- Sé que no tenemos suficiente dinero - Mel le tocó la cara y se rió.
- Yo arreglo todo, ¿de acuerdo? - Te sentiste segura por primera vez cuando le dijiste eso a tu hermano. - Yo cuidaré de ti, como prometí.
- Te amo, hermana - La abrazaste, ella devolvió el gesto.
- También te amo - la puerta se abrió rápidamente y la doctora miró a Mel con una sonrisa desconfiada, pero luego se rió de lado abrazando a la chica. - ¿Cómo fue?
- Lo suficiente para la operación - habló y ella bajó la cabeza.
- Qué bueno que lo lograste, un poco más y no sabríamos qué pasaría - dijo un poco tímida al ver al niño escuchando.
- Nunca lo averiguaremos - respiró. - Yo... conseguir lo suficiente para la cuenta del hospital también, sé que es caro y los medicamentos también.
- Lo sé - la doctora empezó a reírse. - Todo fue pagado hace tres horas, antes de que aparecieras con el dinero de la operación - la sonrisa de la joven murió. - No sé qué pasó, pero espero que todo salga bien ahora.
Habló la doctora y salió de la sala, Mel dio dos pasos adelante y se volvió hacia su hermano, él jugaba con un títere. Mel volvió la espalda y se rieron de lado, los ojos llenos de lágrimas.
- Yo no creo - fue lo que dijo al pensar en una única posibilidad de haber sido él - Está bien, usted está loco.
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Después de mucho intentarlo, Levi desistió de terminar su trabajo aquella tarde. Dejó todo a un lado y prestó atención a lo que había ocurrido antes; Mel había descubierto que era suya, pero en medio de eso guardaba un secreto un secreto que él adoró. No iba a decir que me hubiera gustado su belleza, porque aunque fuera verdad no lo admitiría, y otra cosa, saber que ella le faltaba el respeto, y que se había negado a acostarse con él, la había dejado en el tope de la lista de Levi, de las mujeres que valían la pena, la pena, él quiere decir que, No querían su dinero. Si bien al final, ella solo aceptó por el dinero. ¿Cómo puede ella negarse a acostarse con él? O peor, desobedecer? No, eso no podía.
Se levantó de la silla y se acercó a la ventana de nuevo, miró hacia fuera, viendo pasar los coches, el condominio estaba abierto, pero muy tranquilo, no había casi personas que caminaban por ese lugar. Pero tenía una vista muy hermosa. A través de los árboles y casas hermosas que podía sentarse y disfrutar. Pero él no podía ver nada más que el cuerpo de Mel, era pequeña, flaca, pero aquella flaca, ¿qué todo hombre debería coger? Claro que ningún hombre la tocaría ahora, pero eso no estaba en el caso. Puso una mano en la cabeza mientras su corazón saltaba. No entendía por qué la ansiedad, pero sabía que algo saldría bien de allí.
- ¿Sr. Santiago? - ¿Miró la puerta de la misma hora, Mirella había entrado, y traía a una mujer con ella. - Bueno, no fue difícil, pero como siempre, trajo otra - él miró a la mujer, rubia, ojos claros, una sonrisa nada tímida. Ok. Ella no.
- No necesita más - volvió a la mesa, y se sentó. - Pensé que yo quería, ella aceptó todo en orden. - Mirella miró a la mujer que se puso seria. - Si no te importa, ¿puedes salir de mi cuarto? ¿De mi casa, de mi frente al menos? - le hablaba a la mujer que sopló y salió pisando duro, golpeó la puerta cuando pasó.
- Levi, por el amor de Dios, ¿qué has hecho?
- Es señor Santiago, formalidad en mi presencia - se levantó de nuevo, yendo hasta el bar que tenía al lado y llenó otro vaso de whisky. - Y le dije a una chica que se fuera.
- ¿Y a quién contrataste? ¿Una de esas mujeres que se quedó aquí? ¿Para qué, para entrenar? - preguntó lanzando su bolso dondequiera, Levi tomó un trago del whisky y miró hacia el techo. Se había acostado con las dos a la vez, pero la más débil se rindió a la mañana siguiente, la otra más interesada se imaginó, permaneció allí, hasta que Mel llegó.
- Ninguna encajó - Mirella giró los ojos color miel y cruzó los brazos. - Mel me buscó, y fue contratada - Mirella rió y levantó las manos al cielo. - Y como estoy de buen humor, te doy los días de vacaciones que pediste - ella lo miró. - Por ahora. - Le dio la espalda y no dijo nada más, se fue antes de que cambiara de opinión.
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Mel se despertó con un sonido aburrido de su timbre, se levantó de la cama bostezando y tomó la bata sobre la mesilla de noche. Se vistió y salió de la habitación. Gritó "ya va", pero la persona ni oyó, ya que continuaba tocando la campanilla. Con rabia ella abrió de una vez, y sus ojos se abrieron con tremenda sorpresa.
- Buenos días a ti también - entró sin ser invitado. Mel siguió mirándote y cerró la puerta - ¿Qué es este lugar?
- Mi casa, creo que usted ya sabe, está aquí - dijo, parando delante de él, cruzando los brazos - ¿a qué debo el honor?
- Tengo planes para los dos - Él dijo, y ella tragó en seco.
- Levi - Se puso los mechones de pelo detrás de la oreja - Sé que ya me diste suficiente, y estoy en deuda contigo, pero no sé si puedo hacerlo ahora, yo...
