Todo lo que un hombre podía tener, lo tenía doble. La gente hacía lo que él quería cuando quería, pero cuando ella dijo no y salió corriendo, aquello rompió la burbuja que él vivía dejando al todo poderoso incrédulo y con fuerza de voluntad de clavar los dientes en aquella boca carnosa y afilada. Como quería. Fue tras ella porque huyó y cuando lo encontró, recibió más patadas, por lo que iba a pagar caro por su infantilidad y desobediencia ante un hombre como él, importante, rico, multimillonario, lleno de deseos y anhelos.
- No voy a esperar todo el día - miraste el reloj. - O toda la tarde, solo quítate la ropa. Ya lo has hecho antes, sabes cómo se hace. - habló como si no fuera nada, llenó el vaso de un whisky chic y se sentó en el sillón que estaba la primera vez que la vio, al otro lado de la habitación. Se volvió hacia él con la cabeza baja.
Lentamente, ella levantó su cabeza. Ella sacó la bolsa negra que atravesaba su cuerpo pequeño, la dejó caer al suelo, y dio un paso adelante respirando para no perder el aire. Ella nunca se había quitado la ropa delante de un hombre, tanto que no negaba su timidez y la falta de experiencia. Ella era virgen. Una virgen que más se preocupaba por estudiar, trabajar y mantener a su hermano después de que sus padres murieron. Y cuando el pequeño enfermó todo empeoró. No tenía tiempo ni para arreglarse el pelo y aun así, fue perseguida por aquel hombre grande con ojos negros como los bosques descienden y él había conseguido lo que quería con ella.
- No voy a esperar todo el día - miraste el reloj. - O toda la tarde, solo quítate la ropa. Ya lo has hecho antes, sabes cómo se hace. - habló como si no fuera nada, llenó el vaso de un whisky chic y se sentó en el sillón que estaba la primera vez que la vio, al otro lado de la habitación. Se volvió hacia él con la cabeza baja.
Lentamente, ella levantó su cabeza. Ella sacó la bolsa negra que atravesaba su cuerpo pequeño, la dejó caer al suelo, y dio un paso adelante respirando para no perder el aire. Ella nunca se había quitado la ropa delante de un hombre, tanto que no negaba su timidez y la falta de experiencia. Ella era virgen. Una virgen que más se preocupaba por estudiar, trabajar y mantener a su hermano después de que sus padres murieron. Y cuando el pequeño enfermó todo empeoró. No tenía tiempo ni para arreglarse el pelo y aun así, fue perseguida por aquel hombre grande con ojos negros como los bosques descienden y él había conseguido lo que quería con ella.
Ella jadeó queriendo respirar y cerró los ojos de nuevo, respiró, respiró, respiró y bajó las manos para tocar la barra de la camisa vieja que vestía. Fue subiendo despacio para ir aceptando lo que hacía. Levi miraba todo como un halcón, sin parpadear para no perderse el espectáculo, como la primera vez, le había gustado su rostro, era bonito no tenía que negarlo, o mentir. La forma de los labios dibujados por un lápiz labial desnudo se veía hermosa, nada llamativa, la cara de una verdadera niña, y debajo de la ropa grande, quería descubrir el cuerpo pequeño, pero pequeño, ¿cuánto? Cuando la camisa fue subiendo lentamente el fuego fue creciendo en su cuerpo y cuando la camisa descubrió los sei0s, él dio un sorbo del whisky, el sostén no era sensual, o algo que él encontrara atractivo, pero hasta que le gustó la infantilidad, llena de corazón. Pero el contenido que guardaba no era infantil, en realidad era hermoso.
Nada exagerado.
La camisa se detuvo en el suelo, y ella respiró de nuevo, tragando en seco, miró para él que estaba admirado. ¿Le gustó? ¿Era capaz de atraer tanta atención de un hombre como él? La piel expuesta era aún más hermosa. Se mojó los labios cuando hizo pico, bajando su mirada de los senos hacia la barriga y volvió a los senos.
- ¡Eres hermosa! - Confesó y ella asintió disfrutando del elogio. No recordaba cuando fue la última vez que recibió uno. - Puede sacar el resto. - Volvió a mirarla a los ojos.
Ella sacudió la cabeza confirmando con lo que él dijo y comenzó a deshacer los botones de los pantalones golpeados, bajó un lado y luego el otro, y fue bajando lentamente, con los ojos cerrados porque no quería ver su cara cuando viera su braguita llena de ositos. Era un mico, lo sabía, pero le gustaban los estampados lindos, a porrazo de una virgen llena de niños. Ella oyó una risa sofocante, se quitó los pantalones de sus piernas y lo dejó de un lado y listo, estaba medio desnuda frente a un hombre que sólo quería sex0. Respiró, respiró, respiró...
