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Paulina Moon
Ahora estoy en la ducha... Fabricio puede ser un amor cuando lo desea. A veces pienso que ni es el mismo con el que he vivido la mitad de mi vida, ya que siempre fue un dolor de culo y me molestaba. No puedo evitar sonreír un poco al pensar en todo lo que hemos pasado juntos, en todas las peleas y risas, y cómo, a pesar de todo, siempre he podido contar con él.
Veremos unas películas. Hoy no quiero pensar en nada más. Haré que vea mis favoritas... "Tres metros sobre el cielo" y "Tengo ganas de ti". Me encantan. Amo a "H", juro que un día me casaré con él. Río como loca desquiciada. No puedo evitarlo, soy una tonta cuando se trata de esos chicos de película. A veces, imagino que mi vida también es una película, pero, sinceramente, este guion está mucho más complicado de lo que esperaba.
- ¿Hay que preocuparnos? -dijo Star, su voz sonando preocupada.
- No, solo que si Fabricio me escuchara -seguí riendo-, querría matar a "H". ¿Eso a ti no te da risa?
- Un poco... -respondió, cortando la conexión.
Salí de la ducha, me cambié con rapidez... No quiero perderme ni un minuto más de este día. Me puse una camisa negra sin mangas y cuello redondo que me llega justo arriba del ombligo, un pantalón estilo militar que hace tiempo quería estrenar, y unas botas negras que me llegan hasta la rodilla. Me miro al espejo un momento, comprobando que todo esté en su lugar. Ya no tengo ganas de estar triste, aunque no puedo evitar pensar en Kate y en lo que hizo. ¿Por qué se alejó así? ¿Por qué tenía que ser tan...? Bueno, ni siquiera sé qué adjetivo usar.
Fabricio entró al cuarto con una gran pana de palomitas. Yo seguía en el armario, acomodando mi ropa, pero cuando lo escuché, supe que ya estaba allí. Siento su presencia, como siempre. Él tiene esa forma de llenar la habitación con su energía. Me doy vuelta y salgo del armario. Lo encuentro acostado en mi cama, con los ojos cerrados, descansando mientras espera que pongamos la película. La pana de palomitas está sobre mi mesita de noche, como si ya supiera que no iba a faltar mucho para que nos metiéramos en la cama a ver películas.
- Hola -dije, con una sonrisa.
Él se levantó rápidamente, se acercó y me abrazó. Me envolvió en sus brazos con esa calidez que, aunque a veces me molesta, ahora agradezco enormemente.
- ¿Estás bien? Tienes fiebre -dije sarcásticamente, aunque realmente me preocupaba. Él rio.
- No solo eso -dijo, y me abrazó más fuerte-. Te ves bien.
Inevitablemente me sonrojé. No era la primera vez que me decía algo así, pero en ese momento sentí que las palabras resonaban más. Como si, por un breve segundo, todo lo demás hubiera dejado de importar.
- Gra... gracias -respondí, separándome un poco de él para no parecer tan obvia-. Voy a sacar las películas para ponerlas en la tele... ¿O las pongo en la computadora? -pregunté, buscando algo en qué concentrarme.
- Como tú quieras -dijo con su voz suave, pero no pude evitar notar que la miraba con esa intensidad que hace que mis nervios se disparen-. Pero ten en cuenta que hoy no dejaré que estés triste.
- Ok... la tele -dije, ignorando lo último que dijo, aunque sabía que sus palabras eran serias. No quería que nadie me viera triste. No hoy.
(...)
Miramos la primera película. Me reí un poco al ver la cara de Fabricio cuando llore por la muerte de "Pollo". Sabía que lo haría, como siempre. Soy una llorona cuando se trata de cosas que me tocan el corazón, y no me importa. Lo único que me importa es sentirme mejor, aunque solo sea por un momento.
- Iré por más palomitas mientras pones la otra -me dijo. Yo asentí, agradecida por tenerlo cerca. Salió del cuarto y me quedé sola un momento, pensando. Esta fue la primera película que vi con Kate en nuestra primera "pijamada". Teníamos solo 11 años cuando la hicimos... Aunque nos conocemos desde los 8. Recuerdo ese día tan claramente, como si fuera ayer. El olor a palomitas, las risas, el calor de la mantita que compartimos, y cómo todo parecía perfecto, sin complicaciones. Pero, hoy, las cosas son diferentes. Kate está distante, y no sé si puedo volver a confiar en ella de la misma forma.
