Tener una relación, enamorarse y casarse no estaba en sus planes, no lo estaba y nunca lo estaría.
Había visto el ejemplo de cerca lo que era un matrimonio, no importaba cuánto el hombre hiciera el esfuerzo para mantenerlo de pie, al menos su padre lo intentó. Le dio amor, le dio cariño, le dio todo lo que su madre siempre quiso, pero quizás le faltara algo, algo que encontró en otro hombre y se fue con él. Por esa razón, una relación no estaba en sus planes y no correría el riesgo de enamorarse de nadie. Esto incluía, infelizmente, la lista de sumisas, que eran suyas por las mañanas y por las noches, ellas venían ganando dinero, joyas, un cuarto con toda la ropa y bolsos caros y todo lo que deseaban. ¿Pero relación, amor de verdad? Eso él no sentía, entonces no daría a nadie algo que no tenía. Aunque ellas intentaran hacerlo.
Frente a la gran ventana del dormitorio, sólo podía pensar en la chica que salió de casa hace exactamente dos semanas sin mirar atrás. ¿Corrió de allí como si fuera una plaga, era algún tipo de plaga? Si lo fuera, lo entendería, ¿no? Todos se fueron. Cuando la encuentre, le haré entender quién debería estar al mando.
Se sentó a la mesa, volvió a escribir en algunos papeles y después de media hora salió para tomar un baño caliente, no iba a trabajar un día más en la empresa, su padre estaba cerca así que podía trabajar en casa. Levi era el CEO ayudante de su padre en la empresa de publicaciones Santiago de Seant, solo asumía el cargo de líder cuando su padre viajaba a otras ciudades, cuando estaba presente, él prefería trabajar en casa para no tener estrés y lo mejor de todo, Tendrías más tiempo para tus fantasías sexuales. Él intentaría trabajar, pero nada, nada lo hacía concentrarse en lo que tenía que hacer. Caminó por el cuarto, tiró la toalla en la cama y oyó a alguien tocar a su puerta, el a se abrió revelando el cuerpo tembloroso de Mirella con una sonrisa esperanzadora.
- Trajo lo que pidió - Por un momento, el hombre dejó la cama de lado con la esperanza de ver el rostro de aquella mujer una vez más, él la haría quedarse, de alguna manera tendría que conseguir, pero todo lo que ganó fue una carpeta marrón ofrecida en sus manos. - Es para ti.
- ¿Documentos? - ¿Preguntaste al mirar el documento en tu mano - ¿No crees que ya tengo muchos para mirar y analizar?
- Se trata de Mel, y tal vez después de leer todo esto, entenderás por qué se fue, por qué huyó de ti. - Puso los ojos en blanco - Voy a seguir buscando a alguien para estar contigo, pero sigue siendo difícil saber que no eres el tipo de hombre que puede atraer mujeres cuando abre la boca.
- Voy a ignorar su comentario idiota - dio la espalda a la secretaria tirando el sobre sobre la mesa.
- Mira. no sé dónde puedes estar, así que... - diste un paso atrás.
- Encuéntrala - habló duro y dio la espalda. La mujer entendió lo que tenía que hacer, y se fue.
Levi paró en la ventana y miró hacia fuera otra vez. Otra noche en que no saciaba su sed. Su furia creció más cuando se acordó de la niña. Ni siquiera había creído que una simple mujer hubiera ignorado la erección en sus pantalones y se negara a acatar una orden suya. Pero lo habría hecho tarde o temprano.
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Mirando a su hermano, Mel temía que algo peor pasara. No quería verlo morir, mucho menos sufrir más. La enfermedad lo atacaba cada vez más, y ella necesitaba pagar una cirugía que la ayudaría mucho, pero ¿cómo hacerlo si no tenía el dinero?
Hace dos semanas, huyó de la casa de un loco, y desde entonces, no ha dejado de buscar empleo, especialmente uno que no necesitara quitarse la ropa, pero nada estaba abierto en el mercado. La facultad de medicina había sido cerrada, y fuera de ella, la única experiencia de trabajo que tenía era como camarera, y ni así, consiguió encontrar algo.
Respiró profundamente cuando la puerta de la habitación se abrió, una médica apareció revelando una sonrisa de confort se acercó al niño acostado en la cama y tiró del medicamento diario inyectando en el tubo que estaba directamente conectado a la vena de Mauricio, Se aplicó al ver a Mel llorar en la escena. Cuando terminó, tiró la jeringa y se quitó los guantes, giró la cama y se detuvo frente a Mel que miró hacia otro lado.
- ¿Estás bien? - preguntó ella. Mel sólo confirmó con la cabeza y suspiró. - No mientas.
- No sé qué hacer - dijo por fin, la doctora miró al niño acostado en la cama - él es mi única familia. No quiero perderlo de ninguna manera. No es por falta de esfuerzo, llevo meses buscando un empleo, y aunque lo pensara, me llevaría bastante tiempo reunir la cantidad necesaria para pagar la cirugía.
- Mauricio está resistiendo muy bien, pero no puedo mentir, él no va a aguantar mucho tiempo. Él necesita la cirugía con urgencia. Ya presenté una solicitud para tu hermano, pero hasta entonces tendrás que conseguir dinero para pagar, sin contar con los medicamentos del hospital.
- Lo sé perfectamente - dijo llorando. - Tengo que irme ahora. - se levantó sonriendo con un dolor dentro del pecho.
Atravesó las puertas del hospital caminando directo a la parada de autobús, buscaría más empleo, no podía quedarse de brazos cruzados, pero antes, iría a casa, tomar un baño y arreglarse mejor, comer algo y volver a dejar más currículos.