- Venga hasta aquí - mandó. Ella de cabeza aún baja, dio un paso adelante y casi se desequilibró. Nunca había hecho eso, todo era nuevo y sus piernas se volvieron gelatina, dio otro paso y bajó la cabeza cruzando sus manos por delante del cuerpo, su cara estaba roja como un pimiento rojo. - Eres hermosa - dijo, y ella lo miró, jadeó más fuerte cuando su mirada cruzó con el suyo intensamente.
- Y... Y - no tenía nada que decir, él se levantó del sillón y Mel quiso correr, aquello ocurriría allí mismo, y ella no lo conocía bien. No estaba esperando a un príncipe azul, pero quería que su primera vez estuviera llena de romance y amor, como en los libros, pero sería brutal, y disgustada.
Él tocó su rostro y fue bajando sus dedos por la barbilla, pasando por la clavícula y llegó al cuello, pasó las dos manos allí, sintiendo la textura de la piel suave. Quedó totalmente de frente a ella y sus manos bajaron por su cuerpo una de cada lado y se detuvieron en la cintura. Tiró de su cuerpo para pegarlo con el suyo, ella cerró los ojos y viajó lejos cuando sintió el perfume del hombre, era fuerte, varonil, digno de un hombre como él.
- Huele bien - dijo de nuevo, otro cumplido en menos de cinco minutos. Sus manos bajaron más ahora, pasando por su Bund, donde apretó masajeando todo, sintiendo todo, quería todo, todo. - Sabía que tenías que ser mía. Eres maravillosa.
¿Se sintió excitada y algo atraída por esas manos era un problema? ¿Es un problema sentirse caliente y atraída por él? ¿Y aquellos toques? ¿Era así con otros hombres también? No, ella nunca se sintió tan cerca de perder su preciosa virginidad y no estaba tan preocupada.
- Interesante elección de piezas íntimas - habló mirando a la cara de ella - abrir los ojos - mandó y obedeció porque tenía que hacer, su voz era caliente de escuchar y atendía a sus comandos con facilidades - son molestos y no un poco sexy.
- Yo no sabía que... - Vaciló sin conseguir continuar, no por falta de palabras, sino por perderse en pensamientos al mirarlo.
- ¿Qué iba a ceder? - completó, ella confirmó - a juzgar por su condición, usted no tiene suficiente dinero para comprar algo que me atrae - ella parpadeó cinco veces, y abrió la boca, ¿no podía continuar con los elogios? Seguro que era un buen tipo. - Pero todo va a cambiar. Lo hago por ti, haría cualquier cosa por ti.
Él bajó una sola mano por la barriga, y esa misma se metió en las bragas de los bichitos, ella jadeó abriendo la boca sin quitarle los ojos, todo en su cuerpo se calentó y ella tembló. Tocó la piel caliente, húmeda y bien limpia, rió y succionó el aire empezando a excitarse, más de lo que había estado antes cuando la vio quitarse la ropa, ya podía ver el volumen entre sus piernas, pero después de tocar su coño todo se volvió loco. Él jugó con su clítoris y ella se mordió el labio reprimiendo un gemido, no iba a gemir para él, jamás. Él jugó más, apretando todo allí, pasando los dedos por todas partes, subiendo y bajando y ella jadeó de nuevo, sosteniendo los hombros de él para no caer cuando él golpeó su entrada, ella quiso alejarse, pero él no lo dejó. Sus piernas estaban a punto de perder fuerza.
Soltó un gemido cuando él avanzó hacia adentro, Levi cerró los ojos dando una sonrisa seductora. Ella se había puesto caliente rápido y ya podía sentir la humedad. ¡Caralh0! Él era un gato, seduciendo a cualquier mujer y a pesar de que esa era difícil, había conseguido con éxito, aquel dedo apenas había entrado y él sacó para volver con dos, pero fue cuando avanzó un poco más que él notó algo diferente de las otras mujeres, pero él conocía bien lo que era.
Él se alejó de una vez, pero no completamente. La miró de pies a cabeza y se fijó en la mirada verdosa sin creerlo.
- ¡Vaya! - Murmuró bajando la mirada hacia el cuerpo hermoso y perfecto y volvió a mirarte a los ojos, ahora más sorprendido. - Eres virgen.
Se alejó, pero no podía quitarle los ojos de encima. Estaban vivos, alerta, mirándolo, esperando hacer algo, pero él no podía hacer nada. Fue dando pasos hacia atrás hasta golpear su sillón, rió de costado poniendo la mano en la cintura. Aquello era una broma muy buena para ser verdad. Pero él estaba seguro en lo que había tocado, ella era virgen, aquella mujer, de veintitantos años, hermosa, era virgen, aquella maldita mujer que lo enfrentó lo desobedeció y aún se fue, lo llamó hijo de la put- e invadió su sala, era virgen. Tosió un poco y tomó el vaso de whisky, bebiendo todo el líquido.
