- ¿Sí? - Mel se emocionó casi de repente y abrazó a su hermano.
- Extraño a mamá, pero sólo te tengo a ti, eres mi madre - Mel lloró más, es, ella solo lo tenía, él solo la tenía, y... ella tenía que salvarlo.
- Mi amor, tengo que irme - paraste el abrazo y fijaste tu mirada en los ojos verdes de tu hermano querido - tengo que trabajar, pero volveré en cuanto salga.
- ¿Va a tardar?
- Un poco, pero volveré.
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- Sr. Santiago - Las empleadas lo saludaron cuando él entró en la cocina, Levi se sentó en la silla tirada por una de ellas y miró hacia la mesa adornada de cosas para su café - ¿Con leche, señor?
- Hm - murmuró aburrido abriendo el periódico, miró antes a las empleadas y avistó la de antes, está sonriendo y le miraba con cierto afecto. Gruñó y se levantó, no tenía ganas de comer comida de verdad. Él debía esperar y hasta desistir, pero no tenía como quitar de la cabeza toda aquella petulancia, y los ojos verdes de Mel que aún vagaban por su mente.
Tenía razón, lo que tenía que hacer era ir tras lo que quería y no esperar a nadie más. Él era capaz de conseguir lo que bien deseaba. ¿No?
Caminó hasta el garaje y vio a Felipe ponerse de pie tan rápido que casi se cayó. Levi no prestó atención, sacó una llave del bolsillo sin darle los buenos días, o saludarlo de alguna manera. Se subió al auto y se fue rápido, iba detrás de algo que le pertenecía, algo que quería a alguien que deseaba y no pasaría esa noche para que lo tuviera de alguna manera.
Condujo por las carreteras haciendo un zigzag peligroso, pero no le importó. Se detuvo frente a la cafetería del día anterior, miró alrededor y estacionó su coche no muy llamativo en las pistas que estaban reservadas para los coches. Salió del coche y miraron a su alrededor, algunas personas miraron su rostro, hasta algunas chicas que estaban uniformadas para la escuela sonrieron por su buena apariencia, pero quedaron asustadas al ver su ceño enfadado, y caminaron rápido. Ni siquiera le importó y fue a la puerta de la cafetería, iba a tener lo que quería y ya.
Entró en el lugar mirando alrededor, realmente era un lugar repugnante para buscar una mujer, pero aquella maldita no era cualquier mujer. Se quitó el abrigo y colgó en el perchero cerca de la puerta y se dirigió a una mesa, miró el lugar cuando se sentó y buscó a la mujer de pelo rosa, sus ojos fueron vagando de esquina a esquina hasta notar una cabellera rosa en el final. Él levantó el menú.
- Señor, ¿qué desea? - Miró para otro lado, y miró a la niña que tembló apenas en verlo, después rió.
- Llama a otra para atenderme - la chica se asustó y se escabulló, él miró el menú, jamás comería algo de aquel lugar ridículo.
- Buenos días señor, ¿qué desea? - Levi bajó el menú listo para decirle a la persona que se fuera porque esa dulce y gentil voz no era la de la misma persona que lo enfrentó en su casa, pero sus ojos fueron capturados por una mirada cálida, firme, hermosa, brillante y tímida. Era la maldita mujer - ¿Tú, aquí?
- Hm - ella bajó la cabeza y puso una mano en el corazón, ese latido tan fuerte, que apenas tuvo como sostenerse en pie, dio un paso atrás, y el hombre se levantó, parecía un gigante delante de ella. Parpadeó varias veces - ¿Qué pasa? ¿No vas a atenderme?
- ¿Algún problema? - ¿El dueño del lugar apareció detrás de Mel, tocando su hombro, el moreno frunció el ceño, porque aquel hombre la tocaba?
- Sí, tu camarera no se ve bien.
- Estoy bien - ella se arregló yendo más adelante, parando delante del hombre alto, de cabellos y ojos negros tan bonitos como en la noche - ¿qué deseas?
Levi esperó a que el hombre saliera y rió a la mujer que estaba nerviosa, podía percibirlo viendo sus manos temblar. Ella expiró, perturbada por la esencia que él transmitía. Tan fuerte como el de un dominador, viril como un soldado valiente.
- Tú. - Sonrió burlonamente atrayendo la mirada indignada de Mel que se agarró para no enloquecer completamente.
- ¿Qué ha dicho?
- Que te quiero! es difícil de entender? - claro que lo era.