Aún no asimilo que me haya alejado por estar con su "mate". Me duele pensar en ello, pero no puedo obligarla a ver las cosas como yo las veo.
- Tu actitud tampoco ayuda -dijo Star, interrumpiendo mis pensamientos.
- Tienes razón, pero yo no tengo nada de qué disculparme... Es ella la que se alejó -dije, y cerré el link con un suspiro. A veces, me pregunto si estoy siendo injusta con Kate, pero al mismo tiempo, ella fue la que dio el primer paso hacia la distancia. Es como si me hubiera dejado atrás, y ahora tengo que aprender a vivir con eso.
Puse la otra película mientras regresaba Fabricio, quien volvió al cuarto con una sonrisa y las palomitas. Miró la pantalla y se acomodó junto a mí, listo para seguir viendo. No quería que el día terminara, no con todo lo que había pasado, pero al menos, por ahora, estaba aquí. Y eso era lo único que realmente importaba.
****
Fabricio Meléndez Moon
Estaba haciendo más palomitas para que viéramos la otra película. Mi loba estaba muy feliz de pasar el día con su mate, y bueno, no voy a negar que yo también lo estaba. Me sentía contento por ella, aunque todo eso de ser mates todavía me daba vueltas en la cabeza. No entendía bien todo lo que implicaba, pero veía cómo ella se sentía. Y eso era lo que importaba.
De repente, escucho pasos en la cocina. Kate entró y me miró fijamente.
- ¿Dónde está? -dijo, su tono un poco tenso.
- En su cuarto -respondí de manera seca, casi cortante. Estaba harto de que todo girara en torno a ella.
Vi que Kate quería ir a su cuarto, pero la detuve tomando su brazo con firmeza.
- Déjala un momento, está tranquila. Puedes hablar con ella mañana... Me ha costado mantenerla distraída del tema, y tú vas a ir a joderlo todo. ¿Por qué no te vas con tu mate?, después de todo eso es lo que hiciste ayer, ¿no? -dije, molesto, soltando su brazo.
Kate me miró con desdén, como si nada de lo que yo dijera importara.
- No tengo por qué estar teniendo esta conversación contigo -dijo, frunciendo el ceño-. No eres nadie. Solo el dolor de culo de mi amiga.
Me molestó, no porque me llamara dolor de culo, sino porque se atrevía a llamarse amiga de Paulina después de lo que le había hecho.
- Claro -respondí, ironizando-. ¿Y si es tu amiga, por qué la trataste como mierda luego de encontrar a tu mate? -dije, intentando mantener la calma, aunque por dentro sentía una ira creciente. No quería golpearla, no por ella, sino porque sé que Paulina se molestaría conmigo si lo hacía.
- Ella no lo haría, tú siempre eres su prioridad en su lista... ¿Por qué mierda la trataste así? -reclame frustrado, y vi cómo sus ojos se llenaban de lágrimas. Hice una mueca.
Kate comenzó a llorar, pero no me sentí culpable por lo que le estaba diciendo. La situación merecía esa reacción.
- ¿Y crees que no lo sé? -dijo, con los ojos llenos de lágrimas-. Solo que cuando encontré a marcus, mi mente se nubló. mi loba era quien tenía más control de mi cuerpo, evitando alejarme de él -dijo, claramente angustiada-. Sé que lastimé a Paulina y lo siento, ¿Bien ? Solo necesito hablar con ella... ¡Maldita sea, ¿Es mucho pedir?!
La vi allí, en medio de sus lágrimas, sintiéndome un poco más tranquilo. Sabía que ella sentía lo que había hecho, aunque no lo dijera de manera perfecta. Sus justificaciones eran banales, pero no me correspondía a mí opinar de ello.
- Sí -dije, serio-, puedes hablar con ella... pero no hoy. Aún está dolida y molesta. Prometo hablar con ella, pero déjala por hoy. Aún tiene mucho que afrontar con esto de que somos mates... Ni siquiera ha podido hablar con mis padres.
Kate suspiró, hipando entre sollozos.