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La mirada indigna del hombre asustaba a cualquiera, cada día que pasaba desde que la mujer se iba, su humor empeoraba, su rabia crecía y él estaba loco. Quería sexo, y podía encontrar otra sí, pero no pondría su polla en cualquier lugar. Mirella no había encontrado otra, y su anhelo por aquella mujer creció con el odio de verla dar la espalda sin obedecerle. Y por eso envió a Mirella tras ella.
El niño se inclinaría ante él de una manera u otra. Mientras examinaba sus documentos en la mesa de la oficina, encontró el dossier que Mirella había traído hablando de Mel y su vida pobre. Intrigado él comenzó a leer. Ella tenía veinticinco años, soltera, y huérfana de padre y madre. Vivía en el cubículo por lo que él leyó en la dirección y tenía un hermano de doce años enfermo. Era todo lo que decía, nada más específico y sólo eso dejó a Levi intrigado. Ella quería un empleo, él le había dado, y ella se fue.
Mirando el paisaje desde la ventana de su habitación, puso su mano derecha en la cintura mientras la izquierda masajeaba la barba sin afeitar. Algo en esa dulce cara le hizo imaginar cosas obscenas y cuando ella se dio la vuelta y se negó a quitarse la ropa y servir a Levi Santiago, se enojó.
- Señor Santiago... - el hombre miró hacia atrás, fijó la mirada en la rubia de tetas grandes y volvió poniendo las manos en los bolsillos. - Encontré una nueva mujer. - Estrechó los ojos.
Una mujer pelirroja apareció en la sala, vestida en el paño que ella consideraba vestido. El pelo demasiado rojo, dejando al hombre con dolor de cabeza. La cara llena de maquillaje y un lápiz labial demasiado rojo. No, no era lo que él deseaba.
Lo negó dando la espalda.
- Ah... ¿Puedes darme un minuto? - susurró para la pelirroja que resonaba cruzando los brazos y Mirella golpeó el pie, llamando la atención de su jefe. - ¿Puedes esperar afuera? - ¿Le pediste a la chica que atendió el pedido.
- Levi, ya no soporto tanta presión. Cualquier mujer en esta maldita ciudad dormiría contigo por menos de una sonrisa elegante. ¿Entonces por qué eliges tanto?
- ¿Crees que me gustaría estar con cualquier mujer? No todas las mujeres que... - Respiró profundamente sin saber cómo explicarse de verdad y siendo sincero, no tenía que explicar nada. - Vete, por favor, y busca una mujer decente. mejor, tráeme a la chica del otro día.
- ¿Estás hablando de Mel? - Ella saludó - Ella se fue. - tocó la herida y él sólo se rió - No puedo traer a la chica por la fuerza.
- ¿Qué haces aquí entonces? - Mirella puso los ojos en blanco - Sí.
Dijo que se calmara, aunque estaba explotando.
Levi esperó unos minutos para que Mirella desapareciera con ese proyecto de puta de enfrente. Volvió a la mesa y cogió el papel, era un currículum de la niña. Mel Costa de Albuquerque estaba bien en la cima. No tenía experiencia en casi nada, y había cerrado la universidad. Había solamente una foto 3X4 en la extremidad de la hoja. Sus ojos no tenían color, y todavía eran hermosos. La cara perfecta sin maquillaje era la mujer que él quería.
- Entre - mandó después de oír dos golpes - ¿qué quiere Felipe?
- Encontré a la señorita - Levi lo miró a la misma hora, Mirella no era su única fuente de encontrar personas. - Lo siento mucho, pero no creo que quiera ir donde la niña vive - Levi dejó el papel en la mesa andando hasta el hombre - es lamentable.
- No estoy pidiendo tu opinión. No quiero tu opinión - te pusiste el traje y arreglaste la camisa roja que llevabas. Cogió su cartera y su teléfono y salió de la habitación esperando que el conductor lo acompañara.
Como su chófer había dicho, el lugar donde vivía la mujer era una desgracia total, las calles llenas de baches y el edificio pequeño y con fugas era mucho peor. Se detuvieron frente a este edificio de apartamentos, atrayendo la atención de la gente porque el coche era un lujo único, y parado en el barrio de aquellos llamó la atención incluso.
- Deberíamos haber venido con un menos llamativo - el conductor habló, el otro ignoró mirando directamente a la puerta del edificio, ella saldría, o entraría en cualquier momento y él esperaría, porque la arrastraría hasta aquel coche y saciaría su voluntad, con o sin Felipe.
- Cállate, es mejor - mandó.
Pasó exactamente cuarenta y dos minutos cuando una mujer pelirroja salió del edificio, se agitó, pero no fue suficiente para salir del coche. Con una sonrisa en la cara, ella cruzó la calle y pasó cerca del coche oscuro sin siquiera mirarlo. Se detuvo en la parada de autobús al lado del coche y miró en la dirección opuesta. Levi fue al otro lado del asiento trasero y admiró a la niña de cerca. Podría haberla metido en el coche y llevarla a cualquier parte, pero no se movió.
La sonrisa era grande, estaba animada y él ni entendía por qué. Cuando el autobús se detuvo detrás del coche, ella entró en él sin mirar atrás.
- Siga ese transporte - nunca diría la palabra autobús en su vida, creía que era cosa de pobre y no era mentira - va Felipe, va.
El conductor encendió el coche y comenzó a seguir el autobús. En cada parada, Levi estaba ansioso esperando la salida de su pelirroja, y casi media hora después se bajó del autobús con la sonrisa en la cara. Cruzó la calle y entró en una cafetería. Felipe estacionó el coche al otro lado y Levi se quedó mirando de nuevo.
- Creo que la chica consiguió un trabajo - Levi rió de lado, no era posible que ella hubiera cambiado su lujuria por una cafetería barata y mal estructurada.
- Da la vuelta. Vamos adentro.