- Sí. ¿Qué clase de hombre eres? ¿Qué crees que soy? ¿Una comida para disfrutar? Ya te dije que soy una put4, puedes conseguir una esposa para follarte todo lo que quieras.
- Ahí vienes tú y tu sucia boca, me encantaría cuidar de ella por ti - te acercaste y ella se alejó - quiero hablar contigo, y no puede ser aquí.
- ¿Y dónde quieres que esté? ¿En el motel para decirme que me quite la ropa?
- Yo no te llevaría a un motel, eso no es exactamente mi tipo de lugar. - se puso de hombro mirando a las personas que ahora lo miraban. - Cualquier lugar es mejor que este.
- ¿De jueves? - La camarera cruzó los brazos y lo miró con más seriedad. - Este lugar de granja es mi trabajo, y si usted es tan rico como para tomar café en el lugar de primera, ¿qué hace aquí?
- ¿Eh? - ¿Se tapó la boca, dijo groserías, y no le gustó. - ¿Me tratas mal? ¿Un cliente?
- No. quiero decir... no, no lo estoy. - Ahora sí ella se desesperó, no podía perder el empleo, había luchado tanto para conseguirlo, no era justo con ella, no era cierto lo que aquel hombre loco estaba haciendo con ella. - No le digas nada a mi jefe, por favor, no puedo perder mi trabajo, mi hermano necesita ayuda y tengo que hacerlo por él.
- No me importa eso. - Ella puso los ojos en blanco, ya debería saberlo. A los hombres ricos nunca les importaron las apelaciones de los menos afortunados. Ni siquiera sabía por qué seguía ahí discutiendo. Sólo tenía que tratarlo bien, contestar, y él se iría para siempre. Sí.
- ¿Y qué te importa? - Ella bajó la cabeza mirando la libreta en su mano. - Perdóneme señor por el modo grosero que lo traté, por favor, dígame lo que desea? - estaba trabajando, tenía que poner eso en su cabeza. Aunque cada frase que salía de su boca estaba cargada de libertinaje y Levi se rió por ello. Ese hombre hacía que su cabeza palpitara, no lo echaría todo a perder.
- ¿Este lugar es importante para ti? - Se sentó de nuevo y se tragó una respuesta fuerte.
- Señor, el lugar es importante sí, necesito el empleo, el dinero. ¿Qué desea?
- Si digo que puedo pagar más de lo que gano en un mes, ¿sólo en un día? - ¿Lo intentó otra vez.
- Bueno, entonces será sólo un café ¿verdad? - Rasgó una hojita y se la dio yéndose.
Levi tomó la hojita y leyó lo que estaba escrito: "hijo de puta" se rió y luego se puso serio, su madre no era exactamente una puta, solo se acostó con otro hombre que no era su marido. Se levantó, no conseguiría nada de ella allí. Salió del café después de dejar una propina con el jefe, fue a su coche todo bien, ahora él sabía exactamente qué hacer. Si el lugar era tan importante para Mel, ¿lo comprarías para ella? ¿verdad?
Ella lo odiaría con certeza, pero iría hasta su cita cuando lo supiera. Rió lleno de felicidad. Sacó el celular del bolsillo y marcó el número que salía de decorado.
- Señor Santiago, ¿qué desea? - La voz era de una persona claramente irritada y solo por un momento, él creyó que dejarla más enojada, sólo tardaría más para que todo se resolviera en su vida. Lo dejaría para pelear otro día.
- ¿Las chicas siguen contigo? - preguntó aflojando la corbata en el cuello. al menos algo tenía que funcionar después de semanas.
- Sí señor Santiago, pero ya estoy descartando.
- Déjalas en mi casa.
- ¿Las dos? - preguntó, Levi cerró los ojos diciendo que sería una tontería, pero él quería comerse a alguien antes de que se volviera loco.
- Las dos - apagó el celular y lo dejó al otro lado del banco, él sabía que aquello no quedaría así, aquella boca linda con el cuerpo bien cuidado y maravilloso, sería suyo un día, él no desistiría fácil.
Él era Levi Santiago, un hombre lleno de Marra y poder, y no pondría su reputación en la basura por una bocet4 que no podía comer.
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- ¿Cómo está? - ¿Volvió a preguntar cuando la enfermera salió del cuarto de su hermano.
- Está bien Mel, reacciona a los medicamentos perfectamente bien. Pero sabes que no puedes vivir de medicina. Él tiene que hacer la operación, es algo que él tiene que hacer, que es obligado, ¿entiendes? - ella acordó con la cabeza - consiguió un empleo, por lo visto. - Apuntó para el uniforme mal escondido por el abrigo negro.
