Capítulo 10 Capitulo •9•

Fabricio Meléndez Moon

Hoy Paulina me presentará oficialmente a la manada. Si todo sale como lo planeado, después le pediré que sea mi novia con lo que le compré el día que fui al centro con Marcus. Supongo que él ya le dio su regalo a Kate, porque se lo vi puesto. Era un collar con un dije de corazón y un lobo aullando en el centro. Lo noté después de que se cambiara cuando salimos del agua.

Lo que yo compré ese día fueron tres piezas: una para Paulina, una para mí y una que combina con el primer collar que le regalé. Mi cadena tiene un dije de luna menguante con una estrella posada en la punta, y mi pulsera es igual.

Y bueno, repito, si todo sale como lo planeado, le pediré que sea mi novia frente a la manada. Como dijo mi padre, no podré marcarla hasta que cumpla dieciocho años, y no me queda de otra que aceptarlo si quiero que me permita estar a su lado.

Voy al baño a ducharme y luego me pondré un traje.

Después de un rato bajo el agua, salgo y me visto con un traje de gala azul marino, de corte entallado, con una camisa blanca y corbata del mismo color que el traje. No soy de usar trajes, pero la ocasión lo amerita.

Me acerco a la mesa de noche y busco las cajas con los collares de Paulina. Los tomo y los guardo en el bolsillo interior de mi saco antes de salir del cuarto para encontrarme con los demás. Sé que Paulina no es de arreglarse mucho porque su belleza natural no lo necesita, pero con Kate aquí, no saldrá del cuarto en un buen rato.

****

Paulina Moon

-¿En serio es necesario tanto para arreglarme? Sabes que no soy de usar maquillaje, no me gusta -digo, saliendo del baño, mientras Kate coloca un sinnúmero de productos frente al espejo.

-Sí, sí lo es -dice acomodando todo con emoción-. Además, no te pondré mucho, solo rubor, delineador de ojos y un poco de labial. En lo que tardaremos será en el peinado, ya que la "celebración" será de noche, así que no habrá inconveniente con el brillo del sol.

-Vale -digo resignada a una tarde atareada.

(...)

Ahora Kate se está bañando mientras yo me pongo mi vestido. No suelo usarlos, pero en ocasiones especiales hago la excepción. No es que los odie, solo que no son completamente de mi agrado.

Inicialmente, iba a ponerme uno rojo de nuevo, pero Kate insistió en que probara este, y bueno, acepté. No me es indiferente, es lindo y cómodo. Es un vestido azul profundo de varios vuelos, estilo princesa, con escote corazón y la espalda al descubierto. El corset está decorado con bordados plateados que parecen constelaciones, dándole un aire mágico.

Mi cabello rubio platino, largo hasta la mitad de la espalda, lo llevo suelto en ondas suaves, con algunos mechones recogidos a un lado y asegurados con una horquilla plateada en forma de luna.

Kate sale del baño y la ayudo a peinarse. Su cabello castaño oscuro cae en una cascada de rizos pulidos. Se viste con un elegante vestido verde esmeralda de gala, largo hasta el suelo, con un corte en la pierna que le da un toque sofisticado. Como siempre, todo le queda bien, la muy estúpida. Se maquilla de manera sencilla, aplicando una sombra de ojos verde suave y un poco de iluminador.

A pesar de que Kate cumplió su promesa y no abusó del maquillaje en mí, siento que llevo demasiado. Aun así, el resultado no está mal.

Nos ponemos los últimos detalles y entonces me llama la atención el collar que lleva puesto.

-¿Ese es nuevo? -le pregunto, notando el dije.

Ella asiente con una sonrisa boba.

-Sí, me lo dio Marcus antes de volver, con una propuesta de noviazgo -dice frente al espejo, tocando el collar con cariño-. Como los humanos -chilla emocionada-. ¿Verdad que es lindo?

-Hermoso -le digo con sinceridad.

Abro el joyero y saco unos aretes que ella siempre ha querido. Son sus favoritos, pero nunca se los he prestado porque me los dio mi madre. Son unos delicados aros de plata con pequeñas piedras en forma de las primeras fases de la luna.

-Toma, solo esto falta para que estés perfecta -le digo, extendiéndoselos.