- No digas nada - él miró a los lados. Aquella casa era demasiado pequeña para su presencia, oliendo a moho y mierda, era pobre, a él no le gustaba aquello. - No dormí anoche pensando en ti. - Él te acercó. Mel no reaccionó. - He pensado en muchas cosas, y vas a hacer todo lo que yo quiera, pero de una manera maravillosa - hablabas mirando a su boca. - Pero antes, tengo que decir, que yo te mando obedece. Yo soy tu dominador, y tú eres mi sumisa, mi sumisa.
- ¿Qué tengo que hacer? - preguntó mirando también su boca.
- Primero vas a... mierda Mel, primero vas a impresionarme - hablaste soltándola, pero aún así te quedaste sosteniendo sus manos. - Creo que tu cara es hermosa, y también creo que tu cuerpo, pero no encuentro tu ropa bonita, y tampoco este lugar.
- ¿Qué quieres que haga? - Se rió de lado, girando para ver tu cuerpo.
- Quítate la bata, ¿quieres? - pidió esta vez, ella se alejó, poniéndose seria, él se sentó en el sofá, y la miró con excitación, un deseo que brillaba en los ojos abiertos. Ella miró hacia abajo de nuevo, volviendo a ponerse tímida. - Vaya, bien despacio...
Ella lo miró, y comenzó a desatarse, tosió un poco cuando el brillo creció en sus ojos. ¿Todavía no creías que un hombre como ese podía querer tanto? ¿Será que tenía que desobedecer todo el tiempo? ¿O era solo porque te encontraba bonita? No, eso definitivamente no. Ella no tenía mucho que hacer más que obedecer, desató todo y sacó una parte, mirándolo, sintió vergüenza cuando él hizo una mueca, está bien, la ropa interior de ella no era una cosa bonita incluso para ver. Esta vez, la ropa interior estaba llena de ositos. Y se quedó ahí. Él subió la mirada admirando el cuerpo, pero se detuvo en el ombligo, porque ella no se quitó el albornoz todito, dejó cubierta la parte de arriba.
- Saca todo - mandó, ella desvió la mirada. - ¿Qué pasa?
- Yo... - Se paró en el sofá.
¿Estaba avergonzado? Sí, claro, pero esa mirada era hermosa, incluso demasiado hermosa para su cordura.
- Ven aquí - envió esta vez, señalando con el dedo donde tenía que estar. Ella fue despacio, pero fue, se detuvo donde él le había mandado y fijó su mirada en sus ojos. Con una sonrisa traviesa, él agarró los bordes de la bata, y descubrió en el lado derecho, su ropa interior apretó más, y luego el derecho, haciendo que el paño caiga hacia atrás. - Linda - fue lo que dijo al mirar los pechos desnudos. Él sujetó la cintura de ella, colocando a la mujer entre sus piernas.
- G...gracias - habló hipnotizada.
- ¿Quieres saber algo increíble que pensé al amanecer? - Ella no dijo nada y él sólo la miraba a los ojos. - Tú serás mi sumisa, una sumisa inteligente, que tendré el placer de enseñarte todo - él hablaba tonto mirando su rostro. - Va a ser divertido, voy a hacerte mía a mi manera - él bajó la mirada a su cuerpo de nuevo y lo trajo más cerca, besando el vientre plano de la mujer.
Mel jadeó cerrando los ojos, sus labios estaban calientes y húmedos, podía sentir su vagina mojarse, su tacto era delicioso, demasiado delicioso. De repente, él se levantó y la volteó jugando en el sofá, se puso encima atacando su boca. Ella no lo rechazó, intentó seguir el ritmo que él daba, pero era difícil, siguió para un lado y para el otro hasta que cogió el toque y le gustó oír un gemido de él cuando su mano agarró los hombros anchos.
- Basta - él paró el beso y la miró desde arriba, toda desordenada, con el pelo erizado, los labios rojos, su p4u estaba entumecida. Él tomó su mano y se la llevó hasta su pene sin pudor alguno, ella tembló al tocar aquella erección. - Yo estoy duro por ti, con un beso. - Ella tartamudeó y no salió nada. - Antes de tenerte, te convertiré.
Se levantó para siempre, se puso una chaqueta cara y le volvió a tirar la bata.
- Vístete. Te voy a llevar conmigo hoy. - habló como si fuera normal que él llegara y te llevara a cualquier lado.
- Yo tengo que trabajar - habló ella cuando se cubrió, Levi la miró, incrédulo.
- ¿Qué? - Preguntó confundido, poniendo las manos en la cintura - No entiendo, ¿dónde trabajas?
- ¿En el café? ¿No te acuerdas?
- Mel, eres mía, mía. ¿Entiendes? Tu trabajo ahora es servirme. ¿Qué vas a hacer allí? ¿Necesitas más dinero? ¿No fue suficiente?
- No, fue más que suficiente - habló levantando, bajó la cabeza delante de él, y se mordió el labio antes de empezar a hablar. - Gracias por haber pagado el hospital. - lo miró, y Levi no mostraba nada en su mirada, sino deseo carnal.
- No me importa, ya te lo dije. Y no tienes nada que agradecer. - ella estuvo de acuerdo - Si te vistes, vendrás conmigo hoy.
- ¿A dónde vamos?
- Solo vístete. Vienes conmigo, hoy - repitió, ella entendió la petición con calma con las manos y corrió hacia adentro. Siguió cada paso de ella y se rió cuando desapareció. - Puede que tarde, pero cuando te joda, no tendrás un ser humano que te ayude - se dijo a sí mismo, volviendo a dar una sonrisa sádica y maléfica.