- Sí, lo hice. Pero no sé cuando voy a reunir todo el dinero que debo y el de la operación, no gano tanto así que - expiró - ¿por qué la vida no ayuda mucho?
- Las cosas son complicadas y hasta entiendo mucho su lado, pero entienda también que desafíos vienen para nosotros pasar por encima, trate de buscar oportunidades, ellas siempre están en la puerta.
Mel recordó a Levi y todo eso, lo que él quería que hiciera por dinero, no era algo maravilloso. Primero pensó que había conseguido un trabajo de empleada y de la nada, ¿el jefe le dice que se quite la ropa? ¿Y luego aparece de nuevo y dice que la quiere? Claro que no sería para limpiar el piso de tu habitación con la lengua, sino otra cosa, y usarías la lengua de la misma manera.
- Pero esas oportunidades muchas veces son indecentes. - se quejó de nuevo bajando la cabeza - puedo conseguir un préstamo con alguien.
- Sería como deber el hospital nuevamente, pero si no tienes otra opción, haz lo que puedas - te reíste con cariño y te fuiste.
Mel fue a la puerta de la habitación de su hermano, el mismo estaba jugando con dos doctoras dentro, todos sonreían y él respondía algo del libro. Estaba sonriendo como todas las veces que iban a jugar. No sentía celos de su hermano, siempre quería verlo sonreír con gente alrededor, pero no dentro de un hospital.
Mauricio tenía que salir de ese lugar y ella lo arreglaría.
- Buenos días, Mel, ¿cómo estás? - preguntó por un vaso de jugo para su sobrina.
- Bien. En verdad estoy feliz, conseguí un empleo. - Contó animada.
- Ah, así que conseguiste el trabajo en la casa del Sr. Santiago - Mel paró la sonrisa - Mirella siempre dice que es un hombre complicado, pero que paga muy bien.
- ¿Qué? No. No. No. - ¿Se quedó mirando a su tía sin entender por un momento lo que realmente buscaba Levi? - No estoy hablando de él.
- ¿Cómo no? ¿Te fuiste en unos días con Mirella, no iban a su casa? - Mel volvió a recordar lo que pasó esa tarde, bajó la cabeza - No le gustaste, ¿verdad?
- Eso fue - tomaste el jugo - Voy a mi nuevo trabajo, gracias por todo. - salió de la cafetería con la cabeza gacha, y en cuanto se levantó, sus ojos se pegaron a la mujer que salía del coche. - ¿Mirella?
- ¿Mel? - ¿La mujer prácticamente voló sobre la niña abrazando a la pobre. - ¿Dónde has estado? Vine todos estos días para hablar contigo, pero no te encontraba.
- ¿Hablar de qué? - Tenías curiosidad.
- Sobre Levi queriendo que volvieras - ella rodó los ojos - Sé que es raro, mandón y complicado, pero puede pagar muy bien. Tu tía me ha hablado del estado de tu hermano, tú necesitas dinero y él necesita una empleada privada, eso es todo.
- Él no quiere una criada. - Resaltó más alto dejando claro que todo lo que han vivido. - Él quiere una mujer para su cama, y yo... Yo... - Suspiró, había muchas cosas que ella haría por dinero, pero tal vez venderse a sí misma no estaba en su lista. No estaba tan desesperada. ¿Verdad? - No me necesita.
- Así que trata de ponerlo en su cabeza, porque él clama y espera que vuelva a su casa. Tal vez puedan llegar a un acuerdo, ¿qué tal? - sostuvo en el hombro de la camarera mirando a los ojos verdes, sin embargo, ella fue negando poco a poco. - El señor Santiago tiene problemas con su padre, es extraño, muy organizado y nunca comete errores, al menos en su cabeza él cree que no. Quiere una persona para atender sus peticiones personales porque no quiere que las otras empleadas sepan de su vida. - Eso es lo que Levi le había dicho, y como una buena empleada, le creyó.
- Mirella, con todo respeto, pero yo ya tengo un trabajo, y estoy feliz con él, mi hermano se despertó y empezó a hablar muy bien, voy a conseguir seguir adelante. También sé que el señor Santiago encontrará una mujer perfecta para ser su empleada, ni yo mismo encajo en aquella casa.
- ¿Entonces ese es el problema? ¿Crees que no encaja? - preguntó la mujer rubia, mirando a Mel que ni siquiera sabía qué decir - Voy a abrir su cabeza rápidamente. Voy a contarte algo serio, pero que quede entre nosotras dos. - Mel arregló la bolsa en el hombro - Levi es un hombre problemático seguro, pero no es porque quiere.