Kate me mira sorprendida.

-Pero... te los dio tu mamá -susurra-. Tú deberías usarlos, no yo.

-Tranquila, me pondré otros que me dio papá -le digo mientras se los coloco con una sonrisa.

Ahora estamos listas.

(...)

Ya estamos listas. Como toque final, me coloco unos aretes en forma de rosa negra, los mismos que mi padre me regaló cuando cumplí quince años. Son especiales para mí, no solo porque fueron un obsequio suyo, sino porque representan lo fuerte que me ha enseñado a ser. Combinan perfectamente con mi vestido azul, dándole un contraste elegante y algo misterioso.

Salimos del cuarto y, justo afuera, mi padre ya nos esperaba. Juan se veía imponente como siempre, vestido con un traje rojo oscuro que realzaba su porte autoritario, pero con ese aire protector que siempre proyecta sobre mí. A su lado, Erika irradiaba elegancia con un vestido rojo de gala que le quedaba como si estuviera hecho para ella.

Ahora agradezco no haberme puesto uno del mismo color; habría sido demasiado. Además, el vestido de Erika hacía juego con los aretes que papá le regaló en su aniversario, unos pendientes de rubí que resaltaban el azul celeste de sus ojos.

Su cabello negro estaba perfectamente peinado en una combinación de ondas suaves con mechones lisos, dándole un brillo natural que la hacía lucir más radiante de lo usual.

Mientras observaba la escena, mi mirada se dirigió automáticamente a Marcus, quien ya estaba junto a Kate. Se veía bien, como siempre, pero mi atención fue arrastrada sin remedio hacia Fabricio.

Ahí estaba él.

El traje azul marino que llevaba parecía hecho a su medida, resaltando cada uno de sus rasgos con una perfección casi irreal. Su porte confiado y la intensidad de su mirada hicieron que mi corazón latiera con fuerza en mi pecho. Maldición, mi mate se veía malditamente sexy.

Terminé de bajar las escaleras y saludé a todos con la amabilidad que se esperaba de mí, aunque mis ojos volvían una y otra vez a Fabricio. Cuando finalmente llegué a él, lo saludé con un beso en la mejilla, sintiendo el calor de su piel contra la mía por un breve instante. Luego, sin decir más, nos dirigimos juntos hacia el lugar donde se llevaría a cabo la celebración.

El lugar era impresionante.

Las luces delicadamente colocadas a lo largo del camino creaban una atmósfera mágica. Las mesas estaban decoradas con detalles en color plata y azul, reflejando la luz de la luna que ya comenzaba a brillar en lo alto del cielo. A pesar de los nervios que retumbaban en mi pecho, no podía negar lo hermoso que estaba todo.

Entre saludos y conversaciones cortas, el tiempo pasó más rápido de lo que imaginé. Para cuando me di cuenta, ya era hora de subir al escenario.

Desde mi posición, pude ver a algunos alphas de manadas cercanas junto con sus lunas e hijos. Varios de los jóvenes presentes habían encontrado a su mate esta noche, lo que me llenó de emoción. Saber que pronto algunos de ellos abandonarían sus manadas para estar con la persona que el destino les había asignado me hizo pensar en lo que se venía para mí.

Estaba nerviosa.

Demasiado.

Aun así, cuando mi padre me ofreció su brazo para subir al escenario, me obligué a respirar hondo y mantener la compostura. Juan Moon me guió con firmeza hasta el centro, su presencia transmitiéndome una seguridad que, en este momento, necesitaba desesperadamente.

Cuando tomó la palabra, su voz resonó con autoridad.

-Gracias a todos por venir. Como ya sabrán, esta noche nos hemos reunido para presentar al mate de mi hija.

El ambiente se tornó solemne. Sentí las miradas de todos sobre mí, expectantes.

»-Espero el apoyo y la comprensión de cada uno de los presentes. Deben recordar que la Diosa Luna es quien une a dos almas, y su voluntad no puede ser cuestionada. No hay nada que podamos hacer para cambiar un destino que ya ha sido escrito. Les dejo con mi hija.

Me dio un beso en la frente antes de apartarse, cediéndome el centro del escenario.

Cuando miré hacia la multitud, mis piernas temblaron levemente. Fabricio estaba allí, observándome con una mezcla de orgullo y expectación, esperando a que pronunciara su nombre.