- Está bien -dijo-. Pero mañana vendré a hablar con ella. Dile que la extraño mucho y que me perdone. Que en serio estoy arrepentida.
- No me metas en sus asuntos. No son mis problemas. -le dije, mientras la vi salir de la cocina y luego de la casa, lo supe porque la puerta sonó.
Tomé las palomitas y volví al cuarto. Cuando entré, la vi boca abajo en la cama, como si estuviera tratando de olvidarse del mundo. Me acerqué con suavidad y le besé la cabeza. Ella se incorporó y me miró, con una sonrisa que me hizo sentir un nudo en el estómago.
- Tardaste -me dijo, mientras se acomodaba nuevamente en la cama.
- Lo siento -respondí, sentándome al borde de la cama-. Estaba con...
- ¿Con quién? -preguntó, curiosa.
- Kate -dije, sintiendo que al mencionar su nombre, toda la tensión que había tenido con ella me regresaba en un solo instante. Paulina se tiró de nuevo sobre la cama y cerró los ojos, como si no quisiera escuchar más sobre el tema.
- Ou, ¿sí? -dijo, sin interés-. ¿Y qué te dijo?
Le conté lo que había sucedido, lo que Kate me había dicho, y ella solo escuchó en silencio, con los ojos cerrados, procesando la situación.
(...)
- Tienes que hablar con ella -recomendé, tras un largo silencio.
- Pero no hoy -dijo Paulina, con una voz calmada. Ya estábamos nuevamente en el sofá frente a la tele, donde habíamos comenzado a ver la película antes de que todo esto pasara. Paulina se acurrucó en mi pecho y suspiró.
- Estoy a gusto aquí... -susurró, casi como si el resto del mundo no existiera.
Sonreí tiernamente, disfrutando de ese momento de calma.
- Yo también -le dije, levantando su rostro con una mano de manera sutil. La miré a los ojos, y sentí una presión en el pecho-. ¿Puedo besarte? -pregunté, mi voz casi un susurro. Más similar a una suplica que otra cosa.
Ella asintió, y fue todo lo que necesité para acercarme y besarla. Un beso lento, lleno de amor y ternura. No tenía prisa, no era como esos besos impulsivos que a veces damos por impulso. Este era distinto, era más que eso. Era el amor que compartíamos, la confianza que poco a poco estábamos construyendo.
Nos separamos por la falta de aire, pero ninguno de los dos se movió. Ella volvió a acurrucarse en mi pecho, cerrando los ojos, y yo simplemente la abracé.
- Creo que ya no terminaremos la película -dijo, en tono bromista.
- No, parece que no -respondí con una sonrisa.
- Tenemos que hablar con mi padre y Erika... Tengo miedo a su reacción -admitió, su voz llena de inseguridad.
La abracé más fuerte.
- Yo también, pero entre más pronto lo hagamos, será mejor -dije con calma. Ella asintió, levantándose del sofá y tomando mi mano. Me jaló fuera de la habitación, con una determinación que me hizo sonreír.
- Entonces le diré ahora -dijo, decidida, mientras llegábamos frente al despacho de mis padres.
- Es mejor -asentí, sonriéndole en apoyo. Ella tocó la puerta y, con un último vistazo hacia mí, entró.
*****
Paulina Moon
Estamos frente al despacho de mi padre. Toqué y escuché: "Pase". Entramos, tratando de verme tranquila, pero el miedo se reflejaba en mi voz. No sabía cómo iba a reaccionar, y lo cierto es que no podía dejar de temblar.
-¿Qué pasa, princesa? -dijo, sentado en el sofá leyendo un libro.
-Papá... -intenté sonar calmada, pero mi voz traicionó mis nervios-. A... Alineé a mi mate -murmuré de forma torpe, mirando al suelo, incapaz de mirarlo a los ojos.
-¿En serio?, ¡Felicidades! -Se levantó y me abrazó, pero cuando vio a Fabricio en la entrada, se detuvo-. Pero, ¿cuál es el problema, princesa?
-Es que... -susurré-. Mi mate... -extendí la mano hacia Fabricio, que se acercó lentamente. Y en un golpe de sinceridad, casi sin poder evitarlo, solté-. Es él.
Mi padre se sorprendió, pero no dijo nada al principio. Estaba esperando un discurso largo, pero nunca llegó.
