía que era especial. ¿Y cómo lo sabía? Fácil. La última chica con la que tenía su sierva particular, su sumisa que nadie tenía idea de lo que hacían en su habitación, le había dicho que el momento más importante de una chica es el momento de perder la virginidad. Pero por supuesto Levi nunca había encontrado una virgen, y cuando encontró a Mel, un anhelo se apoderó del corazón de hielo. Además de ser aburrida, irritante y desobediente, ella era la mujer que él nunca soñaba en encontrar. Y por eso, él se haría cargo de todo a su manera, de la manera más caliente que él conocía.
Saber de la inexperiencia de Mel lo excitaba, con la ansiedad de enseñarle todo lo que sabía, y después ella tendría que practicar directamente con él. Eso lo excitaba, lo excitaba demasiado. Y de nuevo, ahí estaba él mirándola, contemplando su entrada en la sala, la sonrisa tímida y la mirada de berrinche. Aquella mujer no existía.
- ¿Vamos? - Ella preguntó sin gracia, viendo que él no paraba de mirarla.
- Vamos - tomó su mano lentamente y fue guiando fuera del cubículo que ella llamaba de casa. Bajó los escalones de las escaleras porque no había ascensor y finalmente salió. - Entre - lo mandó cuando paró frente al auto negro con ventanas blindadas a toda costa.
Ella entró sin contestar, él estaba diferente y no quería que enloqueciera y empezara todo de nuevo. Sabía que tenía que comportarse y seguir sus instrucciones. O perdería la cabeza y la cogería en cualquier lugar que pudiera, y para prolongar ese acontecimiento, ella obedecería sin decir nada.
- Para el centro comercial. - le dijo al conductor que asintió y encendió el coche. - ¿Cuánto hace que no compra un traje nuevo? - preguntó. Ella no respondió de inmediato, se quedó callada esperando que cambiara la pregunta. Era muy incómodo hablar de ello. Sí, ella era una pobre que no tenía dinero ni para comprar un traje nuevo, pero él no necesitaba humillarse para siempre. - Vamos a hacer esto - él comenzó, tirando de su cara hacia ti. - Cuando yo te pregunte, tú respondes, ¿entiendes?
- Sí! - ella sacudió la cabeza. - Pasó mucho tiempo, señor Santiago - se rió entre los dientes, esa boca era muy tentadora para él solo mirar, pero no caería en la tentación, si continuase mirando y deseando hacer alguna estupidez dentro de ese coche.
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- Sean bienvenidos - una mujer de ojos oscuros los saludó cuando entraron a una tienda después de dejar su auto en el estacionamiento. Mel miraba todo con curiosidad, ella nunca había estado allí y todo parecía muy caro. Volvió a ponerse al lado de Levi que la miraba, solo mirándola, admirando su belleza, su timidez y los hoyuelos que se formaban a un lado de su boca cuando reía. Tenía que hacerla reír más. - ¿Qué estás buscando? ¿Algo en mente?
- Cualquier cosa que no tenga corazón o osito - Habló él. Mel miró al hombre a su lado, sin tener cara para mirar a la mujer que confirmó sonriendo y fue para un lugar. - Siga ella - mandó. Mel estuvo parada dos segundos antes de empezar a caminar. La mujer caminaba de un lado a otro recogiendo algunas piezas y entregándole a Mel, después paró frente a un probador y la mandó entrar.
- Ponte cómodo - dijo la vendedora, mirándola. Mel tomó la ropa y miró a Levi que no dijo nada - Si no te gusta algo, llámame, por favor. - La mujer se fue, dejando a Levi y a ella solos. La coloración de su rostro lo atraía demasiado, ella lo atraía demasiado.
- ¿Quieres que te ayude a ponerte la ropa? - Lo negó - así que entra y hazme feliz.
- Yo no quiero tener que usar esas cosas. - dijo, y él comenzó a demostrar su impaciencia - Yo voy a servirle sin eso, ¿no? ¿Entonces por qué?