Tragué saliva y forcé una sonrisa antes de comenzar.

-Primero que nada, quiero agradecerles por haber venido esta noche. Sé que muchos han viajado desde lejos, y realmente aprecio que hayan podido estar aquí. Gracias a esta reunión, algunos de los futuros alphas han encontrado a su luna, lo que me alegra enormemente.

Hice una pausa, buscando las palabras correctas.

»-Como futura alpha de esta manada, siempre he comprendido que mi posición conlleva una gran responsabilidad. Mi deber es protegerlos, liderarlos y asegurarme de que cada decisión que tome sea por el bienestar de todos. Y, por eso, hoy estoy aquí, ante ustedes, no solo para compartir mi felicidad, sino también para pedir su apoyo.

Sentí un nudo en la garganta, pero no podía detenerme ahora.

»-Lo que estoy a punto de decir puede sorprender a algunos -sonreí con nerviosismo-. A otros, quizá les cueste creerlo.

Los murmullos comenzaron, pero los ignoré y continué.

»-Como todos saben, he encontrado a mi mate... Y es, sin duda, la última persona que habría esperado.

Algunas risas suaves se escucharon entre la multitud, aquellos que conocían mi historia con Fabricio seguramente entendían la ironía en mis palabras.

»-Mi mate es alguien que todos ustedes conocen -hice una pausa y giré hacia él-. Subir, por favor.

El silencio se apoderó del lugar cuando Fabricio comenzó a caminar hacia el escenario. Sus pasos eran firmes, su expresión serena, pero podía ver la chispa de emoción en sus ojos.

»-Mi mate es Fabricio, el hijo biológico de la esposa de mi padre.

Y entonces, todo estalló en murmullos.

Algunas caras mostraban sorpresa, otras incredulidad. No los culpaba.

»-Sé que esto es difícil de creer -continué-. Muchos de ustedes saben lo mucho que lo odiaba en el pasado...

Se escucharon algunas risas dispersas entre la multitud.

»-Pero la Diosa Luna así lo dispuso. Y aunque sé que su voluntad es inquebrantable, yo también tengo una responsabilidad con mi manada.

Respiré hondo antes de pronunciar las palabras más importantes de la noche.

»-Tal como mencioné antes, no haré nada sin su consentimiento. Esta es mi manada, mi familia, y nunca pondré mi vida personal por encima de su bienestar. Si ustedes no lo aceptan, si no lo ven como su futuro luno...

Mi voz se quebró un poco, pero me obligué a mantener la compostura.

»-Si no lo aceptan, entonces lo rechazaré.

El silencio que siguió fue sepulcral.

Fabricio se detuvo a pocos pasos de mí, con una mirada intensa, como si estuviera conteniendo la respiración.

»-Nunca tomaré una decisión que ponga en peligro la unidad de nuestra manada. Así que ahora, les pregunto...

Elevé la mirada hacia todos los presentes.

»-¿Aceptan a Fabricio como mi mate, y su futuro luno de la manada?

Y entonces, esperé su respuesta sintiendo como un nudo se formaba en mi estómago.

*****

Fabricio Meléndez Moon

Pensar en la posibilidad de que me rechace, no solo por mi historia, sino por la opinión de la manada, me llena de un miedo profundo e impotencia. Aunque el corazón me late con fuerza, sé que lo que está por suceder va más allá de cualquier temor personal. Siento que todo depende de lo que ella decida, de la aceptación que su manada, su familia, le brinde. Cada palabra, cada murmullo que se escucha entre la multitud hace que mi estómago se retuerza, y me pregunto si alguna vez me atreveré a enfrentar este peso. No sé qué hacer con todo este miedo que siento, pero a la vez, no quiero que Paulina vea eso.

De repente, uno de los alphas de una manada vecina se levanta. Con su voz firme, me mira y comienza a hablar.

-Ver cómo pone la felicidad de todos antes que la suya propia es algo digno de admirar -dice, y mi corazón se detiene por un momento. Sus palabras, cargadas de respeto, me inyectan una pequeña dosis de esperanza-. Es algo que muchos no hacen, y por eso, Paulina, cuenta con mi apoyo y el de mi manada. Incluso después de que mi hijo tome el mando de nuestra manada.