-¿Y cuál es el problema? -dijo con calma-. Es cierto que son "hermanos", -hizo comillas con los dedos-. Pero no de sangre. Si la Diosa Luna los juntó como mates, no me puedo interponer.
Me lancé hacia él y lo abracé con fuerza. Me sentía tan aliviada de que lo entendiera.
-Gracias, papá. -El abrazo de mi padre fue cálido y protector.
-Es raro verte así -dijo riendo-. Más cuando se trata de él, como le dices... "Dolor de culo".
Reímos, pero mi padre se quedó callado cuando Erika entró. Ella lo fulminó con la mirada, y tanto Fabricio como yo no pudimos evitar reír.
-Juan Moon -dijo Erika, seria, y él tembló, claramente asustado. No pude evitar reír aún más-. ¿Qué te he dicho de ese vocabulario?
-Pero Paulina lo usa -respondió él, haciendo un puchero. Seguía riendo mientras veía cómo Erika lo miraba con desaprobación.
-¡Pero es ella! -Erika se acercó a mí y me abrazó-. A ella le queda bien. Se ve poderosa usándolo, pero tú solo te ves como un tonto malhablado.
Mi papá se acurrucó en el pecho de Erika, como un niño chiquito, y ella suspiró con resignación.
-Vale -dijo mi padre-. Los "niños" tienen algo que decirnos.
-Traidor -mascullé, ahogando mi risa.
-Venganza, princesa -dijo él, separándose de Erika y viéndonos a Fabricio y a mí.
-¿Qué pasa? -preguntó, curioso.
-Mamá... -dijo Fabricio, mirando a mi papá con respeto-. Paulina es mi mate.
Esta vez, Erika sonrió y se fue a abrazarlo.
-Felicidades, hijo -lo soltó y me abrazó a mí-. Aleja a todas esas zorras de mi hijo -me susurró al oído, y yo no pude evitar reír.
-Claro que lo haré -respondí, sonriendo a Erika.
-¿Qué harás? -dijo mi papá, curioso, mirando entre Erika y yo.
-Nada -respondimos al unísono. Ambas nos reímos ante la sincronización.
(...)
Un rato después, volvimos a mi cuarto. Mi papá había amenazado a Fabricio con dejarlo sin descendencia si me hacía daño, lo cual me hizo reír. Además, me había dejado claro que no permitiría que me marcara hasta que cumpliera 18, y eso incluía... bueno, ya saben.
Fabricio aceptó las reglas, porque después de todo, era la princesa de él, y no iba a permitir que alguien me hiciera daño. En dos semanas sería mi coronación como alfa, y mañana, Fabricio se presentaría oficialmente como mi mate.
-Al final, ni necesitaste el mes -comentó Star, burlona.
-Ja, ja, qué gracioso -respondí, cortando la conexión con ella.
Luego bajé al comedor, ya que era de noche. Mañana hablaría con Kate, y después con la manada... Eran demasiadas cosas.
(...)
Cenamos tranquilos. Le pregunté a mi papá si Fabricio podía dormir conmigo en mi cuarto, pero si preguntaba él, lo mataba... no literalmente.
Al principio se negó, pero luego aceptó. Erika lo convenció, ella sabía que su hijo respetaría las reglas. Al final, aceptó por una amenaza: Erika le dijo que lo mandaría a dormir al sofá por un mes si no lo permitía.
Ya colocándome la pijama, Fabricio entró y se acostó en la cama. Me acosté a su lado, acariciando su pelo mientras él ronroneaba de felicidad. Me moría de ternura. Después de un rato, se quedó dormido. Me acomodé y luego besé su cuello, colocando mi espalda en su pecho mientras él rodeaba mi cintura con su brazo.
-Creí que dormías -dije, estremeciéndome por el beso.
-Lo hago -respondió, volteando hacia mí. Vi sus ojos y supe que tenía el control-. Solo quería agradecerte por no rechazarnos y evitar que mi papá nos mate.
-Claro -reí y lo besé en la boca-. ¿Ahora puedo dormir? -sonreí con suavidad.
-Está bien -respondió él, cerrando los ojos-. Si necesitas algo, solo di mi nombre...
Sonreí, y pronto caí en los brazos de Morfeo, sintiéndome segura y en paz.