- ¿Crees que me vas a servir desnuda? - ¿Se quedó callada. - sabes por qué te dije que te quitaras la ropa la primera vez que estuviste conmigo? - Lo negó. - Porque tenía curiosidad, tal vez llegué al punto de tenerte, pero nunca haría nada que no quisiera. Pero me gustaría saber cómo se vería con esas cosas lujosas. - levantó un pedazo de bragas de un lado. - Quiero llegar y ver tu cuerpo esparcido en mi cama en ropa interior y sujetador, esperando a que te tenga toda la noche. Ahora, vas a entrar, y vas a probar cualquier cosa después vas a volver aquí, y me vas a mostrar ese hermoso cuerpo tuyo, vistiendo algo que no tiene corazón, ni osito.
La empujó adentro y se sentó en uno de los sofás, arregló la chaqueta y miró alrededor, había solamente algunas mujeres que lo estaban mirando. Odiaba tener que ir a comprar cosas, y odiaba aún más tener gente sin clase mirándolo, queriendo ser comida por él. ¡Pobrecitas! Levi Santiago no comía cualquiera, por eso, la dificultad para encontrar una mujer que fuera su cara, que fuera de su agrado, y Mel Albuquerque, había ido más allá de agradar.
Pasaron veinte minutos y Mel no regresaba. Levi ya estaba enojado. No pudo controlar sus ganas de gritar a todo el mundo y se levantó, caminó de un lado al otro mirando la cortina, esperando que saliera. Odiando eso, entró para saber por qué tardaba tanto.
Sus ojos fueron capturados brutalmente hacia la muchacha que se miraba en el espejo. Ni ella misma creía que era ella misma. Por eso la demora. Levi se mordió el labio inferior al ver ese cuerpo de espaldas. La Bund- no era tan grande, pero tenía curvas perfectas, las piernas delgadas y muslos gruesos, toda trabajada en las curvas pequeñas y delicadas. Vestía una ropa interior de encaje rojo, con bordados negros sexys, viajó a otro mundo, donde estaba tendido en el suelo de aquel probador sosteniendo su trasero mientras lo metía todo.
- Señor Santiago - ella se volvió hacia él y el sofoco fue más allá. Los pechos estaban guardados perfectamente en el sostén que hacía pareja con la ropa interior, dejando un escote tentador. - ¿No podía esperar afuera?
- ¿Sabes cuánto tiempo he esperado ahí fuera? - Se ha estado acercando, y ella se ha quedado parada, no tenía donde correr ahí dentro. - Eres muy bonita.
- Gracias - ella dijo, mirándolo a los ojos. Él miró su cuerpo, imaginándola desnuda, o simplemente acostada en su cama cuando llegara más tarde. Pero no iba a estarlo, porque era demasiado pronto.
- Te voy a devorar entera - él habló cuando volvió a mirar a sus ojos, agarró la cintura delgada sintiendo la piel cremosa en sus palmas. - Yo estoy duro, y tú excitada, puedo sentir los escalofríos - fue hablando. Mel cerró los ojos, estaba realmente estremecida, su voz en su cuello la dejaba confusa y con deseo - Eso es lo que yo provoco en las mujeres, pero lo que tú provocas en mí, va más allá.
- Señor Santiago - Ella jadeó cuando su mano entró en su sostén, él agarró su cintura y luego juntó los cuerpos.
- Ve aprendiendo, mi chica - él dijo bajito, ella soltó un gemido involuntario haciéndole reír. - Agacha la cabeza, agacha - hablaba tranquilo, ella se quedó mirándolo, sin saber cómo hacerlo. Muy lentamente, ella fue haciendo lo que él le dijo, dándole más espacio para que viera sus pechos. - Es hermoso, eres totalmente maravillosa, por los cielos. - él dijo, antes de empezar a dar besos por encima de la piel de los senos, donde el sujetador no había cubierto. Ella apretó las uñas en la piel de su hombro.
- Ah - gimió, él soltó una mano, y levantó el lado derecho, descubriendo el seno, la miró que continuaba con la cabeza hacia atrás. La lamió de principio a fin y la sintió temblar, y soltó otro gemido.