Su mirada se dirige hacia atrás, y veo a un joven, también alpha, acompañado por una chica de nuestra manada.

»-Mi hijo ha encontrado a su luna aquí, y no seremos tan crueles de negarle la felicidad. Al igual que mi hijo, él tendrá la suya junto a ella.

El chico, con una expresión seria pero decidida, levanta la voz.

-Estoy de acuerdo con mi padre -dice-. Yo no me opondré, y desde ahora, cuenta con mi apoyo y el de nuestra manada para lo que necesites en el futuro, especialmente ahora que te convertirás en la futura alpha de tu manada.

Las palabras de apoyo de aquellos que nos rodean son como bálsamo para mi alma, y Paulina, emocionada, sonríe agradecida.

-Muchas gracias -dice ella con una dulzura que me hace sentir una paz momentánea, aunque sé que aún hay más por venir.

Luego, el mismo chico que había hablado se levanta una vez más, con su tono de líder y mirada decidida.

-Quien esté a favor de la relación de esta pareja, que levante la mano. Recuerden lo que la Diosa Luna unió, que no lo separen los lobos.

Uno por uno, los presentes levantan la mano, ya sea con respeto o con una sonrisa cómplice. Al principio, parece que son pocos, pero poco a poco, la mayoría de las manadas, tanto de mi propia manada como de las vecinas, alzan las manos. Un eco de aceptación resuena en la sala, y en ese momento, me siento verdaderamente aliviado. La manada no me rechaza, ni a nosotros, y ese es el primer paso para lo que vendrá.

-Muchas gracias, de verdad -dice Paulina, visiblemente emocionada y con los ojos brillando.

-No me agradezcas aún -digo, con una sonrisa nerviosa-. Ahora me toca hablar a mí.

Paulina me mira confundida, pero no puedo evitar sonreír aún más al ver la expresión en su rostro. Me acerco a ella y veo que todos los ojos están sobre nosotros.

»-Aquí, frente a todos los presentes, quiero prometerte algo, Paulina. No soy bueno con las palabras, y nunca pensé que llegaría este momento, pero te prometo a ti y a todos aquí, que te amaré siempre. La miro profundamente, sintiendo que este es el momento en que todo cambia-. Sé que un título no hace falta para nuestra unión, pero quiero hacerlo. Quiero ponerle algo a esta promesa.

Saco la pequeña caja de mi saco, mi corazón a punto de estallar de emoción, y me acerco a ella. Paulina, con los ojos grandes y sorprendidos, me mira.

-¿Qué pasa? -pregunta, su voz algo temblorosa, pero llena de curiosidad.

Con una sonrisa nerviosa, respondo:

-Bueno, sé que no podré marcarte hasta que cumplas diesiocho años, o si no, me matará tu padre -bromeo, causando que la sala se llene de risas. Pero en mi interior, la ansiedad no disminuye-. Pero quiero que todos sepan que, de una manera u otra, eres mía, Paulina Moon.

Abro la caja, mostrando el hermoso collar con la luna menguante y la estrella que brilla como nuestro destino.

»-¿Quieres ser mi novia? -le pregunto, con la voz más suave, aunque el nerviosismo me hace tropezar con las palabras.

Ella se queda en silencio por un momento, sorprendida.

-¿Qué? -dice, sin entender completamente.

-¿Quieres ser mi novia? -repito, esta vez más seguro de lo que siento.

Finalmente, sus labios se curvan en una sonrisa llena de amor y ternura, y sus palabras me llenan de felicidad.

-Sí -responde, con una sinceridad que me hace sentir el peso de la promesa que acaba de aceptar. En ese instante, la sala estalla en aplausos, y ella me abraza con fuerza.

Coloco el collar alrededor de su cuello, observando cómo la joya brilla con la luz de la noche.

»-Tiene el mismo dije que tu pulsera -dice, mirando mi pulsera con asombro.

-Sí -le respondo-. Es para que quede claro que fue la Diosa Luna quien nos unió, y que ningún ser puede interponerse en nuestro destino.

Le beso la frente, un gesto de amor y respeto hacia ella, mientras mis padres se acercan a nosotros, con sonrisas de orgullo.