- Yo... - ella intentó decir algo, pero él sacudió la mano diciéndole que se callara, ella calló.
- No diga nada - dejó el vaso en su lugar y miró de nuevo a su cuerpo, tan hermosa, demasiado hermosa que dejaba su cuerpo poseído, y su polla dolorida, estaba entumecida dentro de los pantalones que estaban apretados. Quería sacarla y metérsela por horas, pero mierda - sabía que tenías algo.
- No sé si eso es bueno o malo, pero no tengo una lista de hombres para mostrarte, y si eso te decepciona...
- No. - él rió hacia adelante de ella - eso me hace feliz - hablaba de ojos abiertos, como un sádico loco - yo seré el primero en tocarte - ella cambió su expresión de tímida dando una sonrisa, pero lo suprimió en la misma hora, no iba a mostrarle que le gustaba oír esas palabras ella no iba a ceder nada. - Y vas a aguantar todo, gimiendo mi nombre - Él se rió y ella puso los ojos en blanco.
- Eres un idiota.
- No digas nada, ponte la ropa - dijo con los ojos abiertos, riendo como un psicópata. Se sentó en su escritorio de nuevo y comenzó a escribir algo en su computadora.
Ella no dijo nada, comenzó a vestirse muy rápido, se quedó hasta feliz por no pasar nada, ella no estaba preparada y ni sabía qué hacer bien, estaba en la cara. Cuando terminó volvió a Levi que ahora escribía algo, él se levantó viniendo a ella que se quedó quieta.
- Tome esto, - le entregó el papel. Mel miró y se asustó y volvió a mirarlo. - yo cumplo mis promesas.
- Es un cheque - sus ojos se llenaron de lágrimas - No necesito todo eso.
- Eso es un pequeño valor comparado con lo que voy a ganar cuando puedas darme lo que quiero. - ¿Ella cerró la boca, incrédula, exigió tanto y ahora sería una elección suya? Genial. - Todo el mundo sale ganando algo, recuerdas?
- ¿Y la cafetería? - preguntó, él no podía, pero no conseguía dejar de mirarla. - Aquellas personas no necesitan estar sin empleo.
Estaba impresionado de que en el momento del campeonato, había encontrado una chica sexy con una cara bonita que nunca fue tocada. Ah, él la follaría durante horas, lentamente saciando sus anhelos y sintiéndose lo mejor de todo por follarla de primera mano. Mel Albuquerque era increíble de todas las maneras y desde el momento en que entró en su habitación por primera vez lo venía impresionando.
- No te preocupes - él se acercó, pasando su mano por su cuello y tirando de ella de cerca. - Ya te tengo, nada más allí me importa - rió sádico y se acercó más apoyando sus narices. - Dime que ningún hombre ha tocado esa boca.
- Yo no suelo mentir - ella cerró los ojos sintiendo aliento caliente y oliendo su bebida. - Si quieres ser uno más de ellos, solo besa - Murmuraste ebria por la compañía, él era oloroso y su huella era fuerte, aquello era bueno.
- ¿Cuántos? - preguntó. Ella abrió los ojos y miró los de él.
- Dos. - Respondió mirando a los ojos negros y alternando con los labios. Él iba a besarla, porque si iba a suceder, esperaba que fuera pronto.
- ¿Dos? - él gimió y atacó la boca de ella, la chica la acompañó a su ritmo rápido, arrebatador, la tiró para cerca pasando la mano libre por el culo de ella y cuando el aire faltó la soltó de repente dejándola sin acción, no necesitaba acabar allí. - va. - le dijo que se alejara - Vete o te hago mía ahora - le dio la espalda a ella apoyándose en la mesa, ella entendió aquello como una señal grande y corrió del cuarto. Respiró sólo cuando llegó a las escaleras, tropezó con la alfombra y bajó dos escalones casi cayendo.
Respiró de nuevo y se apoyó directamente, bajó como gente normal, llegó al piso de abajo y se encontró con las dos empleadas, mirándola curiosas. Miró por las escaleras y nadie volvió a mirar a las mujeres.
- Hola - Saludó, y ellas se asustaron - soy Mel.
- ¿Amiga del señor Santiago? - ¿Preguntó la misma que abrió la puerta.
- No. - Ella no era amiga, ni lo sería. ¿O lo sería? - ¿Sí? No lo sé.
- ¿Está enojado porque le abrí la puerta a una desconocida? - Preguntó lo mismo.
- No. - respondió Mel y tomó su camino, abrió la puerta y salió. Caminó rápido para salir del lugar. Cuando atravesó la puerta, se detuvo en la acera, tuvo el coraje solo allí de abrir de nuevo el cheque que él había dado. - No necesito todo esto - repitió de nuevo, era mucho dinero, ella no había hecho nada. Había valido la pena, pero sabía que no sería gratis y no huiría de él por mucho tiempo.