- ¿Lo sientes? - Ella confirmó con la cabeza aún agachada. - Ni siquiera es el comienzo de lo que voy a hacer contigo. - Tan pronto como terminó de hablar, se tragó el pico del seno derecho, aspirando con fuerza, sacó de la boca solo para pasar la lengua de un lado a otro, ella gimió de nuevo, ella delicioso tener su cuerpo en sus brazos.
Ella se agitó bajando las uñas por sus brazos y subió de nuevo, a él le encantó. Lo hizo de nuevo y ella gimió levantando la cabeza disminuyendo el espacio de él.
- Señor Santiago - gimió y miró hacia el techo. Él rió de lado aún con el pico del seno en la boca. La soltó cuando ella jadeó, le pasó la lengua una y otra vez.
- ¿Quieres venir? ¿No es? - Ella gimió fuerte, y él rió de nuevo. - Espera querida, aún no ha llegado la hora - él la soltó, haciendo que la mujer se siente en el taburete dejado allí. Sin aliento. Se agachó para sostener su barbilla entre el pulgar y el resto de los dedos. - No bajes la cabeza, no lo necesitas. - Ella sólo miraba, curiosa, sin aliento - Si vista mi bien, el día apenas comenzó.
Asintió con la boca abierta, jadeando sin parar, su corazón latía fuerte.
- Anda... mi chica - habló, y se quedó de pie, saliendo del probador.
Después de pasar la tarde en el centro comercial con Mel, era hora de volver a casa, aunque no quería. Entró en varias tiendas de ropa, e incluso se puede preguntar por qué, pero tenía una buena excusa para dar. Levi era un hombre rico, extremadamente rico, el hecho de no trabajar en la empresa Santiago, no quería decir que no se portaba como uno delante de las personas de la élite. Y en muchas noches cuando estaba casi obligado, tenía que salir de su residencia para tener que ir a fiestas aburridas que odiaba. Y no entraría en un lugar así sin una mujer bella. La antigua sumisa, la chica que faltó un día, el día que él más necesitó, siempre le encantaba sonreír entrando en esas fiestas, porque sabía que sería muy bien tratada solo porque era la "mujer" de Levi Santiago.
Sin embargo, pensándolo bien, volvió a casa pensando en Mel y en su dulzura, no había ninguna fiesta en el momento, pero él quiso ir con ella al centro comercial y traer todo lo que le gustó, en parte, ella no pedía nada, solo le obedecía cuando él le mandaba probarse alguna ropa. Quería comérsela en cada cambio de ropa, pero no quería hacerlo así.
Llegaron a casa y Mel entró en la sala grande, se quedó parada allí solo admirando las cosas que tenía. Él no dijo nada, pasó por ella ordenado que prepararan la mesa que iban a cenar. Él volvió a la sala y vio que ella miraba una foto antigua, de su familia, él la tenía porque su madre la puso allí.
- Su familia es hermosa - dijo. La foto tenía un hombre, su padre, y su madre al lado, en el medio él estaba sonriendo como un niño de cinco años haría al lado de los padres.
- No es mi familia - habló seco y tomó la foto de sus manos, nada de grosería, solo para poner de nuevo en su lugar. - Quiero saber más sobre ti - habló cuando miró a los ojos verdes de la chica. Ella frunció el ceño y bajó la cabeza.
- No hay mucho que saber, lo siento.
- Claro que sí. Sé lo de tu hermano, y tu madre, ¿dónde? - Se quedó callada sin levantar la cabeza.
- Mis padres murieron temprano, y me quedé sola para criar a mi hermano - dijo, y levantó la cabeza para mirarlo reírse de lado parpadeando dos veces sin parar. ¿Estaba realmente interesado en una conversación? No había pensado en él de esa manera. ¿Le importaba?
- ¿Qué tiene exactamente tu hermano? - él preguntó, y ella no dijo nada, estaba extrañando aquella actitud de él, ¿será que él mismo quería hablar sobre su familia siendo que él había dicho con todas las letras que ella estaba allí solo para servirlo y que no le importaba nada con su hermano?