-Gracias por todo el apoyo que le han dado a mi hija -dice mi padre, con una voz firme y cálida-. Ahora, disfrutemos de la fiesta, que la noche aún es joven.

Con una ovación de todos los presentes, bajamos del escenario, de la mano, mientras las luces brillan a nuestro alrededor.

-Es hermosa -digo, mirando la cadena que adorna su cuello, mi corazón latiendo con fuerza.

-No más que tú -me responde, sonrojándose un poco, mientras sus ojos brillan de felicidad.

Entonces, sin pensarlo, la tomo de la mano y le doy un casto beso en la comisura de sus labios, sellando lo que acaba de comenzar.

*****

Paulina Moon

La verdad, nunca esperé que Fabricio me pidiera ser su novia frente a todos. Estaba completamente sorprendida, pero al mismo tiempo, una inmensa felicidad me invadió. Me lo había dicho antes, en privado, pero nunca imaginé que lo haría de esa manera, ante tantas personas.

La forma en que lo hizo, tan serio y decidido, me dejó sin palabras. Y lo que más me sorprendió fue que, a pesar de todo lo que habíamos pasado juntos, su amor era tan claro y sincero. Cuando me mostró el collar con la luna menguante y la estrella, un símbolo que no solo significaba nuestra unión, sino también la bendición de la Diosa Luna, sentí como si el universo entero hubiera conspirado a favor de nosotros. Fue un momento perfecto, el momento que nunca supe que estaba esperando.

Cuando me abrazó, pude sentir lo mucho que me amaba, y en ese instante, todos mis miedos y dudas desaparecieron. Por primera vez, realmente creí que éramos el uno para el otro, que no importaba el pasado, ni las diferencias, ni lo que pensaran los demás. Solo importaba lo que nosotros sentíamos, lo que nosotros construíamos juntos.

Lo curioso es que, en ese instante, me di cuenta de algo muy importante: a pesar de ser tan terco, tan complicado, y a veces tan insoportable, Fabricio tenía la capacidad de ser todo un amor si lo deseaba.

Y en ese momento, sin ninguna duda, lo deseaba. Me hizo sentir tan especial, tan importante, y eso es algo que pocas personas saben hacer. Y él lo había hecho de una manera tan única, tan genuina, que no pude evitar sonrojarme y sentirme enamorada.

(...)

Ahora, ya en mi cuarto, me encontraba cambiándome y poniéndome alguna camodo, preparándome para salir y recibir la segunda sorpresa que Fabricio había prometido darme. Aunque sinceramente, ni idea tenía de qué se trataba.

Mi mente seguía ocupada por todo lo que había sucedido durante la noche: la fiesta, las palabras de aceptación de las manadas, la promesa que hicimos frente a todos, y, sobre todo, el amor tan puro y sincero que creía sentir por él. No había duda de que estábamos destinados a estar juntos.

Pero esa incertidumbre sobre la sorpresa que me esperaba hizo que mis nervios se avivaran.

Me miré al espejo mientras me ajustaba la camiseta, riendo suavemente al ver lo tonta que podía parecer en momentos como este. Pero era inevitable.

Me dirigí a la ventana, observando el paisaje nocturno iluminado por las luces de la fiesta. Aunque la noche estaba terminando para muchos, para mí, apenas comenzaba. Estaba ansiosa, pero también curiosa. No sabía qué esperar de la sorpresa, pero sabía que, sin importar lo que fuera, sería algo especial. Porque venía de él, y eso lo hacía aún más importante.

Me acomodé en la cama, dando un último vistazo a mi teléfono antes de dejarlo a un lado. Podía sentir cómo mi corazón latía más rápido, como si de alguna manera ya supiera que algo grande estaba por suceder. Mis pensamientos se interrumpieron por un suave golpe en la puerta.

-Paulina, ¿estás lista? -La voz de Fabricio me hizo sonreír de inmediato. Sabía que él también estaba tan ansioso como yo.

Con una última mirada al espejo, me levanté, respiré profundamente y me dirigí hacia la puerta. No importaba qué sorpresa me tuviera preparada, estaba lista para disfrutar de ese momento. Y, sobre todo, para seguir construyendo nuestra historia juntos.

            
            

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