- ¿Entonces por qué? - preguntó ni un poco curiosa, estaba siendo irónica, tenía que irse pronto, ni querer más saber de la historia de ese hombre que la mandó quitar la ropa de la nada. Era guapo, rico y encantador, estaba loco de remate, pero eso no le impedía encontrar a alguien que le gustara estar con él, que le gustara acostarse con él. Después de todo, una mujer llena de deseos se acostaría sin pestañear con un hombre guapo y millonario como el dicho cuyo.
- Levi trabaja en casa para su padre, es dedicado y le gusta la organización más que cualquier persona normal. Por eso, él no quiere que las empleadas que limpian la casa, se queden con él dentro del cuarto donde él trabaja, porque no cree que sean confiables.
Mel se rió por la nariz, queriendo reír, porque si él quería una mujer sólo para cuidar de las cosas más personales de él, ¿por qué le había mandado que se quitara la ropa? ¿Por qué quería tener sexo con ella? Cosa que solo él tenía que responder, y ella no preguntaría, porque estaba loco, solo por eso. No se había olvidado de la escena en el café que trabajaba, él había ido sólo para decir que quería ella. ¿Qué problema tenía aquel loco?
- Gracias por hablarme de él, pero aun así, rechazo el trabajo - habló y cuando pasó por ella, la rubia le agarró el brazo, con fuerza. - ¿Puedo irme?
- Sé lo de su hermano. - Mel se puso más seria. ¿Podría ella tener su momento de paz? No era posible. - Sé casi todo sobre su estado. Y lo quieras o no, Levi puede ayudar, si trabajas con él, puede pagar mucho más que ese café. Y entre tú y yo, tu hermano lo necesita todo urgentemente, y trabajando en ese pequeño lugar, ¿cuánto tiempo crees que va a durar para conseguirlo todo?
- Ese es mi problema solamente - Tiró de su brazo y dio la espalda, ella no iba a perder su dignidad por aquel crápula.
- Si aceptas, todos los lados de la historia ganan, ¿no te das cuenta?
Ella miró a la rubia que tenía una sonrisa amorosa, pero al mismo tiempo manipuladora. Ella no quería saber realmente de aquel hombre. Se dio la vuelta y se fue. Ni siquiera podía caminar en la calle tranquila que había alguien que quería que ella aceptara dormir con Levi Santiago por dinero.
Ah, en serio, no era una prostituta.
- Llegué - habló con el hombre detrás del mostrador, no estaba atrasada, pero el hombre la miraba con pena, ¿o era tristeza? - ¿Ocurrió algo?
- Sí, sí sucedió - dijo cabizbajo y Mel se dio cuenta de que no había nadie en el café todavía extrañaba - vamos a cerrar.
- ¿Cómo es? - Dio un paso atrás sin creerlo. - Pero ayer todo estaba bien.
- Alquilamos ese espacio, y el dueño lo vendió. Claro, el nuevo dueño nos quiere fuera, supimos esta mañana cuando llegamos - habló. - El café es nuestro único sustento, y sin él, no sé qué será de nosotros. - lamentó él, Mel llegó cerca de él, abrazando al hombre.
- Lo siento. ¿Sabes quién es el nuevo dueño?
- Hay una carta ahí - apuntó arriba del mostrador. - Dijo que todo lo que necesitaba saber estaba adentro, pero ni siquiera pude leerlo.
- ¿Puedo leerlo? - preguntó, el hombre asintió.
Mel dejó la bolsa sobre la mesa y cogió la carta del mostrador, se sentó en el asiento de enfrente y la abrió. Leyó muy despacio, decía que tenían que salir y dejar el café lo más pronto posible porque el dueño quería demoler el edificio y construir algo de respeto. Mel sintió por el hombre. Cuando llegó al final, sus ojos se abrieron como nunca antes, ella amasó el papel y bajó lentamente.
- ¿Qué tal, Mel? - El dueño preguntó, ella asintió caminando hacia él y cogió la bolsa. - ¿Adónde va?
- Voy a resolver un problema - se alejó, no miró atrás. - Levi Santiago - repitió el nombre que tenía al final de la maldita carta. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero de puro odio. Si se metía con ese lugar, perdería su trabajo, y si perdía su trabajo, no podría cuidar de su hermano. Y se metió con su hermano, se convirtió en un jaguar. Y eso es lo que vería cuando llegara a su casa.