- ¿Por qué no coges lo que quieres? - Preguntó mirándolo. Levi era tan guapo, de cara, y la barba por hacer lo dejaba demasiado sexy, lo maduro, un hombre seductor y atractivo. Al mismo tiempo que quería mirarlo, quería correr también porque sabía que meterse con su paciencia era sacar lo peor de sí. Además, permanecer frente a usted podría ser un peligro para sí mismo. Si estaba allí para dormir con él, y tenía ese acceso, ¿por qué no lo hacían enseguida?
- ¿Y qué crees que quiero? - Preguntó, dejándola allí y fue hacia el minibar dentro de su sala. Sirvió un vaso de whisky y bebió un trago.
- Estoy seguro de que sabes de lo que estoy hablando. - Afirmó ir a él. Levi la miró y tocó su barbilla, sujetándolo entre el pulgar y el resto de los dedos.
- Créeme... lo único que quiero comer es tu coño, mojado y listo para mí, pero desafortunadamente, tengo que hacer cosas antes de que eso suceda.
- ¿Porque soy virgen? - ¿Le preguntaste sonriendo a un lado, para que ella pudiera hacer cualquier cosa que él no haría?
- Hablando así, señorita Albuquerque, parece hasta que es usted quien quiere darme más de lo que yo quiero comer. - ella bajó la cabeza dando una sonrisa. - Eso no es porque seas virgen, sino porque no eres como las otras. Y me desafiaste.
- ¿Yo? - Te sorprendiste y diste un paso atrás.
- ¿Recuerdas cuando te dije que te quitaras la ropa? Corriste y tuve que comprar un lugar asqueroso para tenerte de nuevo. ¿Y sabes qué voy a hacer contigo? - tomó un sorbo sonriendo de la cara que ella hacía - Pero por supuesto que no, pero permíteme decir, yo te voy a seducir, enseñar, y solo después, comerla.
- Hm - no sabía qué decir, él la miraba a los ojos, detrás y oscuros. Él era tan guapo, y tan... cretino al mismo tiempo.
- Vamos a cenar. - Rió de nuevo, levantando un poco la copa y cogió su cintura, acercándola a su cuerpo y comenzó a guiarla hacia el comedor.
La mesa estaba puesta para dos y a ella le gustó, le gustó la decoración en el último momento. Se sentó después de él tirar de la silla, y se sentó delante de ella. Ella miró en la mesa y admiró todo, hacía tiempo que no comía algo decente, lo miró de nuevo, y él la miraba, curioso.
- Puede comer - él habló lentamente, ella comenzó a servirse, y no fue mucho - gusto de sus ojos - alabó, otra vez, aquellos elogios eran gustosos de escuchar. Lo miró después de absorberlo todo. - También me gusta cómo se mueve su boca.
- ¿Hay algo en mí que no te guste? - preguntó limpiando la esquina de tu boca.
- Sí. - respondió riendo y tomó otro trago - Su terquedad.
- Lo estoy obedeciendo. Hago lo mejor que puedo.
- Ahora - se rió, mostrando los dientes blancos y perfectos - no quiero que pases la noche en mi casa. Es una tentación molesta. Te atacaré antes de tiempo. - Se rió con gusto. Aún era nuevo ese sentimiento dentro del pecho, saber que podía volverlo loco sin ni siquiera quitarse la ropa, eso era bueno. - Ve a tu casa después de aquí, haré que alguien te lleve.
- Yo prefiero ir al hospital. - él levantó una ceja - quiero ver a mi hermano, paseo día fuera.
- Te quiero mañana, descansada.
- Solo estoy aquí porque necesito el dinero para mi hermano - habló grosero, y respiró queriendo mantener la paciencia. - Quiero tener un momento con él.
- Odio cuando me desobedecen - habló seco ella lo miró sin perder nunca la determinación. - El conductor está a su disposición, y cuando yo llame, usted tendrá que venir.
Él dijo y se levantó de la mesa dejándola sola. Mel se quedó callada, no dijo nada. Terminó de comer lo poco que tenía en su plato y se levantó también satisfecha. Salió de su casa lo más rápido que pudo y vio al conductor que dijo que la llevaría a donde la quería esperando. Ella se subió al auto y pidió ir al hospital, el hombre se fue sin decir nada.